No si es el de siempre. Agrava el cambio climático y acrecienta la desigualdad social entre visitantes de países ricos y oriundos de países esquilmados por el «primer mundo»2.
Los parques temáticos3 de la industria turística
Se dice que nuestra era —el «Antropoceno»— se inició con la Revolución Industrial (siglo XVIII) y se caracteriza por la generación de efectos muy dañinos a nivel planetario. Uno de ellos sería la conversión del planeta en parques temáticos gracias a la industria turística.
Ante el Antropoceno, solo tenemos dos opciones: o erradicar el modelo actual o incrementarlo, con la consiguiente aceleración del cambio climático. Desgraciadamente, la segunda es la más generalizada, ya que la mayor parte de la ciudadanía cree que los científicos nos salvarán del colapso, imbuida como está de una creencia «religiosa» sin base real en la ciencia.
La industria turística nos dice que viajar a regiones planetarias cada vez más ignotas amplia nuestro «conocimiento» del mundo. Afirmación falsa que conlleva el cercamiento de los últimos espacios abiertos y la desposesión de tierras y derechos de uso —modernos «enclosures4»— a los indígenas o la invasión de ciudades por hordas escasamente civilizadas que privan a sus residentes de viviendas dignas a precios razonables, pues acaban convertidas en apartamentos turísticos con pocas regulaciones legales a favor de sus moradores.
¿Se puede justificar todo en nombre del beneficio? ¿De verdad nos salvará la ciencia del desastre? ¿Qué modelo ético permite la aniquilación de la libertad de los seres vivos para someterlos a las ansias devastadoras de una humanidad delirante?
¿Intervenimos o no?
«Intervenir» implica oponerse a la enajenación humana. Conlleva una eficacia necesaria y una libertad basada en una ecología integradora que aúne política y naturaleza para transformar nuestra forma de vida mediante el acometimiento de los problemas reales.
«Intervenir» significa también promover un cambio civilizatorio imprescindible y urgente desde iniciativas populares autogestionadas, ya que poco han hecho las estatales. Dicho cambio debería ir de la mano del decrecimiento material, la limitación del mercado, el cese de la explotación del mundo y la anteposición de la «calidad de vida5» al «nivel de vida6».
«Intervenir» comprende además abandonar ciertas creencias y actitudes: considerar que la felicidad es una vida sin limitaciones ni renuncias materiales, dejar de buscar frenéticamente falsas panaceas para superar la angustia que provocan la carencia y la pérdida porque son inevitables y solo alimentan nuestra fragilidad y, finalmente, no consumir, aunque los poderes públicos y privados nos aseguren que el consumo nos protege. En realidad, nos hace más dependientes.
Asimismo, deberíamos extirpar el «tecnofeudalismo7» mediante una revolución política, cultural, de objetivos, valores y medios. Hay que proteger los recursos naturales y dejarlos como están, porque son fuentes de vida y auténtica cultura.
Así pues, tenemos ante nosotros una tarea inmensa si queremos renovar nuestra civilización y encontrar un nuevo equilibrio en la coexistencia entre humanos y no humanos. El mundo necesita un respiro para regenerarse.
¿Es necesario seguir viajando?
No como hasta ahora. Por el desorden del territorio y la imprevisibilidad de la existencia que provoca, y porque debemos volver al equilibrio planetario. Pero solo lo conseguiremos si somos sobrios, cuestionamos el individualismo y variamos nuestra estructura productiva y consumista.
En consecuencia, no podemos seguir promoviendo viajes como los actuales y debemos replantearnos nuestra relación con el trabajo y las vacaciones como antes habremos hecho con la producción y el consumo. También hay que cambiar el concepto de «tiempo libre», prestando más atención y cuidando mejor nuestros entornos vitales, no limitando la hospitalidad a la prestación de servicios y repensando los conceptos «estar de vacaciones» e «irse de vacaciones», porque «no irse» no significa resignarse, sino recuperar nuestra relación con el «aquí».
Se trata de superar la ética capitalista del trabajo ocupando el tiempo libre y el espacio de otra forma: separando nuestra libertad de la actividad turística y dejando de aprovechar al máximo el último pedazo de tierra que nos ofrece la industria. Hay que contemplar el mundo, no explotarlo.
Y, de una vez por todas, asumamos que el más grave problema que tiene actualmente la humanidad es el cambio climático.
Lo inhóspito
Lo predominante hoy en la existencia de los seres vivos por culpa de la sociedad industrial y de consumo, que han provocado crisis económicas, sociales y ecológicas y nos han llevado a una situación insostenible.
Manifestaciones de la desapacibilidad actual son el cambio climático, la destrucción de biotopos8 y especies, la multiplicación de guerras y pandemias, la fealdad de los espacios vitales, la reducción de la existencia a producir y consumir y el aumento de la fragilidad psicológica. La globalización informativa la ha propagado.
La catástrofe ya está aquí, pero sus peores manifestaciones están por llegar. Ansiedad, malestar, cinismo, nihilismo, culpabilidad e individualismo son la prueba.
Cataclismos, refugios y migraciones.
Los desastres provocados por el capitalismo nos inducen a buscar refugios. Pero no existen, porque vivimos en un mundo sin escapatoria, donde el sufrimiento es acuciante para todos y la inestabilidad, permanente.
Solo persiguiendo la quietud, el silencio y la soledad creativa, podremos escapar de la locura, si bien es cada vez más difícil.
