Ese día marchamos en Cali gentes de todas las edades y diferentes estratos sociales contra el proyecto de reforma tributaria que pretendía implementar el IVA a la mayoría de los artículos de la canasta familiar, gravar con un 19% los servicios públicos de los estrados 4, 5 y 6; imponer un impuesto a las pensiones y poner a tributar a todos los que se ganan un poco más de 2.500.000 mil pesos mensuales. Igualmente, esta reforma pretendía incrementar los impuestos a la gasolina, lo que conlleva automáticamente al alza de los pasajes del transporte público; y lo peor de todo, pretendía tambien poner un IVA a los funerales; es decir, ni muertos nos salvaríamos de la reforma tributaria.
Las jornadas ciudadanas se destacaron por la férrea resistencia de los miles de habitantes de los barrios del Oriente, de La Ladera y del Oeste. Alegres y concurridas fueron las concentraciones en la Loma de la Cruz, sitio tradicional en el Barrio San Antonio, donde se congregaron miles de jóvenes artistas y trabajadores de la cultura para resistir la arremetida criminal del ESMAD y la represión ordenada por el gobierno nacional con la actitud complaciente del gobierno Caleño que se mostró sumiso frente a la arrogancia del poder del ministro de defensa, del ministro del interior y la cúpula militar que llego de Bogotá a tomarse por esos días el poder en la ciudad de Cali.
Otro punto donde se concentraron miles de jóvenes y ciudadanos a expresar su rechazo al gobierno de Duque fue Puerto Resistencia; un lugar de cruce de caminos hacia el oriente de la ciudad en la autopista Simón Bolívar conocido popularmente como Puerto Rellena, el lugar le hizo honor a su nombre, pues allí miles de jóvenes se apostaron durante los días de la resistencia haciendo en ocasiones retroceder el embate criminal y violento del ESMAD.
Lo mismo ocurrió en el tradicional Barrio de Terron Colorado en la salida hacia el Puerto de Buenaventura, zona deprimida con grandes necesidades insatisfechas, y en Sameco y en el puente de los mil días cerca al barrio Floralía, zona de frontera con Yumbo y Palmira.
Fueron 6 días de resistencia popular en todos esos sitios que en ocasiones se convirtieron en verdaderos escenarios de batallas campales, producto de la brutal arremetida del régimen uribista contra el movimiento popular y democrático. 14 muertos reconocidos oficialmente, cerca de 150 heridos y centenares de jóvenes detenidos y torturados en radio patrullas como lo denunciaron los senadores del Polo, fue el saldo trágico de esta violencia institucional y del desmedido uso de la fuerza pública. Cali recordara en la memoria libertaria a estos héroes de las jornadas de abril que entregaron su vida en la lucha por una Colombia mejor.
Contrasta lo anterior, con la pasividad que tuvo la fuerza pública y la no presencia oportuna de la misma cuando vándalos no manifestantes estaban saqueando el centro de la ciudad. Grupos de saboteadores de la protesta social infiltrados en el movimiento popular y democrático, amparándose en la protesta, aprovecharon la misma para vandalizar la ciudad con saqueos, quema de buses, asaltos a centros comerciales, daños a bienes públicos, y en ocasiones, agresiones a los propios manifestantes pacíficos. Cali ya estaba advertida de las actividades de esos grupos, que en ocasiones actúan en contubernio con sectores de la fuerza pública como ocurrió en las jornadas de noviembre de 2019. Estos sucesos empañaron el buen comportamiento que tuvo la inmensa mayoría de los marchantes durante los días de protesta.
La tradicional jornada del primero de mayo a nivel nacional marco la partida que precipito la caída de la tributaria, el pueblo volcado multitudinariamente en las calles de todo el país exigió la caída total de la reforma frente al anuncio del presidente Duque de que solo retiraría algunos artículos. Finalmente, en la noche del 2 de mayo, todo el castillo tributario se cayó como un naipe frente al empuje del movimiento popular, social; y ante todo juvenil.
