Los científicos políticos tienen una forma similar de razonar. Asumen que en nuestras sociedades y en concreto la colombiana, existe una “democracia” pero que tiene algunas fallas. Subrayo que asumen, porque en el caso del mercado es una realidad que existen las relaciones de intercambio no planificadas, pero en el caso de la democracia es un supuesto heroico, uno de los grandes actos de fe de muchos analistas, incluyendo los más progresistas y de izquierda.
Se acepta que la democracia tiene algunas “fallas”: el poder económico de los capitalistas les permite controlar las elecciones debido a su capacidad de financiación de las campañas; los capitalistas controlan directamente a funcionarios del ejecutivo, el legislativo, el judicial y los órganos de control e incluso ocupan directamente los cargos; la división de poderes es una ficción dado el enorme poder del ejecutivo; no se respetan los derechos a la participación electoral y se cometen toda suerte de delitos electorales; muchos territorios han estado o siguen estando bajo el control de grupos armados ilegales; los medios de comunicación están en manos de los capitalistas más ricos; los centros de pensamiento, las universidades privadas, las ONG más poderosas hacen parte o son financiadas por los capitalistas; no se garantiza el derecho a la propiedad de los campesinos; se han desplazado millones de personas; se amenaza y asesina a sindicalistas, maestros, defensores de derechos humanos, líderes sociales, desmovilizados de la guerrilla; la policía y el ejército violan los derechos de muchos ciudadanos, etc., etc. La existencia de estas pequeñas fallas no derrumba la fe en la existencia de la democracia, aunque a veces hace dudar a algunos que prefieren referirse a este sistema de gobierno como una plutocracia o una democracia restringida, cuando todo indica que es una dictadura de los capitalistas.
Unos ejemplos de lo anterior: “Hay una falta de entusiasmo por la democracia” dice Moisés Naim, “La supervivencia de la democracia está en juego” dice Noam Chomsky; “Se debilita la democracia colombiana? Se pregunta Alejo Vargas; “la democracia colombiana está profundamente deteriorada” afirma Rodrigo Uprimny. Todos están de acuerdo en qué existe la democracia en estas sociedades capitalistas y en particular en la colombiana. Es un profundo acto de fe. Como creer lo que dice la Constitución sobre la policía en el artículo 218: “la Policía Nacional es un cuerpo armado permanente de naturaleza civil, a cargo de la Nación, cuyo fin primordial es el mantenimiento de las condiciones necesarias para el ejercicio de los derechos y libertades públicas, y para asegurar que los habitantes de Colombia convivan en paz.”
La policía y el ejército son uno de los fundamentos de la sociedad capitalista. En una sociedad dividida en clases donde unos pocos tienen el dominio es necesario contar con cuerpos armados separados de las clases trabajadoras, que se sitúan por fuera y por encima de ella, con el fin de controlarla, intimidarla y reprimirla. ¿Por qué es necesario esto en una democracia, que supuestamente es el gobierno del pueblo?
Porque la sociedad capitalista se fundamenta en la expropiación de la propiedad a la gran mayoría de trabajadores. A lo largo de siglos, los trabajadores directos, campesinos, artesanos, pequeños productores, fueron perdiendo sus medios de trabajo y convirtiéndose solamente en propietarios de su fuerza de trabajo. Este proceso se desarrolló tanto por medios económicos, la competencia que arruina a los más pequeños y menos eficientes, como mediante la violencia directa, por ejemplo las amenazas que obligan al desplazamiento de los campesinos. La sociedad capitalista ha expropiado de la propiedad a la mayoría de los trabajadores y la ha concentrado en las manos de unos pocos capitalistas y terratenientes y sus servidores políticos. Por eso es un principio esencial del capitalismo la defensa de la propiedad, la garantía de los derechos de propiedad, específicamente de los grandes capitalistas.
La gran propiedad a proteger es la que concentran los Luis Carlos Sarmiento, los Santo Domingo, los Ardilla Lulle y los Gilinsky, ese 1% de los colombianos que son dueños del país. Y protegerla de quién: a) de la delincuencia, ya sea en pequeña o en gran escala; b) de las extorsiones, amenazas y atentados de grupos guerrilleros; c) de los trabajadores asalariados que se organizan políticamente y piden mejores condiciones de vida o una sociedad sin trabajo asalariado donde los medios de producción sean propiedad de todos o que incluso sin organización protestan y se manifiestan en las calles. La labor fundamental de las fuerzas armadas y la policía es garantizar que el modo de producción capitalista se mantenga. No hay reforma que cambie este papel fundamental.
