De hecho, leímos el libro a finales de la década de 1960. El mundo era otro, especialmente en América Latina se vivía un brote de revoluciones, golpes militares y golpes de estado en las llamadas «repúblicas bananeras»[1], lo que nos llevaba a una búsqueda de conocimiento sobre los países. García Márquez creó un lenguaje propio del que pronto se apropiaron otros escritores latinoamericanos (y algunos africanos), precisamente por el hecho de que el realismo fantástico (algunos lo llaman realismo mágico) permite describir con colores exacerbados hechos políticos o acontecimientos cotidianos que también podrían calificarse de surrealistas o poco creíbles, merecedores de lecturas críticas caricaturescas. En la época en que vivíamos cuando se publicó el libro, la revolución cubana era reciente; en Bolivia había un golpe de Estado y cambio de presidentes (militares o no) cada año, en Brasil tuvimos el golpe militar de 1964, aún sin el Acto Institucional Número 5 (es probable que el libro hubiera sido censurado si se hubiera publicado después de 1968) y el realismo mágico nos permitía tratar o clasificar hechos y acontecimientos, leyes absurdas y reglas que, en teoría, serían inclasificables…
Mientras escribo este texto, no puedo sacarme de la cabeza la canción de Chico Buarque:
Ningún buey volador (Boi Voador Não Pode)
Quién fue, quién fue
Quién habló del buey volador
Que arresten a ese buey
Sea lo que sea ese buey
El buey todavía da problemas
¿Qué pasa con el buey volador?
El buey realmente no puede
Volar por nada
Está fuera, está fuera, está fuera
Está fuera de la ley, está fuera del aire
Está fuera, está fuera, está fuera
Sujeta a ese buey
Prohibido volar
Nótese que la canción forma parte de la obra de teatro Calabar, de Chico y Ruy Guerra, de 1973, por lo que es una imagen surrealista (o fantástica) para burlarse de quienes detentan el poder.
Volviendo a nuestro tema, tengo que admitir que, de mi recuerdo del libro, precisamente por mi edad y quizá por mi falta de experiencia en la época, se destacaban el clima de Macondo, caluroso y húmedo, característico de algunas zonas de Colombia, y la saga de los Buendía, con un fuerte énfasis en la sucesión de pasiones, sexo y, por tanto, descendencia. En la serie, a medida que me fui dando cuenta del fuerte carácter crítico y político de la saga de los Buendía, los distintos personajes que se suceden en las distintas generaciones fueron perdiendo relevancia para mí, aunque comprendí que son precisamente ellos los que cohesionan toda la historia y hacen atractiva la trama.
Un grupo de jóvenes, liderados por un visionario, atraviesan el altiplano para crear un nuevo pueblo (se suponía que debía estar junto al mar, pero como no llegaron hasta allí, acamparon en una zona pantanosa rodeada de agua corriente). Macondo se creó como un pueblo SIN estructura de poder, policía o iglesia, de hecho, un experimento anarquista, en la expresión de la palabra y la idea, aunque no fuera una propuesta formalizada o políticamente aceptada. Fue simplemente la dinámica y la forma de relación dentro de este grupo lo que se hizo explícito en la puesta en marcha del asentamiento y sus actividades. Como líder carismático, José Arcadio Buendía es un visionario o soñador, pero abierto a los conocimientos científicos disponibles de la época, aportados como única representación externa por el grupo de gitanos y su pensador, que puede ser representado por el astrolabio y los estudios en los que Arcadio profundiza para ubicarse territorialmente.
El pueblo crece y se consolida de forma autosuficiente, desvinculado del mundo exterior, y una primera vía de conexión se abre cuando uno de los personajes rompe con su familia y sale de aquellos confines, siguiéndole su madre para traerle de vuelta. Ahí se marca la vía de acceso, la sensación de que el pueblo no puede permanecer totalmente aislado.
Y, efectivamente, en esta línea, se producen intentos de llegada de representantes del Estado central y de la Iglesia. En ambos casos, se trata de un choque cultural de imposición de normas de orden (el color de las casas) y sumisión a la religión, con la bendición del padre para bodas, bautizos y la construcción de una iglesia (hasta entonces inexistente, algo impensable en cualquier pueblo de Hispanoamérica). La resistencia a estas imposiciones externas, explicitada por Buendía y sus amigos, se ve paulatinamente minada por acontecimientos que, combinados con el repliegue del líder en sus delirios oníricos, terminan por absorber la presencia de representantes gubernamentales y eclesiásticos, sacando a Macondo de su aislamiento y de su experiencia anarquista. Una lectura psicoanalítica[2] destaca la imagen del protagonista atado al árbol y la ve como una representación de la imposibilidad «anarquista», en forma de realismo fantástico.
Desde el punto de vista espacial/territorial, la ciudad escenográfica está muy bien construida, y cada fase explica el crecimiento y la densificación del pueblo, la multiplicación de las actividades económicas y, también, la aparición de edificios a mayor escala, que representan exactamente al Estado y a la Iglesia. No hay que olvidar que TODAS las ciudades españolas nacieron a partir de una plaza central, con el palacio de gobierno a un lado y la iglesia o catedral al otro. En Macondo fue diferente: el pueblo creció sin estas imposiciones y sólo más tarde se incorporaron a la trama urbana.
