Los exministros de Hacienda que estos días fueron al Congreso a explicar los lineamientos que deberían guiar una nueva reforma tributaria, insistieron en que ésta debe ser progresiva y no debe afectar a la clase media. Los exministros tienen tres características comunes. Primero, en ninguno de sus gobiernos se aprobó una reforma tributaria progresiva. Segundo, el movimiento social que se tomó la calle, los llevó a modificar sus argumentos sobre las bondades que inicialmente le habían visto a la propuesta de Carrasquilla. Y, tercero, las alternativas que han puesto sobre la mesa son michicatas.
1. Durante sus gobiernos no hubo cambios relevantes en la desigualdad
Ninguno de los gobiernos anteriores tomó medidas que llevaran a cambiar de forma estructural la distribución del ingreso y de la riqueza. La concentración continúa siendo alta y en los últimos 15 años no ha disminuido. Los exministros que ahora piden progresividad no se preocuparon por reducir la desigualdad en la distribución de la tierra, de las acciones, de los activos, de los inmuebles, de la riqueza… En su momento hicieron declaraciones a favor de la distribución, pero en realidad no cumplieron sus promesas.
Vale la pena recordar la frase de Taleb en El Cisne Negro[1],
“Pero las estrellas [en nuestro caso los exministros] son lo bastante idiotas como para publicar las cifras que proyectan, con el fin de que la posteridad observe y valore su grado de competencia […]. No comprueban, claro está, qué tal resultaron sus previsiones después de haberlas formulado”.
En los temas distributivos, no se lograron las metas que propusieron. Pero lo más alarmante, continúa Taleb, es que el público “peque aún de mayor imbecilidad al creer en esas argumentaciones”, sin exigirles que respondan por su incumplimiento.
2. El movimiento social los llevó a cambiar sus argumentos
Es interesante observar que en pocos días modificaron su posición. Después de insistir en que la reforma de Carrasquilla era absolutamente necesaria, y que favorecía la distribución del ingreso, ahora no piensan lo mismo. Consideran que es conveniente que haya reforma, pero las expectativas sobre el recaudo cayeron. Ya no se aspira a $30 billones sino a $12-$14 billones. La necesidad dejó de ser tan inminente.
Y el cambio más notorio se presenta en el enfoque sobre la incidencia de la reforma en la distribución. Antes de las movilizaciones se dijo que la compensación del IVA, y los gastos destinados a los programas sociales, permitirían mejorar la distribución del ingreso. Se dijo, además, que la ampliación de la base tributaria no tendría efectos negativos en la equidad. Estos argumentos se modificaron, y ya se acepta que estas medidas eran perjudiciales y no favorecían la distribución. Por lo tanto, concluyen, ahora se deben impulsar medidas que no afecten a los pobres, ni a los grupos medios.
3. Las nuevas propuestas son progresivas pero minimalistas
La propuesta de la Andi, que ha ido ganando aceptación, aunque es progresiva, se queda en los mínimos. Deja de lado la ampliación del IVA, y olvida la ampliación de la base tributaria, así que las personas pobres y vulnerables no tendrán que pagar nuevos impuestos. En opinión de la Andi se deben eliminar beneficios que se les otorgaron a las empresas en la reforma de 2019. Al reversar estas medidas se le daría otro golpe a Carrasquilla. En el 2019 se aprobaron numerosas exenciones para las empresas, argumentando que los menores impuestos favorecían la inversión y el empleo. No sucedió así. Y, además, se debilitó la estructura fiscal. La Andi reconoce que los beneficios fueron excesivos y, con razón, propone que se eliminen, pero de manera transitoria.
Aunque la propuesta de la Andi favorece la equidad, es muy tímida. Apenas toca lo mínimo. No se trataría de una reforma estructural. Busca responder a una situación coyuntural. No aumentará la desigualdad, pero tampoco será suficiente para reducirla.
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[1] TALEB Nassim., 2007. The Black Swan. The Impact of the Highly Improbable, Ramdon House, New York, p. 92.
Jorge Iván González
Foto tomada de: ail.ens.org.co/
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