¿Quién miente?
La manifestación concentración de la reacción y la derecha juntas, porque convocantes fueron Partido Popular, Vox y Ciudadanos, en la plaza de Colón de Madrid el pasado domingo, revela sus contradicciones más elementales en el conteo de asistencia. La policía nacional dijo que sumaron 25.000, mientras que la policía local, bajo el control de la reelecta Díaz Ayuso, y el alcalde Almeida, también del PP, señalaron una cifra cuatro veces superior.
Aquí, la fuente de información no es El País, el periódico de los socialistas, sino el diario El Mundo, del que ha sido Salud Hernández en Colombia, por una buena cantidad de años. Es un periódico que fue involucionando de ciertas posturas liberales, como las que exhibía uno de sus editorialistas Gabriel Albiac, en los años 90.
Pues, bien, ahora, al asunto de la pasión por la verdad, o no, se unen las opciones ideológicas de dos intelectuales, un literato de nombradía internacional, Mario Vargas Llosa, que empezó sus coqueteos doctrinales con el marxismo en la juventud, luego se hizo liberal, y ahora es groseramente neocon.
Es alguien, Marito el escribidor y socialite de hoy, alguien a quien “le vale madres”, como se vio apoyar a Keiko Fujimori, metida hasta los tuétanos con la política represiva y criminal que singularizó la obra política de su padre; y aparecer sentado en espera del acto del Colón, y fotografiarse con Cayetana Álvarez de Toledo, a quien Casado le retiró la vocería del PP en el Parlamento.
Con él estuvo Fernando Savater, autor de best sellers con pretensiones de ser cursos de iniciación a la filosofía y a la ética. Animado por el antecedente de la campaña del Basta Ya contra la Eta, de comienzos de los años 2000. Quien fue objeto de amenazas, y dicen incluso que de atentados contra su integridad.
Pues, esta vez, el basta ya lo trasladó para insistir en la condena a los independientistas catalanes, incluidos, Puigdemont y Junqueras. A pesar de los resultados pasados, en el ejercicio democrático representativo, donde los ganadores fueron los independientistas con diversas corrientes, y eligieron como presidente al abogado Pere Genovés.
¿De qué filósofo estamos hablando?
De uno con pasión por la verdad situada? Pues no. Sino de alguien que rechaza de plano la diferencia cuando esta pasa de las palabras a los hechos en política. Cuando se va más allá de la tolerancia, al modo como la enseñó el John Locke del siglo XVIII, y no le alcanza el perrenque siquiera para parecerse al último John Stuart Mill. Demasiado cercano al socialismo del PSOE de hoy.
Es el destape de Savater, que en cierto modo alaba El Mundo, que es vocero inocultable de la derecha, y su asociado más incómodo, Vox, la reacción pura y dura. Quieren hacer blanco en la alianza de Unidas Podemos con el PSOE, y apoyos críticos de la izquierda independientista catalana, para gobernar, después que prosperó la moción de censura contra un PP, el de Rajoy y Aznar que propiciaron, y encubren con descaro a la corrupción político que les permitió gobernar España por una buena cantidad de años.
¿El indulto, un sacrilegio?
La unidad española no pueda estar unida por “babas”, con opresión y dominio sobre las autonomías en materia de política, con el pretexto de reclamar la unidad, que no se va a fracturar territorialmente, porque unos y otros habitan la península ibérica en la parte que les toca, que además, en honor a la verdad real, comparten con Portugal, una nación soberana e independiente. Y nada pasó después de más de una guerra de anexión. Si queremos revisar la historia.
¿Por qué es insoportable la independencia de Cataluña, la de Euzkadi, o la de Galicia, si es tal el querer de sus habitantes? El rey Felipe V no es el soberano, es el jefe de estado que es otra cosa. Quienes quieran vivir con un monarca están en su derecho de hacerlo, pero, ¿por qué los que disientes con razones históricas y actuales? ¿Por qué impedir que las urnas lo decidan?
La democracia representativa sirve para sanar ciertas heridas y resolver ciertos entuertos, ¿pero no otras “enfermedades” y “pandemias ideológicas” políticas y sociales, que duran más que la peste negra de 1919?
La respuesta inmediata: el indulto.
Pedro Sánchez y sus aliados han reconocido lo que resulta del resultado obtenido en las urnas de Cataluña, y tienen que materializar el indulto. De lo que no han hablado de igual manera es si se atreverán, como corresponde, a aceptar un mecanismo de participación democrática liberal, el referendum, el más cercano a la verdadera participación, que solo practican determinados países. Quizás el más antiguo de todos, y no sin inconsistencias, ha sido Suiza. Por lo que se habla de esta como una democracia refrendaria.
