Este diagnóstico es afortunado en el caso de Greta, pues su obsesión sobre el cambio climático ha logrado impresionar a muchos que la oyen y además se ha enfocado en el tema más grave de la humanidad en el siglo 21; su deficiencia se torna en gran cualidad, porque además le brinda una elocuencia que nace de su profunda sinceridad. Gracias Greta por ser así. Sus sentidas intervenciones, en las cuales se aprecia su dolor y desilusión acerca de las generaciones que estamos pasando, por nuestra falta de compromiso en la reducción de los factores que lo originan, son claramente un llamado de atención y sobre todo una advertencia acerca de la poca confianza de los jóvenes hacia nuestras generaciones y sobre las prioridades civilizatorias que debemos tener. Gran paradoja la de lograr concentrarnos a todos en los problemas y retos más grandes de la humanidad y gran acierto el señalar, en la época de la “postverdad” , en la que todos opinan desde sus temores e ignorancia, la importancia de oírle a la ciencia, que en esta ocasión coincide mayoritariamente en la realidad del cambio climático originado por las actividades humanas. El “antropoceno” es la era en la cual los humanos, con nuestro crecimiento vegetativo y la transformación y uso de los recursos naturales y la naturaleza estamos afectando los ciclos naturales. En el caso del clima, estamos generando consecuencias graves para nuestra misma subsistencia.
Es pertinente, en honor a Greta y todos los jóvenes de este siglo veloz, complejo, incierto y cargado de ansiedad, tener en cuenta otras tres mujeres, que nos están señalando criterios y elementos de juicio profundamente valiosos, desde la academia, que se atreven a romper los paradigmas convencionales que hemos mantenido los hombres, en las corrientes principales del pensamiento. Son ellas Marianne Mazzurato (Mazzucato, 2014), con sus planteamientos de “El Estado Emprendedor” y la necesidad de acción por el estado; Spaiser y su equipo sobre el problema del “desarrollo sostenible” como un “oxímorón”, es decir, una contradicción entre los mismos objetivos, que se debe solucionar para garantizar que haya realmente sostenibilidad. (Spaiser, Ranganathan, Bali Swain, & Sumpter, 2017).y Kate Raworth, con su metáfora de la “doughnut economics” o economía “donut” (Raworth, 2017) que nos retan a pensar diferente a la economía convencional, de acumulación y desperdicio sin límites, desconociendo la ciencia.
Mazzucato nos recuerda que el Estado es mucho más que corregir “las fallas del mercado” y que debe liderar con ideas y presupuesto la búsqueda de nuevos caminos para la sociedad, dentro de los cuales los bienes comunes, la riqueza colectiva son prioritarios y dentro de ello la inversión en ciencia, tecnología e innovación, como lo demuestra la experiencia norteamericana de la llegada a la luna, de la investigación sobre el internet, los teléfonos celulares y más recientemente sobre el DNA, la inteligencia artificial y el cerebro humano. El Estado debe comprometerse a fondo con la investigación, el desarrollo tecnológico, la innovación y la inversión para detener el cambio climático, la deforestación, la pérdida de la biodiversidad, porque entre otras cosas, de acuerdo a las investigaciones de Robert Costanza y su equipo, la naturaleza aporta anualmente el doble del PIB “humano” a las economías nacionales, a través de los servicios ecosistémicos. En el caso de países tropicales como el nuestro el reto es doble, porque no es solamente elevar la inversión o el número de PhDs por habitante, sino también la construcción de un conocimiento propio, en el cual la biodiversidad, la variedad climática, geográfica y cultural se conviertan en elementos fundamentales de la apuesta de agregación de valor. Tal es el caso de la agricultura convencional colombiana, que consume 2,5 veces más agrotóxicos que el promedio de américa latina, a falta de investigar más sobre agroecología, sobre controles biológicos.
En el caso de Spaiser y su equipo, comprueban que los objetivos del Desarrollo Sostenible adoptados por Naciones Unidas a finales del 2015 son contradictorios entre ellos, en el sentido que para alcanzar la gran mayoría de metas en educación, salud, alimentación, agua potable, etc., se requerirá afectar negativamente la protección del mar, de la tierra y aumentar las emisiones de CO2 bajo el modelo económico actual; es necesario por lo tanto modificar el modelo de tal manera que todas tiendan en igual sentido. Para un país como Colombia, el segundo más desigual en ingresos en américa latina y 11 en el mundo, esta realidad es más apremiante, pues el modelo actual conlleva a más desigualdad, no a menos desigualdad.
