A lo anterior se suma que el clasismo, el arribismo, más el racismo, obstaculizan todo proceso de cambio y ajuste. De igual manera, el individualismo posesivo orientado exclusivamente a garantizar la propiedad privada, asumida como derecho, facilita la naturalización del egoísmo y la pulsión por acumular riqueza y poder. Así entonces, la discusión de asuntos públicos se reduce al encuentro de unos cuantos poderosos, que, anclados a su afán por enriquecerse a merced de los demás, lo que asegura la privatización de lo público y el empobrecimiento de la discusión de esos asuntos que deberían de ser comunes a todos.
Quizás el escenario que más da cuenta de la pobre discusión pública de asuntos públicos es el Congreso de la República, convertido de tiempo atrás en un nido clientelar al que llegan no a legislar para sacar adelante el país, sino a favorecer los intereses de poderosos particulares (conglomerados económicos, multinacionales y empresas grandes) que patrocinan las campañas de los congresistas.
Aquellos colombianos y colombianas que llegan al Congreso, patrocinados por empresarios no deberían de llamarse congresistas, sino lobistas con fuero. Resulta vergonzoso ver y escuchar al Representante a la Cámara por el Centro Democrático, Andrés Forero, en debate sobre la reforma a la salud que cursa en el legislativo, reconocer que su labor es “sabotear la discusión y que lo seguirá haciendo”. Forero no actúa como congresista, sino como lobista de las EPS.
La pobreza discursiva y argumentativa de Forero es evidente, lo que confirma que su presencia en el Congreso no está mediada por su interés de servirle a los colombianos, sino de cumplir con las órdenes que muy seguramente recibe de las empresas o sectores de poder que se oponen a que se reforme el sistema de salud. El mismo que está plagado de malas prácticas y de la perversa administración de los billonarios recursos que el Estado les entrega a las EPS.
El listado de congresistas que han demostrado total incapacidad discursiva es enorme, porque a esa corporación no llegan los mejores hombres y mujeres, sino los que estén dispuestos a defender a dentelladas los intereses corporativos de sus patrocinadores. Baste con nombrar a Miguel Polo Polo, un advenedizo sujeto con graves problemas identitarios y una evidente incapacidad propositiva y discursiva. Es básico, un homúnculo. El listado es largo.
Así las cosas, las mismas empresas que “donan” millonarias sumas de dinero a las campañas de congresistas le están restando legitimidad y viabilidad a la democracia, en la medida en que ponen en el legislativo a sus patrocinados, convertidos en vulgares lobistas y no en congresistas que deberían trabajar en pro de un desarrollo económico sostenible desde una perspectiva sistémica.
Aquellos legisladores que están hoy sentados en el Congreso para impedir que se hagan las reformas que el país necesita, incumplen el mandato constitucional que los acredita como congresistas, para convertirse en empleados obsecuentes de sus patrocinadores; en títeres de intereses sectoriales alejados de los de una sociedad con graves problemas de pobreza, inequidad y desempleo estructural.
Sin duda alguna, hay una relación sinuosa entre las grandes empresas y aquellos a los que les patrocinan sus campañas para llegar al Congreso, en la medida en que, por defender los intereses sectoriales, se evita legislar para favorecer a las grandes mayorías. Al final, desde el Congreso de la República, con el patrocinio de empresarios que posan de ser líderes y de construir país, se generan las condiciones para que Colombia siga siendo lo que es: un país rico, administrado por unos cuantos miserables.
Germán Ayala Osorio
Foto tomada de: El Tiempo
Deja un comentario