Recientemente Tony López ha escrito en Periodismo Internacional Alternativo unas columnas muy útiles para conocer la organización económica y política de Cuba, su situación actual, dificultades y perspectivas[1]; estos artículos ofrecen elementos valiosos para discutir las afirmaciones de que el sistema político cubano es una dictadura. Este tipo de artículos, poco conocidos en los medios de comunicación dominantes, deberían servirnos para dar discusiones más fundamentadas.
El énfasis en el dualismo dictadura-democracia oculta más de lo que revela. A los capitalistas en general y a los capitalistas colombianos en particular y a sus servidores -presidente, ministros, congresistas, políticos, periodistas, columnistas, etc.- no les preocupa que haya dictaduras en algunos países de América Latina (ni en ningún lugar del mundo), lo que les atemoriza es que haya socialismo o comunismo, o formas de transición hacia estos modos de producción. De hecho, históricamente cada vez que han sentido amenazado su poder los capitalistas han organizado y apoyado dictaduras. El fantasma que recorre a América Latina y a otras regiones del mundo es el comunismo. Aunque en sentido estricto no hay una sociedad comunista en América Latina, las experiencias socialistas profundas como en Cuba, o los socialismos a medias como en Venezuela y Nicaragua, generan temor en los capitalistas y sus gobiernos. Por esta razón todas las fuerzas reaccionarias se reúnen y actúan para atajar el comunismo.
Los capitalistas ven comunismo en cualquier fuerza política que pueda en mayor o menor medida poner en peligro sus ganancias, sea mediante una redistribución de la riqueza y el ingreso dentro del capitalismo, o mediante la transformación hacia una sociedad socialista como paso hacia el comunismo. En la carta de Madrid[2] firmada por un grupo de personajes políticos de derecha y extrema derecha (incluyendo a María Fernanda Cabal, Paloma Valencia y Paola Holguín, senadoras colombianas) se evidencia claramente que el objetivo es atajar el comunismo. Se afirma por ejemplo que “una parte de la región está secuestrada por regímenes totalitarios de inspiración comunista, apoyados por el narcotráfico y terceros países. Todos ellos, bajo el paraguas del régimen cubano e iniciativas como el Foro de São Paulo y el Grupo de Puebla, que se infiltran en los centros de poder para imponer su agenda ideológica”. Y afirman que “el avance del comunismo supone una seria amenaza para la prosperidad y el desarrollo de nuestras naciones, así como para las libertades y los derechos de nuestros compatriotas”.
En este contexto Cuba, un pequeño país en términos geográficos y poblacionales, es una enorme piedra en el zapato. Es intolerable que un partido político y un pueblo decidan organizar su sociedad bajo una forma no capitalista, es decir, como una sociedad en la cual no hay capitalistas dueños de los medios de producción y trabajadores asalariados a su servicio que crean un plusvalor. Este es el cambio fundamental que Cuba ha mostrado: es posible que una sociedad funcione sin capitalistas, es posible que una sociedad se desarrolle sin la relación social capitalista. Los capitalistas no conciben ni quieren aceptar una sociedad en la cual la producción está al servicio de las necesidades de la población, una producción orientada por los valores de uso y no por el valor de cambio y la obtención de ganancias.
Esto no se puede aceptar ni perdonar por los capitalistas. Por esto los gobiernos de los Estados Unidos han mantenido un bloqueo criminal sobre la sociedad cubana y han obstaculizado y dificultado el desarrollo de esta experiencia socialista, con el apoyo más o menos grande de la mayoría de los gobiernos latinoamericanos. La experiencia cubana ha mostrado que con sólo orientar la producción hacia la satisfacción de necesidades se pueden conseguir resultados enormes en materia de acceso a la alimentación, la nutrición, la salud, la educación, el deporte, la cultura, la vivienda. Cuba ha mostrado históricamente indicadores sociales muy superiores a los de la mayoría de los países latinoamericanos y en algunas dimensiones similares a los de los países más desarrollados.
