De esta manera el crecimiento en el primer semestre fue del 8.8%, lo que significa la posibilidad de llegar a la meta de un crecimiento anual entre el 6.5% y el 7%, esto compensaría la caída del PIB en el año 2020, dejándonos en una situación similar a diciembre de 2019. Si esto se da, serían dos años de pérdida de crecimiento económico, pero 20 años de pérdida de progresos sociales y distribución del ingreso. Esos son los efectos de una crisis y en especial si esta no ha sido adecuadamente trabajada
Por sectores, lo corrido del año muestra comportamientos positivos en todos los 12 grandes sectores de la economía, excepto en Minas y Canteras que tiene un decrecimiento del 5.1% explicado por el mal primer trimestre (menor producción en carbón). Ya en el segundo trimestre mostró resultados positivos. Los sectores de mayor crecimiento acumulado en el año son: Actividades Artísticas (38.5%); Industria manufacturera (18.2%), Comercio (15.7%). Todo esto es importante pero los análisis deben hacerse con cuidado ya que estos crecimientos corresponden a bases estadísticas que al segundo semestre del año pasado se habían bajado sustancialmente. Por ejemplo, en la industria manufacturera o en el Comercio aún no se supera el valor, en moneda, del segundo trimestre de 2019.
El sector Agropecuario, con un crecimiento acumulado año del 3.8%, sigue manteniendo una constante en la economía colombiana, mostrando así sus fortalezas internas que no son lo suficientemente aprovechadas por el país. Con políticas públicas más agresivas, el campo podría crecer a tasas cercanas al promedio de la economía, esto sería duplicar su actual crecimiento, aspecto que sería fundamental para la generación de ingresos, empleo y valor agregado.
De otro lado, se ha tenido también un aparente enroque accionario del MinHacienda a Ecopetrol de la propiedad de ISA, transacción que deja el sinsabor de una privatización, o por lo menos el camino expedito para continuar con ella, todo para buscar los recursos que nos lleven a cumplir las metas fiscales, que tan poco claras están, y a suplir las demandas de las calificadoras de riesgo continúan con la tendencia a quitarle el grado de inversión al país.
Igualmente se presentó una nueva reforma tributaria que intenta remediar los errores de la pasada, la misma que condujo a unos meses nefastos para la sociedad y la democracia, aunque parece que a la economía no la afectó en demasía. Pero solo serán recursos momentáneos, le quedará al próximo gobierno, de entrada, enfrentar un problema fiscal de enormes proporciones. Por falta de pactos sociales y fiscales, el país cada dos años se ve abocado a realizar una reforma tributaria.
Y la pregunta de moda ¿Y por qué está disparado el dólar? O lo contrario ¿qué pasa con el peso? Lo consecuente es que se estuviera generando inversión y con la llegada de divisas la moneda estuviera fortalecida; pero no, es la más débil de la región, solo superada por Venezuela. Desde diferentes espacios se generan explicaciones que tienen que ver con temas de las nuevas variantes del virus, hasta con el fortalecimiento de la economía de los Estados Unidos, pasando por el comportamiento de las materias primas. Ninguna de ellas descartable. Lo que si parece claro es que sin informaciones de pagos extras al exterior, por importaciones o remuneración a los factores de producción, lo que va quedando es una disposición de los agentes en el mercado, quienes pueden hacerlo claro está, a tener parte de sus activos (ahorros) en dólares, previendo, entre otras cosas, un aumento del riesgo político, esto se suma así a la mayor percepción de riesgo económico y fiscal que emiten las calificadoras.
Pero ¿de dónde es el riesgo político? Sencillo, somos un país que comenzó muy rápido la contienda electoral, y las estrategias del miedo se han vuelto a apoderar de los mercados, con expresiones como” si gana tal candidato o tendencia política la gente de bien se marchará del país con sus inversiones”. Flaco favor le hace a la economía, la misma de la que dicen marcha por la recuperación, una frágil, muy débil, recuperación, pero con estas expectativas tenderá a irse de nuevo a la baja. La inflación tenderá a subir, no como producto de una mayor actividad económica sino como el resultado de una mayor devaluación en un país que como el nuestro depende para su producción y consumo de bienes importados. Y esto repercute en un menor crecimiento, y en hacer más difícil aun la generación de nuevos puestos de trabajo.
A una población empobrecida por el modelo de desarrollo y agudizada por la pandemia, se suma la irresponsabilidad de quienes quieren seguir ostentando poder y privilegios aún a costa de la misma economía, del posible mejoramiento del empleo y del bienestar de las y los colombianos.
Jaime Alberto Rendón Acevedo, Director Centro de Estudios e Investigaciones Rurales (CEIR), Universidad de La Salle
Foto tomada de: Banco de la Republica
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