El contexto y las variadas razones ciudadanas para el paro
El autoencierro social y las medidas de cuarentena decretadas por el Gobierno nacional y los gobiernos regionales facilitaron la captura de las instituciones de control por parte del gobierno Duque, que a lo largo de 2020 y en medio de una precaria fiscalización del Ejecutivo por parte del Congreso de la República, debido a su funcionamiento virtual, se tomó la Procuraduría, la Contraloría, la Fiscalía General de la Nación y la Defensoría del Pueblo, colocando a la cabeza de esas instituciones figuras de bolsillo del Ejecutivo. En formas inauditas de amiguismo, nombró como cabeza de la Fiscalía de la Nación, la institución cabeza del sistema penal acusatorio, a su mejor amigo de la universidad.
Si durante los meses anteriores al inicio de la pandemia en marzo de 2020 el presidente Duque no tenía el control del Congreso y atravesaba una crisis de legitimidad muy fuerte por las denuncias de ingreso a la campaña que lo eligió de dineros del “Ñeñe” Hernández, un reconocido narcotraficante, a finales de 2020 nos encontramos repentinamente y sin saber muy bien cómo se había producido el cambio, con un Congreso subordinado a la voluntad del Ejecutivo.
De otro lado, la robusta movilización estudiantil y ciudadana de noviembre y diciembre de 2019 terminó contenida por el encierro y las medidas de protección frente a la pandemia del Covid-19, pero también por una oferta de “conversación nacional” del presidente Duque a los universitarios que no tuvo mayor voluntad política desde el Ejecutivo para traducirse en negociación y acuerdos.
La respuesta autoritaria y desafiante de los ministros de Defensa Guillermo Botero y Carlos Holmes Trujillo, descalificando la protesta popular, y tolerando los abusos de la Policía Nacional y del Escuadrón Móvil Antidisturbios ESMAD, que condujeron a la muerte por un disparo de un policía del joven Dylan Cruz en noviembre de 2019 y del abogado Javier Ordóñez en septiembre de 2020 por un episodio filmado de brutalidad policial, había dejado una fuerte molestia en los jóvenes y en la opinión democrática, que no habían visto en muchos años ese desprecio soberbio desde el poder hacia el derecho a la protesta.
La pulsión por la igualdad, articulada a demandas ciudadanas en temas de acceso a educación de calidad y salud digna, que caracterizaron la movilización social y estudiantil de 2018 y finales de 2019, se reactivó en el paro del 28 de abril de 2021 y las semanas siguientes, por el aumento de la pobreza y el desempleo resultante del cierre de miles de empresas ocasionado por la crisis de la pandemia. Esa acumulación de demandas e insatisfacciones, desafiada por una reforma tributaria que gravaba con el impuesto al valor agregado IVA todos los productos de la canasta familiar y hasta los gastos funerarios, fue el detonador del estallido social del paro.
Otro factor de descontento que se sumó a los ya anotados tiene que ver con la ausencia de empatía de los altos funcionarios del gobierno y del propio presidente Duque con el proceso de paz y los acuerdos de La Habana y la antipatía velada y en ocasiones abierta con respecto a las instituciones de la Justicia Transicional, evidente en el caso de las objeciones presidenciales a la Ley de la Jurisdicción Especial de Paz JEP, derrotadas estruendosamente en el Congreso.
La desvalorización de la vida humana en medio de la continuidad de los asesinatos de líderes sociales a lo largo y ancho del país durante lo corrido del gobierno Duque, las más de 70 masacres de jóvenes ocurridas durante 2020, así como los asesinatos de 275 ex combatientes de las Farc acogidos al acuerdo de paz y al cumplimiento del mismo, todo esto en medio de la indiferencia y de la evidente ausencia de una política de seguridad para contrarrestar esta crítica situación, constituyeron un factor adicional de acumulación de descontento, de dolor y pesadumbre por un país que se percibe en su conducción política no solamente sin norte, sino francamente como una nave al garete.
