Sus gestiones y sus gestos, en este terrible escenario, calculados para su reelección en las presidenciales de 2024, han enlazado su destino al político israelí que, a pesar de sacrificar a miles de gazatíes ante los dioses del poder y gloria, tiene los días más que contados:
Netanyahu, el principal artífice del último paso hacia la Solución Final de la causa palestina, de esta no saldrá.
Aquí, lo que ha hecho Biden
Vetar la propuesta rusa en el Consejo de Seguridad de la ONU para pedir un alto el fuego. EEUU era el único país del mundo que podía parar la masacre de hasta ahora unos 8000 palestinos, y no lo hizo. ¿Importa más la vida de 200 rehenes israelíes que 2,2 millones de palestinos? Es más que esto.
No criticar, ni siquiera reprochar a Israel por bombardear a los civiles de Gaza que no tienen ni dónde huir de las bombas.
No presionar a Israel para que deje salir al menos a los niños palestinos de la Franja, refugiándose en Egipto.
No tuvo ninguna intención de calmar la situación. Ni una palabra sobre el ataque a los hospitales, ambulancias, escuelas, templos, viviendas, depósitos de agua, redes eléctricas, nada.
En vez de obligar a BN a levantar el bloqueo sobre la entrada de alimentos y medicamento a Gaza, su “gestión” limitó en que Israel dejara pasar unos cuantos camiones de ayuda humanitaria por el cruce de Rafah, simple y llanamente con fines propagandísticos para sí mismo.
Recurrir a la mentira para justificar la agresión militar israelí. Dijo “haber visto imágenes de bebés decapitados por Hamas”. La Casa Banca le tuvo que desmentir y él ni pidió disculpas a su audiencia. No se trata de un brote de alucinaciones por problemas de salud mental del presidente, ni tampoco de creer a pies juntillas lo que dice Israel. John Kerry, el asesor especial en Medio Ambiente en el gobierno de Biden y exsecretario de Estado durante el mandato de Obama, denunció a BN como quien arrastró a EEUU a la guerra contra Irak, al mentir sobre la existencia de las armas de destrucción masiva (que en realidad estaban en el propio Israel, poseedor de decenas de bombas nucleares). En este conflicto contra Hamás ¿en qué ha mentido al mundo el mandatario israelí acusado en su propio país de soborno, fraude y abuso de confianza? Cuando Tel Aviv vertió dudas sobre la autoría del ataque al hospital Al-Mohamedani, Biden volvió a aceptarlo sin más. Pero, si Israel no ha negado haber bombardeado los hospitales Al-Shifa, Al-Aksa, Al-Awdao y el de Beit Hanoun, dejando decenas de muertos y heridos, el único objetivo de los medios de comunicación proisraelíes en poner el foco en aquel centro sanitario era ocultar los crímenes de guerra que Israel ha cometido con certeza.
Su visita a Israel tenía como el principal objetivo arrebatar las riendas del conflicto a un Netanyahu más peligroso que nunca tanto para la paz mundial como para los propios intereses de EEUU. Biden, que después de tres años en la Casa Blanca se había negado a invitar al mandatario israelí, ahora se ha visto obligado a ir a verle. ¿De dónde viene tanto poder del hombre más criticado del mundo? EEUU teme el colapso del régimen israelí, y no por el ataque de Hamás, sino por las políticas de su gobierno, que unas semanas antes reconocía que el país estaba al borde de una guerra civil.
Respaldar la invasión terrestre a Gaza, no para acabar con Hamás (que hasta puede aparecer con otro nombre) sino para apuntalar a Netanyahu, de momento, paliando el monumental fracaso de su régimen en proteger a sus propios ciudadanos. Biden intentará expulsar del gobierno israelí a los ultras y forzar a BN a formar un nuevo gobierno de coalición con la oposición, poniendo fin a la masacre palestina.
Debido a que los republicanos le están culpando por el ataque a Israel por Hamás (al ser “blando” con Irán), Biden necesita una “victoria” de Netanyahu. Pero ¿qué es una victoria en Gaza?
Con el fin de impedir que el conflicto se extendiera a toda la zona, Biden tenía dos opciones: a) obligar a BN a declarar el alto el fuego, que no lo hizo o no lo consiguió, y b) mandar sus portaviones a Israel para que Irán no se atreviera a responder a las provocaciones israelíes. De forma paralela, amenazó a Teherán con que, en caso de intervenir directamente, se las vería con EEUU, mientras los servicios de inteligencia negaban la implicación de los ayatolás en el ataque de Hamás. No quiere ser otro Bush, con una guerra de dimensiones bíblicas en esta zona, y en su historial, ni tampoco tener el precio de petróleo por las nubes, en la víspera de la estación fría en Europa, y también de las elecciones presidenciales en su país.
En vez de imponer un embargo de armas al Estado israelí por atacar a civiles desarmados, preparó más armas a su pequeño aliado, aunque su prioridad sigue siendo Ucrania. En una extraña maniobra, el presidente fusionó en el mismo paquete la propuesta de 60.000 millones de dólares de ayuda militar a la guerra de Ucrania (a la que los republicanos se oponían) al de 14.000 millones para Israel, país que al que el gobierno de Obama prometió enviar un total de 38.000 millones de dólares hasta 2028.
Al contrario de la guerra de 11 días del 2021 de Israel contra Gaza, en la que Biden utilizó canales discretos para presionar a Tel Aviv para que pusiera fin a sus ataques, e incluso el Congreso detuvo el envío de nuevos equipos de la Cúpula de Hierro a este país, en el presente conflicto EEUU de Biden es el único país que lo defiende sin fisuras, mientras pronuncia unas palabras huecas dirigidas a los palestinos. Hizo lo mismo Obama: en su última burla a los palestinos, fue tan manipulador que hasta parecía defensor de aquellos oprimidos.
