La polémica sobre el tratamiento de las personas mayores durante la pandemia del coronavirus ha tomado fuerza en países de Europa y América Latina bajo el título “la rebelión de las canas”. En Inglaterra la pretensión del gobierno de prolongar la cuarentena para las personas mayores hasta que haya una vacuna disponible al público, causó gran controversia. En España se han levantado masivamente voces de ira y protesta de los mayores ante la posibilidad de que se prolongue su confinamiento: “Creer que con la reclusión se nos cuida es un error, es mejor tomar un riesgo controlado para vivir con los demás que languidecer en una soledad desesperada”, “Que no se les ocurra, le recuerdo al presidente que nosotros también votamos”, “Nos quitarán años de vida si nos alargan la cuarentena”, son algunas de las reacciones recogidas en la prensa.
En Francia, el anuncio del presidente de que los mayores de 65 años seguirían encerrados en sus casas después del 11 de mayo, fecha inicial del desconfinamiento, suscitó el rechazo de médicos, intelectuales y abogados, cuestionando la decisión desde el punto de vista médico, ético y jurídico. La Academia de Medicina se pronunció contra la cuarentena por grupos de edad: “La tentación simplista de gestionar este episodio por grupos de edad y de imponer a los ancianos, en nombre de su propia protección, que permanezcan confinados, no es satisfactoria”. Y criticó la “amalgama” que hacen las autoridades entre los mayores y las personas con enfermedades crónicas.
En Argentina, el gobierno de Buenos Aires, dispuso que las personas mayores de 70 años deberían pedir permiso para salir. “Son medidas que, además de incómodas, denigran a los mayores”, “Esta restricción parece considerar a los mayores como un sector condenable de la sociedad, un sector que molesta”, “Nunca las prohibiciones de este tipo son buena idea, ésta es una medida absurda e impracticable”, fueron algunas de las reacciones de personalidades y organizaciones de derechos humanos. Entre tanto, tomó fuerza la consigna “Protección SI. Prisión domiciliaria NO”.
En Colombia el presidente Iván Duque decretó el Aislamiento Preventivo Obligatorio en todo el país desde el 17 de marzo. Entre las excepciones, autorizó a los mayores de 18 años salir a comprar víveres, ir al banco y otras actividades, pero al mismo tiempo dispuso el confinamiento total de las personas mayores de 70 años, éstas simplemente no pueden salir a la calle salvo casos de urgencia o fuerza mayor. Luego, el 21 de abril el gobierno nacional prolongó la cuarentena hasta el 11 de mayo, sin embargo flexibilizó las medidas al permitir que las personas de 18 a 59 años puedan salir a realizar actividad física bajo ciertas condiciones. De nuevo, de un plumazo, las personas mayores quedaron por fuera, aunque esta vez la exclusión comienza a los 60 años. El 05 de mayo el presidente prolongó otra vez el aislamiento, hasta el 25 de mayo, y dentro de las nuevas medidas abrió la puerta a los niños y adolescentes entre 6 y 17 años bajo ciertos protocolos, pero las personas mayores tendrán que permanecer tiempo completo “en el closet”.
Nadie duda que la cuarentena total de la población adulta mayor decretada por las autoridades, en medio de una crisis planetaria inédita, tiene el propósito de protegerla frente al Covid-19, dado que presenta el mayor número de fallecimientos, y además evitar la sobrecarga de los servicios sanitarios. Sin embargo, otras consideraciones deben ser tenidas en cuenta. Para los mayores permanecer encerrados tanto tiempo afecta sus articulaciones y su corazón en particular, y fragiliza su estado mental. Tanto más que no pocos de ellos viven la dura realidad de la soledad. Su confinamiento prolongado los debilita y deprime, más que a otros grupos poblacionales.
De otro lado, este tratamiento de encerrar a los mayores, léase enclaustrar, incuba en la sociedad un cierto ambiente de infantilización y subestimación hacia ellos, empezando por la expresión “los abuelitos” utilizada públicamente por algunos gobernantes, la cual fue retirada por las Naciones Unidas desde 2002[1] porque no todas las personas mayores son abuelos o abuelas, y porque nos devuelve a la mirada antigua de compasión y asistencialismo que hasta el siglo pasado se empleaba con la gente mayor. A diferencia de la mirada tradicional, como nos lo recordó Simone de Beauvoir cuando protestó contra la sociedad que trata a los viejos “como parias”, hoy la mirada es de derechos, la comunidad mayor no sólo es beneficiaria de programas sino titular de derechos.
Además, en las últimas décadas en el país y en el mundo, se ha producido un hecho importante en relación con el envejecimiento: la esperanza de vida ha aumentado, las personas mayores son más activas que antes, hacen más ejercicio, se cuidan más, se cultivan más y se ocupan más. Incluso hoy se habla de tercera y cuarta edad. Las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) les facilitan, a su vez, desarrollar proyectos personales, reciclarse y trabajar nuevos temas, socializar y participar en grupos. Los tiempos han cambiado, “los viejos” del siglo XXI no son los de antes.
No es gratuito entonces que con la cuarentena total muchas personas mayores se sientan inútiles, estigmatizadas y discriminadas, al tiempo que van perdiendo su salud y ven afectada su dignidad. Afortunadamente hace pocos días Ángela Merkel declaró “Encerrar a nuestros mayores como estrategia de salida a la normalidad es inaceptable desde el punto de vista ético y moral”. En Francia, Emmanuel Macron tuvo que rectificar, levantó la restricción. En Argentina las autoridades porteñas debieron retroceder, cambiaron la prohibición por recomendación. Y muchos gobiernos de los países más afectados por el coronavirus, como España, acaban de establecer horarios para que todos los grupos poblacionales, incluidos niños y mayores, puedan salir a la calle.
Mantener por un tiempo excesivo el encierro total de las personas mayores sin permitirles salir a la calle en ningún momento, tendrá consecuencias más negativas que positivas para su salud y autoestima. Por todas las razones anteriores, es de esperar que el presidente Duque y el gobierno nacional, al igual que los mandatarios regionales y locales, reflexionen e innoven en sus medidas, y encaucen su ánimo protector con un cambio de mirada hacia las personas mayores.
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[1] En la Segunda Asamblea Mundial sobre envejecimiento y vejez en Madrid-España
Mauricio Trujillo Uribe, Blog: https://agoradeldomingo.com
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