Finalmente, en esta descripción del contexto, hay que anotar que en sectores democráticos liberales, conservadores y de izquierda, hay mucha molestia y hastío con las visiones ideológicas extremas de la sociedad propias del uribismo, la descalificación de la paz y de la JEP, el odio visceral al ex presidente Santos, el odio hacia las Farc que permanece a pesar de haber desaparecido esa guerrilla con los acuerdos de La Habana, la estigmatización discursiva de la izquierda y el no reconocimiento del conflicto armado colombiano y de sus víctimas. Molestia que se extiende también al ex presidente Uribe, cuya popularidad ha venido menguando radicalmente en los últimos años, en medio de acusaciones y procesos judiciales por fabricación de testigos falsos y de declaraciones estigmatizantes de las altas cortas por parte del ex mandatario, cuando las decisiones de esos organismos judiciales no le favorecen.
Los medios de comunicación frente al Paro Nacional
Las redes sociales visibilizando lo que los medios dominantes silencian
Primero que todo hay que destacar el papel que las redes sociales han jugado en la comunicación de los eventos relacionados con el Paro, pues ellas fueron importantísimas para conocer las entrañas de la movilización social en las ciudades, las posiciones y reivindicaciones de los jóvenes de las “Primeras Líneas” al frente del manejo de los puntos de concentración y de bloqueo en la ciudad de Cali, el apoyo comunitario, barrial y familiar a estos puntos de bloqueo, como también los múltiples y reiterados episodios de abuso, violencia y barbarie policial frente a los jóvenes manifestantes. Ellas fueron claves para que estos hechos violatorios de los derechos humanos se conocieran a nivel nacional e internacional.
Por las redes sociales pudimos conocer también las acciones de los vándalos contra estaciones de Transmilenio en Bogotá y del sistema de transporte Mío en Cali, así como los episodios de saqueo a tiendas y supermercados en diferentes ciudades. Pudimos observar también gracias a ellas el intento de un grupo de vándalos en la localidad de Usme en Bogotá, de incinerar a quince patrulleros policiales, refugiados en un Centro de Atención Inmediata CAI, de la Policía Nacional.
Gracias a las redes sociales pudimos conocer también cómo miembros de la Minga indígena fueron abaleados en el sur de Cali por civiles armados contrarios al Paro con la complicidad de uniformados de la Policía Nacional, como también el episodio en que miembros de la Minga ingresaron a un conjunto residencial de familias pudientes del sur de la ciudad y causaron destrozos a unas camionetas blindadas allí estacionadas, rompiéndoles sus vidrios y cojinería y produciéndoles abolladuras, al parecer persiguiendo a una camioneta que había ingresado a esa unidad residencial luego de atacar a bala a los mingueros[1].
Estos dos episodios que acabo de mencionar resultan muy importantes pues el primero, el ataque a bala contra la Minga por parte de civiles armados con la anuencia tácita de la Policía, va a ser silenciado o escamoteado en su visibilidad mediática por la televisión hegemónica (tanto por Noticias RCN como por Noticias Caracol[2]) y el segundo va a ser utilizado por Noticias RCN, Noticias Caracol y la plataforma digital de la revista “Semana”, entre otros medios y publicaciones, para configurar una narrativa acerca de una supuesta agresión de la Minga con propósitos de saqueo, no solo al conjunto residencial referido sino supuestamente a varias unidades residenciales del sur de Cali.
El silenciamiento o la falta de una comunicación clara del primero de estos dos hechos es supremamente grave pues invisibiliza nuevos episodios de paramilitarismo urbano, que todos deberíamos denunciar y las instituciones judiciales investigar y castigar.
