Que mientras el Presidente de la República se esfuerce a diario por predicar la necesidad de un cambio, a la manera de una letanía, cuya repetición cantada asegura la convicción, resulta insólito que la jefa del gabinete tenga una maleta con 150 millones de pesos en la casa; que esta valija le sea robada; que la funcionaria acuse a su niñera, a la que somete a la prueba del polígrafo en los sótanos de un inmueble oficial; una niñera cuyos teléfonos fueron “chuzados” por la policía; y a la que Armando Benedetti, el embajador en Venezuela transportaba en vuelos privados hasta Caracas. Se trata sin duda de episodios que configuran la sucesión de hechos rocambolescos; los cuales serían apenas extravagantes si no fueran a la vez delitos.
Es una manifestación, además, de lo que Norberto Bobbio llama el poder arcano, un ejercicio secreto, ese juego escondido de la política, a veces necesario. Pero que entre más lo sea, más peligroso resulta para el Estado de derecho y para la transparencia.
Con todo, lo peor ha venido después, con las grabaciones que subrepticiamente le fueran hechas a Benedetti; y en las que, en medio de procacidades, reclamos y chantajes, habla de un financiamiento ilegal de la campaña electoral de Petro; eso sí, sin presentar pruebas o indicios serios.
¿Ingobernabilidad?
De esta manera ha quedado abierta una coyuntura crítica en la que queda lesionado el crédito político del gobierno, cuando ya venía bajando sensiblemente la popularidad del Presidente, si se le cree a la última encuesta Invamer, en la que la opinión favorable al mandatario cae del 51% al 33%. Esta tendencia afecta su gobernabilidad, especialmente si a esa circunstancia se suma el colapso de la coalición mayoritaria en el Congreso, circunstancia de la cual no se derivan sino incertidumbres respecto de los proyectos de ley presentados por el ejecutivo para su aprobación parlamentaria, proyectos en los que están incluidas las reformas, laboral, pensional y de la salud, las mismas que sintetizarían el cambio prometido por Gustavo Petro.
Mentalidades
Esta coyuntura política de chantajes y querellas en el seno del gobierno del cambio, pone de manifiesto una línea de comportamientos equívocos y ambiguos, más allá del sello doctrinario que patente cada gobierno, cada partido o coalición. Es una línea de conducta en la que seguramente se reproducen prácticas y técnicas poco amigables con un sentido ético de lo público.
En la vida pública, concurren no solo la ideología y la política; también las mentalidades, una especie de sustrato cultural de largo aliento. Y en el escándalo que ha estallado parece haber una continuidad tanto en las élites tradicionales como en las alternativas, en ese campo de las mentalidades, roturado con las técnicas de cierta politiquería, aun si tales élites se distancian entre sí en lo que respecta a la perspectiva ideológica y a la orientación política.
Ricardo García Duarte
Foto tomada de: Cambio Colombia
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