“Si quieres la felicidad, cree; si quieres la verdad busca” Nietzsche
En el 1968, los jóvenes encarnaban la esperanza, la utopía, la liberación, hoy para algunos sectores de la juventud, su vida esta signada por la angustia ante el presente y el futuro sin reales oportunidades para que se reconozca su potencial intelectual, imaginativo, productivo y puedan asumir y ser sujetos sociales constructores de desarrollo.
El liderazgo asumido por la juventud en el estadillo social como una expresión del paro nacional y como un reflejo de la desesperanza, manifestación de los problemas sociales generados por ciertas dinámicas sociales, contiendas políticas, disputas económicas, que construyeron una realidad marcada por la injusticia social, la marginalidad, el racismo, el desempleo, la corrupción y la ineficiencia administrativa; son el reflejo de una sociedad colombiana caracterizada por tener una institucionalidad pública construida históricamente sin participación de los diferentes actores sociales, actores que deberían intervenir en torno a la distribución y organización de bienes públicos diversos, que determinan la sociedad en la que se vive y que se reconocen en su singularidad.
Esta “realidad construida”, ha implicado la exclusión y marginalidad de sectores sociales -las minorías étnicas, las mujeres, los jóvenes, los ambientalistas, los defensores de los animales, LGTBIQ…, por su condición y posición de clase (económica y social) del ámbito político, de los llamados “beneficios del desarrollo”, lo que implica que por ausencia de políticas públicas que estén dirigidas a los grupos sociales con menos recursos sean estos los menos beneficiados.
Es en este contexto y época caracterizado por lo fugaz, por las transformaciones sociales, de cambio tecnológico, del imperio de las redes sociales, por el consumo superfluo, por una sociedad colombiana que margina y excluye, con un sistema de gobierno plutócrata, en medio de una pandemia que además contribuyó a la pauperización de la población (39.5% de la población colombiana en pobreza por ingresos y 30% en condiciones de vulnerabilidad, 17 millones de colombianos que sólo comen dos veces al día y 6 millones una sola vez), de un proyecto de reforma tributaria que grababa la canasta familiar, el proyecto 010 de salud para profundizar la privatización de los recursos públicos de la salud y aumentar la negación en la prestación de los servicios de salud y otras promesas gubernamentales incumplidas como la gratuidad en la educación superior fueron entre otros, los que generaron las movilizaciones y protestas sociales desde el 21 de noviembre del 2019 al 21 de febrero del 2020 y el paro nacional del 28 de abril del 2021 que duró más de dos meses y que marcó un hito histórico en las luchas sociales no visto desde el paro cívico de 1977 que duró 6 días.
Estallido social donde los jóvenes, los estudiantes, los NINI (ni estudian ni trabajan) las mujeres, los indígenas, los afro descendientes, los vendedores ambulantes, los obreros, maestros, salen a la calle a protestar, a movilizarse, expresando su temperamento de rebeldía y de lucha por sus derechos y por una vida digna, amparados en “Artículo 37. Toda parte del pueblo puede reunirse y manifestarse pública y pacíficamente. Sólo la ley podrá establecer de manera expresa los casos en los cuales se podrá limitar el ejercicio de este derecho. Constitución Política de Colombia 1991. Sin embargo, el gobierno no negocia y en una actitud soberbia e indolente responde con la fuerza pública generando múltiples violaciones a los derechos humanos.
Este resurgimiento de los grupos poblacionales, son expresiones de intereses particulares (sociales, económicos, políticos) con apuestas sobre la construcción social del Estado y la inclusión e integralidad a la sociedad. Estas expresiones que aún son considerados “marginales y minoritarias”, deben apostarle a la definición de plataformas políticas que posicione sus intereses estratégicos de clase y de generación.
Son estas expresiones de los grupos sociales, del movimiento social -sujeto social, protagonista del devenir histórico-, las que han encontrado en el Pacto Histórico respuestas, civilidad, respeto, benevolencia, simpatía, acogida, propuestas de política pública, de participación directa en los asuntos que les competen, en la toma de decisiones, de hacer parte del poder y del Estado; una política del amor como un valor en sí mismo que alimenta el cambio y genera esperanza de un vivir mejor.
Se consolida así, el Pacto Histórico como la fuerza política que lidera el debate público sobre el cumplimiento de los derechos de la ciudadanía, sobre los avances y limitaciones de la política pública y es aquí, donde se resalta la amplia participación y apoyo a través del sufragio universal en la segunda vuelta, de los jóvenes, mujeres, afros, indígenas y un sin número de ciudadanos y ciudadanas que hemos empezado a escribir la nueva historia del país y dar el paso para un nuevo gobierno, un gobierno de la esperanza y el cambio, de la inclusión para hacer realidad a una Colombia bien alimentada, con empleo, con salud y educación como derechos fundamentales, garante y respetuoso de todas las formas y especies de vida.
Son estos pasos que con inmensa alegría y gratitud con todas las personas que apoyaron y decidieron esta apuesta por un nuevo amanecer sin resentimiento, ni odio, sin venganza, ni envidia, ni miedo que desde la emoción transitamos a lo plácido para generar consensos y desarrollar las estrategias políticas del gobierno progresista donde fluye la vida y enrute al país por la senda del cambio social en donde se cultive la paz.
Luis Ángel Echeverri Isaza
Foto tomada de: El Tiempo
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