Los riesgos de la información producida desde las redes sociales
La reconstrucción de estos hechos no siempre resulta fácil para el analista de medios o para el ciudadano dispuesto a saber efectivamente qué pasó en algún hecho noticioso de gravedad, en medio del altísimo tráfico de grabaciones en audio y en video durante las semanas del Paro Nacional, de memes de crítica y de denuncia del autoritarismo gubernamental y de la violencia policial en barrios populares y avenidas, como también de imágenes de las movilizaciones pacíficas, representaciones simbólicas de la protesta, de sus móviles y de sus enemigos: los bancos, los corruptos, el presidente Duque, el ministro de Defensa Diego Molano, el general Zapateiro, el ex presidente Álvaro Uribe, el ICETEX, los “tombos”, los conquistadores españoles en sus esculturas y bustos, entre otros.
En medio de las emociones exacerbadas tanto de los partidarios como de los detractores de la protesta, caldeadas por los gravísimos hechos de violencia policial que se tradujeron, al menos hasta el día de hoy, en más de 50 víctimas mortales de la protesta, la inmensa mayoría a manos de miembros de la Policía Nacional, los ciudadanos ponían a circular videos sobre episodios violentos en diferentes barrios y zonas suburbanas, muchas veces sin explicación de los hechos y sin indicación de tiempo y lugar de los mismos. Esos altos niveles de abuso policial, así como las incomodidades efectivamente producidas por los bloqueos de las vías intermunicipales, por los puntos de concentración de las “primeras líneas” y por peajes informales montados por avivatos y rebuscadores de ocasión para cobrar tributos a quienes entraban y salían de sus barrios, fueron un factor adicional de tensión y generación de sensaciones de caos, angustia e inseguridad que estimuló una producción prolífica de piezas audiovisuales elaboradas y diseminadas desde sensaciones de miedo, odio y desconfianza.
La prensa escrita frente al Paro
La teoría de las rutinas profesionales en la producción noticiosa de los medios de comunicación considera que en general, los medios comerciales privados tienden a cubrir las noticias sobre paros, huelgas y movilizaciones sociales desde el modelo del traumatismo (desabastecimiento, encarecimiento de los productos, pérdidas para la economía) y en perjuicio de la visibilidad de los objetivos y las razones de quienes protestan[3]. Esta correlación entre esos dos posibles enfoques de la protesta y la movilización social, puede transformarse según los niveles de tensión social y de popularidad de la protesta, la legitimidad social de las reivindicaciones y la distancia o cercanía política del medio de comunicación frente al poder económico y político, hacia una mayor o menor visibilidad de las reivindicaciones de la movilización social.
Mientras el periódico El Tiempo, tradicionalmente muy oficialista y de posiciones muy afines a los gobiernos, titulaba el jueves 29 de abril de 2021, un día después del inicio del Paro Nacional, “El vandalismo opacó una nueva jornada de protestas”, el diario El Espectador tituló con una foto de primera página sobre la impresionante movilización juvenil y ciudadana con un titular contundente y claro políticamente: “Un país sin tapabocas” (Figura 1).
La revista Semana, la única revista semanal impresa y digital de circulación nacional, consecuentemente con su posición política prouribista y progobiernista, ha intentado atribuir desde titulaciones sensacionalistas típicas del periodismo amarillista, las causas de la movilización del Paro del 28 de abril de 2021 y de las tres semanas siguientes, a la guerrilla del ELN, las disidencias de las Farc y al narcotráfico, en consonancia con la visión ideológica, esquemática y simplista, anclada en teorías de la conspiración, del presidente Duque, el ministro Diego Molano, la canciller Claudia Blum y demás funcionarios y parlamentarios del partido de gobierno, la inmensa mayoría de ellos caracterizados por su encierro dogmático y una gran precariedad intelectual.
En la edición del 9 al 16 de mayo, la portada de Semana fue “Colombia bajo amenaza”, sugiriendo la relación de la protesta con el terrorismo urbano; en la del 16 al 23 del mismo mes que tituló “La historia secreta de la toma de Cali” siguió insistiendo en su interpretación conspirativa del Paro; y en la del 23 al 30 de mayo, con una grosera e incendiaria portada dedicada al senador y precandidato de la izquierda democrática Gustavo Petro, la redacción de la revista tituló “Petro, ¡basta ya!” sugiriendo un supuesto culpable adicional de la profunda crisis social que experimenta Colombia y de la amplísima eclosión juvenil expresada en la movilización urbana, fenómenos nunca vistos anteriormente en nuestra historia. (Figura 2. ¡Petro, basta ya!)
