En Colombia en la actualidad se produce un importante cambio político con fuerte repercusión política interna e internacional, el cual se evidencia especialmente en tres hechos que se han sucedido en el presente año 2022:
- Con la elección en Colombia el pasado 19 de junio de Gustavo Petro como presidente y Francia Márquez como vicepresidenta, en nombre del Pacto Histórico, siendo la primera vez que consigue el gobierno una coalición de fuerzas de izquierda, movimientos sociales del ámbito popular y corrientes políticas progresistas.
- Previamente, el pasado 13 de marzo, también por primera vez en este país se produjo el que en la elección al Congreso de la República el Pacto Histórico obtuviera en el Senado la mayor votación y en la Cámara una de las mayores votaciones, de forma que esta coalición política junto con otras vertientes progresistas de distintos partidos y representaciones sociales y de víctimas consiguen conformar las mayorías en ambas instancias.
- Y, el presidente electo Gustavo Petro que se posesionará el próximo 7 de agosto, avanza en la conformación de un coalición, con base en el llamado a conformar un Gran Acuerdo Nacional para consolidar la paz y aplicar el programa de reformas democráticas, lo cual le ha permitido en pocas semanas ampliar el margen de las alianzas con vertientes progresistas hacia partidos de las élites tradicionales, sobre la base de concertar términos que garanticen los proyectos de la reforma democrática propuesta.
De tal forma, tras las elecciones al Congreso y a la Presidencia, cambia de manera notoria el proceso político y la correlación de fuerzas políticas: Se cierra el período de dos décadas de predominio del uribismo con políticas de guerra, autoritarias, elitistas, neoliberales, de compromiso con redes mafiosas, registro de altos niveles de corrupción y rechazo a la aplicación debida del Acuerdo de Paz con las FARC. Y se abre un nuevo período con el gobierno de Gustavo Petro y el Pacto Histórico y su programa de rescate de los derechos y garantías y constitucionales, recuperación de la paz, atención de la grave crisis social con realización de los derechos sociales fundamentales y cambio del modelo económico extractivista sobre la base del cambio de energías fósiles por limpias, industrialización diversa y dinamización de la producción rural bajo presupuestos de sostenibilidad ambiental, soberanía alimentaria, apoyo a economías campesinas, indígenas, afros, comunitarias y solidarias. Gobierno y proyectos de reformas sustentados en el llamado a conformar un gran acuerdo nacional.
Factores de contexto relacionados con la posibilidad del cambio político que se sucede:
Entre muchos factores posibles de considerar para explicar el notable cambio que se produce en la situación política colombiana, vale destacar ante todo tres situaciones contextuales que se han configurado en los años recientes, de manera que han resultado decisivas en la posibilidad del cambio político que se sucede:
1. En 2016 el Acuerdo de Paz Final entre el Estado colombiano a través del gobierno de Juan Manuel Santos –que se distanció del uribismo para lograrlo- y la guerrilla de las FARC EP, constituye un paso decisivo hacia el cierre de la guerra interna y la posibilidad de lograr “una paz estable y duradera”. Este hecho produjo un alinderamiento político en dos bloques: El del respaldo al acuerdo y su aplicación de medidas de democratización en varios órdenes y el del rechazo al acuerdo y sus medidas. Entonces, las élites de poder se dividieron. Parte importante de ellas en actitud progresista respaldaron el proyecto de paz democrática, de forma que entraron en acuerdos con las vertientes de izquierda, sectores democráticos y movimientos sociales progresistas. Mientras otra parte de las élites tradicionales persistió en una alianza bajo el liderazgo del uribismo –que ha incorporado sectores “emergentes” de las mafias y el narco-paramilitarismo- se mantuvo en una posición retrógrada relacionada con la apuesta de guerra, el autoritarismo y la negación de concesiones democráticas.
Si bien se inició la implementación del Acuerdo de Paz Final bajo el gobierno Santos, éste sufrió un traspié en 2018 al ganar la elección presidencial el uribismo (partido Centro Democrático, de extrema derecha) con el candidato Iván Duque, por cuanto el conjunto de las élites tradiciones temerosas ante el ascenso político del candidato proveniente de la izquierda Gustavo Petro con su movimiento Colombia Humana, decidieron cerrarle el paso con la alianza de todos los partidos de derecha y extrema derecha. Sin embargo, esta coalición política desde las élites no cuajó, de forma que el gobierno Duque termina su mandato aislado y con alto desprestigio, producto de sus políticas clasistas, autoritarias, inconsecuentes con el acuerdo de paz y responsables de la reactivación de la violencia política que ha ocasionado el asesinato sistemático de más de un millar de liderazgos sociales y de más de 330 excombatientes de las FARC acogidos a la paz.
