Comienza por señalar que concibe al neoliberalismo como “un liberalismo económico extremo que no se limita a defender una economía de mercado, que es una postura razonable y legítima, sino que postula una verdadera sociedad de mercado, una forma de capitalismo salvaje, por cuanto defiende que el mercado y la acumulación de capital no deben ser limitados ni interferidos por el Estado, ni por los derechos sociales, ni por la democracia.”
Este primer texto es revelador de la concepción de Uprimny. Es el único párrafo donde habla del capitalismo (faltaría ver qué entiende por capitalismo), pero con un adjetivo calificativo, “capitalismo salvaje”. Lo importante es que precisa que estamos hablando, primero que todo, de una sociedad capitalista, o donde predomina el modo de producción capitalista. Esto es relevante porque es usual que muchos economistas y analistas escondan este hecho. Revisando las diferentes definiciones de salvaje en la RAE, una es “cruel e inhumano”, luego podemos inferir que el neoliberalismo es, según Uprimny, “una forma de capitalismo” cruel e inhumana, es decir, una sociedad “donde no hay sensibilidad ni compasión por las desgracias de otras personas” (carencia de humanidad), que se “se deleita en hacer sufrir o se complace con los padecimientos humanos” (cruel).
Lo otro destacable en esta afirmación es que el neoliberalismo es una modalidad del “liberalismo económico” que no se limita a defender una economía de mercado sino que postula una verdadera sociedad de mercado. Para Uprimny es “una postura razonable y legítima” defender una economía de mercado. No dice expresamente que es una economía de mercado capitalista (porque puede haber economías de mercado no capitalistas), pero por el contexto podríamos asumir que se refiere al mercado dentro del capitalismo. Deberíamos examinar a qué se refiere con razonable y legítimo, pero lo relevante es que la defensa del neoliberalismo no la considera ni razonable ni legítima.
La otra deducción que podemos hacer de esta afirmación de Uprimny, en concordancia con lo anterior, es que habría un capitalismo humano, civilizado, sensible a las desgracias de otras personas, piadoso, el cual es defendible. Este capitalismo “bueno”, con rostro humano, surgiría no de la propia operación del mercado, sino de la intervención del Estado para limitar sus efectos negativos y garantizar los derechos sociales, y por el funcionamiento de la democracia, como se deduce del párrafo siguiente.
Las políticas neoliberales, nos dice a continuación, han tenido impactos antidemocráticos y a continuación resalta tres aspectos del neoliberalismo que minan la democracia: 1) la promoción de un individualismo extremo; 2) la globalización financiera que lleva a una competencia a la baja entre los Estados de las regulaciones y tributarias; 3) el incremento de las desigualdades económicas. ¿Cuáles son las consecuencias de estos tres aspectos? En primer lugar el individualismo “extremo”: “erosiona la solidaridad, pues ninguna persona tendría deberes hacia quiénes están en la pobreza, lo cual mina la cohesión social y las confianzas interpersonales necesarias para que existan comunidades políticas democráticas sólidas, intensifica las divisiones sociales y debilita el papel mediador del Estado”.
El neoliberalismo como ideología y política, según esto, promueve el individualismo extremo, y aparentemente logra este resultado, pero no es claro en qué consiste y cómo lo obtiene. ¿A qué se refiere con individualismo extremo? La sociedad capitalista se fundamenta en la actuación de unidades privadas autónomas y aparentemente independientes, cada una de las cuales se encarga de la producción de un bien o servicio específico con destino a su venta en el mercado; ninguna de estas unidades sabe exactamente lo que hacen los demás y su producción entra en competencia con la producción de los otros. En este sentido, la sociedad capitalista (salvaje o humana) está basada en un “individualismo” objetivo, real, no existente solo en el pensamiento. Por principio, la sociedad capitalista se basa en este individualismo y en la competencia (es decir en la disputa o contienda entre productores y poseedores de mercancías) y no en la solidaridad (bueno, quizá cuando se asocian temporalmente para controlar los precios del mercado).
La sociedad capitalista no está organizada conscientemente, planificadamente, solidariamente, sino que es el resultado de la interacción competitiva de millones de unidades productivas, cada una de las cuales busca su propio interés. Pero además, en la sociedad capitalista se compite para obtener la mayor ganancia posible, a costa de los trabajadores y de los demás competidores.
Por tanto, en mi opinión, el análisis de Uprimny es muy pobre, desconoce los fundamentos sociales y económicos reales que conforman el carácter individualista de la sociedad capitalista; esto no es resultado de una política o acción consciente, ni tampoco una consecuencia exclusiva del modelo neoliberal de política económica.