Antecedentes relacionados con la televisión informativa comercialista
Con respecto a la televisión privada y a sus dos canales dominantes hay que contar algunos antecedentes relacionados con su desempeño político e informativo pues dentro del campo de la oposición a Duque y al uribismo circulan muchos estereotipos que a menudo no diferencian y ponen un signo de igualdad entre “Noticias RCN” y “Noticias Caracol” en tanto canales de los grupos económicos dominantes. Esa estigmatización sin ver las diferencias y matices no ayuda a informarse bien y contribuye por el contrario, a construir una visión prejuiciada y homogenizante del campo de los medios de comunicación y del periodismo. Y favorece también en ocasiones algunas agresiones indebidas y abusivas por parte de marchantes y participantes en el Paro, hacia los periodistas que cubren las movilizaciones[4].
Mientras “Noticias Caracol”, en televisión, respalda el proceso de paz, las instituciones de la Justicia Transicional y los procesos de memorialización llevados a cabo por las víctimas del conflicto armado interno, “Noticias RCN”, en televisión, desde comienzos de 2015 hasta hoy, hace un periodismo subordinado a la ideología del ex presidente Uribe y del “Centro Democrático”, que expresa la cercanía del grupo Ardila Lullle a ese partido y a la figura del ex presidente.
“Noticias Caracol” representa la visión de un grupo económico, el grupo Santodomingo, con posiciones menos conservadoras y filosóficamente más liberales y pluralistas. Este grupo económico, aunque suene para ciertas lógicas mentales incomprensible, en su órgano de prensa escrita (el diario “El Espectador”) ha respetado la orientación histórica democrática de ese diario proveniente de los tiempos de don Guillermo Cano y desarrolla hoy el proyecto periodístico 20/20 de producción informativa en respaldo del proceso de paz, de la JEP, la Comisión de la Verdad, la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas y de las iniciativas de memorialización de las víctimas del conflicto armado interno.
No es casual que luego de la captura de la revista “Semana” por el grupo empresarial Gillinsky para ponerla al servicio de la derecha uribista, muchos de sus lectores y suscriptores se trasladaran al diario “El Espectador”.
Para evitar confusiones y generalizaciones adicionales a las ya anotadas, hay que tener en cuenta además, que Caracol Televisión es del Grupo Santodomingo y Caracol Radio es del grupo español Prisa y responden a lineamientos editoriales e informativos diferentes.
De otro lado, aún perteneciendo al grupo Ardila Lulle, hay diferencias y matices entre RCN TV y el noticiero “Noticias RCN”, en televisión, de abierta orientación pro uribista, y la emisora radial “RCN Noticias” dirigida por Yolanda Ruiz, mucho más profesional ponderada en sus apreciaciones políticas y periodísticas[5].
El informativo televisivo “Noticias Caracol” no es un proyecto periodístico de crítica independiente y de denuncia como el de “Noticias Uno”, pero tampoco es ese periodismo televisivo militante de “Noticias RCN”, que en medio de la polarización colombiana, tomó partido por el extremismo derechista y anti-paz de Uribe Vélez y sus seguidores.
La televisión privada frente al Paro
La actitud y el encuadre del informativo de televisión Noticias RCN frente al Paro Nacional quedó muy clara en la emisión del medio día del miércoles 28 de abril, cuando su presentadora inició la presentación de la noticia con la frase: “Somos sus ojos en todos los puntos donde se presentan los desórdenes!”. Allí ya quedaba clara su intención política de desacreditar la legitimidad del Paro y de la protesta y su voluntad de construir una representación de este evento asociada principalmente a la narrativa de los vándalos, la violencia y el desorden social.
