¿Cuál es el diagnóstico?
Señala que la economía estadounidense le está fallando a sus ciudadanos, dado que se ha producido una reducción de los salarios reales y un incremento de la desigualdad, pero que no estamos condenados a vivir en esta situación dado que existe una alternativa: el capitalismo progresista. Considera que es posible canalizar el poder del mercado y ponerlo al servicio de la sociedad: “el capitalismo progresista nos ofrece una opción para salir del lodazal y mejorar la calidad de vida de la población”. Recuerda que dentro del capitalismo se mejoró históricamente la calidad de vida debido al desarrollo científico y a los avances en la organización social, mediante instituciones como el Estado de derecho y las democracias con controles y contrapesos. Afirma que Estados Unidos creó la primera sociedad con una verdadera clase media lo que a juicio evidencia que lo que ya se hizo en el pasado puede repetirse.
¿Qué ha pasado entonces? ¿Cuál es la causa de la terrible situación en que nos encontramos, se pregunta Stiglitz? Y da varias respuestas. En primer lugar “nos encontramos en esta terrible situación porque olvidamos que la verdadera fuente de la riqueza de una nación es la creatividad y la innovación de su gente.” Señala a continuación que solo hay dos formas de hacernos ricos, aportar al conjunto de la economía del país o apropiarnos de una tajada más grande de la economía al explotar a otros, por ejemplo, si abusamos del poder del mercado o aprovechamos algunas ventajas por tener acceso a información privilegiada. Y añade, “confundimos el trabajo arduo que crea riqueza con acciones para arrebatarles recursos a otros” y “demasiados jóvenes talentosos prefirieron hacerse ricos lo más rápido posible”. Esta primera explicación se refiere a un sujeto indeterminado, responsable de la situación dado que no precisa quiénes somos los que olvidamos la verdadera fuente de riqueza o quiénes confundimos el trabajo arduo con el dinero fácil.
En segundo lugar, señala como responsables a los mercados, recordando por sí mismos no nos protegen de algunos de los riesgos más importantes que enfrentamos, como el desempleo y la incapacidad, no proporcionan de manera eficaz pensiones, no nos protegen de la inflación, ni garantizan infraestructura o educación decente.
En tercer lugar, da énfasis a las políticas del Estado: a) adoptamos políticas que agravaron esas desigualdades sociales; b) decidimos depender más de los mercados y eliminar algunas protecciones sociales a pesar de que han surgido teorías económicas como la economía de la información, la economía conductual y la teoría de juegos, para explicar por qué los mercados por si mismos generalmente no son eficientes; c) dejamos de aplicar de manera estricta las leyes antimonopolio; la regulación se quedó rezagada respecto a los cambios de la economía y los mercados se concentraron más y se hicieron menos competitivos; d) no tomamos medidas para compensar la competencia internacional que hizo bajar salarios y la tendencia a producir en otros países; no ofrecimos suficiente ayuda a los trabajadores. El mercado laboral debilitado se tradujo en menores costos de mano de obra. El resultado de estas políticas es que hay más explotación por las prácticas abusivas en el sector financiero o en el sector tecnológico.
Adicionalmente considera Stiglitz que la puesta en marcha de dichas políticas se debe a que el poder económico controla el poder político: “en nuestro sistema político impulsado por el dinero, la mayor desigualdad económica produce más desigualdad política; en vista de que se han debilitado las normas y existe una mayor desregulación, se genera todavía más desigualdad económica.” Llama la atención que en ningún momento se refiere Stiglitz al capitalismo como posible fuente del lodazal en que nos encontramos.
¿Qué hacer para enfrentar la situación?
Propone que el Estado actúe para lograr que los mercados estén al servicio de la sociedad y que se expidan normas que garanticen una competencia fuerte sin explotación abusiva. Se necesita determinación para combatir el poder del mercado y además un “nuevo contrato social entre los votantes y los funcionarios electos, entre trabajadores y empresas, entre ricos y pobres, y entre quienes tienen trabajo y quienes están desempleados o no tienen suficiente trabajo”. Debemos abandonar la fantasía neoliberal de que los mercados sin restricciones traerán prosperidad para todos. Finalmente, es necesario combatir la deshonestidad.