Obviamente esta función general está mezclada con el cumplimiento de ciertas funciones que surgen de algunas necesidades sociales comunes. Aún en una sociedad dominada por el mercado, donde cada unidad productiva es un átomo que busca su propio interés, hay algunos elementos de comunidad. Dentro de esto hay conflictos secundarios: la delincuencia, la convivencia entre ciudadanos que puede verse afectada por conflictos y riñas alrededor de temas como el ruido, el licor, las basuras, la ocupación del espacio público. El mismo aparato policivo cumple funciones de control y sanción de muchas de estas conductas entre las personas y por tanto desempeña unas tareas útiles para la convivencia.
La autonomización y la corrupción
Adicionalmente la forma de cumplir la función tiene diversos matices. La policía puede ser en algunos casos más formada y profesional y actuar con métodos relativamente blandos de represión, en otros todo lo contrario. Obviamente dentro de la policía puede haber a su vez comportamientos corruptos y crueles como es el caso reciente del asesinato de Javier Ordóñez y de otro número de personas que protestaban por dicho asesinato.
La institución policial se ubica por encima de los ciudadanos. Es por una parte un parásito de las fuerzas productivas de la sociedad y por la otra adquiere un poder sobre ella; en buena medida está compuesta por personas que provienen de las propias clases trabajadoras pero que adquieren una situación superior que les permite ejercer poder sobre sus propios hermanos. Además aprenden a lucrarse, a estar al servicio de los capitalistas, grandes y pequeños; saben sus niveles superiores que al retirarse van a trabajar en esquemas privados de seguridad.
En este contexto, alentado además por una política general de impunidad se da rienda suelta a los más bajos instintos. Como ocurre en las dictaduras. Cuando se da carta blanca se desatan fuerzas incontenibles. Julio Cortázar[1] examinando el caso de la dictadura chilena y las torturas se preguntaba cómo había surgido tanta violencia: “¿generación espontánea de sádicos protegidos por las máscaras del deber, la obediencia militar, el odio al marxismo”. Y respondía señalando que no hay generación espontánea de nada, que los torturadores y asesinos son producto de vejaciones y de frustraciones de las cuales quieren vengarse, no en particular de una persona sino en general. Dadas ciertas condiciones, especialmente en las dictaduras abiertas como las del Cono Sur o las dictaduras disfrazadas como la colombiana, se abren las compuertas para que ciertos individuos den rienda suelta a sus pulsiones sádicas. Y explica el contexto de la siguiente forma:
“En el mundo capitalista es banal repetir que una inmensa mayoría de la humanidad vive alienada, es decir vejada por sus explotadores en el plano económico y por sus gobiernos en el plano político; el sistema el establishment, sea el que fuere, no sólo los veja al negarles lo que otros ostentan y aprovechan, sino que también los veja positivamente, si se me permite la contradicción, al fabricarles una mentalidad condicionada por una infame educación primaria y secundaria, una publicidad que los convierte en carneros de supermercado y automóviles…el capitalismo veja al negar y al ofrecer, al comprar y al vender; y algo en cada individuo tiene como una oscura conciencia de esa vejación que en el plano profundo de su psiquis se transformará en rencor o en orgullo compensatorio, en frustración frente a la carencia o en la máscara de un complejo de superioridad” (p. 20). Y continúa: “algunos hombres mostrarán pleno control de esas pulsiones sádicas mientras que otros les darán rienda suelta”.
Muy probablemente muchos más les darán rienda suelta al ver al presidente de la República disfrazado de policía[2].
_____________________________
[1] Cortázar, Julio, Los lobos de los hombres, en El fascismo en América, Nueva Política, Número 1, enero marzo de 1976, página 17.
[2] https://www.semana.com/nacion/articulo/vestido-de-policia-duque-visito-dos-de-los-cai-destruidos-en-bogota/202037/
Alberto Maldonado Copello
Foto tomada de: bogota.gov.co
Deja un comentario