Subordinado de manera inaudita a las perspectivas e intereses del derechista Centro Democrático, este informativo de televisión privilegia en su representación del Paro Nacional las acciones destructoras de los vándalos, los supuestos o reales desabastecimientos y otros traumatismos acarreados por la movilización social, desarrollando prácticas periodísticas antiéticas orientadas a la invisibilización o al desprestigio de la protesta social legítima, así como al silenciamiento de los episodios de brutalidad policial y de abusos contra los derechos humanos por parte de la Policía Nacional.
Esas prácticas periodísticas de desinformación y de manipulación político-ideológica y audiovisual de los hechos noticiosos se expresaron también en la emisión del medio día del miércoles 19 de mayo de 2021, cuando en medio de festivas y masivas movilizaciones en todas las grandes ciudades del país en apoyo del Paro, este informativo presentó un burdo relato audiovisual de las marchas sin ninguna relevancia, acompañado de tomas de reporteros ubicados de espaldas a calles y avenidas vacías, imágenes de grupos de policías motorizados como si estos fueran los protagonistas de la jornada y unas pocas tomas de algunas movilizaciones, hechas desde lejos y descuidadas, mostrando pocos participantes, como para desvalorizar tácitamente las movilizaciones (ver figuras 3. “Jornada marcada por muestras artísticas, Cali”; 4. “Así avanzan las movilizaciones en Medellín”; 5. “Caravanas recorren calles de Bucaramanga”; y 6.”Ocho marchas recorren calles de Popayán”)
Noticias Caracol cubrió con atención las masivas protestas sociales vinculadas al Paro, así como sus diversas motivaciones, diferenciando claramente la protesta pacífica y legítima de los ciudadanos, de los episodios de vandalismo. En algunas emisiones dedicó un tiempo importante a mostrar también algunas de las acciones violentas de miembros de la Policía Nacional y del ESMAD contra los manifestantes y la población civil. El telenoticiero informó sobre los episodios de violencia en Usme donde vándalos y manifestantes intentaron incinerar a 15 policías en un Centro de Reacción Inmediata CAI y el intento de destruir otro CAI en un barrio de Ciudad Bolívar.
El sesgo anti indigenista y anti Minga indígena en la presentación de la noticia sobre el ataque armado a la minga indígena del domingo 9 de mayo, el cual no se indagó ni se mostró con claridad y apego a los hechos, mientras al mismo tiempo se presentó a los mingueros como agresores y agentes de ataques vandálicos contra conjuntos residenciales de los sectores pudientes de Cali, ha generado indignación en amplios sectores de la opinión pública hacia “Noticias Caracol”. La rotulación de dicha noticia usando en la parte inferior de la pantalla la afirmación “La minga indígena se enfrentó a ciudadanos”, sugiriendo tácitamente que los indígenas no son ciudadanos, despertó también una fuerte molestia con el teleinformativo y muchos mensajes críticos a nivel de las redes sociales.
“Noticias Uno” cubrió ampliamente los episodios de brutalidad policial contra los manifestantes y llamó por su nombre la decisión del ministro de Defensa Diego Molano, de decretar la asistencia militar en Cali y otras ciudades del país y del Valle del Cauca: “militarización de las ciudades”. Recogió las reacciones a esa noticia de distintos académicos, práctica que se ha perdido mucho en los noticieros de televisión, a favor de unas noticias contadas de manera escueta por los propios periodistas, con poca retroalimentación desde percepciones no periodísticas y más estructurales de los sucesos.
A título de conclusión: creatividad ciudadana y retos a los medios y al periodismo
La interacción a través de las redes sociales, en unos procesos marcados por un impresionante despliegue de creatividad ciudadana, de noticias, mensajes, entrevistas, columnas de opinión, caricaturas, memes, tweets, propuestas gráficas, artísticas y musicales, videos, audios, microproducciones cinematográficas y otras piezas comunicativas, alrededor de los hechos y los procesos del dilatado Paro Nacional del 28 de abril de 2021, de las movilizaciones sociales de protesta, las decisiones gubernamentales de represión de la misma, los actos de violencia y de abuso policial, produjo potentes resignificaciones de los discursos hegemónicos y oficiales.
