Hacia 1830 en la Europa occidental se inicia la crisis definitiva de lo mejor de la economía burguesa: “Las campanas sonaron a muerto por la economía burguesa científica. Ya no se trataba de si este o aquel teorema era verdadero, sino de si al capital le resultaba útil o perjudicial, cómodo o incómodo, de si contravenía o no las ordenanzas policiales. Los espadachines a sueldo sustituyeron a la investigación desinteresada y la mala consciencia y las ruines intenciones de la apologética ocuparon el sitial de la investigación científica sin prejuicios”, sintetiza Karl Marx en el volumen uno de El Capital.
De cara el 2030, los cultores de esta economía, parecen no advertir que ya han transcurrido dos siglos en que piensan, escriben, editan textos en un campo completamente alejado del análisis científico y dominado por ideas y construcciones cada vez más vulgares, hasta convertirse en repugnantes libelos ideológicos en defensa del capital y la esclavitud asalariada de los trabajadores. Pero, eso sí, con títulos rimbombantes y contenidos mentirosos, a los que le conceden loas execrables por parte de las pandillas de “escribas” empleados por el capital en universidades e instituciones de investigación, incluso gubernamentales, cuyo fin, consciente o no, es el embrutecimiento de alumnos, investigadores y funcionarios.
De una manera puramente descriptiva se pueden señalar varias etapas de “involución” de la economía burguesa a partir de aquel año señalado por Marx.
Difusión-disolución de la economía de David Ricardo en manos de sus sucesores inmediatos, entro los que se destacan Ramsey Mc Culloch; William Nassau-Senior; Samuel Bailey; R. Torrens; James Mill. Durante esta etapa surgió simultáneamente una oposición “socialista” utópica a Ricardo sobre sus propias ideas en nombres como T. Hodgskin; William Thompson; T. R. Edmonds; John F. Bray; muy críticos y rigurosos pero que luego quedarán eclipsados por la obra de Marx.
En la década de 1870 aparecerá una supuesta reformulación y “superación” de Ricardo: W. Stanley Jevons; León Marie Esprit Walras; Karl Menger, que dará lugar al nacimiento de la escuela neoclásica, más conocida como marginalismo, por introducir el cálculo matemático para explicar la conducta de los consumidores y de las empresas en el mercado bajo la expresión de costo marginal e ingreso marginal, y que habrá de encontrar su exposición más conocida y difundida en la exposición de Alfred Marshall en sus “Principios de Economía”, en la que hacía su presentación la Microeconomía.
En esta época aparece en Austria la variante austríaca teniendo en E. von Böhm Bawerk su representante más eminente y más serio, al menos en su denodado esfuerzo por demoler la teoría económica de Marx. Es un pequeño grupo de enardecidos defensores de la explotación obrera por los capitalistas tan o más ciegos aún que los neoclásicos ingleses.
Esta economía burguesa neoclásica que domina toda la producción económica desde el Siglo XIX, encontrará en el Siglo XX un crítico de notable talla analítica que señalará algunas “inconsistencias” en su estructura. Se trata de John Maynard Keynes: “Sostendré que los postulados de la teoría clásica (NdA: él llamaba así a la escuela neoclásica) sólo son aplicables a un caso especial, y no en general, porque las condiciones que supone son un caso extremo de todas las posiciones posibles de equilibrio. Más aún, las características del caso especial supuesto por la teoría clásica no son las de la sociedad económica en que hoy vivimos, razón por la que sus enseñanzas engañan y son desastrosas si intentamos aplicarlas a los hechos reales”.
Cuando Keynes se refiere a que “el caso especial supuesto por la teoría clásica no son las de la sociedad económica en que hoy vivimos”, está advirtiendo, en 1935, que el capitalismo occidental ya había dejado atrás la etapa competitiva y las que dominan son las corporaciones monopolistas. Por tanto, dominio del gran capital que daba lugar a coaliciones, rivalidades y crisis, en el mercado mundial. Con él nació lo que aún hoy se conoce como Macroeconomía.
La actividad crítica teórica de Keynes desencadenó un público debate entre quienes seguían sus ideas (J. Robinson; M. Kalecki, Roy F. Harrod, entre otros) pero le creó también una indignada ola de enemigos, como su propio amigo personal D. Robertson, John R. Hicks, el gran deformador de su teoría que fue aceptada como el keynesianismo puro en todo el mundo, cuando lo que hizo fue “encorsetar” a Keynes en la vieja y estéril economía “neoclásica”.
Esta versión se difundió en los EE.UU. por parte de Alvin Hansen y Paul A. Samuelson como exponentes conspicuos del “keynesianismo bastardo” pero que para ellos era el Keynes auténtico. A esta lista de oposición se sumaron los representantes de la escuela austríaca de aquella época: Ludwig von Mises; su discípulo Frederich Hayek, entre otros, desplegando un furioso antikeynesianismo que dura hasta hoy.
Un caso especial presenta la elaboración teórica de Piero Sraffa de 1960. Su obra económica recuperó la labor fisiocrática-ricardiana y con ella demostró la inconsistencia de la lógica marginalista al dejar de lado todo enfoque en términos de equilibrio de demanda y oferta así como también de rendimientos constantes en todas las ramas buscando servir de base a la crítica de tal teoría, como lo afirma en el Prefacio de su Producción de mercancías por medio de mercancías.
Y si bien no superó el horizonte de la economía burguesa, se apartó también del camino elegido por Keynes y hoy es la formulación más seria y honesta del pensamiento crítico institucional. Samuelson se rindió ante esta teoría, pero creyéndola como la superación de la teoría de Marx y no del neoclasicismo marginalista. Sraffa nunca estuvo de acuerdo con esta opinión. La teoría sraffiana encuentra enormes resistencias en ser enseñada y difundida en la mayoría de las universidades de los Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Alemania porque es considerada muy peligrosa para el statu-quo académico burgués que defiende el disparate doctrinario marginalista.
