Entre crisis orgánicas
Hace algo más de un siglo, en 1918, la modernidad que apenas salía de la devastadora tragedia de la gran guerra, fue conmovida por una pandemia que tuvo sus orígenes furtivos en los Estados Unidos. Fue también el tiempo del fallido proyecto de la Sociedad de las Naciones, promovida por el liberal racista Woodrow Wilson.
Aquel virus se expandió con ferocidad por la península Ibérica y el resto del orbe. Hasta hacerse célebre con engañosa tristeza como “grippe española”, cegó millones de vidas. Mientras tanto el sistema capitalista salía mal de la crisis, con las sanciones impuestas en Versalles; y en lo político pasaba de la estrategia de guerra permanente que había orientado la disposición revolucionaria de comunistas, liberales y anarquistas desde 1848, a una nueva, la guerra de posiciones política.
Pronto Europa cayó en la febril somnolencia de los fabulosos “años 20”, que marcharía con derroche de energía, estupefacientes y cine monumental, al colapso financiero primero, y político después, que encadenó al mundo a un desastre humano mayor, la II Guerra Mundial.
Después de haber experimentado Rusia la revolución democrática y socialista que derrocó a la autocracia de los Romanov, durante aquellos 10 días que estremecieron al mundo, según lo escribiera John Reed, muerto también víctima de la enfermedad en el teatro de aquellos acontecimientos, lejos de su tierra. Luego, en octubre de 1929, el crack de New York.
En pocos días, el lujo y el derroche fabuloso de riqueza y productividad humana, luego de una breve recuperación de 10 años, condujo a la depresión del joven sistema capitalista que encontró de modo bestial el límite a la “libre competencia”, y a los dictados de la así llamada “mano invisible”, en parte novelada en La riqueza de las naciones.
Un excurso teórico y metodológico necesario
Con esta vuelta al siglo pasado del sistema capitalista, afectado en aquella oportunidad por una crisis orgánica de larga duración, que había arrancado de las postrimerías del siglo XIX, regresamos al presente en compañía de un lúcido analista del preámbulo de aquel desastre de la II Guerra Mundial. Hablo claro está, de Antonio Gramsci, líder y pensador político que cito in extenso en el epígrafe.
La intención es compartir un análisis de coyuntura, que lee las cosas desde el Sur latinoamericano. Basándome, en lo posible, en un ejemplo de epistemología de ruptura, que inspira el trabajo für ewig, que el sardo pergeñó con voluntad de hierro en un prolongado y asesino encierro en Turi, Bari.
A la vez, dialogamos de otra manera con Boaventura de Sousa Santos, en el trámite perturbador de la posmodernidad europea que lo hizo reconducir sus primeros estudios, para mirar ahora en dirección contraria, a la que para Colombia recomendó el presidente gramático, Marco Fidel Suárez.
MIGUEL ANGEL HERRERA ZGAIB, PhD, Director Grupo Presidencialismo y Participación, Unijus/Colciencias. Director Revista Pensamiento de Ruptura, IGS-Colombia.
Foto tomada de: https://psicologiaymente.com/
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