2. Progresivo ascenso de movimientos sociales del ámbito popular y democrático con exigencias de derechos, rechazo al autoritarismo y demandas de cambios políticos, de consolidación de la paz y de defensa de los territorios y el medio ambiente. Al menos durante la última década han sido frecuentes: paros agrarios ante la inviabilidad de la producción campesina y de sectores medios; mingas indígenas en reclamo de autonomía, ampliación de sus resguardos y viabilidad para sus planes de vida; movimientos estudiantiles en defensa de la educación pública y su financiación; movimientos en defensa de la salud ante la privatización y la crisis del sector; consultas ciudadanas locales y movilizaciones regionales en defensa de los territorio, el medio ambiente y las fuentes agua; movilización sindical y de los trabajadores ante la precarización del trabajo y la profundización de reformas neoliberales; redes de mujeres y grandes marchas de población LGTBIQ+ en rechazo a la discriminación y en demanda de derechos; rechazo ciudadano a la corrupción en instituciones y programas públicos que tuvo una expresión importante con el respaldo masivo al referendo anticorrupción; entre otras.
Estas situaciones desembocaron en un gran movimiento nacional de protesta coordinado entre movimientos sindicales, campesinos, indígenas, estudiantiles, ambientalistas, de mujeres, de organizaciones de derechos humanos y de defensa de la paz, que concertaron un petitorio de un centenar de exigencias con 16 ejes temáticos, que dio lugar al Paro Nacional del 21 de noviembre (21N), con alto impacto en muchas regiones, participación masiva de la juventud y duración de varios días. En 2020 la pandemia del covid impidió que se prolongar la protesta, pero a pesar de ella en 2021 enarbolando un pliego de emergencia se produjo un nuevo Paro Nacional el 28 de agosto (28A), el cual desató la protesta más amplia, sostenida por más de dos meses y diversa en sus manifestaciones que se haya registrado en Colombia. El presidente Iván Duque, causante de esta protesta con su política de favorecimiento al gran capital y detrimento de las condiciones de vida de las clases medias y populares, se negó a negociar con el Comité de Paro en ambos casos y desató una violenta represión contra los manifestantes, a través de la Policía y con apoyo de estructuras paramilitares, causando centenares de asesinatos, heridos, capturas arbitrarias y desapariciones forzadas principalmente contra personas jóvenes.
3. Se ha producido una importante recomposición en el mapa de los partidos y movimientos políticos y un notorio cambio en la correlación de fuerzas entre ellos, de manera que los asuntos más notorios al respecto son la decadencia del uribismo –el CD y sus alianzas- que tuvo predominancia entre 2002 y 2022, el debilitamiento, pérdida de iniciativa y crisis en los partidos tradicionales de derecha y el ascenso de un proyecto de cambio en el poder político liderado por Gustavo Petro y el movimiento Colombia Humana, que en 2018 consiguió ser una real opción de gobierno. Esta opción se reconfiguró con un amplio margen de alianzas entre vertientes de izquierda, centro izquierda y movimientos sociales del ámbito popular y democrático, mediante la conformación del Pacto Histórico en 2021. El Pacto Histórico concertó un programa de reformas democráticas, sociales y ambientales mínimas, en perspectiva también de recuperar el proceso de paz con relación a cuatro elementos: Convocar a un gran pacto nacional, político y social por la paz, como forma de lograr los cambios que requiere una paz integral conseguida con el conjunto de la sociedad y el compromiso de las vertientes políticas y los ámbitos gubernamentales y estatales. Recuperar la aplicación coherente e integral del acuerdo de paz con las FARC. Conseguir un acuerdo de paz con el ELN. Y lograr acuerdos de sometimiento a la legalidad y la justicia por parte de otras diversas agrupaciones armadas ilegales asociadas a disidencias armadas a los acuerdos de paz y herencias del paramilitarismo, asociadas con dinámicas del conflicto, disputas territoriales y economías ilegales.
En el Pacto Histórico confluyeron partidos o agrupaciones de izquierda (PDA, UP, PTC, UD, entre otras), de centro izquierda (Colombia Humana, Fuerza Ciudadana, entre otras), expresiones político sociales relacionadas con actores representativos de los movimientos sociales y ciudadanos de protesta (MAIS –indígena-, Soy porque Somos –afro-, redes de mujeres y organizaciones de derechos humanos y ambientalistas, entre otras) y nuevas vertientes políticas democráticas escindidas de partidos tradicionales que comparten la defensa del acuerdo de paz y la confrontación a las políticas autoritarias y clasistas del uribismo –procedentes de los partidos Liberal, U y Cambio Radical-. Paralelamente, surgió también en 2021 otra coalición de vertientes de centro izquierda y de izquierda, denominada Coalición Centro Esperanza, con participación ante todo de precandidaturas presidenciales del Partido Alianza Verde, de otros sectores escindidos del Partido Liberal (En Marcha, Nuevo Liberalismo) y de varias agrupaciones independientes de centro (Movimiento Ciudadano y ASI) o de izquierda (Dignidad).
