Cuando los países alcanzan niveles competitivos de industrialización y desarrollo, aprovechan sus ventajas naturales o las ventajas competitivas creadas -durante la época proteccionista-, para conquistar los mercados de otras naciones y así mejorar el nivel de empleo y bienestar. Entonces, si las naciones no operan con reglas comerciales comúnmente aceptadas, que procuren el beneficio mutuo, se inician guerras comerciales que con frecuencia terminan en guerras monetarias y financieras, las cuales pueden derivar en guerras militares. Esa es la historia y es el escenario que enfrenta el mundo en la actualidad.
La teoría económica es otra cosa. La teoría abstrae los riegos de guerras y asume un mundo ideal de libre mercado y competencia “benigna”, donde, como dicen los muchachos del partido de los economistas neoliberales, el país que proteja su mercado interior pierde las oportunidades que brinda el libre comercio internacional. Por supuesto, la realidad está más cerca de la historia que de la teoría, pero las dos nos sirven para entender el presente.
El problema del comercio internacional es que, como lo explicó Friedrich List (1789-1846), cuando un país ha logrado ascender por la escalera del proteccionismo o de creación de ventajas competitivas, y comienza a conquistar los mercados del resto de países, con frecuencia decide tumbar la escalera para impedir que otros competidores asciendan a sus mismos niveles de desarrollo e industrialización. Entonces, de proteccionistas viran librecambistas y hasta neoliberales. Esto ha sido así desde Las Cruzadas hasta las dos Guerras Mundiales del siglo XX, aunque claro, no todo en las guerras ha sido competencia por mercados.
Para intentar evitar las guerras comerciales se creó, en 1948, el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio, GATT, que se transformó en la Organización Mundial de Comercio, OMC, en 1995, aún vigente, aunque moribunda. Todo esto lo está destruyendo el presidente Trump con su unilateralismo agresivo.
Trump se siente amo del mundo y está dispuesto a desconocer el orden internacional creado luego de la segunda guerra mundial, a efectos de establecer “América primero”. Está usando los aranceles no simplemente para recuperar la estancada industrialización estadounidense (que pasó de tener el 46 % de la industria mundial al final de la segunda guerra, a producir ahora solo el 16 %) sino como arma de chantaje y de guerra para alcanzar objetivos estratégicos distintos a los meramente comerciales. Y no se trata solo para obligar a México y Canadá a combatir, con recursos propios, las migraciones y el fentanilo, sino de algo más ambicioso: debilitar a la Unión Europea, provocar su eventual disolución a efectos de imponer los intereses estadounidenses país a país, y obligar a los europeos a financiar la OTAN antes que sus políticas sociales, estrategia que ha sido la base de la estabilidad social y política de estos países en los últimos 70 años.
Un objetivo más estratégico de la política arancelaria de Trump es contener el avance comercial y tecnológico de China, el principal rival planetario.
De la guerra arancelaria se puede pasar a la guerra financiera y monetaria (zonas monetarias exclusivas) y al bloqueo. En esto Estados Unidos es experto. Veamos rápidamente, a manera de ejemplo, un aspecto del bloqueo a Cuba que afecta directamente a América Latina y a Colombia.
El bloqueo de EEUU a Cuba, desde 1962, es una acción de guerra adelantada por fuera del marco institucional de la Naciones Unidas, como ha sido denunciado siempre por la inmensa mayoría de naciones. No ha servido para derrocar al Gobierno cubano, solo para empobrecer injustamente a su pueblo. Pero también para afectar a los empresarios y trabajadores del resto de países de América. Veamos un ejemplo:
En el año 2023 Colombia le exportó 30 veces más bienes y servicios a República Dominicana que a Cuba, país que tenía entonces igual población y la misma estructura de la demanda. Esto solo se explica en razón al bloqueo que Estados Unidos establece a Cuba y a las sanciones impuestas a este país al declararlo como terrorista.
Otra forma de reconocer cómo el bloqueo estadounidense afecta a los exportadores y a la sociedad colombiana es la siguiente: tomando la información del DANE, en el año 2023 Colombia exportó a Cuba solo 4,9 dólares por cada habitante de ese país, mientras a Haití 5,6 dólares; 6,7 a Nicaragua, 12,5 a Honduras, 23,3 a Guatemala, 29,9 a Trinidad y Tobago y 53,9 a República Dominicana. Es evidente que el bloqueo a Cuba afecta directamente a Colombia y a todos los países de la región que podrían comerciar e integrarse con esa nación hermana en forma mucho más armónica.
La escalada arancelaria que el presidente Trump está imponiendo al mundo, de concretarse plenamente, conducirá a un bloqueo y autobloqueo destructivo para todas las naciones. Y podría convertirse en antesala a la tercera guerra mundial que en realidad sería la última de las guerras de la humanidad.
Jorge Pulecio, Profesor jubilado de Economía, Universidad Nacional de Colombia.
Foto tomada de: https://apnews.com/
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