El más grave problema que tiene Colombia es la corrupción en todas las instituciones administrativas, problema crónico desde sucesivos gobiernos; esto ha impedido el desarrollo del país y ha obstaculizado que se haga justicia social; claro, debe ser extirpada la corrupción que hace desaparecer más de 50 billones de pesos cada año (con ese dinero podría cubrirse todos los programas sociales); otro problema es la elusión o no pago de impuestos; el otro las exenciones tributarias, sin relacionar otras faltas de control etc. Pero agredir a los miembros de una coalición que ha venido tratando la forma de construir un centro político, precisamente para convertirse en una alternativa de gobierno con el objetivo de combatir todos esos males, es arrasar con un proyecto que calculaba con su funcionamiento disminuir la polarización y brindarles a los colombianos una oportunidad para escoger. Los efectos colaterales son muchos y la reparación del daño no se ve clara. Algo contradictorio, la señora Ingrid Betancourt, ha vivido fuera del país los últimos 12 años, no conoce el funcionamiento de los partidos ni a sus integrantes, y viene a calificar de corruptos y con maquinarias clientelistas genéricamente a todos, este no es el método para acabar con el mal mayor, pero si puede minar un proyecto que anunció combatir ese mal.
Durante un programa de RCN, el tablero de candidatos en la redacción de noticias, se evidenció que no conoce la ubicación política de los candidatos y confunde militancias y pertenencias, todos quedamos perplejos al ver que la señora titubeaba ante las preguntas para las calificaciones a Oscar Iván Zuluaga, Chard y otros. El hecho de vivir en el exterior no es justificación para desconocer la realidad de Colombia, porque las redes sociales y la virtualidad le permite a cualquiera estar bien informado. Actuar con este tipo de purismo y maniqueísmo confunde a la población porque no toda la clase política está descompuesta. Muchos han caído ante la opinión pública, otros ante los jueces, pero claro en Colombia la justicia, la Fiscalía y los órganos de control no operan debidamente, hay que seguir individualizando las conductas delictivas hasta que la justicia se recomponga, pero no posar de juez, querer suplantar la justicia y condenar a otros.
Para las elecciones del año 2018 el partido Liberal abandonó al candidato propio, Humberto de La Calle, el Señor Cesar Gaviria le impidió hacer alianza con Sergio Fajardo y esto llevó a la debacle de ambos: los liberales migraron hacia la candidatura de Iván Duque, a quien abiertamente lo acompañaron en la segunda vuelta electoral. Otros habían girado en la primera vuelta hacia Vargas Lleras. Y los fajardistas de Compromiso Ciudadano, se abstuvieron o votaron en blanco ante la falta de instrucciones de quien había obtenido 4 millones de votos en la primera vuelta.
Se puede observar en este año 2022 la descomposición del partido Liberal con las múltiples críticas a la forma autocrática como se dirige el partido; con el hecho concreto que todavía no tienen candidato para la elección presidencial; también con el registro de deserciones hacia otras campañas, como el senador Luís Fernando Velasco, o Luís Pérez, buscando reacomodo en otra coalición, la del Pacto Histórico, que lidera Gustavo Petro; como lo encontraron Roy Barreras y Armando Benedetti; también la migración la observamos con el retiro de figuras nacionales como el exministro Juan Fernando Cristo; descomposición que viene desde hace varios años con el retiro de ese partido de Álvaro Uribe y de Juan Manuel Santos, que luego fueron presidentes de la República; y de todos los liberales que se trasladaron al partido de la U. a Cambio Radical; ahora andan en revuelo protagonizando una especie de dispersión de figuras y atomización del liberalismo; esto explica la migración de otros como Varón Cotrino, Miguel Ángel Pinto, Rafael Pardo Rueda, Rudolf Hommes, porque la falta de candidato los lleva a buscar el más cercano o similar ideológico.
Se teme por la desestructuración del centro político colombiano ante el golpe dado por una integrante de la coalición que ingresó y se convirtió en un caballo de Troya. El daño causado en el plano mediático se sintió inmediatamente, falta ver el daño diferido que se verá el día de la consulta popular. Los integrantes de la lista presidencial de cara a la consulta y los simpatizantes, en las redes sociales piden la unidad para evitar la debacle. Y se podría lograr con las demostraciones que hagan los aspirantes y la proclamación del programa de gobierno que muestren desarrollando los puntos del Conclave, para que lo difundan durante estos 39 días restantes. Ya el centro político venía siendo atacado con la formulación de cargos de la Contraloría al candidato Fajardo, por los hechos de HidroItuango, que se despejó; por las diatribas contra los hermanos Galán ante el manejo de la dirección del partido renacido, más la carga verbal de Rodrigo Lara, con su aspiración presidencial sin haber contribuido al reaparecimiento del partido; y por la táctica del doble centro para confundir, es decir por la creación de un centro político paralelo que la derecha presentó para enturbiar la campaña, como Coalición de la Experiencia (CE) , con las mismas iniciales, con exalcaldes y exgobernadores de derecha que se presentaron como de centristas, sin serlo.