Se sucedieron tres elecciones que cambiaron la relación de fuerzas en el Congreso y posibilitaron el triunfó de un gobierno progresista de amplia base popular:
Este año se sucedieron tres elecciones cuyos resultados obraron a favor del cambio político y de la relación de fuerzas referidos:
El 13 de marzo en las elecciones al Congreso –Senado y Cámara- el Pacto Histórico y otras fuerzas progresistas consiguieron bancadas que de conjunto equipararon a las vertientes defensoras del estatus quo de los llamados partidos tradicionales –de las élites de poder tradicionales más las “emergentes” antes referidas-. Adicionalmente, de las alianzas del Pacto Histórico con fuerzas progresistas inicialmente denominadas genéricamente como Frente Amplio por la Democracia y por la Paz, se ha pasado luego de los triunfos del Pacto Histórico en el Congreso y la Presidencia, a la búsqueda de consensos o acuerdos programáticos con relación a las reformas propuestas, con la mayoría de los partidos políticos, bajo la consigna de conseguir el gran acuerdo nacional por la paz y las reformas democráticas.
Tales esfuerzos esbozan la conformación de un bloque en el Senado con 20 curules del Pacto Histórico, 2 de Circunscripción Indígena -que se declararon Pacto Histórico-, 5 de Comunes –a ex FARC otorgadas por el Acuerdo de Paz-, 13 de Partido Alianza Verde y 14 del Partido Liberal –que elegido Petro hicieron alianza con Pacto Histórico-, para un total de 54 (50%), de 108 curules. Bloque que podrá ser mayoritario con el acercamiento político programático que busca conseguirse con los senadores de los partidos Conservador que eligió 15, Cambio Radical 11, U 10 y Mira 3, partidos que se han declarado en independencia y a sus interiores tienen posiciones a favor de la alianza con el Pacto Histórico. Rodolfo Hernández, candidato derrotado en segunda vuelta, en nombre de su movimiento Liga Anticorrupción tiene derecho a una curul por el Estatuto de Oposición, también se declaró en independencia y con intención de apoyar las propuestas del gobierno electo que estime convenientes. De forma que la oposición queda reducida al Centro Democrático con 13 senadores y a Mira y Justas Libres con 4.
En la Cámara el bloque mayoritario cuenta tras las elecciones con 26 representantes del Pacto Histórico, 9 de Circunscripción de Víctimas que se declararon del Pacto Histórico, 5 de Comunes -por Acuerdo de Paz-, 1 Fuerza Ciudadana, 1 Mais, 1 Colombia Renaciente, 1 Gente en Movimiento, 17 del Partido Alianza Verde-Centro Esperanza y 33 del Partido Liberal, para un total de 95 (50.53%), sobre el total de 188 curules. Por su parte, los partidos declarados independientes y tienen proclividad a acuerdos con las iniciativas del nuevo gobierno eligieron por el Partido Conservador 27, Cambio Radical 18, U 16 y 1 Liga Anticorrupción –por Estatuto de Oposición-. Quedan 5 representantes de la Circunscripción de Víctimas por definir sus posiciones. Y con la oposición se prevén 1 de Mira-Justas Libres, 1 de Juntos por Caldas, 1 Comunidad Negra, 1 Vamos Juntos, 1 Población Raizal, 1 Nuevo Liberalismo y 16 Centro Democrático.
Así las cosas, el senador Roy Barreras del Pacto Histórico designado por este movimiento para la presidencia del Senado declaró: “El Pacto Histórico ya cuenta con gobernabilidad y mayorías sólidas para hacer las reformas que el pueblo colombiano ha exigido”[1].
De otra parte, en las elecciones de la primera vuelta para elegir la fórmula presidencia/vicepresidencia, realizadas el pasado 29 de mayo, el Pacto Histórico logró con las candidaturas Gustavo Petro/Francia Márquez la mayor votación con más de 8 millones y medio de votos. La segunda votación la consiguió de manera sorpresiva Rodolfo Hernández, político tradicional, empresario de la construcción y las finanzas y anterior alcalde de la ciudad de Bucaramanga, quien cautivó un sector del electorado con la bandera anticorrupción, a nombre de la Liga de Gobernantes Anticorrupción, quien obtuvo cinco millones novecientos mil votos. La tercera votación la obtuvo el ex alcalde de Medellín Federico Gutiérrez, de la Coalición Colombia integrada por los partidos tradicionales de derecha –Conservador, Liberal, U, Cambio Radical- y que contó con apoyo del uribismo –CD, extrema derecha-, consiguiendo cinco millones de votos. Y la cuarta votación fue de la coalición Centro Esperanza, con Sergio Fajardo, con tan solo 888 mil votos.