Por parte de la escuela neoclásica ortodoxa se generaron también variantes cada una de ellas más reaccionaria que las otras: el monetarismo de M. Friedman; la economía de las “expectativas racionales” de Robert Lucas, y Gary Becker y su concepción del capital humano; la denominada economic supply side (Economía del lado de la oferta) de 1980 en adelante, fue sólo una engañosa etiqueta para el contenido vulgar monetarista anti-keynesiano ya conocido.
Como puede apreciar el lector, la economía burguesa vulgar fue toda una fuente que originó la más variopinta de corrientes, construcciones, formulaciones y modas que de seriedad analítica no tenían (ni tienen) absolutamente nada y muchísimo menos de razonamiento científico.
La escuela austríaca
Las características fundamentales de esta autodenominada “escuela” son las siguientes:
*Propiedad privada: El fundamento de las acciones económicas reside en la propiedad privada de los individuos que producen y comercializan. Todo obstáculo, toda traba, toda legislación obstructiva, va contra la “ley” natural en la acción de los individuos que son quienes generan la riqueza personal y social.
*Teoría subjetiva del valor de las mercancías: El valor de las mercancías está determinado por las necesidades, gustos, elecciones, etcétera. La explicación de la causa del valor de la producción mercantil poco a poco fue siendo abandonada siguiendo en esto al Pope Samuelson quien dictaminó que la Economía no tiene por qué partir de teoría del valor alguna, ya que lo que domina los intercambios son los precios y no los valores. En la actualidad, este dictamen se cumple cabalmente, la economía burguesa vulgar no se interesa más por la teoría del valor.
*Cálculo marginal: Costos e los ingresos, están determinados por la valoración de aquella que es la última unidad agregada o restada del total del capital invertido. Esto se ha convertido en un artículo de fe de toda esta economía burguesa vulgar en cualquier variante que se considere porque al haber desarrollado su modalidad matemática creen que dan a sus absurdas ideas una pátina de “cientificidad”. La escuela austríaca rechaza, no obstante, el uso intensivo y extensivo del razonamiento matemático.
*Costo de oportunidad: Es aquel que surge al hacer un examen de las “alternativas” de inversión y obtención de ganancias por parte de los “productores”, lo cual significa que se deben dejar a un lado aquellas oportunidades menos productivas ante otra que se considera superior y más atractiva.
*Libertad individual y mercados: Nada de Estado, ni controles, regulaciones, ni leyes coercitivas a la propiedad y coacción a la libertad de los propietarios.
*Individualismo metodológico: Los fenómenos económicos sólo pueden ser explicados a partir de las decisiones, preferencias, tendencias, etc. de los individuos como consumidores no por las instituciones, grupos o por colectividades. El socialismo es “anti-natural”.
*Individualismo político: Libertad política y económica de los propietarios en el uso de su propiedad, libre competencia, libre mercado para los participantes en la producción y el cambio de lo producido.
*Soberanía del consumidor: Es el actor principal en la determinación del equilibrio entre oferta y demanda en los mercados. Los productores deciden e invierten “libremente” viendo las señales que muestran los consumidores en los mercados para satisfacer sus necesidades y demandas, son una especie de “rehenes” de la demanda de consumo.
Muchas de estas características son comunes a la concepción “neoclásica” y a todas sus diversas variantes. La escuela austríaca, sin embargo, destaca primordialmente las características de propiedad, individuo, libertad y mercado, cual si se tratara de una profesión de fe que, en rigor, desfigura completamente los hechos reales económicos.
El libertario Rothbard y sus seguidores desarrollan un extremismo de furibunda ideología económico-política más apto para distraídos y enajenados, defendiendo como de “sentido común natural” lo que afirman con solemnidad para todo hombre supuestamente “desprejuiciado” de la barbarie del Estado, su casta burocrática, y de las coacciones e imposiciones a que da lugar las “instituciones artificiales” creadas en su torno para justificar privilegios de grupos en todas las esferas económica, política, social y jurídica.
Esta, larga, farragosa, falsa estructura de sonoros términos económicos, no es otra cosa que una espantosa pirueta mental para ocultar de lo que verdaderamente se trata: propietarios capitalistas explotadores de los trabajadores asalariados produciendo para apropiarse de lo producido socialmente de modo privado y proceder al proceso continuo de acumulación de capital, que es acumulación de lo robado a la clase que produce: la clase asalariada. Esta es la estructura social real y no las fantasiosas fábulas de neoclásicos, monetarista, austríacos y libertarios.
Como conclusión de lo que exponemos transcribo un fragmento de Marx sobre la economía burguesa vulgar que se adapta con justicia a la realidad del capital y de sus apologistas: “Los economistas vulgares – muy distintos de los investigadores económicos por nosotros criticados – traducen en realidad las ideas, los motivos, etc. de los exponentes de la producción capitalista cautivos de ella y en los que sólo se refleja su apariencia superficial. La traducen a su lenguaje doctrinario, pero desde el punto de vista de la clase dominante, del capitalista y, por tanto, no de un modo espontáneo y objetivo, sino de un modo apologético. La limitada y pedantesca manera de expresar las ideas vulgares que necesariamente brotan en los exponentes de este modo de producción es muy diferente de la aspiración que economistas como los fisiócratas, A. Smith o Ricardo sienten de captar la conexión interna de los fenómenos económicos” . ¡Todo dicho!
Deja un comentario