La caña de azúcar que monopoliza el paisaje del occidente del pais, con un verde monocromático y monótono, que anula por completo su rica biodiversidad, a lo largo y ancho de sus 240.000 hectáreas del valle geográfico del Rio Cauca-quizás la mayor muestra del mal uso del suelo en el pais- tiene una historia abominable: En el curso de 3000 años, la Saccharum officinalle L, pasó de ser una planta de huerto en Papúa Nueva Guinea, África, a un cultivo agroindustrial y global. Durante ese periodo cambiaron las Américas, África y Europa. El exótico junco fue una hacedora de fortuna y de esclavos y agente violento de aniquilación de culturas.
En la Española, Haití y República Dominicana, los tainos-una cultura arahuaca que habitaba estas islas antes de la llegada de Cristóbal Colón- fueron borrados de la faz de la tierra por la mortal combinación de trabajos forzados, dogmas religiosos y enfermedades importadas. Una vez establecido su valor en el mercado los terratenientes ibéricos y británicos de las Américas trajeron esclavos africanos para trabajar en los campos, instaurándose así el triángulo ominoso de la trata entre Gran Bretaña, África Occidental y el Caribe, uno de los capítulos más oscuros de la historia de la humanidad.
Sin el trabajo esclavo la producción económica del azúcar habría sido imposible. En Cándido, (1879) de Voltaire, un esclavo horrorizado resume la barbarie: “Cuando trabajamos en los ingenios de azúcar y nos coge un dedo la piedra del molino, nos cortan la mano; cuando intentamos escaparnos, nos cortan una pierna. Ambos casos me han sucedido. A ese precio se come azúcar en Europa”. Hoy el mundo se envenena con azúcar, un asesino silencioso. Mucho de las dificultades en los procesos de tierras en el marco de la reforma agraria impulsada por el gobierno en los departamentos del Valle y del Cauca hunde sus raíces en esa herencia ensangrentada.
Igual horror se puede decir del algodón, Saccharum oficinale L, la mata que generó la primera revolución industrial que unió en 1860 el Sur de los Estados Unidos y la Gran Bretaña y que, posteriormente, generó la Guerra de Secesión, (1861-1865) la primera guerra moderna que entrañó más de un millón de muertos. El algodón fue para el siglo XIX lo que el petróleo para el XX, el mayor producto de exportación de los Estados Unidos y la mercancía más valiosa y más ampliamente negociada del mundo.
El valor de los esclavos que se sacrificaban en las plantaciones seguía el precio de las pacas de algodón en los muelles de Liverpool. Los castigos reflejaban las fluctuaciones del precio en los mercados globales. La clave era el látigo. Un esclavo que terminaba el día con cinco libras menos de su cuota sentía el déficit en su espalda-cinco latigazos para compensar la pérdida. Una economía de la tortura.
El apacible té-Camellia sinensis L- y el apreciado café-Coffea arábica– fueron abominados por la iglesia y perseguidos por sultanes y emperadores hasta cuando se advirtió que los operarios en vez de consumir alcohol- que los inhabilitaba para el trabajo y la producción- estas dos aromáticas plantas los mantenían alertas, propiciándoles raros momentos de alivio y satisfacción.
Una taza de té se convirtió en el bálsamo para cualquier crisis, y el descanso para el café terminó por institucionalizarse en cada oficina corporativa, sede sindical, escuela, hospital, estación de bomberos o iglesia: una breve suspensión del trabajo les permitía a los empleados beber otras dosis de la droga con una regularidad previsible.
Como consecuencia, hoy no existe un mercado negro con precios extorsivos que pueda llevar a los bebedores de café y de té a la quiebra y conducir a los más desesperados entre ellos a vidas de crimen. Se doméstico y universalizó su uso.
Fue gracias a Jean Nicot que el tabaco-Nicotiana tabacum- fue aceptado en las cortes europeas, el primer lujo botánico que tuvo un mercado global y el primero en convertirse en una moneda universal. Históricamente el tabaco ha tenido estatus de panacea-una cura universal para todo-y se ha usado para tratar, desde la sicosis, hasta la sífilis.
Pero el único alivio universal permanente que ofrece el tabaco es la muerte, que a menudo es lenta, horrible, dolorosa y prolongada: Según un informe de la OMS de 2017, el tabaco mató 3.3 millones de consumidores y de personas expuestas al humo, así: 1.5 millones de personas murieron por enfermedades pulmonares, 1.2 lo hicieron por enfermedades respiratorias crónicas, 1.2 por cáncer traqueal, bronquial y pulmonar, 600.000 por infecciones respiratorias y tuberculosis y 60.000 menores de cinco años perecieron a causa del humo ajeno.