Y en la tercera elección, el 19 de junio pasado, segunda vuelta presidencial, se produjo el referido triunfo del Pacto Histórico con su fórmula Gustavo Petro presidente y Francia Márquez vicepresidenta, con 11.281.013 de votos (50.44%), mientras que la otra opción con Rodolfo Hernández presidente y Marelen Castillo vicepresidenta, obtuvo 10.580.412 votos (47.31%). Gustavo Petro ganó en casi todas las amplias regiones de la periferia: Caribe incluido Urabá, Pacífico incluidos Darién y Atrato, Amazonía, el sur de la Orinoquía y en Bogotá, DC, la capital y epicentro político, social y geográfico del país. Ganó en 16 de los 32 departamentos y en 17 capitales departamentales (Bogotá DC, Quibdó, Cali, Popayán, Pasto, Riohacha, Santa Marta, Valledupar, Barranquilla, Cartagena, Sincelejo, Montería, Tunja, Neiva, Mocoa, Leticia y Mitú). En Nariño, Cauca y Chocó triunfó con márgenes del 80% a favor y en Valle prácticamente duplicó a Hernández. Incrementó en menos de tres semanas en casi tres millones de votos (2.753.234).
En los departamentos donde ganó Petro incrementó notablemente la votación con relación a la primera vuelta y en los que perdió registró avances importantes, al punto de quedar a escasa diferencia de Hernández en los departamentos del Eje Cafetero. Aportó al incremento de la votación Francia Márquez en especial en el Pacífico, pero también nacionalmente. En Bogotá DC la votación se incrementó en casi medio millón de votos (2.253.997) Y fue notable la cascada de adhesiones de distintas vertientes y personajes, incluidos de manera particular sectores relacionados con la coalición Centro Esperanza y cercanos a las alcaldías de Medellín, Cali y Bogotá.
La participación de la ciudadanía habilitada fue del 58.09%, un incremento que marca un verdadero registro histórico en Colombia, el más alto en los últimos 24 años y con tendencia al alza en los comicios electorales recientes, con particular incremento del voto juvenil de inclinación progresista. Esto. sin desestimar que aún se registró una abstención importante del 41.91%. El voto en blanco mostró descenso y un mínimo registro del 2.24%, no obstante que el excandidato presidencial Sergio Fajardo y el ex precandidato presidencial Jorge Robledo, ambos de la coalición Centro Esperanza hicieron campaña a su favor.
Cambia el ambiente político y resultan derrotadas la estigmatización y la persecución contra la izquierda y el progresismo
Adversarios de Petro, Francia y el Pacto Histórico argumentaban que su triunfo significaría abrir una página de radical confrontación y violencia entre su gobierno, que injustamente señalaban como supuestamente de “extrema izquierda”, con el uribismo y demás fuerzas opositoras. Por el contrario, el proyecto político de centro izquierda y vertientes sociales y ciudadanas progresistas coaligadas en el Pacto Histórico, como lo previeron, se proponen recuperar la plena vigencia de la carta constitucional y ejercer un gobierno que ofrezca todas las garantías a la oposición. Incluso, Petro desde la campaña insistía en que bajo su mandato no habría las formas de señalamiento, persecución, ataques de diverso tipo y denegación de garantías y derechos contra la oposición, hechos sufridos bajo los gobiernos uribistas.
Este talante del nuevo gobierno, con acierto lo habían interpretado otras lecturas como la del reconocido académico Francisco Gutiérrez Sanín, quien previamente al triunfo del gobierno del Pacto Histórico argumentó que paradójicamente su proyecto de centro izquierda era institucionalista, al plantearse este frente al autoritarismo incubado por los gobiernos uribistas y profundizado bajo el mandato de Duque recuperar las garantías institucionales.
“…el centro-izquierda y la izquierda terminaron en el papel de garantes de la estabilidad de las instituciones. La historia es una gran ironista, (…) pero en este caso es una ironista potencialmente benévola. Esta evolución tiene la posibilidad de cambiar para bien del país y a las fuerzas implicadas. Petro no solo ha planteado toda clase de garantías, sino que tiene equipos competentes (…) También, una importante bancada parlamentaria. (…) Votaré por Petro”[2].
De otra parte, hacia conseguir un clima de entendimiento y acuerdos hacia el ámbito político y ciudadano, días previos a su elección Gustavo Petro instaló la Mesa para el Gran Acuerdo Nacional, con el llamado a: “sacar adelante una nación unida”, en un encuentro realizado en un hotel en Bogotá con presencia de la dirigencia del Pacto Histórico e integrantes de diversas corrientes políticas y sectores sociales, incluidos personajes como Alejandro Gaviria, Álvaro Leyva, Cecilia López, Guillermo Rivera y Mábel Lara; cuatro expresidentes de la Corte Constitucional; un expresidente de la Corte Suprema de Justicia; varios exministros y un ex general de las FFMM, entre otros. Al momento, le extendió la invitación a su contrincante electoral Rodolfo Hernández. Declaró entonces Petro: “Aquí se reunió media Colombia. Es un acuerdo nacional el que ha comenzado a construirse a partir de estos meses y que terminará legitimado por las mayorías colombianas…”[3].
“…si asumo la jefatura de Estado, volveré a unir a nuestra nación. No es momento de mantener dividido al país y permanecer en este ciclo de violencia que tanto daño nos ha hecho. Mi gobierno será un gobierno de paz, uno que dejará atrás la guerra y trabajará por llevar la armonía a cada rincón de nuestro país”.