Sin intentar ocultar o negar las acciones de vandalismo, este término fue resignificado para nombrar también las acciones de los vándalos de cuello blanco encarnados en los bancos con sus intereses usurarios y sus ganancias impúdicas en tiempos de pandemia, así como los funcionarios depredadores responsables del fracaso por corrupción y por enormes sobrecostos, de grandes proyectos de infraestructura como los del puente Chirajara, el proyecto hidroeléctrico Hidroituango y la refinería Reficar.
La noción autocomplaciente y bipolarizante de “gente de bien”, a la cual suelen apelar algunos miembros de las élites económicas y políticas en situaciones de crisis para autonombrarse como los auténticamente éticos, puros y desinteresados, quedó fuertemente resquebrajada con la proliferación a través de las redes sociales de las imágenes de individuos de la clase alta caleña, blandiendo revólveres y armas de largo alcance, disparando sobre miembros de la Minga indígena del Cauca, bajo la mirada complaciente de los policías sobre estas renovadas modalidades de paramilitarismo urbano.
De la misma manera, el lema bobalicón y autoindulgente de “Los buenos somos más”, adoptado por un medio de comunicación en la ciudad de Cali en la coyuntura del paro, evidenció la precaria elaboración intelectual de algunos sectores del periodismo para procesar la diversidad y complejidad de factores intervinientes en esta crisis.
Las interfaces entre distintos medios, mensajes y usuarios en el intenso tráfico de información que tuvo lugar durante las semanas del Paro, produjeron unos fenómenos de liderazgo, entereza ética y política y creatividad juvenil, que derivaron en episodios de generación de cultura democrática, como aquel en donde un profesor de Jurisprudencia de la Universidad del Rosario, en una clase virtual, esgrimiendo todo un discurso formal y vacío de tolerancia y respeto al pensamiento ajeno, le solicitaba a una estudiante quitar de su perfil el lema que decía “Qué difícil estudiar mientras matan a mi pueblo” y le advertía categóricamente que si no retiraba ese mensaje habría consecuencias para ella. Con el concurso de un amigo, la estudiante afectada, logró grabar el episodio, que se volvió viral al colocarlo en las redes sociales, evidenciando el autoritarismo y el abuso de dicho profesor, lo que condujo a la decisión de la universidad de apartar al docente de su cátedra por su improcedente conducta.
Podríamos sacar entonces la lección de que las redes no solamente exacerban visiones extremistas y bipolares, reproduciendo teorías conspirativas y polarizaciones previas presentes en las culturas políticas, sino que, como lo vemos en la experiencia de este Paro Nacional, favorecen también, en el contexto de una amplia crisis política y de credibilidad de las instituciones, la producción de información clave para la ciudadanía sobre temas silenciados o escamoteados por los medios dominantes, como el de la brutalidad policial.
Al mismo tiempo generan escenarios de cultura democrática como el que acabamos de narrar o episodios de crítica social y de conciencia ciudadana, como el de la estudiante que aparece con el cartel “No les conviene matarme: le debo 50 millones al ICETEX” o el de la adolescente que en un alarde de sana e irreverente autoironía posa con el lema sobre su camiseta blanca “Me hago la marika con la loza pero no con mi país”[6].
Otra consigna sobre una tela blanca extendida al frente de una de las movilizaciones ciudadanas en Bogotá, diciendo: “3.800 millones de años de evolución para terminar siendo uribista”, es también sin duda de una creatividad que linda con la crítica corrosiva, frente a un personaje que en medio de la crisis ha aparecido como una figura tutelar del autoritarismo y el militarismo oficial contra los cuales la protesta se levanta.
