Este texto es una versión modificada y ampliada de un reciente artículo publicado en Razón Pública.
Crecimiento sin industria y sin ciencia y tecnología
El principal obstáculo de Colombia para un crecimiento alto, sostenido y sostenible, es la dependencia productiva, científica y tecnológica que ha derivado en un aparato productivo fabricante de unos pocos bienes finales sustentados en conocimientos de los países desarrollados, por tanto, partes, insumos, bienes de capital y servicios asociados a la producción y el comercio, son espacios vedados a las capacidades y potencialidades de Colombia porque a la dirigencia de éste país le impusieron la dependencia, y ella la aceptó.
La nación que no desarrolle industrias avanzadas no logrará el desarrollo y está destinada al atraso perpetuo mediante la adopción de equivocadas teorías que derivan en equivocadas políticas cuyos resultados nunca serán buenos.
Por eso Colombia produce medicamentos genéricos cuya patente está liberada, e importa los demás medicamentos y todos los equipos e instrumentos de uso médico, porque no ha impulsado una industria de salud pues no estaba en los propósitos de la ley 100.
De igual manera, la tecnología para la explotación minero-energética es importada, así como todos los equipos de la tecnología digital de base electrónica. Es decir, la economía colombiana produce menos del 4% de los productos tecnológicos que demanda, por lo cual, las exportaciones de alta tecnología son tan pocas como poca es su producción, razón por la cual su índice de complejidad económica es tan bajo, incluso negativo, en términos del contenido tecnológico de las exportaciones lo cual explica la baja productividad estructural de los últimos treinta años.
En Colombia la gente se transporta en burros y caballos, en bicicletas diseñadas y patentadas en otros países; motos y automóviles ensamblados con algunas partes nacionales, pero, la tecnología y las patentes son de otros; aviones y helicópteros de todo tipo, importados con alguna ingeniería nacional para mantenimiento y una que otra pieza menor, sin embargo, las patentes no son nuestras. Y sobre el espacio es aún asunto de películas y libros de ciencia ficción.
Es inexplicable que Colombia no disponga de una industria asociada al café: produce pocos insumos, fabrica equipos y herramientas que parecen piezas de un museo del siglo XIX, y todos los aparatos de la tecnología de preparación para el consumo, son importados.
Igual sucede con los demás productos agrícolas de exportación, razón por la cual la agroindustria y la agricultura dependen de tecnología importada generando barreras para la formación de sistemas productivos intersectoriales competitivos, donde la investigación, la innovación y el emprendimiento elevarían la productividad, y las oportunidades productivas con mayor valor agregado se diseminarían de manera más equilibrada por todo el territorio nacional, generando condiciones para avanzar a la autonomía de las regiones. Es lo que de alguna manera el presidente Petro le propuso a los empresarios para La Guajira, el Pacífico y la Orinoquía.
Si la producción de bienes tecnológicos es de ensamble, y la tecnología de servicios es importada, la investigación, desarrollo e innovación (I+D+i) se hace en los países desarrollados, y la escasa investigación que hace Colombia no alcanza para suscitar un proceso sostenido de avance productivo, tecnológico, político, cultural, social y territorial.
La investigación tiene efectos en una mejor educación y en la cultura de la gente para crear, innovar y emprender, en esas condiciones se desarrolla la economía, la formalidad supera a la informalidad, las exportaciones son más que las importaciones, se equilibra la balanza entre exportaciones e importaciones de tecnología, y se cierran brechas en los niveles de desarrollo entre territorios.
Ni el mercado es capaz de liderar la reindustrialización, ni el gobierno aún no logra implementar la política nacional de reindustrialización (PNR). Si no lo hace el gobierno, la reindustrialización no tiene quien la piense, diseñe e implemente, porque los gremios se convirtieron en representantes de los importadores de tecnología. El Conpes para la PNR posiblemente se realizará antes de finalizar el 2023, de lo contrario se perderán otros cuatro años para empezar a implementar un cambio estructural y tecnológico duradero.
El daño al pensamiento del desarrollo ha sido enorme. Generaciones se perdieron. La economía de la innovación es un dato más y nada más.
Cabe preguntar si el empresariado quiere invertir en nuevas innovaciones o en los negocios de siempre. Es decir ¿cuál es el empresariado colombiano para impulsar el desarrollo y hacer posible la reindustrialización? ¿los del almuerzo en Cartagena? ¿los gremios de importadores? ¿debe el Estado apostarle al surgimiento de una nueva generación de empresas innovadoras? o ¿debe atraer multinacionales que quieran aportar a nuevos emprendimientos y hacer I+D+i en Colombia porque los nacionales no quieren o no pueden? Muy escasas son las empresas colombianas de I+D+i.
La reindustrialización es un asunto de una enorme complejidad sistémica, y no es posible desde compartimentos sectoriales dispersos. Tampoco es suficiente expresar que la educación y la ciencia deben formar el recurso humano, los investigadores, y la investigación que necesita el sector productivo. Se necesita una revolución en contenidos y en recursos humanos, como la revolución que significa el desarrollo y la reindustrialización.