“Gobernaré con consenso. Realizaremos diálogos regionales creando un Gran Acuerdo Nacional que nos oriente hacia los cambios que Colombia necesita para lograr la paz y el progreso. Nuestra propuesta de cambio nos convoca a todos y todas a unir fuerzas para empezar a crecer con transparencia, con respeto a los derechos, con igualdad, con democracia, paz y solidaridad”[4].
Más aún, el triunfo de este nuevo gobierno se dio con resistencia civilista ante todo tipo de ataques que se dieron contra la apuesta de cambio progresista, permanentemente estigmatizada, señalada, calumniada y sujeto de todo tipo de amenazas y ataques, incluidos con importancia los mediáticos y los violentos. Grave situación, además, por cuanto tal circunstancia contó con activo apoyo y protagonismo desde el mismo gobierno nacional que termina su mandato y desde esferas del Estado y del poder político y económico tradicional. Basta recordar las intervenciones que rayaron en lo ilegal e inconstitucional, hechas por el mismo presidente Duque, por el comandante del Ejército general Zapateiro, así como de forma sistemática por buena parte de los medios de comunicación y prensa más poderosos.
“Gustavo Petro no solo derrotó a las fuerzas tradicionales de la política colombiana sino, sobre todo, al miedo. Su victoria fue obtenida contra un viento y una marea de mentiras, amenazas y ataques desatados por sus adversarios para sembrar temores infundados en la población valiéndose de todos los medios inimaginables, …”[5].
Ante la claridad y coherencia civilista de tal postura, el día siguiente al triunfo presidencial de Gustavo Petro el diario El Espectador en un editorial reconoció que el país viraba hacia un cambio político liderado por alguien proveniente de los movimientos revolucionarios y de la izquierda colombiana, de las décadas recientes, pero con un mensaje hacia la construcción de la paz y de ruptura con el predominio que ha existido en el país de una política de estigmatización y persecución contra las organizaciones políticas, movimientos sociales y corrientes de opinión que buscan reivindicaciones de cambio importantes, genéricamente asociadas a las llamadas izquierdas o progresismo en materia política. A la vez, puso el acento en la derrota del anterior predominio en los gobiernos del uribismo.
“Después de varias décadas de estigmatización a todo lo que fuese izquierda, al punto de la aniquilación de un partido político entero por su manera de pensar, Colombia eligió, por primera vez y de manera contundente, a un presidente de esa tendencia ideológica. (…) representa, también, la materialización de una de las promesas de un país que sueña en paz: (…) Se trata de un rechazo al gobierno de Iván Duque y a las dos décadas de dominio uribista…”[6].
A partir de allí, de manera vertiginosa, en pocas semanas Gustavo Petro se ha reunido con los liderazgos de todos los partidos políticos, incluidos de la oposición y con el propio ex presidente Álvaro Uribe Vélez. De inmediato, consiguió enorme eco internacional favorable en el continente y en el mundo, de forma que fueron casi inmediatos hechos muy significativos como la conversación directa con el presidente Biden y otros altos funcionarios del gobierno de EEUU para tratar una agenda de asuntos de interés bilateral y la conversación con el presidente de Venezuela Nicolás Maduro en ambientación al restablecimiento de las relaciones diplomáticas y de todo orden entre las dos naciones hermanas. Así, cambia internamente y con reflejo internacional el ambiente político colombiano, no hacia la intensificación y la complicación de sus conflictividades sino en perspectiva de sus soluciones a todo nivel.
El acierto del Pacto Histórico de rescatar las reformas democráticas, sociales y en defensa del ambiente
Sin ser una peculiaridad solo colombiana, sino regional y mundial, los partidos de élites tradicionales ligados a las formas contemporáneas del dominio del capital financiero, han estado sujetos a su estrategia neoliberal en las décadas recientes, en beneficio de los estados imperios, transnacionales y oligopolios preponderantes. Por tanto, revelan incapacidad de ser actores que agencien transformaciones inspiradas en la histórica democracia liberal, para tender principalmente a agenciar proyectos marcadamente elitistas, de detrimento de derechos y garantías sociales, autoritarios y proclives al fascismo en sus expresiones contemporáneas. Bajo estas circunstancias también registradas en Colombia, Gustavo Petro y el proyecto político Pacto Histórico se proponen el rescate de la democracia posible, lo cual en implica la aplicación consecuente de la Constitución Política de 1991, hija del contexto de varios procesos de paz con guerrillas insurgentes (con el M19, el EPL y otras de carácter regional) y de las demandas de movimientos políticos, sociales y ciudadanos hacia la apertura democrática.
De tal manera, Petro ha desafiado al Partido Liberal con la demanda de la democracia liberal, de las reformas posibles con su consecuencia y del respeto a la institucionalidad constitucional garantista, en un cambio histórico que busca rescatar este tipo de paradigma abandonado y contrariado desde las élites tradicionales liberales y conservadoras y de forma radical y violenta desde el uribismo. Al respecto de esta situación, hizo referencia la columnista Cristina de La Torre en los siguientes términos: “Mientras mentores de la derecha delinquen y burlan la ley, Petro, el subversivo de ayer, defiende el Estado de Derecho contra los muy prestantes insubordinados de hoy”[7].