En las consignas de las protestas ciudadanas en Cali se evidencio tambien el poco respaldo y simpatía que tiene la caleñidad frente al Gobierno del alcalde Jorge Iván Ospina. Las encuestas a nivel nacional ya habían venido mostrando en la medición de favorabilidad de los alcaldes del país que Ospina ocupaba el ultimo lugar en imagen favorable.
Hechos como los presuntos escándalos de corrupción de esta administración, y el despilfarro de los recursos públicos en la llamada Feria Virtual y el alumbrado navideño que costaron cerca de 22 mil millones de pesos, así como los escándalos por los sobrecostos en el precio de mercados para asistir a los más necesitados en épocas de la pandemia, que generaron sanciones disciplinarias por parte de la Personería Municipal a secretarios de despacho, son entre otros, aspectos que tambien salieron a relucir en las protestas.
Esa rabia ciudadana acumulada contra el mandatario local y el desencanto de miles de sus antiguos simpatizantes por el mal gobierno, aunado a la lucha contra la reforma tributaria, hicieron causa común en las jornadas de movilización y de protesta en la ciudad de Cali.
Ospina, hijo del guerrillero del M-19 Iván Marino Ospina muerto en combate con el ejército en Cali, en un acto demagógico por congraciarse con los jóvenes caleños que le señalaron parte de la responsabilidad por el exceso de la fuerza pública y por el mal gobierno, procedió públicamente a quitarse su tradicional camisa de jeans azul, manifestando que ese Ospina de azul quedaba en el pasado, y que de ahora en adelante su camisa seria blanca, la blanca de Jorge Iván renovado y dispuesto a rectificar su gobierno. Quedo la duda de si con ese gesto estaba renegando del apellido Ospina a quien estaría señalando de todas sus desgracias.
El 3 de mayo, el renovado alcalde Jorge Iván convoco una marcha por la ciudad con su nueva camisa blanca, marcho en medio de la soledad ciudadana y acompañado por solo un puñado de áulicos y contratistas de la administración municipal. La juventud y la ciudadanía caleña no lo acompaño; así le cobraron su actitud genuflexa ante el ministro de defensa, el gobierno uribista y los atropellos de la fuerza pública.
La gran lección de estas jornadas de protesta es que los gobernantes tienen que entender que detrás de estas manifestaciones y expresiones de violencia esta tambien una ciudad con índices de desempleo que bordean el 18,6%, de pobreza. En Cali, el 28,7% de la población está en una condición de vulnerabilidad. Según el Dane, el 63,8% de los ocupados formales en la ciudad pertenecen a la clase media y el 73% de los que están en la pobreza son informales. En términos de subempleo la situación es igualmente delicada para Cali al tener una tasa de subempleo del 41.4%, la más alta del país
Cali, es además una ciudad que la habitan miles de jóvenes que ven con desconfianza su propio futuro por la falta de oportunidades, En Cali, cerca de 130.000 mil jóvenes, entre 16 y 28 años no tienen un empleo, lo que implica que la tasa de desempleo juvenil está cerca al 26%. La situación es aún más dramática entre las mujeres jóvenes, pues para el trimestre (noviembre 2020 a enero 2021), la tasa de desempleo de ellas según el DANE fue de 31,9%.
Debo decir finalmente, que esta violencia que se expresa en Cali se explica tambien porque acá confluyen todos los conflictos sociales, de inequidad, exclusión y pobreza de toda la zona del Pacífico Colombiano; Cali es tambien el centro de la región sur del narcotráfico y de la criminalidad organizada, y por ello necesitamos urgentemente que haya una política integral de seguridad con justicia social para toda la región pacífica. Mientras tanto, la lucha continua.
Héctor Alonso Moreno, Politólogo
Foto tomada de:https://www.colombia.com/
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