Se practica el referéndum en Gran Bretaña. Sabido es que es probable que se ponga a prueba, pronto, en Escocia, como la demanda la mayoría contraria al gobierno conservador de Boris Johnson. A este coro se unió, no con la misma decisión, de nuevo, Irlanda del Norte, afectada por la adoptada fórmula del Brexit, que resulta, en cambio, en apoyo de Irlanda.
En los Estados Unidos es una práctica que se realiza a nivel de determinados estados. Pero, conviene recordarlo, la estadounidense es una forma de representación democrática diluida, vigilada por los colegios electorales, que al fin de cuentas son los que “mandan la parada”. Con las situaciones que en forma reciente vienen empañando la cultura democrática allí desde el año 2000.
Así las cosas, el indulto no es un sacrilegio, sino en el caso español, un ejercicio legítimo en materia de política, para recordar la pareja weberiana de dominación legítima. Ahora bien, si habláramos de Gramsci, en materia de hegemonía como característica de las democracias representativas moderna, se trata de reconocer y transformar los consensos entre adversarios, y no entre enemigos.
Tal es la lógica que predomina, por ejemplo, en la España posfranquista, puesto que, hasta el propio Pablo Iglesias, un republicano, vaciló, y no pocos en Podemos, en materia de independencia en Cataluña. ¿A cuenta de qué? NO es la única razón, pero se cerró con su retiro de la política activa por estos días.
Es la que se quiere mantener en Colombia, con el bloque reaccionario y de derecha coaligadas, que es la que se puso en práctica en dos gobiernos de Álvaro Uribe Vélez, y en su continuación extrema, porque no rectifica con el “joven adulto” Duque Márquez al que la edad y el mundo recorrido a costillas nuestras no le hizo ninguna mella.
De ese modo alucinan, primero matando a jóvenes y adultos indefensos y necesitados, a diestra y siniestra, con los “falsos positivos”, en buen romance, penas de muerte extrajudiciales con fundamentos en órdenes administrativas. Ahora matando, con todos los pretextos, a jóvenes protestantes durante los más de 40 días de paro, que muestran la crisis de hegemonía que vive el régimen parapresidencial, ya no solamente en el campo, sino en las grandes ciudades, porque en el campo y en las intermedias, ganó la oposición en 2018, y la consulta en el 2019.
Ahora, el desenlace de la crisis de hegemonía
Esto es, crisis de dirección que no es lo mismo que creer en la dominación, que supuso el credo sociológico weberiano, y tal es su límite. Esta crisis puede ser parcial y/o total en las superestructuras complejas, es decir, tanto la sociedad política como la sociedad civil.
Para el caso colombiano, y el español, entre otros, con la marcha interrumpida de la revolución democrática que comenzó su gran ciclo hace más de un siglo la lucha adversarial se libra en los “organismos privados” de la sociedad civil, que es también parte de lo que Gramsci caracterizó desde los años 30, como estado integral y/o ampliado.
Para entonces comprender lo que otros, y no solo Hannah Arendt calificaban a su manera de totalitarismo, suprimiendo la dialéctica contradictoria y antagónica que los dinamiza en lo interno. De esa forma, Gramsci pensaba varias modalidades de política adecuadas a las revoluciones desde arriba de la generalización del capital, y con ello, del fenómeno histórico del capitalismo.
A estas modalidades las llamó Gramsci revoluciones pasivas. Adecuándose, y adecuando los aprendizajes del lúcido napolitano Vincenzo Cuoco, partícipe en la fracasada revolución republicana de Nápoles contra España en los finales del siglo XVIII.
Dichas revoluciones, en materia de régimen, cuando se trata de transiciones capitalistas pueden ensayar formas de Cesarismo regresivo o progresivo, que no son lo mismo que los bonapartismos, más adecuados a procesos de desarrollos de capitalismo más arraigados en las sociedades civiles con predominio de un mercado moderno, de obreros y capitalistas.
Ahora bien, a sus niveles de complejidad específica esto es lo que se juega, hoy por hoy, en España y en Colombia, y el año 2022, aparece como una primera meta. De este modo las fuerzas progresistas, la izquierda marxista o no, y los independientes tienen a la vista inmediata una gran tarea y una exigencia fundamental, entender la transformación del sentido común de sus sociedades en los escenarios actuales de la glocalización que la pandemia hizo más visibles, tangibles, y dilemáticos en términos de vida o muerte, en las proporciones que conocemos, y la diversidad derivada de las historias singulares de los países, el hacer de sus dirigencias, y los controles o no existentes a la mano de los gobernados/dominados.
Miguel Angel Herrera Zgaib, PhD, Director Grupo Presidencialismo y Participación, Presidente de International Gramsci Society, IGS-Colombia
Foto tomada de: Trendsmap
Deja un comentario