Pero Gustavo Petro, Francia Márquez y el Pacto Histórico no son sólo la reivindicación del legado positivo del reformismo y el garantismo liberal, sino que tienen la fortaleza de integrar la agenda contemporánea de demandas de derechos sociales, colectivos y ambientales de manera integral y de comprometerse con claridad con la agenda por el derecho a la diferencia y la antidiscriminación que acompaña las causas feministas, LGTBIQ+, de los pueblos indígenas, comunidades afros y del conjunto de los sectores y clases subordinados y excluidos de las posibilidades de realización económica, social y cultural. Su programa refleja con claridad la integración de estos elementos, a la vez que simbólicamente se reforzaron de manera extraordinaria con el protagonismo de tales sectores al seno del Pacto Histórico, en la composición de las bancadas elegidas al Congreso y con el fuerte simbolismo de Francia Márquez en demanda de lo territorial, los pobres, el ambiente, el feminismo y el rechazo al clasismo, el racismo y la segregación:
“Si con la elección de Gustavo Petro, primer presidente de Colombia extraño al eje liberal-conservador que ha dominado el país, entramos en una etapa de transformaciones en el ejercicio del poder, la presencia de la vicepresidenta Francia Márquez en la cúpula del Ejecutivo significa una ruptura más fuerte aún: el enfoque tradicional y centralista ya no será la línea de las decisiones oficiales. Será reemplazado por una visión periférica que ha sido ignorada, …”[8].
El cambio legitima y reconoce alternativas políticas que emergen con proyectos de renovación desde las izquierdas
Este punto de inflexión es histórico porque por primera vez los protagoniza ante todo una coalición de las diversas vertientes de izquierda y democráticas que serán agentes de gobierno, de legislación y de movilización social y ciudadana por hacerlos realidad frente a nuestro modelo institucional, económico y social. Es a la vez un programa de transformaciones democráticas mínimas, pero de gran importancia, que condensa luchas históricas y recientes contra el poder cerrado y la exclusión que han existido. Su antecedente está en el colapso del bipartidismo tras la Asamblea Nacional Constituyente de 1991 y la expedición de la nueva Constitución Política que permitió la irrupción de nuevas vertientes alternativas en gobiernos locales y seccionales e incursiones progresivas en ámbitos nacionales. “Los últimos siete procesos electorales, posteriores a la Constitución de 1991, dan muestra de un sistema político que abandonó el bipartidismo…”[9].
Con base en el análisis de los resultados electorales nacionales y por departamentos a través de la evolución de mapas históricos que muestran los cambios de tendencias de dominios electorales por períodos, se reconoce el advenimiento progresivo de alternativas de gobierno que cobran fuerza desde las vertientes de izquierda y centro izquierda e independientes de carácter progresista, por lo regular coaligadas.
“…los mapas demuestran el avance que ha tenido la izquierda y los sectores de centro en la política colombiana. El tradicionalismo y el bipartidismo han sido desplazados por aspirantes de este espectro. Por ejemplo, en 2006, el contendiente de Uribe fue Carlos Gaviria, del Polo Democrático. (…) En 2010 el escenario fue similar, donde el entonces candidato del uribismo, Santos, tuvo que enfrentarse a Antanas Mokus. (…) En 2018 se dio el más claro ejemplo de este crecimiento, pues Gustavo Petro pasó a segunda vuelta y tuvo la más alta votación jamás alcanzada por un candidato de izquierda”[10].
Bogotá desde hace dos décadas rompió definitivamente con el bipartidismo tradicional y se inclinó hacia las vertientes de centro izquierda:
“…Desde entonces quedó marcado un punto de quiebre del electorado capitalino con la derecha y los partidos tradicionales (que por años ganaron las elecciones nacionales) y un incremento de votantes afines a proyectos alternativos, que solo ganaban la Alcaldía. La tendencia se repitió en 2018, cuando Gustavo Petro demostró su poderío en la capital y se ratificó este año con las consultas (…) el Pacto Histórico se hizo a la votación más alta en Senado y Cámara, mientras Gustavo Petro, líder absoluto del movimiento, arrasó en las consultas: de los casi 4.5 millones de votos que obtuvo en el país (duplicó la votación de Federico Gutiérrez y superó siete a uno la de Sergio Fajardo), uno de cada cuatro los logró en Bogotá”[11].
Al respeto, también ilustra el reciente estudio de Cifras y Conceptos realizado para Fescol y El Espectador, que entregó un mapa de tendencias políticas con base en temas sociales y políticos, con datos a partir de preferencias entre las candidaturas presidenciales, los cuales muestran que en la sociedad colombiana se han liberado progresivamente referentes de adscripción política, de manera que progresivamente la ciudadanía en varias ciudades y regiones tiende a definir posición desde referentes más programáticos y asociados a posibilidades en el ejercicio de sus derechos. Y con tal tendencia, se ha hecho creciente la inclinación hacia alternativas de cambio propuestas desde vertientes de centro izquierda e izquierda.
