Este artículo comenzó por una conversación que sostuve con una médica general, quien me comentó que no había podido hacer su especialización porque no había logrado contactar a los calanchines que negocian cupos en la universidad privada y en la universidad pública a las que ella aspiraba a entrar para hacer su posgrado. Compañeros suyos lo lograron, pero no compartieron el contacto. Ella había logrado un ICFES bastante alto y sus entrevistas bastante buenas. Ella ha asistido a cuatro y aun no lo ha logrado. Luego conversé con otras personas. Por tanto, está es una historia de varios.
Los calanchines están en las universidades y son los intermediarios entre el aspirante y los que internamente asignan los cupos en las universidades.
Las tarifas dependen del grado de reputación de la institución universitaria. A mejor clasificadas, cupos más caros que pueden alcanzar y superar los quince millones de pesos. A menor clasificación, cupos más baratos a partir de los cinco millones de pesos.
¿Por qué está centrado el negocio en el ingreso a estudiar medicina? Porque es la carrera que exige los más altos puntajes del ICFES. Entonces, hay aspirantes que no tuvieron los mejores resultados por la regular o mala calidad del bachillerato, y buscan la manera de acceder a estudiar lo que quieren a como dé lugar. De esta manera, se genera otro negocio: los Institutos de Pre-Icfes, que cobran muy caro, hacen una buena preparación, y garantizan el cupo, por supuesto, el aspirante también debe pagar el cupo para ingresar al pregrado.
Así las cosas, un estudiante puede pagar entre uno y cinco millones por el Pre-Icfes; de cinco a quince millones o más para ingresar al pregrado; más lo que cueste la matrícula del semestre.
En consecuencia, los estudiantes ricos no pagan el Pre-Icfes porque vienen de los mejores colegios. Ahí se genera una situación de desventaja y de inequidad en el acceso, que amplía las brechas de desigualdad porque el que menos plata tiene, paga más. ¿Dónde está la clase dirigente y el Estado con su sistema de educación y los organismos de control y de justicia para atacar esta otra desigualdad y otro tipo más de corrupción?
Ahora bien. El estudiante de medicina que paga un mayor o un menor peaje, al final obtiene el título de médico general y cae en las redes del sistema de salud. Si no logra especializarse, se queda en el nivel inferior de los profesionales que prestan el servicio, donde uno de los espacios de trabajo son cierto tipo de IPS – distintas a clínicas y hospitales de alto nivel -, donde se desata otro problema: el sistema discrimina la calidad de los servicios según la contribución del usuario al sistema. Los pacientes con más ingresos tienen acceso a más servicios. En todo caso, la IPS les advierte a los médicos sobre la cantidad de exámenes y de especialistas a los que pueden acceder los pacientes. A menor contribución, menos exámenes y consultas. Y si es de muy bajos recursos, queda en manos del doctor Ibuprofeno y de quien lo llevará a la eternidad. Dicho lo anterior, el médico no puede actuar con todos sus conocimientos, y corre el riesgo de quedar como un mal o regular profesional, a pesar de que siempre advierte “no le garantizo X o Y exámen o tratamiento porque no sé si me lo aprueben”. Al final, sólo aplican una parte de sus conocimientos y no todos porque el sistema no piensa así, dado que piensa en los costos, en la utilidad y en la factura.
Por eso hay médicos generales muy buenos que trabajan como independientes, cuyos tratamientos y diagnósticos son muy acertados y terminan coincidiendo con el especialista. Y médicos generales vinculados a un tipo de IPS que parece que no fueran tan buenos, por las razones atrás comentadas. Adicionalmente, sus salarios son regulares o malos, y en muchas partes tienen que sufrir el no pago oportuno de sus servicios. De esta manera, la salud preventiva arranca con problemas estructurales en la base del sistema.
Hay una especie de clases socio económicas en el sistema con aquellos profesionales de más calidad y recursos económicos, que se convierten en personas de muy altos ingresos (lo cual no está mal) y son dueños o socios de importantes IPS (lo cual tampoco está mal), pero lo que sí está mal es que alimentan el sistema de inequidad y afectan la calidad porque al final concentran la masa más grande de pacientes de las EPS.
Adicionalmente, el éxito profesional de los médicos tiene un impacto negativo en la educación porque muchas de las mejores inteligencias no dictan clases porque ganan menos que en los consultorios. En síntesis, corrupción en el acceso a educación. Calidad en el servicio según lo que pague el contribuyente. Menor calidad de la educación por malas prácticas en el acceso y porque algunas de las mejores cabezas prefieren la acumulación a la formación. En muchas ciudades faltan especialistas. A veces sólo hay uno o dos para ciudades y territorios con más de 500.000 habitantes. Un perfecto círculo perverso. La víctima el paciente. El estado ausente. Es otra consecuencia de la ley 100.
Así las cosas, es deseable que el esquema de salud preventiva que impulsará el nuevo gobierno, sea fuente de oportunidades para todo el personal médico: más espacios de trabajo, leal competencia, mejores salarios y mejores servicios a la ciudadanía.
Jaime Acosta Puertas
Foto tomada de: Foto tomada de DarkoStojanovic/Pixabay
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