El Tabaco es el único producto de consumo legal que mata hasta la mitad de sus usuarios cuando se utiliza exactamente de acuerdo a las indicaciones del fabricante. En el mundo hay 1.300 millones de consumidores y las tabacaleras gastan en publicidad anual US$ 8.000 millones. Su derivación, el vapeo-ante la declinación del consumo sobre todo en los países industrializados- empieza a mostrar sus resultados mortales. 59 muertes en el país están asociadas a esta práctica. La nicotina es considerada una de las drogas más adictivas, más que la cocaína. Las multinacionales tabacaleras matan sin escrúpulos.
A causa de la Amapola, Opio, Papaver somniferum L que en la era pre analgésica era la única fuente para el alivio del dolor y que mantuvo un lugar de preeminencia en los textos médicos antiguos-El Canon de la medicina, de Avicena, por ejemplo- causó las dos guerras del opio (1839-1842 y 1856-1860) que despedazaron China por parte de Gran Bretaña, la mayor potencia económica y militar de la época, emergida en los albores de la primera revolución industrial que le dio preeminencia global.
En esta historia de plantas y de persecuciones absurdas, nosotros tenemos nuestra guerra desde que el presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, decretó en 1971, la guerra contra las drogas, en específico contra una planta noble con enormes propiedades medicinales, farmacéuticas y nutritivas e inscrita en la historia de los pueblos ancestrales andinos, la hoja de coca.
Su sucedáneo, la producción de cocaína, torció el destino del pais, por su ilegalidad, con la preminencia del narcotráfico en la vida nacional y que hoy complica en demasía los esfuerzos del gobierno en el logro de la paz total.
El narcotráfico corrompió desde muy temprano la justicia, la política y muchas actividades privadas. “El tráfico de cocaína rompió la tradición, las costumbres sociales, reestructuró la moral, el pensamiento y las expectativas”. La exportación de cocaína no solo transformó la realidad interna: también distorsiono las percepciones del mundo sobre el pais.
El auge de los carteles globales es incontrastable. La perseguida e ilusoria sustitución de cultivos es hija de la prohibición y de la estigmatización-la mata que mata- que no tendrá lugar ante el boom del negocio, igual que la ilusión de un mundo libre de drogas. Sectores productivos enteros legales se lucran de esta guerra inútil, involucrados en la cadena de valor del negocio, estimulado por la ilegalidad: el negocio de las armas, el sector financiero, el gran consumo. Pecunia non olet, el dinero no huele, decía Vespasiano.
El gobierno Biden anunció recientemente, como un gesto de gran magnanimidad, que iba a sacar la marihuana de la lista de drogas prohibidas en la legislación prohibicionista imperante en el globo auspiciada por el gobierno norteamericano. Y lo hacen ante la evidencia de que el sembradío y la comercialización de la cannabis se ha convertido en un gran negocio para los granjeros de su país al que la legalización de su uso les ha permitido un negocio floreciente y multimillonario, igual que para la industria farmacéutica que está cobrando los réditos de una transformación bioeconómica montada sobre los múltiples usos benéficos de la planta mágica.
Los esfuerzos del intrépido alemán de la Otra raya del tigre, Geo Von Lengerke, por encontrarle salida industriosa a la Qincona, La Quina de los Andes, en los caminos imposibles del Opón, y los recuentos laudatorios de la centenaria La Vorágine y de su autor, José Eustacio Rivera, en la selva amazónica de Brasil, Perú y Colombia-episodios de violencia inenarrables- a raíz de las bondades industriales de la Hevea brasiliensis Mull, el caucho, nos muestran, trágicamente a los colombianos, cómo seguimos aferrados a las bondades de la tierra y cuán lejos estamos del camino del conocimiento adelantado universal y de, como, atados a estereotipos coloniales, no aprovechamos las bondades de la biodiversidad que en nuestros territorios se expresan con largueza.
“Algunas de las plantas aquí reseñadas han cambiado paisajes, fomentado guerras y propiciado la esclavitud. Otras han servido como detonantes de avances tecnológicos, han expandido el conocimiento en medicina o simplemente han civilizado un poco más nuestras vidas. Sus efectos siguen siendo profundos y, a menudo impredecibles”.
* Fuentes: Stephen Harris, Plantas legendarias, 50 plantas que cambiaron el mundo, Rey Naranjo Editores, Bogotá, 2023; Wade, Davis, Bajo la superficie de las cosas. Ensayos y reflexiones sobre nuestro mundo. Editorial Planeta, Bogotá, 2024; Mauricio Nieto Olarte, Remedios para el imperio, Historia natural y la apropiación del mundo, Universidad de los Andes, Bogotá, 2000.
Fernando Guerra Rincón
Foto tomada de: El País
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