La elección de Gustavo Petro como presidente de la república, es el último episodio de esa prolongada lucha por la democracia y la independencia nacional. Pero no será ciertamente el último, como él mismo lo ha venido diciendo: la posibilidad de que se consoliden las pocas reformas que se han conseguido bajo su gobierno, así como la de avanzar en el camino de transformación nacional que ellas indican, depende de que las fuerzas populares organizadas se decidan a continuar la lucha emancipadora, después que Petro termine su mandato. Lucha por esas reformas y por aquellas que, siendo igual de necesarios, aún no se han anunciado. Entre las que sobresale, por su excepcional importancia, la de la definición y adopción de una política internacional realmente independiente y soberana. Porque la que tenemos solo lo es en términos formales.
Con el propósito de abrir el debate sobre la política internacional que necesita el país, pongo sobre el tapete estas tesis.
- El diseño de una política internacional independiente, debe partir hoy de reconocer la existencia de una profunda crisis del sistema de poder internacional, semejante a las que generaron las dos guerras mundiales del siglo pasado, aunque sus características sean evidentemente distintas.
- Los movimientos de emancipación nacional en el mundo siempre se han beneficiado de esta clase de crisis política catastrófica. Así ocurrió con la revolución francesas y las guerras napoleónicas, que sin proponérselo explícitamente contribuyeron al triunfo de la revolución haitiana y la independencia de los países de América Latina, incluida Colombia. La revolución rusa de 1917 debe mucho a la Primera guerra mundial que, agotó hasta tal punto a las fuerzas de las potencias europeas, que estas resultaron impotentes para abortarla. La revolución mexicana también se aprovechó de dicho conflicto para establecer y consolidar un estado nacional con altas cuotas de independencia y democracia. La Segunda guerra mundial trajo consigo el triunfo de la revolución china y de los movimientos de emancipación que liberaron al resto de Asia, así como a los de África y el Medio Oriente, del yugo colonial. A América Latina le permitió fortalecer los procesos de industrialización y democratización que se habían iniciado en el periodo de entreguerras. La revolución cubana venció allí donde habían fracasado los proyectos nacionalistas de la Argentina de Perón y del Brasil de Getulio Vargas, gracias al crítico equilibrio de poder existente en esa coyuntura entre Estados Unidos de América y la Unión Soviética.
- La actual crisis del sistema de poder internacional, como todas las anteriores, gira en torno a la cuestión de quien manda en el mundo. O sea, es una crisis desencadenada por la lucha implacable entre quienes ejercen ese mando y quienes tienen suficiente poder como para quedarse con él. Pero, tal como advertí, la crisis tiene características muy distintas. En primer lugar, porque, aunque las principales batallas todavía se están librando en suelo europeo, Europa ya no es el epicentro de la política mundial. El epicentro es Asia, tal y como lo demuestran los datos demográficos, económicos, sociales e incluso de poderío científico-técnico. Como lo prueba el hecho de que la inmensa mayoría de los analistas políticos occidentales coinciden en afirmar que la actual guerra entre Rusia y Ucrania no es mas que el preámbulo de la anunciada guerra de los Estados Unidos con China. Allí se librarán las batallas definitivas. La otra diferencia es que si Alemania desencadenó la primera y la segunda guerra mundiales fue porque no encontró otra manera de que sus ambiciones imperialistas fueran satisfechas al interior de un orden mundial regido por la triple alianza de Francia, Gran Bretaña y Rusia. En cambio, China, la potencia ahora ascendente, no quiere emprender ninguna guerra por el control del mundo. Consciente de que su impresionante poder es producto de la probada eficacia de su modelo político, económico y social, apuesta por la coexistencia pacífica y una estrategia de intercambios económicos a escala internacional basada en la cooperación y el beneficio mutuo. Lo último que China desea es una guerra abierta con los Estados Unidos, sus aliados y subalternos.
- Quienes si quieren la guerra son los Estados Unidos de América que, víctima de las políticas de desindustrialización y financiarización de su propia economía, no encuentra otra manera de abortar el ascenso de China al rango de primera potencia económica del mundo, que declararle la guerra. Guerra de 4 generación o guerra híbrida que se desenvuelven en todos los escenarios y por todos los medios: políticos, diplomáticos, propagandísticos, mediáticos y desde luego militares. Guerra a la que quiere arrastrar en condición de retaguardia sumisa y de fuente inagotable de carne de cañón, a todos los países de América Latina, incluido nuestro país, forzado a desempeñar el papel de “socio” de la OTAN.
- Dado este escenario, el punto de partida para el diseño de una política internacional colombiana realmente independiente es declarar la neutralidad del país con respecto a las guerras en defensa de su hegemonía que está librando o está a punto de librar en todo el mundo los Estados Unidos de América. Esas guerras son suyas, pero en ningún sentido son nuestras. La neutralidad obrará en favor de la posibilidad de aprovechar la actual crisis del sistema de poder mundial para avanzar por el camino de la independencia y la soberanía nacionales.
(Continuará)
Carlos Jiménez
Foto tomada de: La Patria
Deja un comentario