También hay que observar los aspectos arquitectónicos de la casa principal de los Buendía. La casa va creciendo a lo largo del tiempo, siempre en torno a un patio central (patrón español), con un árbol y un huerto en el centro, con alas en las salas, dormitorios de niños, dormitorios de niñas, circulación a través de grandes balcones en los alrededores, todas las habitaciones con grandes ventanas y puertas a ambos lados (que dan al balcón y a la zona exterior), con el fin de garantizar la ventilación cruzada, y el mejor confort térmico en una región ya conocida por ser muy calurosa y húmeda. Esta casa es una protagonista importante de la serie y nos transmite las sensaciones de libertad y asfixia, presión y conflicto.
La única referencia que puede darnos una pista sobre la época en la que transcurre la historia es la llegada de la pianola, un instrumento casi ajeno, que nos remite a una época de finales del siglo XIX. Pero esta ubicación exacta en el tiempo también es irrelevante, ya que el realismo mágico permitiría utilizar todo tipo de montaje de imágenes y tecnologías de forma atemporal – tómese el astrolabio traído por Melquiades como un gran descubrimiento, cuando en realidad se conoce desde los griegos…
El papel y la fuerza de la mujer está muy presente, especialmente de la protagonista Úrsula Buendía, en la toma de decisiones, arreglos, negociaciones y acuerdos a todos los niveles (desde los matrimonios hasta los nacimientos y adopciones, pasando por la aceptación o no de las nuevas normas de relación con la Iglesia y el Estado), ignorando o enmarcando a las figuras masculinas. Sin embargo, a partir de cierto punto, su fuerza y liderazgo no son suficientes para enfrentar los conflictos políticos que se intensifican en las luchas por el poder, tanto a nivel gubernamental como en los niveles de liderazgo individual, las disputas y las envidias, incluso dentro de su familia.
La llegada definitiva del Estado a Macondo se manifiesta con la presencia de un representante designado por el gobierno central y el partido conservador, con el objetivo de garantizar este dominio y evitar levantamientos. El efecto es el contrario, y las banderas del partido liberal encuentran mayor resonancia entre la gente del pueblo. De ahí en adelante, la trama es explosiva y repite el guion que tan bien conocemos en toda América Latina, que hasta hace poco moldeó el patrón de la historia política colombiana y que se reproduce incluso aquí, con otros disfraces y a diferentes escalas, con nombres similares o diferentes.
Las elecciones son amañadas por los conservadores, manteniendo su dominio del gobierno nacional. Para dar apariencia de democracia, se invita a los liberales a participar en el gobierno, ocupando algunos escaños en el Congreso. Esta propuesta es rechazada; esos grupos se estructuran como bandas armadas y comienzan a enfrentarse al ejército nacional. La carnicería, antes patrimonio exclusivo del ejército, se reproduce ahora con las manos y las armas de los liberales: los ideales de libertad se pierden en las disputas y los odios de los nuevos líderes o jefes de las bandas.
En Macondo, la llegada de un nuevo representante del gobierno central, aparentemente más ilustrado y que busca en Úrsula información y orientación sobre una forma más adecuada de dirigir su gobierno, permite un breve retorno a los ideales originales de libertad individual, esfuerzo colectivo y menor presencia del Estado. Este interregno, sin embargo, dura poco y pronto la sangrienta guerra entre conservadores y liberales afectará al pueblo (ahora ciudad) y a la propia estructura familiar.
Al final, se confirma la percepción apuntada al principio: la imagen del protagonista atado al árbol como representación de la imposibilidad «anarquista», en forma de realismo mágico. Y estas son exactamente las palabras finales de Úrsula a su marido, mientras lo desata del árbol: «Todo lo que hemos hecho ha sido inútil, y hemos criado monstruos.»
Entiendo que García Márquez, con su realismo «aparentemente» mágico, se está refiriendo a la historia real colombiana con luchas sangrientas, entre ellas la llamada Guerra de los Mil Días, que culmina con la pérdida del territorio de Panamá a manos de los Estados Unidos de Theodore Roosevelt para establecer el canal, manteniendo el control de ese territorio; y la Masacre de las Bananeras, mencionada anteriormente. Pero más allá de eso, ya apunta al perfil de las guerrillas que durante años lucharon contra el gobierno central de Colombia, y que a partir de cierto momento fueron capturadas por la estructura del narcotráfico. La historia política reciente de Colombia parece apuntar por fin hacia un Estado democrático, con menos conflictos regionales y una literatura poderosa.
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[1] Como señala Felipe Gugelmin Valente en el sitio web de TECMUNDO https://www.tecmundo.com.br/minha-serie/600220-cem-anos-de-solidao-e-inspirado-em-historia-real-conheca-o-massacre-das-bananeiras.htm , la influencia de la United Fruit Company en la política latinoamericana se sigue sintiendo hoy en día, e incluso contribuyó a la creación del término «República Bananera». Haciendo uso de su gran poder financiero y político, la empresa se hizo famosa por colaborar con gobernantes y dictaduras corruptas, pidiendo a cambio concesiones de tierras que le permitieran continuar con sus prácticas comerciales.
[2] Coautoría de Leda Rebello
Victor Zveibil
Foto tomada de: Netflix
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