Pinzón no tiene despejada la tarea de representar a Colombia ante Estados Unidos. Así lo veremos en las cuatro partes de estas notas. Primero, por la herencia que recibe de una relación deteriorada bajo la administración Duque con Estados Unidos, y por su aporte a ese distanciamiento. Segundo, por el negativo efecto internacional que ha dejado el maltratamiento del paro y las protestas por parte del gobierno y de la fuerza pública colombiana. Tercero, por las discrepantes perspectivas de los gobiernos de Biden y de Duque. Cuarto, por la distinta aproximación a la búsqueda de una salida a la crisis venezolana.
Distanciamiento con los démocratas de Estados Unidos
Pinzón recibe no pocas herencias que ayudaron al distanciamiento con el partido del actual gobierno en Estados Unidos. Y su aporte personal puede profundizar ese distanciamiento.
Hereda de Francisco (Pacho) Santos -embajador en Washington hasta el 31 de julio 2021- la identificación con la administración de Donald Trump y el apoyo que le dio el gobierno de Iván Duque, incluso a algunas de sus más bajas acciones, lo que dejó altos costos para Colombia y complicó la relación diplomática. Veamos algunos ejemplos.
- Asumió la estrategia de mantener “todas las cartas sobre la mesa”, incluyendo la injerencia unilateral y hasta militar para enfrentar la crisis venezolana.
- Ayudó a Trump, cuando terminaba su gobierno, a incluir a Cuba en una lista de patrocinadores del terrorismo, pese al decisivo apoyo de la isla a las negociaciones de paz en Colombia.
- Rompiendo la tradición regional de que la presidencia del BID fuera siempre ejercida por un latinoamericano, votó por el candidato de Trump.
- Reiteró la adhesión del gobierno colombiano a la cruzada antidrogas y a la fumigación con glifosato de los cultivos para mercados ilícitos.
- Apoyó la campaña reeleccionista de Trump, lo que afectó la tradición colombiana de no injerencia y de relaciones iguales con los dos partidos de Estados Unidos; ahora, Pacho Santos trata de salvar a Duque de la responsabilidad en ese daño, reconociendo sólo que el “apoyo del Centro Democrático a Trump sí afectó las relaciones con Colombia”, como le dijo a BluRadio.
Todo esto afectó la relación con el nuevo gobierno estadounidense al punto que Pacho Santos ni siquiera pudo concretar el encuentro o al menos la comunicación telefónica de Duque con el presidente Joe Biden, ni que Marta Lucía Ramírez fuera recibida por su homóloga, la vicepresidenta de Estados Unidos.
El actual gobierno de Estados Unidos valora la necesidad de que Colombia ponga fin a la confrontacion armada. Así lo ha manifestado Biden desde cuando fue vicepresidente de Barack Obama (2009-2017). De hecho, el último de sus 16 viajes a América Latina fue a Cartagena, en diciembre de 2016, cuando felicitó a Santos por el Acuerdo de Paz, y luego ayudó a preparar el Plan Colombia II, para apoyar la construccion de paz. Pinzón, en dirección contraria, luego de renunciar como embajador en Estados Unidos, como candidato primero presidencial y luego vicepresidencial, lanzó sus ataques a ese Acuerdo de Paz.
Efecto del maltrato a la protesta social
Las protestas vienen multiplicándose en todo el mundo con la pandemia, por el agravamiento a la situación social y política, el aumento de la pobreza y el desempleo, el racismo, el autoritarismo, la desconfianza en la democracia.
En el caso de Colombia, lo que afectó negativamente la imagen internacional del país no fue el amplio impacto que tuvo la magnitud y persistencia de las protestas, sino el maltrato dado por el gobierno de Duque y la fuerza pública a las manifestaciones y al paro nacional. En Estados Unidos, muchos medios de comunicación han mostrado la represión de las manifestaciones colombianas. The New York Times ha difundido relatos de las víctimas. The Washington Post ha analizado videos sobre el abuso policial en las protestas. Y frente al congreso, como lo señaló en El Espectador Adam Isacson, de WOLA, aunque en su visita a Estados Unidos la vicepresidenta y canciller asumió un tono más conciliador que desafiante, no convenció a los demócratas progresistas.
El representante demócrata Jim McGovern promovió una carta al secretario de Estado Anthony Blinke, que fue respaldada por 55 congresistas de Estados Unidos, en la que señalan que muchos videos ciudadanos muestran cómo el uso agresivo e indiscriminado de armas letales y no letales contra civiles ha violado la normatividad internacional dejando muertos, heridos, desaparecidos. Por eso, piden al gobierno de Joe Biden rechazar el maltrato a la protesta social en Colombia, suspender tanto la venta de equipos o municiones al ESMAD como toda ayuda a la policía, hasta que garantice que cumple los procedimientos de respeto a los derechos humanos.
Pinzón prometió que como embajador espera “recomponer las relaciones con Estados Unidos y reconquistar Washington”. No le será fácil con la situación creada con sectores significativos del partido Demócrata y los medios de comunicación, ni con sus propios antecedentes y los dejados por Pacho Santos.