Los radicales de los extremos cuestionan a los centristas cuando no compaginan con ellos o no concuerdan con lo que pretenden. Pero los tienen de aliados por conveniencia en las oportunidades en que puedan coincidir. El problema con la indefinición, a veces de los centristas en los países donde son bancada del gobierno, sus pares tienen tres matices, centro- derecha, centro-centro y centroizquierda y si ninguna de ellas logra cohesionarlos en ciertos proyectos, se inclinan más por la derecha. Por eso el centro izquierda cuando es mayoría logra transformar un país porque tiene menos dubitaciones por los cambios, y no son pancistas. Son moderados, centrados, pero si la situación es crítica deben definirse y no ser eclécticos porque en ese momento pueden perder respaldo popular y demeritarse.
En los polos del espectro político están los adversarios del centrismo, sino son firmes en las convicciones los absorben para uno y otro lado. Y del seno del centrismo puede saltar el adversario que de manera ambiciosa irrespete las reglas del juego para sobresalir astillando la unidad y aspirando por fuera del campo de aliados, presentándose como más radical en las posiciones o viceversa, y busca otros aliados en detrimento de su coalición pero busca escalar aceleradamente, como sucedió con Ingrid Betancourt, asesorada por el israelí, Aaron Shavivi, para aspirar sin consulta popular y tratar de remasterizar la aventura como candidata presidencial en el año 2002, aspiración frustrada por el secuestro prolongado que perpetró las FARC, habiendo ella calculado que sería breve y subiría en las encuestas.
Existen partidos políticos de derecha, de izquierda, con diferentes inclinaciones o tonalidades que se expresan en corrientes políticas, y al llegar al poder realizan diferentes formas de gobierno. Y existen el partido del centro político que también hace lo mismo al acoger formas de gobierno. Inclusive con los populistas pasa lo mismo, pueden ser de derecha o de izquierda y hasta de centro. La división de clases está relacionada con la relación hacia los medios de producción: Ricos y Pobres. Y los partidos de derecha o de izquierda se inclinan por la defensa de los intereses de unos y de otros. Pero existe la clase media y sus tres niveles, esta clase media es el centro, pero mucha población de esa clase se inclina a uno u otro lado. Ese centro de las clases sociales sirve para explicar la centralidad en la política, como la centralidad en las conductas humanas.
Una nación, un país y sus problemas producen hechos y encierran tantos problemas que deben resolverse por quienes llegan al gobierno, pero las razones de clase o los intereses de castas y gremios jalonan para su lado, o los intereses de los da abajo, jalonan en sentido contrario. Pero qué pasa si nunca ha habido un presidente de izquierda que se incline para el lado de los de abajo, Pues que con el pasar de los gobiernos las acciones siempre han beneficiado a un solo lado, y se acumulan o represan las soluciones para los del otro lado. Aunque en cada gobierno se favorezca a los de derecha porque sus partidos han triunfado en las elecciones, siempre se hacen gradualmente cambios o reformas, aunque sea para sofrenar las revoluciones, o los estallidos, pero nunca se logra así la movilidad social que se requiere.
En estas circunstancias, el centro político que tiene figuras de ambos lados y que porta o exhibe un menor radicalismo puede buscar un modelo económico más favorable, de esta manera tienen discurso para mover los ánimos y atraer electorado. Mucho más en un país como Colombia que tuvo 8 guerras civiles en el siglo XIX y 35 guerras locales; más una guerra civil en el siglo XX (1948-1958); varias etapas de violencia posterior como el bandolerismo, otra etapa de violencia que se inició como revolución con el nacimiento de las FARC y el ELN, pero desembocó en otra guerra civil (1964 hasta el 2016), y con más de 5 micro guerras superpuestas entre bandas armadas de paramilitares, autodefensas, esmeralderos y mafiosos; y actualmente al truncarse la paz desde el 2018, coexistimos con 4 guerras locales en el Cauca, el Catatumbo, Casanare y Urabá, sin contar otras zonas de conflictos y teatros de guerra, más la violencia urbana en las grandes ciudades. Este cuadro de violencias constituye un cúmulo de insumos para que los adalides del centro político invoquen la paz y tejan los discursos que la población necesita oír para encontrar la solución a este entramado sangriento.
El centro político si existe y tiene razón de ser, tiene sustancia. El centro político funciona si es de centro izquierda, los otros centros resultan fortaleciendo la derecha. Hay que unificarlo con los temas del bien común, del bienestar general, la solidaridad, la justicia real, los asuntos ambientales, los derechos de las minorías, la defensa de los derechos humanos, los derechos sociales, la pluriculturalidad, la defensa de la biodiversidad. El centro político es un punto medio entre la izquierda y la derecha. Podemos hacer un símil entre el centro en las acciones políticas, con las acciones humanas. Tomemos una persona con conducta centrada, racional, equilibrada, por ejemplo. No todas las personas son violentas, radicales, ni extremadas en sus actos; ni todos son insolidarios, egoístas y acumuladores de fortunas ilícitas. La mayoría de las personas tienen conductas admisibles, racionales y se adhieren a las normas, cumplen con el derecho establecido.
