#CriminalizanLaColombiaHumana
La están criminalizando Duque y su ministro de la defensa, líderes de la dictadura. Pero con falsos positivos no podrán atajar el tsunami que se les viene encima desde el lunes 21.
Este fue el último trino en Twitter de Campo Elías Galindo, catedrático e intelectual antioqueño, dirigente del movimiento político Colombia Humana, en Medellín, que días después fue encontrado acuchillado en su apartamento, previa tortura. La policía dijo que la motivación fue el robo. Se creería, porque la racha de crímenes de Estado en esta temporada se caracteriza por no esconderse, ya que algún vocero del gobierno justifica cada crimen. En el asesinato del historiador Galindo falta el cacareo oficial, pero el hecho de rematar el delito quemando un libro, y arrojándolo sobre el cuerpo, es la firma de un asesinato político.
Lo es porque la camarilla que usurpa el gobierno en Colombia odia a los profesores, a quienes llama adoctrinadores y terroristas, así ejercen el magisterio bajo permanente amenaza; porque su jefe máximo no admite personas inteligentes en su entorno, y considera la cultura como amenaza.
Tampoco es un caso aislado: Se inscribe dentro del genocidio de líderes sociales, del exterminio de firmantes del acuerdo de paz, las masacres de jóvenes, y las matanzas de indígenas. Ninguna de las víctimas milita en el partido de gobierno, que tiene el propósito de “hacer trizas” el acuerdo de paz, las masacres se cometen en departamentos donde el Centro Democrático no gana las elecciones, y los indígenas son señalados por el jefe de esa colectividad como golpistas.
Justamente el día que encuentran el cuerpo del intelectual antioqueño, una banda paramilitar lanza una campaña de amenazas en 68 municipios de Colombia, la mitad antioqueños, el resto en otros once departamentos. Se trata de una pandilla que por adepta al partido de gobierno se conoce como “Los Uribeños”, más que Clan del Golfo, o Gaitanistas. Sin que policía ni el Ejército de Colombia hayan visto nada, tampoco la Fiscalía, dirigida por un tipejo de dos con cinco en ética, encuentra a los responsables.
En esta tierra tan llorada, donde se emplea más el terror que la dinamita para construir una hidroeléctrica, la violencia oficial tiene un referente que marcó casi todo el siglo XX colombiano: Laureano Gómez Castro. Este ha sido pontífice del fascismo criollo, inspirado en figuras de esa criminalidad política como Hitler, Mussolini, y sobre todo Francisco Franco, dictador y criminal de guerra español.
Tal dirigente del Partido Conservador cuando en 1930 pierde la hegemonía con el liberalismo, ante las reformas emprendidas por el gobierno de Enrique Olaya Herrera, lanza la consigna de “Hacer invivible la República”, recurriendo a lo que denominó “la acción intrépida y el atentado personal”. Esto se traduce en tratar a los opositores mediante la violencia, mientras se fustigaba verbalmente cada acto de los antagonistas, usando la calumnia cuantas veces fuere necesario, con un manejo habilidoso de la prensa a su disposición, así como de la iglesia católica que desde los púlpitos y los confesionarios replicaban la retahíla y justificaban los crímenes.
No sólo contaba con el clero y buena parte de la prensa, corrompió mayoritariamente a la policía e hizo de ella una maquinaria sicarial, para exterminar liberales. Fueron famosos por sus matanzas los policías “Chulavitas”, provenientes de la vereda boyacense Chulavita (Boavita), con los cuales infiltró el cuerpo policial. Gran parte de las denuncias que realizó el caudillo Jorge Eliecer Gaitán, fueron contra la violencia desatada en los campos por las huestes conservadoras. Al mismo que le dijeron tantas veces “usted nunca será presidente”, y terminó asesinado en esa campaña de hacer invivible la república. Este magnicidio, aún impune, detonó la llamada Violencia de los años 1950, con saldo de 300.000 muertos, en su mayoría a machetazos.
Esa consiga de los años 1930 la reeditó Álvaro Uribe cuando el presidente Juan Manuel Santos se rehusó a comportarse como hoy lo hace Duque. Entonces volvieron los asesinatos de defensores de Derechos Humanos, el sabotaje al proceso de paz, surgieron bandas paramilitares como las “Águilas Negras” y el “Ejército anti restitución de tierras”, también regresaron las masacres. ¡La acción intrépida y el atentado personal!
El rédito de esa campaña fue una coalición de huestes políticas de derecha, incluidos grandes empresarios y capos del narcotráfico, en torno al candidato que dijo Uribe, y contra Gustavo Petro. Gracias al terrorismo paramilitar, a difundir falsedades, al dinero de la mafia, y a un fraude electoral alcanzaron la presidencia.
Vencieron, pero no convencieron. Pretendieron repetir la fórmula de Laureano al pie de la letra, pero la clerecía no está mayoritariamente con ellos, y los pocos que les quedan no influyen tanto en los feligreses; los medios masivos de comunicación ya no son los encargados de informar, sino las redes sociales, y al recitar el dictado uribista hacen el ridículo. Procurando asegurar la militancia de nuevas generaciones, han sometido los niños a una dieta de carne de burro, pero irremediablemente han perdido a los jóvenes de la nación: ellos los repudian, y hasta la vida ofrecen para cambiar el régimen.
Del recetario laureanista sólo ha funcionado el haber corrompido a las Fuerzas Armadas, y a la policía. Desde el generalato, con una cadena de mando donde sólo los corruptos pueden ascender, y cambiando criterios de reclutamiento: Cuando antes no se recibían aspirantes con antecedentes judiciales, ahora son aceptados. Por eso circulan imágenes de policías agrediendo ciudadanos, por eso se ufanan de cometer la masacre del 9 y 10 de septiembre en Bogotá; hasta salió Duque disfrazado de tombo a respaldar los asesinatos.
Esta campaña de terror es por la perspectiva del uribismo de no volver al gobierno, dado su desprestigio, su corrupción, su criminalidad. Diferente a la de Laureano esta campaña es preventiva, a punto de perder el poder, pretenden aterrorizar a los seguidores de Gustavo Petro, a quien ya le notificaron lo que a Gaitán y a Galán: “Usted no va a ser presidente”.
Una frase soltada por la esposa de Duque resume todo: “Asusta más la agresión ciudadana que la represión policial”. Tienen la policía y temen a la sociedad. Así, mientras los colombianos buscan la paz, el gobierno y su partido están en guerra contra la ciudadanía, haciendo invivible a Colombia.
José Darío Castrillón Orozco
Foto tomada de: RCN Radio
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