Gobiernos con perspectivas distintas
El gobierno de Biden trata de estimular y liderar un reordenamiento de las alianzas en las Américas en particular, en favor de un sistema internacional estable y abierto, basado en la democracia, la defensa de los derechos humanos y las instituciones multilaterales.
Duque, su partido y sus funcionarios prefieren la actuación unilateral y profundizan el autoritarismo. Además, desestiman la actuación de Naciones Unidas o de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA. De hecho, a esta última, que pidió visitar Colombia para atender solicitudes de protección en medio de las protestas, primero le negó el permiso, luego se lo postergó, finalmente por presión internacional tuvo que aceptarla de inmediato. Un indicador del tipo de actuación de Duque y su gobierno se tendrá cuando se reciba el informe y propuestas que haga la CIDH luego de escuchar y procesar testimonios de muy diversos sectores en Colombia.
Duque le pidió a Pinzón concentrar su gestión en seguridad y defensa, en lo que llama paz con legalidad, en el fortalecimiento de la relación comercial y de la inversión, en buscar que Colombia sea uno de los países donde se reubique la base industrial de Estados Unidos, en gestionar donación de vacunas y en la agenda ambiental.
Es de esperar que haya mayor coincidencia entre los dos gobiernos en torno a los grandes retos que dejan la pandemia, el cambio climático, las migraciones. En cambio, no parece que haya mayor margen ni en Estados Unidos ni en Colombia para un cambio de enfoque sobre la problemática de las drogas declaradas ilícitas, pese a que los graves efectos de medio siglo de guerra anti-narcóticos, han generado muchos daños a los sectores más vulnerables y hecho crecer la presión por un urgente giro al respecto.
Cuando hay desconfianzas y diferencias entre gobiernos, el diálogo y la diplomacia son cruciales. Con todo, no será fácil procesar las perspectivas diferentes, entre otras cosas, por el difícil momento político que vive cada gobierno. Duque, tiene los niveles más bajos de popularidad por su mala gestión, que no logra recomponer ni con el control que ejerce su partido en todos los poderes públicos. En Estados Unidos, aunque el partido demócrata tiene mayorías en ambas cámaras del Congreso, su control es apretado y frágil. Más que cuestionamientos directos, la Casa Blanca tendrá cautela hacia la Casa de Nariño, y dada la tradicional alianza estratégica binacional, utilizará a Colombia cuando la necesite.
De la amenaza a la diplomacia efectiva
Ante el desmantelamiento de las instituciones democráticas y las crisis continuas de todo orden en Venezuela, Trump supuso que el régimen de Nicolás Maduro pronto saldría del gobierno con las amenazas de uso de la fuerza y las sanciones no solo sobre algunos de sus funcionarios sino sobre la economía. Con ello terminó ayudando a que Maduro se aferrara aun más al poder, agravara los efectos de su catastrófica gestión y provocara la emergencia humanitaria con el mayor éxodo poblacional en la historia de América Latina.
El gobierno de Duque y su partido apoyaron esa estrategia de Trump, pese a que los intereses de Estados Unidos son muy distintos de los de Colombia frente a Venezuela, su mayor vecino. Ambas naciones comparten una abigarrada frontera, interdependencias y flujos de toda naturaleza, reciben todos los impactos negativos de sus crisis respectivas y de sus relaciones mutuas dependen dimensiones claves de su seguridad. Duque ha quedado sólo en su dañina política, más ahora cuando la administración demócrata ha dado un giro al respecto.
Biden pidió revisión de los programas de sanciones internacionales. Ahora permite que Venezuela, Irán y Siria puedan acceder a bienes relacionados con la lucha contra la pandemia sorteando algunas de las sanciones. Y en la cumbre en Bruselas, Estados Unidos y la Unión Europea han asumido el compromiso de trabajar como un solo bloque a favor de una salida negociada a las crisis en Venezuela, estimular a la oposición de ese país a unirse en torno a una estrategia conjunta de un proceso gradual, que, con un abanico de opciones, conduzca a elecciones libres y justas así como a la reinstitucionalización de Venezuela.
Pinzón, como embajador, tiene la oportunidad de ver los cambios en curso no sólo propiciados por Biden. Ojalá le ayude al gobierno Duque a procesarlos y a mejorar la relación con Estados Unidos y con la región. Para hacerle frente a sus problemas, Colombia tiene que incorporarse a dinámicas democráticas y multilaterales en lugar de seguir aislándose. Tiene que hacerle frente a las realidades que vienen mostrando las protestas, negociar el pliego de peticiones del paro, y garantizar el respeto a los derechos humanos por la fuerza pública colombiana. No puede seguir postergando la revisión de la equivocada aproximación a la problemática fronteriza y a las crisis venezolanas, y debe comprometerse con la búsqueda de salidas negociadas entre los venezolanos, que permitan una transición democrática y un proceso de reconstrucción.
Socorro Ramírez
Foto tomada de: https://www.elinformador.com.co/
Deja un comentario