“En cuanto a los temas económicos, es posible observar que la mayoría de encuestados se mueven entre el centro y la izquierda. Esto dado a que manifiestan que el Estado debe regular la economía, distribuir la riqueza y prestar algunos de los servicios claves para el bienestar de las personas y la sociedad en su conjunto”[12].
“El candidato del Pacto Histórico tendría una coincidencia relativamente alta en temas económicos con el núcleo fuerte de su electorado, en tanto se inclinaría por considerar que el Estado debe regular la economía, distribuir la riqueza y prestar servicios claves para el bienestar de las personas, sin dejar de respetar cierto nivel de autonomía de las empresas”[13].
Sin embargo, se decía equivocadamente que el país no estaba preparado para una candidatura proveniente desde sectores de izquierda. Desde sectores de poder y la derecha tradicional se señalaba cualquier cambio garantista y en condiciones de vida a favor de amplios sectores de la población como una pretensión “socialista”, como factor de perturbación de la economía y de “desestabilización de la democracia y sus instituciones”. Y también, lamentablemente, desde una posición equivocada, algunos sectores políticos y de opinión de centro y centro izquierda se han sumado a tal interpretación de supuesta inviabilidad o imposibilidad desde vertientes diversas de la izquierda política, social y ciudadana progresistas, para agenciar una transformación sobre los presupuestos de un proyecto plural, de reformas y cambios progresistas.
Grave error en la Coalición Centro Esperanza al señalar como enemigos de una alternativa democrática al uribismo y a Gustavo Petro y el Pacto Histórico
La Coalición Centro Esperanza revistió un proyecto de alianzas y acuerdos de sectores de centro izquierda y democráticos hacia la aspiración del gobierno nacional, con aportes valiosos en lo programático, la defensa del Estado Social de Derecho, la paz y la búsqueda de la renovación de las formas de hacer política en diferenciación con el clientelismo, su mercantilización y la corrupción. Sin embargo, tuvieron altas dificultades en la construcción de consensos internos y en su derrotero político un énfasis hacia configurar una alternativa centrista, que llegó a ser esgrimida demarcación de fronteras políticas y bandera de lucha simultánea y en iguales términos contra el uribismo y contra Gustavo Petro y el proyecto del Pacto Histórico.
Situación que resultó en términos políticos contradictoria, por cuanto el Pacto Histórico y la coalición Centro Esperanza guardaban una predominante coincidencia política y programática, desde ser ambos proyectos de centro izquierda, con énfasis en la paz, lo social y lo ambiental, con acumulados construidos de unidad y logros políticos compartidos en tales perspectivas. Al punto, que el énfasis en la diferenciación desde la Centro Esperanza fue uno de los elementos que llevó al debilitamiento y crisis de su proyecto político. Esto se evidenció en la fuga continua y creciente de sus integrantes, especialmente desde sectores del Partido Alianza Verde, que fueron tributándole a la candidatura de Gustavo Petro y al proyecto del Pacto Histórico. Simultáneamente, se produjo el descenso pronunciado del respaldo ciudadano a su candidato Sergio Fajardo, empeñado en minimizar y matizar las reformas de cambio requeridas y a atacar en la fase final de su campaña con particular sectarismo a Petro, sin percibir la inmensa movilización popular y ciudadana que lo rodeaba, precisamente en sintonía con las consignas del cambio proclamadas.
En discusión a esta posición, entre otras voces, el columnista Álvaro Forero Tascón llamó a reconocer que el verdadero dilema en las elecciones presidenciales se había establecido entre el cuestionamiento al predominio del uribismo y la defensa del estatus quo o la posibilidad de un cambio real en sentido democrático: “La estrategia de presentar un candidato con “pinta” de centro no ha funcionado porque la elección está dominada por una lógica de cambio o continuidad”[14].
Así, resultó ser una de las causas del fracaso de la coalición Centro Esperanza como alternativa de gobierno, sus formulaciones de rechazo simultáneo al uribismo y al proyecto alternativo del Pacto Histórico. En su discurso y mensajes reiterados de la campaña equiparó el rechazo al proyecto de extrema derecha, retrógrado, elitista, neoliberal, corrupto y violento asociado a las mafias y a las violaciones masivas y sistemáticas a los derechos humanos, con el rechazo contra la candidatura de Gustavo Petro y el proyecto de centro izquierda del Pacto Histórico y sus crecientes alianzas, sin percibir la justeza democrática y social de sus apuestas de cambio, bajo la bandera de “la lucha contra los dos extremos”.
“Buena parte del problema de la campaña de Sergio Fajardo está en que le costó mucho tiempo darse cuenta de que podía ser una oferta de cambio. Esa percepción de indefinición en el discurso –lo que llaman tibieza- le está pasando factura y ya es tarde para resignificarse como el cambio que necesita Colombia, más allá de sus propuestas, que serían un manual de organismo internacional para un cambio institucional sin mayores sobresaltos. De alguna manera, el libreto de socialdemocracia light al que nos tienen acostumbrados los liberales de este país”[15].