El segundo aspecto se refiere a la capacidad regulatoria de los Estados, en especial en materia tributaria. Considera Uprimny que puede ser una estrategia racional de un Estado individual el rebajar impuestos y flexibilizar el mercado laboral para atraer inversiones, pero que el resultado de conjunto es catastrófico, pues mina la capacidad regulatoria de los Estados nacionales y su posibilidad de recolectar tributos para desarrollar políticas sociales robustas. Aquí se observa un razonamiento curioso: reducir los impuestos y desregular conduce a que se pierda la capacidad reguladora!. El hecho de reducir impuestos muestra que el Estado tiene cierta capacidad de regulación, en este caso claramente a favor de los capitalistas y no de las clases trabajadoras cuyas condiciones de vida se ven afectadas. Me parece que Uprimny desconoce que el papel fundamental del Estado es servir los intereses de los capitalistas y piensa con el deseo, ya que la situación concreta de la capacidad regulatoria depende de una relación de fuerzas entre capitalistas y trabajadores, relación que usualmente es favorable a los capitalistas. El Estado no es una institución neutra, es un Estado que nace y se fundamenta en las relaciones capitalistas de producción.
Finalmente el tema de las desigualdades sociales y económicas (que por cierto solo se miran en términos cuantitativos y no cualitativos) que genera el neoliberalismo; este incremento acentúa las tensiones sociales pero además otorga un “poder desmedido a los grupos económicos”. El capitalismo tiene la tendencia a la concentración y la centralización; el dinero y los medios de producción están concentrados en manos de la clase capitalista, lo cual les otorga el poder de contratar y despedir a los trabajadores asalariados, y por tanto de decidir sobre su vida. Esto de por si es ya un poder desmedido. La acumulación de capital conduce a que la producción se concentre y centralice cada vez más en pocas manos, esta es la tendencia del desarrollo capitalista, que llega a los extremos que muestran muchos analistas, entre ellos Piketty. La concentración y centralización de la producción no es consecuencia exclusiva ni original del neoliberalismo, es una tendencia innata del capitalismo. En Colombia, menos de 1 millón de propietarios son dueños, por su “poder desmedido”, de las condiciones de vida de más de 10 millones de asalariados.
Es evidente entonces, cómo dice Uprimny que la concentración de poder económico conduce a la concentración del poder político, lo que lo lleva a concluir que la democracia se vuelve plutocracia, una de las conclusiones más importantes del artículo. En Colombia no hay democracia, según Uprimny, hay plutocracia. Según la RAE plutocracia es “situación en la que los ricos ejercen su preponderancia en el gobierno del Estado”, definición general que aplicaría a diferentes modos de producción. En el caso del capitalismo se trata no de los ricos en general sino de los ricos capitalistas. Pero además, su poder no es solo sobre el gobierno del Estado, es sobre el conjunto de la sociedad.
Concluye Uprimny señalando que la extrema liberalización económica es “incompatible con la democracia y la libertad genuinas”. Parecería que con un capitalismo menos extremo, menos salvaje, con un poder económico menos desmedido, la democracia y la libertad genuinas si serían compatibles. A Uprimny no le molesta el capitalismo, le molesta una forma de dicho capitalismo, la modalidad neoliberal. En mi opinión, debería profundizar el análisis del capitalismo para comprender que todas las consecuencias negativas que menciona en su artículo no son resultado del neoliberalismo, el cual puede agravarlas, sino consecuencias inherentes e inevitables del capitalismo.
Se refiere finalmente a la libertad y cita un texto de Lacordaire donde afirma que “entre el poderoso y el débil, entre el rico y el pobre, entre el amo y el criado, es la libertad la que oprime y es la ley la que libera”. El liberalismo económico se fundamenta en una libertad muy particular dentro del capitalismo: la mayoría de personas dentro del capitalismo son “libres” de medios de producción, es decir, no tienen forma de ganarse la vida por su cuenta y se ven obligados a vender su fuerza de trabajo a la minoría, a los capitalistas. Y el derecho capitalista reconoce entonces que son “libres” porque pueden decidir a quién vender dicha fuerza de trabajo, ocultando que como clase están obligados a venderla a una u otra, so pena de perecer.
________________________________________________________________
[1] “Los enemigos íntimos de la democracia (II)”, El Espectador, domingo 27 de octubre de 2019, página 65
[2] https://www.elespectador.com/opinion/los-enemigos-intimos-de-la-democracia-columna-886805
Alberto Maldonado Copello
Deja un comentario