La utopía: conciliar lo inconciliable
Queda uno estupefacto al leer la columna de Stiglitz por la forma tan superficial como aborda las consecuencias del capitalismo. En el siglo XIX Marx y Engels dedicaron parte de sus análisis a criticar a los socialistas utópicos que consideraban que era posible solucionar las consecuencias del capitalismo en el marco del capitalismo. El análisis de Stiglitz, que es acogido por una parte importante de la opinión pública no analiza a fondo las causas y por tanto su diagnóstico es precario: a) se refiere a una concepción de explotación limitada; b) destaca aspectos morales, de comportamiento, dejando de lado las estructuras que condicionan o establecen límites a dichos comportamientos; c) pone el énfasis además en las deficiencias en la gestión del Estado pero no va al fondo de la naturaleza del Estado; d) aborda marginalmente el tema del control del Estado por los poderes económicos. Se aproxima al diagnóstico de fondo pero se frena en los límites; no examina las condiciones concretas de relación de fuerzas entre las clases.
Por tanto, sus planteamientos son utópicos, poco sustentados, buenos deseos. Por ejemplo, ¿bastaría que recordemos que la verdadera fuente de la riqueza de una nación es la creatividad y la innovación de su gente para resolver la situación?
La verdadera fuente de la riqueza de las naciones capitalistas es el trabajo de los trabajadores asalariados, incluyendo dentro de ellos la creatividad, la innovación y muchas otras características. Esto no lo olvidan los capitalistas que saben que mediante la contratación de dichos trabajadores obtienen sus ganancias y los explotan, en el sentido de que aunque elaboran todo el producto solamente se quedan con una parte de él, mientras que los dueños de las empresas acumulan más y más. Stiglitz habla de explotación pero solamente en un sentido restringido, como estafas, fraudes, maniobras de bolsa, concentración monopólica, etc., pero no va a la esencia de las relaciones sociales dentro del capitalismo. Por tanto, no reconoce que la causa de los males que señala -bajos ingresos, desempleo, concentración del ingreso, desigualdades, etc.-, es el propio modelo capitalista.
Cuando señala que la economía estadounidense le está fallando a sus ciudadanos parecería que considera que la economía capitalista tiene como propósito satisfacer las necesidades de toda la población y olvida que el motivo propulsor del sistema es la búsqueda de ganancias; si un capitalista norteamericano puede ganar más produciendo en México o en China lo hará sin importarle lo que le ocurra a sus conciudadanos que quedan sin empleo. Stiglitz ve como problemas lo que realmente son consecuencias necesarias del modelo que benefician a un grupo pequeño de ciudadanos; la enorme desigualdad del ingreso no es un problema en general, en la práctica es un resultado muy favorable para ese 1% que concentra el 20% o más de los ingresos. El diagnóstico se realiza desde un modelo ideal sobre lo que debería ser el capitalismo y no sobre el capitalismo realmente existente.
No son los mercados en general los que generan desempleo, pobreza o monopolios, son los mercados capitalistas. Pero Stiglitz omite una referencia directa al capitalismo no progresista y entonces desvía la atención sobre lo fundamental y la enfoca hacia el Estado, como principal causante de las consecuencias negativas. Parecería que concibe al Estado como una institución neutra y no consustancial al sistema capitalista y piensa entonces que simplemente con un cambio de orientación política se lograrían modificaciones sustanciales. Pero el Estado actúa básicamente sobre los síntomas y no sobre la enfermedad. Sin embargo, aun así, es consciente de que el aparato del Estado responde principalmente a los intereses de los capitalistas lo cual se observa, en su manifestación más evidente, en el control que mediante diversos mecanismos ejercen sobre los gobiernos y sus instituciones. ¿Cómo lograr que el sistema político no esté impulsado por el dinero, más precisamente por la ganancia? Esto es algo que apenas enuncia como aspiración pero sin señalar medida concreta alguna.
Las ideas de Stiglitz son en buena medida las ideas que promueven los sectores políticos de centro y de izquierda en Colombia. La derecha, representada principalmente por el Centro Democrático y el Partido Conservador, defiende abiertamente el modelo económico capitalista, acepta, que el Estado debe realizar algunas acciones para paliar las condiciones más ominosas que afectan a las clases trabajadoras, pero promueve todas las medidas posibles para restringir la intervención del Estado a favor de las clases trabajadoras. El centro y la izquierda son también pro capitalistas y además, utópicos, consideran que se puede resolver la situación de explotación y desigualdad sin cambiar el modelo económico capitalista.
El capitalismo progresista si es un oxímoron.
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Alberto Maldonado Copello
Foto obtenida de: The Tyee
[1] https://www.nytimes.com/es/2019/04/30/stiglitz-capitalismo/. El domingo 9 de junio El Espectador publica un artículo del mismo autor con el título “Después del neoliberalismo”, que aborda temas similares. https://www.elespectador.com/opinion/despues-del-neoliberalismo-columna-864915
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