Monedero[2] plantea una línea de acción que combina la revolución hacia el socialismo (aunque no lo dice explícitamente) con el reformismo. Dentro de esto defiende: a) la participación en las instituciones burguesas; b) la lucha en la calle junto con la lucha en los medios de comunicación; c) la lucha por las reformas como eje fundamental, con un objetivo de largo plazo de transformación revolucionaria. Le da especial importancia a la lucha ideológica y al desarrollo de medios de comunicación por parte de los trabajadores y sus organizaciones. Reitera la necesidad de la unidad política de todos los sectores de izquierda, algo en lo cual viene trabajando el Pacto Histórico. Igualmente, insiste en la necesidad de profundizar en el estudio serio de los distintos temas para no ser rehenes de las interpretaciones dominantes, algo en lo que no se destaca mucho el Pacto Histórico ni la Colombia Humana.
No se trata de algo nuevo. Son temas permanentes en el debate político de los partidos de los trabajadores y de la izquierda. Ya desde finales del siglo XIX Engels[3] consideró que la participación del partido social demócrata alemán en las elecciones en los distintos niveles de gobierno era conveniente como medio para medir la fuerza del partido y como espacio para promover y difundir la teoría y los enfoques políticos de los partidos promotores del socialismo. Así mismo, señalaba que la democracia formal burguesa era “peligrosa” para el propio capitalismo y mostraba cómo el partido socialdemócrata aparecía como defensor de las libertades burguesas frente a las acciones autoritarias y dictatoriales de los gobiernos capitalistas. No hay nada nuevo bajo el sol, lo que no quiere decir que no tenga relevancia ni sea pertinente.
Un punto clave es la unidad entre los partidos y movimientos que defienden los intereses de los trabajadores, aunque tengan diferencias en la interpretación de la realidad social y las líneas de acción. En la práctica en Colombia predomina la posición reformista y progresista que básicamente consiste en considerar que las causas principales de la situación de los trabajadores radican en el neoliberalismo y la gestión del Estado favorable a los intereses de los capitalistas. Teóricamente no se fundamentan en la teoría de Marx ni por tanto en El capital su obra principal, aunque utilicen algunos términos de este marco teórico y político. Consideran que es posible mejorar sustancialmente las condiciones de vida de los trabajadores en el marco del capitalismo e incluso algunos de ellos, como el presidente Petro piensan que es posible hacer reformas para establecer un capitalismo humano. Por tanto, son favorables a los intereses de los trabajadores pero no críticos del capitalismo sino de sus excesos y comportamientos inhumanos.
La posición revolucionaria, en el sentido de promover la supresión de la relación asalariada y avanzar hacia el comunismo, no tiene mayor peso político actualmente en Colombia. Como dice Néstor Kohan[4], el socialismo no está a la orden del día. Salvo el Partido Comunista y el Partido Comunes más algún otro movimiento marginal, ningún otro partido de los trabajadores afirma que se fundamenta teóricamente en Marx.
En la práctica ya se dio la unión de estos partidos con los reformistas en el Pacto Histórico. Pero parecer ser más una adhesión en la cual renuncian a hacer análisis marxistas en el Congreso y otras instituciones y prácticamente no hablan nunca de socialismo. No siguen las orientaciones de Engels sobre las ventajas de participar en la gestión del Estado capitalista y por tanto no hay un proceso político de formación de los trabajadores.
Monedero invitó en el evento de Armenia a estudiar seriamente los distintos temas. Recomendó, por ejemplo, aprender los conceptos que permitan entender la situación laboral de los trabajadores, las largas jornadas y la explotación. Sin embargo, aunque se comparó con el Che Guevara, en ningún momento mencionó a Marx ni a El capital, el texto más importante para comprender la explotación en el capitalismo. Lenin tenía muy claro que la propaganda política debería basarse en El capital, parece que Monedero no. Me parece que el predominio de la posición reformista y progresista implica el riesgo de renunciar a avanzar en la posición que propone la supresión del capitalismo.
En el ejercicio práctico de gobierno los partidos progresistas y de izquierda dentro del capitalismo enfrentan la imposibilidad de “resolver los problemas” de los trabajadores. Se pueden lograr avances en algunos aspectos (alimentación y nutrición, educación, salud, vivienda, etc.) pero en general se trata de paños de agua tibia. Se incide sobre algunos efectos sin tocar las causas. Los temas esenciales como el empleo, el nivel de ingresos, el acceso a la propiedad, la reducción de la desigualdad en la riqueza son asuntos en los cuales no se logran resultados significativos.
Son situaciones que no pueden resolverse a pesar de la buena voluntad de ciertos gobiernos. Los gobiernos progresistas se enfrentan al problema insoluble de resolver la situación de los trabajadores dirigiendo un Estado capitalista en una sociedad capitalista cuyas tendencias inherentes apuntan en el sentido contrario.
La consecuencia es que en términos generales se genera insatisfacción y descontento de los trabajadores que no ven satisfechas sus expectativas lo que puede conducir al retorno de gobiernos de derecha y de extrema derecha. Y no se avanza o se avanza muy poco en la educación y formación de los trabajadores con respecto a la naturaleza y límites del capitalismo.
¿Esto significa que no deban realizarse políticas y acciones para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores en el marco de la sociedad capitalista? No: los trabajadores deben luchar por el mejoramiento de sus salarios y las condiciones de trabajo.