Frente a la hegemonía de los medios de comunicación más oficialistas o gobiernistas que silencian en virtud de sus compromisos con los grandes grupos económicos y con el establecimiento político, muchas realidades de exclusión de clases sociales, etnias y territorios y los graves hechos de abuso policial del ESMAD contra los derechos humanos, emergen también medios alternativos críticos, como “Cuestión pública”, “070”, revista del Centro de Estudios de Periodismo CEPER de la Universidad de los Andes, Vorágine.co o el Canal 2 de Cali, propuestas de periodismo crítico y de denuncia, como también de periodismo de datos y de investigación que trabajan en depuración de cifras de muertos, heridos y desaparecidos en medio de las protestas y confrontaciones con la Policía, estableciendo alianzas o colaboraciones puntuales con defensores de derechos humanos, trabajadores de las brigadas de salud y mediadores sociales institucionales para esclarecer los hechos sobre los cuales investigan e informan[7].
Estos medios alternativos críticos también se nutren de un fenómeno que viene ocurriendo desde hace algunos años pero que se ha fortalecido mucho más durante las semanas de esta protesta en el país, que es la figura del reportero ciudadano que armado de un teléfono celular con cámara registra hechos y procesos de crucial interés ciudadano.
Una lección que estos medios alternativos dejan, por ejemplo, frente al discurso dominante del vandalismo, tiene que ver con plantearse enfoques y búsquedas que el periodismo hegemónico no realiza, como por ejemplo, tener claro que una vida humana vale mucho más que cualquier destrozo material en medio de la protesta[8].
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[1] Sobre estos dos hechos noticiosos, el lector puede consultar el testimonio del parlamentario del Partido de la U John Jairo Hoyos, en entrevista concedida al Tercer Canal del periodista Hollman Morris, así como la reconstrucción de lo sucedido usando un rico material audiovisual, realizada por el senador César Pachón, materiales que han circulado ampliamente por las redes sociales.
[2] Ver emisión de las 7:00 PM de Noticias Caracol del 9 de mayo de 2021
[3] Fabio López de la Roche, Periodismo y movimientos sociales: entre la estigmatización y el reconocimiento, Instituto de Estudios en Comunicación y Cultura IECO-Politécnico Grancolombiano, Bogotá, 2002
[4] Si bien la mayoría de las agresiones a periodistas durante el paro, han ocurrido por cuenta de la Policía, hay un porcentaje importante que ocurre por cuenta de quienes protestan.
[5] Por razones de espacio no abordamos en el presente artículo el análisis del medio radial.
[6] Queriendo decir: “me desentiendo del lavado de los platos pero no de mis deberes de participación frente a lo que pasa”.
[7] Me baso principalmente en información obtenida en el Panel “Medios alternativos y el cubrimiento de la movilización social en Colombia”, organizado y transmitido virtualmente el 14 de mayo de 2021 por “Zona Digital” de la Universidad Externado de Colombia con la participación de Manuela Saldarriaga de la revista “070”, Laila Abu Shihab, de Vorágine.co, Diana Salinas, de “Cuestión Pública” y Mónica Parada de “Zona Digital”.
[8] Tomo la idea de la intervención de Laila Abu Shihab cuando expresaba en el citado Pánel que “no se pueden equiparar vidrios rotos a vidas humanas segadas”.
Fabio López de la Roche, Historiador y Comunicólogo. Ph.D en Lenguas y Literaturas Hispanoamericanas Universidad de Pittsburgh. Profesor Asociado IEPRI Universidad Nacional. Coordinador Centro de Pensamiento en Comunicación y Ciudadanía Universidad Nacional de Colombia.
Emma Restrepo says
Excelente artículo
Maritza Lopez says
Artículo muy bien documentado, con ejemplos y análisis de casos concretos, que evita las generalizaciones fáciles y simplificadoras. También es importante que contempla una gama de medios, desde los “comercialistas” televisivos hasta los grandes diarios y las redes sociales. El tema de los medios de comunicación, y qué tipo de “conversaciones” provocan es clave en esta coyuntura.