Kate Raworth aporta un nuevo modelo conceptual, que aunque no es nuevo en sus componentes, pues tiene aportes de muchos investigadores como los del Stockholm Resilience Center, que han advertido que ya sobrepasamos las capacidades de los ecosistemas naturales tanto en calentamiento climático, como en circulación de nutrientes como fósforo y nitrógeno como en pérdida de biodiversidad, tiene el enorme valor de “ponerlo todo junto”: el ejemplo de los donuts es intuitivamente fácil de entender. Se trata de proveer una mínima calidad y dignidad de la vida a las personas (el círculo interno del donut) pero no sobrepasarse de la capacidad de soporte de los ecosistemas (el círculo externo del donut). El círculo interno son las metas de los ODS, en lo social. Acceso a agua segura, energía disponible y limpia, educación, nutrición, etc.; el circulo externo es control de la contaminación, cuidado de los ecosistemas, para no violentar la naturaleza y su propia capacidad de recuperación y reproducción. En el modelo actual, la única forma de solucionar la inequidad es dañando la naturaleza, pues el acaparamiento y el sentido de explotación con el único aliciente de acumulación privada sin límite imponen esa condición. Hacia el futuro es fundamental cambiar el “modelo económico” imperante, por uno de uso juiciosos de los recursos naturales renovables y del ambiente en general sin violentar su capacidad de reproducción y de balance y restauración; Se requiere fomentar, además de tecnologías más acordes con los ecosistemas, nuevas formas de organización social y productiva, más solidarias, mas armónicas con el ritmo natural.
Porque no hemos entendido eso? Porque la humanidad no trabaja así? ; Piketty tiene nuevamente la palabra en su nuevo libro “Capital e Ideología”: hemos implantado la idea del crecimiento sin límites, ignorando y sobrepasando el círculo exterior del “donut”, que son las restricciones que impone el funcionamiento natural de los ecosistemas, regido por la fotosíntesis y por lo tanto por el insumo de energía solar, y además hemos sacralizado la propiedad privada como piedra angular del sistema imperante, sin considerar las consecuencias de su acaparamiento desmedido; la presión sobre los recursos naturales, propia del crecimiento poblacional y de la expectativa de una mejor calidad de la vida, resultan en daños irreparables, que además son “círculos viciosos” de más daño y menos calidad de vida. Hacia el futuro, los retos incluyen volver dicha riqueza más “circular”, que circule más y habrá que oir a Piketty en esta nueva y lúcida versión de la historia de las ideologías, en la cual desvela la racionalidad del actual capitalismo. Los impuestos progresivos a la riqueza, la renta, la tenencia y la herencia serán un instrumento genuino para la dinámica social, en un mundo en el cual según la OCDE, un joven pobre de Colombia requiere 11 generaciones para llegar a ser de estrato medio. Pero no podemos creer que programas como “Ser Pilo Paga” son la solución, pues sólo provee a unos cuantos jóvenes populares la educación de las élites. Se requieren medidas de mucho más fondo, menos remediales y marginales y mucho más comprometidas con la nueva realidad, menos antropocéntricas, mucho más ecocentricas; menos convencionales y más futuristas; la educación debe cambiar para aportar a sus vidas instrumentos y esperanza para afrontar un mundo más complejo, más incierto, más veloz, que genera ansiedad si no se cuenta con la formación adecuada para enfrentarlo.