Pretender dar la imagen de un mandatario fuerte y con determinación, neutralizando la etiqueta de “débil y viejo”. Aquí, además quiere borrar el recuerdo de la “retirada desastrosa de Afganistán”, utilizada por los republicanos contra él. En EEUU quien no sea un “presidente de guerra” estará perdido, sino que pregunten a Donald Trump. Una guerra puede ser bendición para un dirigente en apuros, pero dos son un huracán que le podrá destrozar.
Ganar la simpatía de los grupos de presión proisraelíes en EEUU (como AIPAC), al igual que la de las compañías de armas: los fabricantes occidentales de esos artefactos tuvieron una ganancia de 32.700 millones de dólares en bolsa, los primeros días del conflicto. Al Complejo Militar-Industrial no le importa quién gane en una guerra, lo único que cuenta son los beneficios que obtendrá.
Con los índices de popularidad a la baja en las encuestas electorales, Biden ha pensado que podría compensarlo proyectándose como líder mundial. Pero ¿“líder mundial” de qué? Justo cuando viajó a Israel, los dirigentes de 140 países se habían reunido en China, asistiendo al tercer Foro de la Ruta de la Seda, ignorando además el boicot impuesto por Occidente al presidente ruso Vladimir Putin. Pero, los medios de masa se encargaron de invisibilizar un acontecimiento de tal calibre en el Nuevo Orden Mundial.
Permitir que Netanyahu volviera a cambiar la agenda internacional de EEUU: fue Barak Obama quien lanzó la política de pacificar Oriente Próximo (retirar parte de las tropas de Afganistán e Irak, y firmar el acuerdo nuclear con Irán) para centrarse en el Regreso a Asia conteniendo a China, el verdadero rival-enemigo de EEUU. Entonces, el uso de armas químicas en la guerra de Siria en 2015, de autoría aún desconocida, y la extraña aparición del Estado Islámico, forzaron a Obama a participar en la guerra. En este escenario, Israel estaba del lado de ISIS para desmontar el Estado sirio. Netanyahu ahora consigue que, ni China ni Ucrania, sino Israel, se convierta en el centro del mundo.
La reelección en jugo
En marzo de 2023, Gallup informó que por primera vez el número de los demócratas que simpatizaban más con Palestina supera a los que apoyan a Israel, hasta un 49%. Pero, al igual que en 2020, los palestinos no esperan nada de Biden.
Esta brutal crisis podrá enturbiar los logros de Biden en la política doméstica, como reducir los costos de atención médica o la creación de diez millones de empleos, aunque basura y con bajos salarios.
Los sectores que se oponen a la pasión belicistas del presidente en Oriente Próximo son:
-Los judíos progresistas, como los 500 que hicieron una sentada en el Capitolio hace unos días, en protesta por los ataques de Israel a Gaza.
-Los afroestadounidenses (no pocos también son judíos) contrarios a las políticas de Netanyahu.
– El sector izquierdista del partido demócrata, que calcula cómo podría gastar los 61.000 millones de dólares destinados a la destrucción de vidas en acabar con la pobreza de millones de estadounidenses. Pero los que se encuentran en el centro y la derecha del partido tampoco se sienten cómodos: alrededor de 400 empleados del Congreso firmaron una carta en apoyo al cese de los bombardeos de Israel sobre Gaza. El propio secretario de Estado Anthony Blinken, al hablar con su homólogo turco el 8 de octubre, apoyó, en la red social X, los esfuerzos de Ankara para imponer un alto el fuego, aunque minutos después lo eliminó: está prohibido hablar de la paz. La dimisión de Josh Paul, responsable de organizar la venta de armas a países extranjeras, por el apoyo ciego de Biden a una de las partes puede llegar a convertirse en un motín en el seno del Partido Demócrata.
– Los jóvenes liberales que simpatizan con los palestinos.
– La Generación Z, y no sólo por la edad de Biden que, si piensa que puede recurrir al chollo de “la lucha contra el terrorismo” para atraer sus votos, puede que esté equivocado. Debe recordar que los hijos de los que apoyaron el militarismo de EEUU durante la Segunda Guerra Mundial se opusieron a su intervención en Vietnam.
– Los árabes y los musulmanes de EEUU, cuyos votos son determinantes para los demócratas en Minnesota, Georgia, Arizona. De Michigan es originaria la diputada demócrata de origen palestino Rashida Tlaib.
– Otros, los que apoyan el bombardeo israelí sobre los gazatíes, no lo ven proporcionado y no respaldan la participación de EEUU en el conflicto.
El rival más serio de Biden no es un republicano, sino Robert F. Kennedy Jr., sobrino de JFK, que viene criticando el papel de su país en las campañas militares por el mundo, y se presenta como independiente, que no desde el Partido demócrata. El destino de Biden, Netanyahu y Zelenski están unidos: en el aire o bajo los escombros de Gaza.
Nazanín Armanian, es iraní, residente en Barcelona desde 1983, fecha en la que se exilió de su país. Licenciada en Ciencias Políticas. Imparte clases en los cursos on-line de la Universidad de Barcelona. Columnista del diario español on-line Público.
Fuente: https://www.other-news.info/noticias/asistido-por-su-enterrador-netanyahu-biden-se-quita-la-vida-en-israel/
Foto tomada de: RTVE.es
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