Desde esta mirada, en Colombia no basta con decir que la fórmula es defender la Amazonía y los sumideros de gases de efecto invernadero, descarbonizar, promover las energías renovables y las fórmulas del panel intergubernamental de expertos del cambio climático (IPCC). Si no se sustentan las estrategias en análisis de la complejidad del problema se puede caer en la trampa de las transiciones “verdes” que responden ante todo a los intereses de las potencias contaminantes.
En cada una de esas variables hay alternativas que responden a los intereses en juego que promueven multinacionales, países con apetitos energéticos, de recursos naturales y biodiversidad y, de otro lado, pueblos vulnerados y Estados históricamente subordinados. En nombre de la defensa de la Amazonía se enfrentan proyectos de negocios de bonos de carbón, patentes de obtentores vegetales, pervivencia de pueblos, control del agua y de otros recursos estratégicos. Los caminos y tiempos de la descarbonización son otro cuadrante de integrales. El futuro de un mundo con energías renovables es otra disputa entre los poderes viejos y emergentes. El IPCC alerta sobre la crisis y las catástrofes, pero no toca los intereses de los dueños del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y de la globalización.
Se ha hablado de crisis climática, crisis socioambiental o socioecológica, buscando la mejor aproximación a una idea de crisis de sistema o de totalidad planetaria. Los conceptos orientadores buscan indicar que lo que ha entrado en crisis son las relaciones de interdependencia, articulación, movimiento y metabolismo de los sistemas vivos e inertes del planeta tierra. Por eso es más sintético y complejo hablar de crisis ecológica global. Se supone que el desajuste entre sistemas está acompañado de colapsos parciales en cada uno de ellos, de manera desigual autorregresiva.
El calentamiento global fue identificado como el primer signo del desequilibrio entrópico, como resultado de la expansión del sistema capitalista basado en la energía fósil y en la depredación de los recursos naturales. La saturación de gases de efecto invernadero ha modificado la relación del planeta con el sol hasta el punto de producir acumulación de calor y aumento de temperatura en el mar y en todos los continentes. El cambio de los ecosistemas los lleva a puntos cada vez más alejados del equilibrio relativo de las épocas preindustriales, y modifica radicalmente las condiciones de vida de las especies, incluida la especie humana que es la que, con sus relaciones dominantes, determina los cambios al borde del caos.
Lo que se ha mal llamado crisis climática es una crisis, anidada en el desequilibrio extremo de economías y relaciones sociopolíticas, que se mueve hacia un punto de ruptura con el avance de la globalización y su dinámica de hiper consumo concentrado en minorías, que conlleva el desperdicio de energía, la depredación del medio natural, de grupos sociales y pueblos relegados al sacrificio.
Esa mal llamada crisis climática puede abrir un siglo de catástrofe socioambiental, crisis de sistemas que necesita las guerras y un nuevo reparto planetario para su reproducción. Es la crisis de paradigmas de sociedad y del conocimiento científico como base del progreso. Estas crisis demarcan otras y entre ellas la crisis de la energía y de las transiciones hegemónicas “verdes”.
Otra falacia es la idea de que se trata de una crisis antrópica pretendiendo adjudicar a la humanidad en general la responsabilidad del calentamiento global. Con está abstracción, cuando es despojada de sus contradicciones y desigualdades, se llega a interpretaciones que ocultan la determinación y responsabilidad que le cabe a los poderes hegemónicos del capitalismo fósil adicto, en todas sus formas. La tesis del Antropoceno no puede ocultar que el chock del capitalismo ha pasado de ser una relación al interior de la humanidad para abarcar también el antagonismo entre la acumulación – con despilfarro e inequidad – y la existencia de la vida en el planeta.
Con una banalización de la humanización de la naturaleza se puede oscurecer el análisis de los determinantes de la policrisis, que ubican la responsabilidad de las potencias económicas y militares que dominan la globalización y que se conformaron como tales sobre la base del reparto colonial hasta el siglo XX, el neocolonial en la mitad siglo pasado y el cruce de milenios, y en el control oligopólico de la revolución científica – digital, computacional y biotecnológica – en el siglo XXI.
La paradoja se revela cuando se constata que en la fase de mayor expansión y globalización capitalista se globalizan las epidemias y se multiplica la extinción de especies. Cuando el capitalismo cubre todos los continentes, incluida China, se producen los mayores extremos entre la abundancia y la escasez, entre el despilfarro y la inequidad, entre la técnica revolucionada y la obsolescencia programada, entre los descubrimientos científicos y, de otro lado, la multiplicación de la ignorancia y la enajenación del conocimiento para la mayoría de los pueblos del planeta.
Colombia, como los países de Latinoamérica, está inmersa en la crisis ecológica global como parte subordinada y vulnerada por las potencias contaminantes. Las matrices que determinan el lugar y la contribución de Colombia a esa crisis sistémica son tan poderosas que solo podrán ser modificadas desde una alianza internacional disruptiva y desde una estrategia dirigida a cambiar paradigmas.
En el escenario internacional cobran fuerza los movimientos sociales y el pensamiento crítico de la civilización fósil adicta. Pero, en la fase actual tienen más iniciativa los reacomodos desde las potencias contaminantes que, ante la evidencia de la crisis ecológica, buscan liderar las respuestas y reorganizar los portafolios para darle nombre de acción climática y transición energética a una combinación de “extractivismo verde” con nuevo reparto de fuentes tradicionales de energía fósil.
Camilo González Posso, Presidente de Indepaz
Foto tomada de: Valor Analitik
Deja un comentario