El twitter de Roy Barreras tiene fecha del 29 de agosto. Parece que falta dialogo entre la presidencia del Congreso y la presidencia de la República.
Las expectativas son muy favorables al gobierno del Pacto Histórico. Gustavo Petro, desde el mismo día de su elección, ha sabido generar positivos golpes de opinión. El llamado a la unidad de un país fracturado por la polarización, tomar café con sus reconocidos enemigos políticos, los nombres y trayectoria de la mayoría de sus ministros, la interlocución fluida con los gobiernos de Biden, Maduro, España y países vecinos, los discursos cargados de pedagogía política en los congresos de los industriales y los banqueros, y hacer presencia sin miedo en territorios cruzados por una fuerte presencia de grupos armados ilegales. Todos son gestos que acumulan confianza. Un lunar grande: Nicaragua. No parece coherente que en Colombia se clame por el respeto a los DDHH y se eluda condenar su violación fuera de las fronteras. La cancillería justificó mediante un comunicado público la conducta tras un supuesto asunto de interés estratégico del país, pero despertó más preguntas que respuestas. La inteligencia del Presidente será la que haga claridad.
Petro se cuidó de seleccionar un equipo de gobierno curtido en el sector público para ganarle a la improvisación y al diletantismo, sin descuidar su compromiso con la equidad de género y con las etnias. Así se gana tiempo en la gestión y se minimizan riesgos. Pero sorprende cierta falta de estrategia para sacar adelante, ante el congreso y la sociedad, temas álgidos que son irrenunciables para un mandato transformador como el que tenemos hoy. Ello parece ocurrir con la reforma tributaria, a la policía y la paz total, los propósitos más gruesos actualmente sobre el tapete.
La reforma tributaria pasó de ambicionar 50 billones en campaña a soportar 25 billones. Cada semana el Ministro Ocampo reconoce que algo hay que reconsiderar, ejemplo, cobros por combustible en la frontera, al comercio del oro, a las pensiones altas y nada se dice de las múltiples exenciones a las grandes empresas prohijadas por la confianza inversionista de Álvaro Uribe y la lucha frontal contra la evasión y la elusión. Pareciera que el techo de la reforma se tiró muy por lo bajo sin considerar que la negociación publica y en el congreso, necesariamente reduciría las cifras. Hoy el ministerio de Hacienda tiene poca capacidad de maniobra en las mesas de deliberación.
Respecto a la gran reforma de la policía, de suprimir el Esmad, pasamos a su reforma. Creo que con acierto. En un país como el nuestro, afectado por tantas conflictividades sociales y económicas, con un fuerte lumpen anarquista, virulento, destrozador de equipamientos públicos y privados, manipulable por todo tipo de interés ajeno a la convivencia, no tener una fuerza capaz de controlar tales desbordamientos, en un contexto de dialogo y respeto por los DDHH, es suicida para la misma fuerza pública y el gobierno. La ciudadanía es muy sensible ante la inseguridad o las dificultades por la alteración reiterada del orden público o la movilidad, como para no tener capacidad de reacción inmediata, circunstancial. La seguridad humana como política integral no riñe con enfrentar el delito o a los vándalos de una, al instante. Toca esperar como nos va bajo el nuevo, audaz y esperanzador concepto de lo que será la fuerza pública en el gobierno del Pacto Histórico.
Y sobre la iniciativa de la paz total, extraordinario reto al que todos debemos apuntar, una inquietud parecida a la manifestada con la reforma tributaria: desde el inicio los mangos parecen muy bajitos, cogibles con poco esfuerzo y sacrificio. El gobierno poco se ha guardado bajo la manga para presionar una negociación efectiva y aceptable por la sociedad colombiana y los mismos ilegales. Todo parece estar sobre la mesa. El manejo de la no extradición, los no bombardeos y el ofrecimiento de un cese generalizado del fuego son ofertas tentadoras que buscan una solución rápida al conflicto armado. Es una tónica muy diferente a la adoptada por el gobierno Santos con las FARC, que propició un extenuante proceso de negociación que terminó con mal sabor, por la victoria en el referendo por parte del NO, consecuencia de cierto aturdimiento colectivo por la extenuante conversación.
El otro gran desafío del primer año de gobierno es llevar las propuestas de campaña, las grandes transformaciones y los proyectos estratégicos al plan nacional de desarrollo, que empezó patinando con el nombramiento del director de planeación nacional y, quien finalmente se posesionó en el cargo, connotado economista, se estrenó ante las comisiones del congreso con una presentación muy dirigida al modelo económico a construir y poco énfasis en la paz total, la justicia social y la justicia climática, pilares de lo que será el Plan Nacional de Desarrollo.
Se requiere más diálogo al interior del gobierno y muñequeo por parte del Presidente, de lo cual no hay duda.
Jorge Mejia Martinez
Foto tomada de: El País
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