La humanidad está en el umbral de un fracaso de proporciones colosales en su intento por mantener el calentamiento global en un nivel moderado. Si se quiere evitar que el cambio de la temperatura mundial alcance una cota superior, lo que llevaría a un desastre de dimensiones cataclísmicas, se requiere que todas las economías del mundo apliquen medidas sin precedente para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero. Es la principal conclusión del informe especial del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) dado a conocer el pasado 6 de octubre. El IPCC es el brazo científico de Naciones Unidas sobre el tema del calentamiento global.
El informe especial del IPCC se concentra en los efectos de un calentamiento global de 1.5 grados centígrados sobre los niveles preindustriales. El Acuerdo de París lo considera un nivel moderado, muy por debajo de la meta de 2 grados que se considera objetivo alcanzable si todos los países cumplen sus promesas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Desgraciadamente, los datos para 2017 muestran que las emisiones han seguido aumentando.
En 2006 se publicó el informe Stern, en Inglaterra, sobre la economía del cambio climático. El análisis fue por encargo del Tesoro británico y fue bien recibido por la mayor parte de los expertos sobre cambio climático, pero no así entre los economistas del medio académico.
Una de las principales conclusiones del informe Stern era que se necesitaban inversiones cuantiosas para mitigar los futuros daños del calentamiento global.
En el futuro, el impacto negativo del calentamiento global podría alcanzar entre 5 y 20 por ciento del PIB. Por tanto, era importante aplicar medidas para reducir las emisiones de GEI, ya fuera mediante un impuesto sobre las toneladas de carbono emitidas o vía un (muy controvertido) mercado de cuotas transferibles o algún otro mecanismo que penalizara las emisiones de GEI.
El mensaje central era: es necesario incrementar los precios del carbono para reducir las emisiones de GEI.
La estimación de daños que hizo el informe Stern para los perjuicios en el futuro fue considerada por muchos economistas como una exageración que buscaba justificar el monto de las inversiones necesarias en la actualidad para mitigar los daños futuros. Así fundaba Stern su conclusión de que las emisiones de GEI debían reducirse drástica e inmediatamente.
Un día de noviembre en 2009, el economista William Nordhaus (de la universidad de Yale) escribió una nota a su colega Nicholas Stern, en Londres, autor del informe que lleva su nombre. En el mensaje, Nordhaus señalaba a Stern que su trabajo se había adelantado unos 50 años. Y no era un elogio. Nordhaus estaba decididamente en el bando de los académicos que criticaron la metodología y las principales resultados del informe Stern. Quizás dentro de 50 años, bromeaba Nordhaus, las conclusiones a las que llegaba Stern podrían justificarse, pero no ahora.
Ayer recibimos la noticia de que William Nordhaus ha recibido el premio Nobel por sus trabajos sobre la economía del cambio climático. Es irónico que casi el mismo día que se anunció este premio se hubiera dado a conocer el informe especial del IPCC. Para este economista, la principal falla del informe Stern era que al utilizar una tasa de descuento muy baja justificaba la necesidad de realizar grandes inversiones para reducir las emisiones y mitigar los efectos del cambio climático.
Un ejemplo permite aclarar por qué la tasa de descuento es el número más importante en la economía del cambio climático. Supongamos que se van a necesitar 100 millones para indemnizar a las generaciones futuras por los daños que estamos provocando con el cambio climático. Tendríamos que depositar cierta cantidad hoy en el banco para obtener esos 100 millones en unos 60 años. ¿Cuál es la suma de dinero que necesitamos poner hoy en el banco si quisiéramos obtener 100 millones dentro de 60 años? El valor presente de esos 100 millones con una tasa de descuento muy baja, digamos de uno por ciento, es de 55 millones, pero si la tasa es de 3 por ciento sólo necesitamos 17 millones, porque esa tasa de interés compuesto alta es lo que va a realizar el trabajo de obtener los 100 millones dentro de 60 años.
El informe Stern considera que la tasa de descuento debe ser de 1.4 por ciento, pero Nordhaus considera que debe ser más cercana a 3 o 4 por ciento, porque debe estar cerca de las tasas comerciales y de equilibrio de largo plazo. Aquí el flamante premio Nobel patina, porque las decisiones sobre inversiones de interés público relacionadas con el cambio climático no pueden equipararse a las de las inversiones privadas en el sistema financiero. En síntesis, para Nordhaus las inversiones que hoy se requieren para mitigar el daño futuro son modestas. Su conclusión va radicalmente en contra de lo que recomienda con un grito de emergencia el informe especial del IPCC
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