La economía cubana tiene muchas restricciones materiales, en buena medida debidas al bloqueo, pero también, probablemente, a deficiencias en la planeación y la gestión económica. Existe pobreza material, pero se trata de una pobreza socialista, no derivada de la explotación de la mayoría de los trabajadores por un puñado de capitalistas. Con toda seguridad la desigualdad en la propiedad y en los ingresos en Cuba son inferiores a los de los demás países de América Latina.
Las críticas usuales por parte de los defensores del capitalismo a la sociedad cubana se enfocan principalmente en dos aspectos: primero, en el supuesto y descontextualizado fracaso de la economía cubana en cuanto a la satisfacción de necesidades de la población. Segundo en el carácter dictatorial de la sociedad, la política y el Estado cubano. Estos críticos no están pensando en la libertad de la población cubana, están pensando en la libertad de los capitalistas para hacer ganancias, es decir para explotar a los trabajadores. Si estuvieran motivados por el bienestar de los trabajadores se enfocarían en promover acciones para profundizar el socialismo haciendo más productiva la economía y aumentando la democracia socialista. Pero el enfoque es claro: la causa de todos los problemas es el socialismo, que en su esencia genera pobreza y dictadura. Este es un dogma que se repite hasta el cansancio. Y la solución, obviamente, se encuentra en regresar al sistema capitalista. La guerra no es contra la “dictadura” es contra el socialismo.
Este es el enfoque compartido por los capitalistas colombianos y sus servidores, quienes gastan más tiempo en criticar a los gobiernos de Cuba, Nicaragua y Venezuela, que en examinar el estado de la democracia colombiana. De hecho, no les interesa mucho estudiar y conocer la realidad colombiana a fondo. Se asumen otros dogmas: Colombia es una democracia con fallas, pero una democracia y además es una sociedad que gradualmente ha venido resolviendo los problemas de pobreza y miseria.
Las estadísticas y evidencias disponibles, sin embargo, muestran que el capitalismo en Colombia es fuente de sufrimiento, humillación y opresión para millones de trabajadores. La gran mayoría de la población vive en condiciones de pobreza y de miseria extrema; 21 millones de colombianos (42% de la población) no obtienen mensualmente los ingresos para comprar la canasta básica y por eso no pueden tener tres comidas al día: 7.5 millones de personas no obtienen los ingresos suficientes para adquirir la canasta alimenticia básica. El 72% de la población (35 millones) es clasificada por las estadísticas oficiales como pobre y vulnerable. Millones de trabajadores están desempleados o subempleados y cerca de la mitad de la fuerza laboral subsiste mediante trabajos precarios en pésimas condiciones. Por esta razón han migrado históricamente más de 4 millones de personas al exterior. Los bajos ingresos implican que además de una deficiente alimentación la gran mayoría de trabajadores no obtiene ingresos suficientes para disponer de una vivienda digna, para acceder a la educación, la salud, la cultura, la recreación y el deporte, por lo cual deben acudir a transferencias monetarias o en especie por parte del gobierno para tratar de mitigar la situación. En el otro extremo, el 1% de la población concentra el 22% de los ingresos y el 40% de la riqueza, y se da una vida de lujos y extravagancias. De otra parte, la economía capitalista no está planificada está sometida a vaivenes y crisis que agravan aún más la situación de los trabajadores.
El capitalismo por definición no puede ser democrático
Pero si en la economía llueve en la política no escampa. La “democracia” colombiana, una de las más antiguas de América Latina (otra afirmación sin fundamento que se repite hasta el cansancio) se caracteriza muy sumariamente por: a) el asesinato sistemático de líderes sociales, ambientales, defensores de derechos humanos y de antiguos guerrilleros firmantes del acuerdo de paz; b) la persecución y violencia sistemática sobre sindicalistas; c) el desplazamiento forzado interno de millones de personas; d) el predominio de actores armados ilegales -paramilitares- en muchas regiones del país con la complicidad o negligencia de las fuerzas armadas y la policía, que hacen que en la práctica en muchos territorios exista un control dictatorial directo; e) procesos electorales donde predominan prácticas corruptas de compra de votos y de fraude electoral; f) el dominio económico de los capitalistas legales e ilegales en los procesos electorales, en la composición de concejos, asambleas y congreso nacional; g) el control de los medios masivos de comunicación por parte de grandes capitalistas; h) el control del ejecutivo en forma indirecta o directa mediante ministros y altos funcionarios provenientes del sector privado; i) la corrupción en la justicia, la fiscalía, el sistema penitenciario, y los diversos órganos de control; etcétera.