En cuanto a la migración, suele ser obligada y busca refugio por motivos económicos, sociales, políticos, climáticos, alimentarios…
Hay múltiples razones para huir, aunque solo los ricos pueden conseguirlo y únicamente en parte.
Idealización del movimiento continuo
La globalización surgida de la producción y el consumismo busca en el movimiento continuo el placer, pero pocas veces lo consigue, porque en la huida para salvarse y en el exilio no hay placer, sino pesadilla.
La idealización del movimiento continuo es consecuencia de la publicitación en redes sociales, televisión y cine de las acciones de ricos y famosos, que no dejan de moverse. Asimismo, nos han imbuido la idea de que, para ser, hay que viajar; para existir, desplazarse; y, para ser feliz, moverse continuamente. Con todo, el viaje turístico convierte lo lejano en cercano, lo exótico en cotidiano y la evasión en frustración. Además, los viajes constituyen una amenaza ecológica y, como modelo de evasión, delatan nuestro desequilibrio.
El «buen viajero»
Es el que se acerca al mundo y establece relaciones conscientes y creativas con la naturaleza y con los seres que la pueblan. No necesita coger aviones o barcos, pues tiene a su alrededor infinidad de caminos para cultivar la naturaleza y naturalizar la cultura creando un nuevo arte de vivir.
Descubre las cualidades de los territorios como una nueva forma de realización personal, un acto político consciente y una manera de vivir la soledad creadora y el encuentro benigno.
Llega a la convivencia con el «otro» a través de intercambios positivos, una toma de conciencia de la interdependencia y un reconocimiento de las diversas multiplicidades. Desde luego, no a través de la mundialización, que implica una expansión del modelo económico y político basado en la explotación.
Viajes ecosóficos
Los únicos inocuos que nos quedan. Promueven una relación más armoniosa, equitativa, solidaria, convivencial y creativa con la naturaleza y los seres vivos.
Hay que volver a un territorio de proporciones modestas para enriquecer e intensificar la existencia individual y hacer más universal a su protagonista contribuyendo así a su autorrealización. Por el contrario, el turismo nos distrae enviándonos lejos para compensar temporalmente nuestras carencias. Pero solo en la proximidad nos revitalizamos.
¿Estamos aún a tiempo? No podemos obviar la fuerza de lo imprevisible y destructor, que frustra cálculos y planes. No obstante, solo derrotaremos el turismo actual si actuamos, pensamos, sentimos, soñamos, resistimos, creamos, conocemos, acariciamos, reímos, luchamos, amamos y vivimos. Y cambiamos para conservar y reparar.
Durante el confinamiento por COVID-19, la gente que pudo huyó a sitios más habitables. ¿De qué fue síntoma ese desplazamiento? ¿Por qué no se inició después un debate para reflexionar y extraer lecciones ecológicas, sociales y políticas?
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* La «ecosofía» es una corriente de pensamiento desarrollada por el filósofo y psicólogo francés Félix Guattari que promueve la búsqueda de la sabiduría para habitar el planeta en medio de la crisis económica global que enfrenta la humanidad. Es contraria a cualquier centrismo. El término fue acuñado en 1973 por el filósofo noruego Arne Naess, fundador de la «ecología profunda».
2 En la sociedad contemporánea, el primer mundo estaría formado por los países con las economías más avanzadas, de mayor influencia, de niveles de vida más altos y de mayor tecnología (Wikipedia).
3 Modelo de parque de diversiones que ofrece atracciones en torno a un tema central subdividido en varias áreas. La industria turística ofrece cada vez más ciudades como parques de atracciones (Wikipedia).
4 Significa «cercamiento» y se refiere al proceso de división o consolidación de campos comunales, praderas, pastos y otras tierras de cultivo en Inglaterra. Se expandió al resto de Europa Occidental convirtiéndose en parcelas agrícolas cuidadosamente delineadas que pasaron a ser de propiedad y administración individual en manos de grandes terratenientes desde el siglo XIII hasta tiempos modernos (Wikipedia).
Se trata de una auténtica privatización en perjuicio de las poblaciones, sus auténticas propietarias.
5 Es un concepto complejo, pero puede evaluarse analizando cinco áreas diferentes: bienestar físico (salud, seguridad física), bienestar material (ingresos, pertenencias, vivienda, transporte…), bienestar social (relaciones personales, amistades, familia, comunidad), desarrollo (productividad, contribución, educación) y bienestar emocional (autoestima, mentalidad, inteligencia emocional, religión, espiritualidad) (Wikipedia).
6 Hace referencia al nivel de comodidad material y de servicios que un individuo o grupo aspira a obtener. Comprende bienes y servicios adquiridos individualmente y aquellos suministrados por el servicio público y los gobierno.
Ahora bien, todo nivel de vida debe ser examinado críticamente por sus valores constituyentes. Si el nivel de vida sube, pero vuelve más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, el grupo no estará colectivamente en las mejores condiciones.
Indicadores cuantitativos del nivel de vida son: la expectativa de vida, el acceso a comida nutritiva, seguridad en el abastecimiento de agua y la disponibilidad de servicios médicos, sociales y culturales (Wikipedia).
7 Término utilizado por autores como Janis Varoufakis, antiguo ministro de Economía de Grecia. Implica que las rentas vuelven a primar sobre los beneficios. Las primeras definen la estructura feudal y los segundos la capitalista.
8 Territorios o espacios vitales cuyas condiciones ambientales son las adecuadas para que en ellos se desarrollen unas determinadas comunidades de seres vivos (Wikipedia).
Pepa Úbeda
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