Los adalides del centrismo argumentan la centralidad o equidistancia de los extremos para guardar compostura y servir de equilibro al sistema político y evitar radicalizaciones que lleven a la violencia. Como los centristas toman de un lado y de otro para lograr ese equilibrio, quiere decir toman del capitalismo o del socialismo (de allí la explicación de la socialdemocracia para lograr el bienestar). La argamasa ideológica del centrismo dificulta la definición, y los vaivenes que toman los hace no compactos en las posturas. También se cree que los centristas buscan contemporizar con el gobierno de turno porque el gobierno si es garantista, se ubica en el centro para que la población tenga confianza, pero si el gobierno es radical, de derecha o de izquierda, los centristas no tienen opción de contemporizar o congraciarse, y quedan out (eso paso con los liberales en el gobierno de Iván Duque). Entonces ser pancista para fingir equilibrio, no es rentable.
Con los gobiernos de centro izquierda se puede permitir y lograr la renovación de la socialdemocracia, para que el mercado no reemplace o desplace al Estado, que se regule y permita, ponerle frenos, a los excesos del neoliberalismo con un capitalismo humanista y verde, esta es una de las modalidades de la mutación del capitalismo, mientras se llega a la construcción de un Neosocialismo. Del capitalismo se llegó al imperialismo y luego a la globalización con acento en el neoliberalismo. Desde la caída del muro de Berlín (1989) hasta la crisis financiera internacional del 2008, en estos 19 años se produjo el remezón que alertó sobre las dificultades de muchos países para proseguir con el neoliberalismo por la desregulación de los mercados.
La tercera vía es una teoría económica y puede tomarse como un sistema aplicable a unas formas de gobierno centristas que se ubican entre el capitalismo y el socialismo, en medio de estos dos sistemas se alimenta de los parámetros socialdemócratas, con políticas de inclusión. En Inglaterra Tony Blair, asumió ese modelo como primer ministro, siguiendo los lineamientos de Anthony Giddnes, quien publicó su obra en 1998, de donde se desprendió luego la consigna: “Economía de mercado con consciencia social. Mercado lo suficiente y Estado lo necesario”. La tercera vía se entendió como la renovación de la socialdemocracia. En Colombia Juan Manuel Santos, se retiró del liberalismo y entró, por nombramiento primero y, de facto, se insertó en el uribismo dentro del gobierno desempeñando funciones públicas de corte ministerial, luego al ser elegido presidente de la República y distanciarse de la cúpula uribista, giró y se comportó diferente ejerciendo un gobierno con ribetes centristas, exponiendo las ideas de la tercera vía, mientras se acercaba nuevamente al liberalismo sin abandonar al partido de la U, y adelantaba el proceso de paz y los intentos de restitución de tierras despojadas.
En Colombia la corrupción desbordada no dejaría avanzar la implementación bajo el modelo de la tercera vía porque desvía con la perpetración de delitos, peculados permanentes, los recursos para satisfacer derechos sociales y hacer justicia social. Podría ejecutarse un gobierno centrista con la tercera vía maximizando el recaudo de impuestos progresivos destinándolos al bienestar social, e impulsando la distribución de los ingresos. Pero el desvío de recursos con este saqueo constante dentro del sistema actual neoliberal horada y socava la hacienda pública nacional a todos los niveles con esa succión de dineros entre funcionarios públicos, particulares y empresarios que posan de inocentes.
Alberto Ramos Garbiras, Especialización en derecho constitucional, Universidad Libre; Magister en ciencia política de la Universidad Javeriana; PhD en Realidad Política Latinoamericana, Universidad Nacional (UNED) de Madrid España; ha sido profesor de ciencia política en la Universidad Libre y la Universidad Santiago de Cali. Profesor de las asignaturas derechos humanos y derecho internacional, también asumió la cátedra de paz, en la Universidad Libre.
Foto tomada de: Semana.com
Tiberio Gutierrez says
Falta definir con más precisión , desde el punto de vista económico, social y político, a la clase media colombiana, que es la base social para que pueda existir y desarrollarse el llamado centro político; en estricto censo, no existen sino dos clases: los propietarios de los medios de producción y los que viven del salario; las demás expresiones (clase media, media, media baja, media alta, ) no son mas que matices de la burguesía y de la pequeña burguesía, de manera que la caracterización del centro político en Colombia adolece de todos los títulos académicos que ostenta el autor del artículo. No obstante lo anterior bienvenida la discusión sobre el tema tanto en el ámbito académico, como en el espacio político electoral.