La pandemia ocasionada por el Covid-19 ha generado impactos sobre los sistemas agroalimentarios, los flujos de comercio y las formas de comprender la logística de distribución, pero también su trascendencia para garantizar la vida. En la sociedad del consumo la pandemia mostró que mientras no se tenga seguridad y soberanía alimentaria lo demás pasa a segundo plano.
De esta manera, ha sido comprensible la afectación sobre las cadenas de abastecimiento dados los fenómenos del confinamiento, pero también los temores de los productores y comercializadores frente al riesgo de contagio, restricciones que han generado dificultades para los agricultores en los mercados sean de insumos, laborales y de productos. Es decir, a los difíciles e ineficientes condiciones con los que ya operaba el sector agropecuario, hay que sumarle las nuevas dificultades. Ahora, si se tienen ya preocupaciones por las ya vergonzosas pérdidas de alimentos producto de distintos hechos climáticos, sociales o de mercados, que llegan a representar 9.8 millones de toneladas año (datos del DNP), está época hizo que muchos más productos frescos se pueden haber acumulado en las zonas de producción generando pérdidas tanto de alimentos como de ingresos para los productores. Si se suman las importaciones de alimentos que aún se siguen presentando, los escenarios se dificultan.
Desde esta perspectiva, la FAO, la Cepal, Oxfam, entre otras instituciones mundiales para el desarrollo, promueven alternativas que apoyen la agricultura campesina, familiar y comunitaria para comercializar los alimentos. Una forma es la denominada Circuitos Cortos de Comercialización (CCC), estrategia que viene siendo asumida por autoridades departamentales y municipales y que debe convertirse en la oportunidad para que se puedan regular de manera adecuada no solo los canales de comercialización sino los centros territoriales de abastecimiento de alimentos, llámense plazas mayoristas, minoristas o de mercado. En términos generales son estrategias que buscan reducir la intervención entre el productor y el consumidor final. De ahí, que el objetivo sea reducir los costos y ampliar la base de ingreso de los productores.
A la par con los CCC, se puede hablar también de dos complementos ideales. El primero tiene que ver con que estos circuitos al ser cortos garantizan un mejor uso de recursos energéticos disponibles, ya que reduce o evita el recorrido de grandes distancias de los alimentos, pues se focalizan es en el territorio de la producción agrícola. Esto garantiza además que los flujos de ingresos y gastos se desenvuelvan en el territorio, impactando favorablemente las economías propias. De otro lado, se trata de productos frescos, con su riqueza nutritiva. Los circuitos cortos también son entonces circuitos verdes y saludables. En virtud, esta estrategia abre la puerta a relaciones más justas y sostenibles, desde lo económico, lo social y lo ambiental.
De acuerdo con la FAO, los CCC deben al menos contemplar tres características: i) baja o nula intermediación; ii) cercanía geográfica; iii) confianza y fortalecimiento de capital social. No obstante, la CEPAL hace énfasis en las particularidades de América Latina y el Caribe y plantea la necesidad de tenerlas en cuenta para fortalecer estos procesos de producción y distribución: Las crecientes pobrezas y desigualdades sociales; el reconocimiento del papel de las economías campesinas, en la oferta alimentaria de los países; la pluriactividad rural donde no necesariamente el sector agropecuario es la única actividad generadora de ingresos (nuevas ruralidades); un crecimiento notable de la clase media, aunque hay plantear también su vulnerabilidad ante los cambios en las políticas sociales y el aumento del desempleo.
Pero como ha sucedido con diferentes estrategias de protección social, los CCC también han caído en demagogias, es decir, a cualquier estrategia de comercialización por válida que sea en la coyuntura no se le debe equiparar con el alcance que deben tener estos circuitos. Las formas entonces de estos circuitos no pueden caer en actividades esporádicas, no se trata de acciones coyunturales o puntuales. Ante los aprendizajes a los que nos ha obligado la pandemia se debe buscar que los CCC adquieran connotaciones sistémicas o estructurales en la economía.
Como prototipos de los CCC se pueden mencionar los mercados campesinos, las ferias, las ventas a domicilio por medio de la utilización del internet y redes, la proveeduría de mercados públicos territoriales, las compras públicas, las ventas directas en las cadenas de hoteles, casinos restaurantes, entre otras alternativas posibles que garanticen las características expuestas.
En Colombia durante la pandemia se han realizado ejercicios exitosos sobre los CCC en los que se ha vinculado el Estado a través de sus instituciones como los es la Unidad Administrativa Especial Organizaciones Solidarias, alcaldías, organizaciones no gubernamentales etc. Algunos ejemplos son los Mercados Campesinos Móviles en la ciudad de Bogotá, que, por medio de la Secretaria de Desarrollo Económico, ha generado sinergias entre organizaciones que promueven la economía solidaria rural con el consumidor final, lo cual contribuye en la reducción de la intermediación. En datos, en los meses de abril y mayo se comercializaron 92 toneladas de alimentos que han beneficiado el sustento a más de 1400 agricultores de la Bogotá rural como de los departamentos del Meta, Cundinamarca y Boyacá. Otro ejemplo son los mercados campesinos a domicilio en la ciudad de Villavicencio apoyada por su Alcaldía en diálogo con la Cooperativa Meracorinoquia que antes de la pandemia realizaba mercados campesinos en los parques públicos de la ciudad. En esta estrategia participaron además de Villavicencio, Acacias, Guamal y el territorio de Castilla la Nueva. Desde que inicio la pandemia se han efectuado jornadas semanales donde se han beneficiado por lo menos 9 municipios y más de 180 productos alimenticios frescos.
Sin duda, estas experiencias han sido muy importantes y con estrategias particulares se han repetido en diferentes lugares del país, pero por ahora son y siguen siendo puntuales, esporádicas. El reto entonces está en construir propuestas territoriales que logren organizar las ofertas, regularizar cantidades y establecer los mecanismos idóneos para el abastecimiento de los diferentes mercados a proveer. Para esto habrá que avanzar también en procesos de asociatividad, en acompañamiento productivo y financiero, en desarrollos biotecnológicos, en el aprovechamiento de las mejores condiciones de productividad ecológica y económica de las economías campesinas para lograr mercados con mayor eficiencia y mejor distribución de los ingresos.
Bibliografía
CEPAL (2014). Agricultura familiar y circuitos cortos. Nuevos esquemas de producción, comercialización y nutrición: Memoria del seminario sobre circuitos cortos realizado el 2 y 3 de septiembre de 2013. Series Seminarios y Conferencias 77. https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/36832/1/S2014307_es.pdf
CEPAL y OXFAM (2016). Time to tax for inclusive growth. Naciones Unidas. Santiago, Chile. https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/39950/1/S1600237_en.pdf
FAO (2014). Agricultura Familiar en América Latina y el Caribe: recomendaciones de política. Santiago, Chile. http://www.fao.org/policy-support/tools-and-publications/resources-details/en/c/897110/
FAO (2016). Circuitos Cortos de Comercialización: una mirada desde el enfoque territorial. http://www.fao.org/in-action/territorios-inteligentes/articulos/colaboraciones/detalle/es/c/410218/
Jaime Alberto Rendón Acevedo & Dustin Tahisin Gómez Rodríguez, Centro de Estudios e Investigaciones Rurales Universidad de La Salle
Foto tomada de: El Tiempo
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