Es necesario ser muy cínico o ingenuo para referirse a este sistema político como una democracia. Incluso analistas favorables al capitalismo son cautos y prefieren hablar de poliarquía, plutocracia o términos similares para señalar que no existe realmente un gobierno del pueblo. La mayoría de la población pasa la mayor parte de su vida en el trabajo donde no existe democracia. Al interior de las empresas, fábricas, grandes almacenes, etcétera, no hay democracia, existe una dictadura de los capitalistas. Evidentemente hay ciertos márgenes de libertad, no se trata de la dictadura tipo Pinochet o Videla, pero en sus resultados se parecen mucho. Hay más asesinatos, desaparecidos y desplazados en Colombia que en las peores épocas de las dictaduras del cono sur.
Los capitalistas colombianos y sus políticos tienen muy claro que no es conveniente, mientras sea posible, tener una dictadura abierta, basada fundamentalmente en la fuerza y la represión militar y policial. Es más conveniente tener una fachada democrática, con ciertas prácticas como elecciones periódicas, uno que otro periodista crítico, cierta libertad de expresión (siempre y cuando no amenace la estabilidad del sistema), pero acompañada de fuerzas paramilitares y oscuras que se encargan del trabajo sucio. En este terreno Colombia es un ejemplo destacado en la medida en que los distintos gobiernos y los capitalistas han estimulado, apoyado o tolerado fuerzas paramilitares responsables de masacres, homicidios, amenazas e intimidaciones de todo tipo contra organizaciones y personas que se atrevan a criticar y confrontar los intereses capitalistas, legales e ilegales.
La sociedad colombiana es una dictadura despótica en lo económico, al interior de las empresas, y una dictadura política de los capitalistas, en el sentido de un régimen que concentra el poder en un pequeño grupo y reprime los derechos humanos y las libertades individuales de los trabajadores.
Este modelo económico y político colombiano es el que quisieran los capitalistas y sus servidores, empezando por el presidente Duque, se implantara en Cuba. Su esencia económica es concentrar la mayor parte del producto social en pocas manos.
Conviene estudiar con más detalle la situación real de los países de América Latina y tener claro que la política capitalista consiste en detener a toda costa el avance del socialismo y el comunismo, es decir, defender los intereses del pequeño grupo de capitalistas que concentra la riqueza y el ingreso. En esta perspectiva son muy ilustrativos y clarificadores, y relevantes para el debate los artículos de Tony López sobre la organización política y económica en Cuba.
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[1] https://noticiaspia.com/cuba-con-los-pies-en-la-tierra-parte-i/; https://noticiaspia.com/con-los-pies-en-la-tierra-parte-ii/; https://noticiaspia.com/con-los-pies-en-la-tierra-parte-iii/.
[2] https://fundaciondisenso.org/carta-de-madrid/
Alberto Maldonado Copello
Foto tomada de: El País Cali
Edgar Montenegro says
No estoy seguro que quepa la comparación entre Cuba, Venezuela y Nicaragua solo por reivindicarse de izquierda. Lo dicho de Cuba y Colombia lo sabemos. Venezuela sufre consecuencias visibles de “no haber sembrado el petróleo” de manera más intensa, en el sentido de hacerse autosuficiente para alimentarse. Entendemos que andan en eso. Pero del Gobierno de Nicaragua y sus relaciones “non santas” con la oligarquía interna y las multinacionales, como cualquier Colombia, lo que se filtra se podrá llamar como quieran “sandinistas” pero la pobreza en las calles de Managua, “bala a l@s manifestantes estudiantiles” y otras prácticas, gritan que algo allí no está funcionando como se supone de un gobierno de izquierda.