“Quien mejor ha interpretado esa necesidad de cambio y logrado conectar con las mayorías que lo reclaman ha sido Gustavo Petro (…) Las propuestas de la campaña visualizan una nueva forma de relación entre el Estado y la sociedad, el primer paso para el cambio; un Estado al servicio del bienestar social, con responsabilidad fiscal y mirada incluyente; un Estado que reconozca y garantice la diversidad en sus distintas manifestaciones, que estimule la economía con responsabilidad social y ambiental, que desactive las violencias que todavía definen nuestra vida pública y privada”[16].
Como colofón, tras el fracaso electoral de Sergio Fajardo y la disolución de la Centro Esperanza, en sentido positivo el conjunto del Partido Alianza Verde y otras vertientes como la ASI y En Marcha, o liderazgos como el de Alejandro Gaviria, entre otros, bien en la segunda vuelta de elección presidencial o bien en esta fase de preparación del gobierno del presidente Gustavo Petro, han entrado en entendimientos hacia las posibilidades de éste gobierno y hacia la concreción del Gran Pacto Nacional por la paz y las reformas democráticas. Reagrupados así los actores alternativos que protagonizarán el proceso de democratización que se abre en Colombia, tendrán a la vez la oportunidad de aportar a esta especie de segunda ola de gobiernos progresistas en la región, la cual con Honduras, Chile, Colombia y posiblemente pronto con Brasil, se suman a otros gobiernos progresistas previamente existentes en Nuestra América, para ofrecer y proponer alternativas de paz, democracia, soberanía, equidad social y defensa ambiental ante el convulsionado mundo que con urgencia las requiere.
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[1] “Del Congreso depende la gobernabilidad de Gustavo Petro”, Santiago Carmona, El Tiempo, 26 de junio de 2022, página 1.2.
[2] “Llegó el momento del examen”, Francisco Gutiérrez Sanín, El Espectador, 17 de junio de 2022, página 17.
[3] “´El gran acuerdo nacional para unir al país´ de Gustavo Petro”, El Tiempo, 18 de junio de 2022, página 1.3.
[4] “Porqué votar por mí?”, Gustavo Petro, El Espectador, 19 de junio de 2022, página 4.
[5] “La derrota del miedo”, Leopoldo Villar Borda, El Espectador, 21 de junio de 2022, página 17.
[6] “A sanar heridas con apertura a la izquierda democrática”, editorial, El Espectador, 20 de junio de 2022, página 16.
[7] “Petro: viraje histórico”, Cristina de La Torre, El Espectador, 21 de junio de 2022, página 16.
[8] “En el tiempo de la ´otra Colombia´”, Cecilia Orozco Tascón, El Espectador, 22 de junio de 2022, página 16.
[9] “Del bipartidismo al dominio uribista”, Juan Sebastián Lombo Delgado, El Espectador, 6 de mayo de 2022, página 4.
[10] “Del bipartidismo al dominio uribista”, Juan Sebastián Lombo Delgado, El Espectador, 6 de mayo de 2022, página 5.
[11] “Bogotá: ¿Nostradamus de las presidenciales en Colombia?, Camilo Acosta Villada, El Espectador, 16 de mayo de 2022, página 2.
[12] “El país que va a votar el 29 de mayo”, Suruy Tolosa y Sebastián Bitar, El Espectador, 1 de mayo, página 2.
[13] “El país que va a votar el 29 de mayo”, Suruy Tolosa y Sebastián Bitar, El Espectador, 1 de mayo, página 4.
[14] “¿Por qué no sube Fico?” Álvaro Forero Tascón, El Espectador, 16 de mayo de 2022, página 17.
[15] “Un cambio posible y necesario”, Jorge Iván Cuervo, El Espectador, 27 de mayo de 2022, página 18.
[16] “Un cambio posible y necesario”, Jorge Iván Cuervo, El Espectador, 27 de mayo de 2022, página 18.
Álvaro Villarraga Sarmiento, Fundación Cultura Democrática
Foto tomada de: El País
Claudia bibiana Cabrera says
Excelente columna Compañero, dónde se retrata la lucha desigual que hemos tenido que enfrentar en las últimas campañas presidenciales Son las Bases CH del 2018 que da la puerta a una entrada contundente para el Nuevo Gobierno, las listas del Senado #72 inscriptos de 21 electo sin mencionar el arduo trabajo esfuerzo tezon lucha de los NO electos, y Cámara que nos echamos al hombro la campaña sin recursos y encontrá de un gobierno corrupto que apostó a quedarse con el poder que se les salió de las manos.
Martha Saboya says
Álvaro, cómo de costumbre realizas análisis integrales que permiten tener una mirada integral de los procesos en marcha, hacia la reconstrucción de una nueva nación, vía paz con justicia social. Gracias.