“Estas pocas indicaciones bastarán para poner de relieve que el propio desarrollo de la moderna industria contribuye por fuerza a inclinar la balanza cada vez más en favor del capitalista y en contra del obrero, y que, como consecuencia de esto, la tendencia general de la producción capitalista no es a elevar el nivel medio de los salarios, sino, por el contrario, a hacerlo bajar, o sea, a empujar más o menos el valor del trabajo a su límite mínimo. Siendo tal la tendencia de las cosas en este sistema, ¿quiere esto decir que la clase obrera deba renunciar a defenderse contra las usurpaciones del capital y cejar en sus esfuerzos para aprovechar todas las posibilidades que se le ofrezcan para mejorar temporalmente su situación? Si lo hiciese, veríase degradada en una masa uniforme de hombres desgraciados y quebrantados, sin salvación posible. Creo haber demostrado que las luchas de la clase obrera por el nivel de los salarios son episodios inseparables de todo el sistema del trabajo asalariado, que en el 99 por 100 de los casos sus esfuerzos por elevar los salarios no son más que esfuerzos dirigidos a mantener en pie el valor dado del trabajo, y que la necesidad de forcejar con el capitalista acerca de su precio va unida a la situación del obrero, que le obliga a venderse a sí mismo como una mercancía. Si en sus conflictos diarios con el capital cediesen cobardemente, se descalificarían sin duda para emprender movimientos de mayor envergadura.”[5]
Pero no deben limitarse a esto. Ya lo planteó en forma muy clara y sencilla, en Salario, precio y ganancia, Marx en 1865: los trabajadores en lugar de la consigna por un salario justo deben inscribir en sus banderas por la abolición del trabajo asalariado; pero esto no implica abandonar la lucha por un mejor salario.
“Al mismo tiempo, y aun prescindiendo por completo del esclavizamiento (sic) general que entraña el sistema del trabajo asalariado, la clase obrera no debe exagerar a sus propios ojos el resultado final de estas luchas diarias. No debe olvidar que lucha contra los efectos, pero no contra las causas de estos efectos; que lo que hace es contener el movimiento descendente, pero no cambiar su dirección; que aplica paliativos, pero no cura la enfermedad. No debe, por tanto, entregarse por entero a esta inevitable lucha guerrillera, continuamente provocada por los abusos incesantes del capital o por las fluctuaciones del mercado. Debe comprender que el sistema actual, aun con todas las miserias que vuelca sobre ella, engendra simultáneamente las condiciones materiales y las formas sociales necesarias para la reconstrucción económica de la sociedad. En vez del lema conservador de “¡Un salario justo por una jornada de trabajo justa!”, deberá inscribir en su bandera esta consigna revolucionaria: “¡Abolición del sistema del trabajo asalariado!””
Es necesario también luchar por mejorar los ingresos y condiciones de vida a partir de acciones estatales como transferencias monetarias, prestación subsidiada de servicios de educación, salud, agua potable, alcantarillado y energía, alimentación y nutrición, acceso a la vivienda, etc. Todas estas acciones contribuyen a que mejore el ingreso real de los trabajadores (tanto asalariados como por cuenta propia) y efectivamente se pueden lograr resultados significativos, sobre lo cual hay muchos ejemplos. Entre ellos recientemente el gobierno de Morena con la presidencia de Andrés Manuel López Obrador en México, o las diferentes acciones del alcalde Jadue, comunista, en el municipio de Recoleta en Chile, incluyendo la reducción de los precios de los medicamentos. En su famoso estudio sobre el capital social “Para que la democracia funcione”, Robert Putnam al examinar el mejor desempeño estatal en algunas regiones y municipios en Italia se encontró con una variable que no había contemplado inicialmente en su marco teórico: la gestión de alcaldes comunistas. Los presidentes, gobernadores y alcaldes progresistas pueden lograr resultados favorables a los trabajadores, pero esto no cura la enfermedad. Política e ideológicamente deberían plantear con claridad los límites de estas acciones y la necesidad de suprimir la relación asalariada.
No establecer una distinción clara en términos teóricos y políticos conduce a que en ciertos aspectos los gobiernos progresistas se parezcan bastante a gobiernos tradicionales e incluso de derecha. Tanto en el plan de desarrollo de Petro, como en el de Fico Gutiérrez en Medellín y Galán en Bogotá hay programas para reducir el hambre. Y en todos estos gobiernos hay acciones para mejorar el acceso a servicios de salud, educación, agua potable, vivienda, etc.
Los gobiernos progresistas y de izquierda tienden a caracterizar la realidad capitalista como una injusticia por lo cual su bandera es la justicia social o el salario justo. Esta es una interpretación inadecuada del capitalismo que no contribuye a su comprensión y refuerza la utopía de resolver los “problemas” en el marco del capitalismo. Es evidente que no estudiaron o no comparten la crítica de Marx a los socialistas utópicos y en particular la crítica acérrima a Proudhon. De justicia social habla también el papa Francisco y buena parte de la clase media y de sectores de la burguesía.
El capitalismo es el problema. Todos los supuestos “problemas” bajos ingresos, desempleo, miseria y pobreza, carencia de propiedad, desigualdad, etc., son resultados inherentes e inevitables del capitalismo. Son manifestaciones de la enfermedad, sus efectos. No hay solución a estos “estos problemas” mientras exista el trabajo asalariado.
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[1] https://www.sur.org.co/en-la-lucha-de-clases-en-que-bando-esta-la-silla-vacia/
[2] https://www.youtube.com/watch?v=H07dkOPpk5k
[3] https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/francia/francia1.htm
[4] Kohan, Néstor (2024), https://www.youtube.com/watch?v=zuWMyIpKHEs&t=2019s, 9 de febrero de 2024; https://www.youtube.com/watch?v=uWBBDL9ZiGA&t=3063s
[5] https://www.marxists.org/espanol/m-e/1860s/65-salar.htm#xiv
Alberto Maldonado Copello
Foto tomada de: Radio Nacional de Colombia
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