Todos estos temas anteriores son y seguirán siendo las discusiones principales de las Cumbres Ambientales que nos hemos propuesto hacer. La Cumbre Ambiental Colombiana 2019, que ya pasó , el 18 y 1 de julio pasados, con la asistencia de 815 personas, aportó una discusión profunda sobre las transiciones filosófica, ética, estética y espiritual que requerimos, así como la transición educativa y del conocimiento, la económica y empresarial y otras. En ella, intervenciones que ya mencionamos en un artículo anterior, como la de Guillermo Páramo sobre el valor de la vida, de saber vivir admirándose de la vida en sus diferentes expresiones nos abrieron dimensiones profundas de la razón de ser ecocéntricos, más que antropocéntricos; entre otras cosas porque lo más “humano” es reconocerse como una especie de la enorme biodiversidad entretejida con todos los organismos. El gobernador Camilo Romero demostró que el camino de la sustitución voluntaria, asistida por el Estado, con solidaridad y con alternativas productivas reales, es una solución mejor desde todo punto de vista que la de la aspersión del glifosato, no sólo por sus efectos graves a la salud humana, cada día más comprobados, sino por la afrenta y declaración de violencia para un país que necesita reconciliarse, especialmente con los más pobres, que son principalmente los campesinos.
La Cumbre Ambiental de Jóvenes, el 20 de septiembre, en apoyo y sumándose a la protesta mundial, al paro planetario de los jóvenes, hizo un ejercicio de reconocer el territorio, con un mapa gigante de Colombia, en el cual todos los asistentes, adultos y jóvenes jugaron, de manera pedagógica y lúdica, señalando en los municipios, las diferentes alertas ambientales, para entender la dimensión y extensión de los problemas; también avanzamos en la cartografía de la esperanza, señalando las buenas experiencias en el camino a reconciliarnos con la naturaleza, como son los sistemas silvopastoriles, la restauración de los ecosistemas, la agroecología. Si bien se señaló la posibilidad valiosa de las energías renovables, también se identificaron posibles problemas y tensiones como en el caso de la Guajira, en la cual la instalación de 2600 torres de energía eólica afectará la cultura nómada wayuu de recorrer el territorio libremente, sin compensación suficiente; un caso excepcional de cartografía de la esperanza es precisamente el proyecto Jouktay, que aunque muy pequeño, de 20 mws de potencia, comparte la propiedad con los indígenas y los municipios de Uribia y Manaure y además, dentro del presupuesto del proyecto cuenta con recursos para iniciar un centro interétnico de investigación en alimentación y agua seguras, energías renovables adicionales, turismo ecológico y cultural y consolidación comunitaria. Sin embargo, debemos reconocer con tristeza y preocupación, que mientras que en Europa los jóvenes salieron a las calles de manera masiva y dramática, en nuestros países, y en Colombia en particular fue una demostración modesta, más bien tímida y marginal.
Por eso, necesitamos más Cumbres de los Jóvenes y de nosotros los adultos, para entender más profundamente los problemas y retos ambientales y sociales que tienen hacia adelante. Muy pronto haremos la Cumbre Ambiental Caribe, Mares, Islas y Costas, enfatizando una región prodigiosa, muy diversa, acuática, terrestre y marina, que además de los efectos más marcados del cambio climático, sufre la contaminación andina que lleva el río magdalena. Allí apreciaremos no sólo los problemas sino también las perspectivas de la región caribe, si decide asumir un modelo diferente de desarrollo, en el cual todas sus diversidades naturales y culturales convivan mejor y en paz. Es posible que sea la región caribe la que logre construir más rápido y mejor un modelo de vida sustentable. El exconstituyente, exministro de ambiente y actual gobernador Verano de la Rosa planteó en una magistral intervención en el Encuentro de Restauración del Río Magdalena, el 17 y 18 de septiembre pasados, la “ley de regiones” , que por primera vez permite asignación presupuestal a los esfuerzos de consolidación regional, como una ventana de oportunidad a explorar a la mayor brevedad. En la Cumbre Ambiental Caribe estudiaremos a fondo estas nuevas perspectivas bajo la lupa de las transiciones necesarias para un mejor futuro en paz con la naturaleza y entre nosotros.
Gracias Greta por pensar en todos los jóvenes de edad y de espíritu y en un mundo mejor; todo lleva tiempo pero ganarás. Tu novedad de salud es una bendición paradójica en un momento en el que la humanidad te necesita tanto. Tu concentración en el calentamiento climático es fundamental, oportuna, sabia y llena de esperanza. Gracias Greta, Bendita Seas!!!.
Carlos Hildebrando Fonseca Zaráte, Corporación Simbiosis
Foto tomada de: La vanguaria
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