Misiones para el desarrollo y la reindustrialización
“La aplicación de un pensamiento complejo, sistémico, orientado por misiones no solo requiere capacidad de adaptación, sino innovaciones institucionales que creen nuevos mercados y reconfiguren los existentes, en lo cual es indispensable la participación ciudadana. Se trata de reinventar el capitalismo, haciendo todo de forma diferente, estructurando las organizaciones públicas y dejando que las organizaciones sean instadas a trabajar en conjunto”. (Mazzucato, 2022)
Las misiones se construyen de manera intersectorial, sin embargo, en Colombia la complejidad no está en la cabeza de la educación, en las políticas y en los políticos, y en los arreglos institucionales entre tecnócratas innovadores, investigadores, empresarios y emprendedores. Además, la ciudadanía está ausente porque poco o nada cuenta en una democracia representativa desequilibrada y excluyente.
La PNR de Colombia propone cuatro grandes misiones productivas y una horizontal referida al desarrollo de las regiones que impulsarán las misiones intersectoriales. Esas cuatro misiones, son: agricultura, salud, energía, defensa y vida, que podrían configurar un sistema nacional de la reindustrialización para construir complejos productivos del conocimiento y la innovación, apoyados por Bancoldex, Banco Agrario, bancos privados con líneas de crédito de uso específico en las apuestas de la nueva economía a construir, y el Ministerio de Hacienda, y por supuesto con sendos programas de investigación y de formación de recursos humanos de alto nivel.
El subcapitalismo colombiano debe acometer cuatro grandes desafíos para crear un capitalismo productivo, equitativo y sostenible, que establezca relaciones de interdependencia en las redes globales de producción, comercio e innovación:
Agricultura: reforma agraria y paz en el campo para la autosuficiencia alimentaria y agroindustrial;
Salud: la reforma del sistema debe incluir el desarrollo de una industria de salud con muchos recursos públicos derivados de la reestructuración de las EPS que nunca invirtieron un peso en investigación y desarrollo, y en su integración vertical jamás estuvo en su cabeza la creación de una potente industria que impidiera los problemas de abastecimiento y dependencia que hoy padece;
Energía: para cambiar la matriz energética desarrollando industrias e investigación en nuevas energías, donde Ecopetrol, las generadoras de energía y las empresas deben jugar un papel estratégico de financiación, investigación y producción. Asimismo, el sistema de movilidad debe hacer parte de este cambio tecnológico, porque los desafíos de Colombia en materia de transporte son inmensos, con abundantes recursos públicos más que privados, por lo cual una agenda de energía y movilidad está en manos del Estado y del mercado;
Defensa y vida: impulsar una emergente industria aeroespacial, de mar y los ríos en torno a la vida.
En los países de la vanguardia, es el Estado el que a veces marca la senda de los nuevos desarrollos, porque el empresario nunca lo hará pues el nivel de riesgo lo consideran muy alto, el cual es un argumento equivocado, porque si los estados, la política, la economía y la sociedad están determinados a entregarle todo a los agentes del mercado, estos deben ser quienes arriesguen y hagan las grandes inversiones del desarrollo: es un asunto de equidad, igualdad, coherencia y responsabilidad con la sociedad y el Estado que le da todo al mercado, en exceso y sin control, como los 88 billones que anualmente el Estado le entrega a las Empresas Promotoras de Salud (EPS). El sistema de salud es el mayor desarreglo institucional que haya podido crear Colombia, y le sigue el de infraestructura.
En Colombia, todavía hay que llevar de la mano al empresario para mostrarle otros universos, porque la educación y la ciencia, y todos los sectores productivos estratégicos: agricultura, salud, energía, defensa, agua, con los ministerios de hacienda y de medio ambiente, deben asumir los retos del desarrollo, de la paz y de un cambio político definitivo que debe prepararse para el 2026.
La mayor parte del sistema político colombiano es atrasado, corrupto y perverso, por eso es incapaz de pensar en términos de reindustrialización, educación, inteligencia y creatividad. Su mundo son los puestos, la compra de votos, y los contratos de dónde sacan recursos para su bolsillo y para comprar cada cuatro años las campañas políticas regionales y nacionales.
Asimismo, la Corte Constitucional en recientes decisiones en torno a la reforma tributaria, son sentencias en contra de la política de reindustrialización, por ejemplo, cuando sale en defensa de los beneficios tributarios de importadores en las zonas francas, beneficios que solo deben ser para las empresas exportadoras, porque al incluir a las empresas importadoras está favoreciendo la competitividad de las empresas extranjeras en detrimento de la producción nacional más competitiva.
Además, la espantosa decisión mediante la cual el Estado dejará de recibir 6.5 billones de pesos que las multinacionales no pagarán por el uso del subsuelo que es de la nación y del cual extraen petróleo, carbón y gas. Estas y otras decisiones obligarán a una nueva reforma tributaria, mientras tanto, el gobierno piensa recurrir al congelamiento de los altos salarios en el sector público y recortar el presupuesto de inversión en salud, educación, infraestructura, porque además se debe pagar el 50% de un crédito flash que Duque adquirió en la pandemia, algo que no hicieron otros países.
El cambio de mentalidad, otras ideas sobre el desarrollo, y un proyecto político para la transformación de la nación, necesita de una revolución en la educación y en los sistemas de producción ciencia, tecnología e innovación, y reformar la constitución para superar la descentralización hacia las autonomías territoriales.
Es inconcebible a estas alturas del siglo XXI que en Colombia existan ejércitos insurgentes e ilegales, y un desorden y crisis institucional como ahora vemos en la justicia, en el legislativo, en los organismos de control, y en los gremios empresariales opositores al cambio productivo y tecnológico nacional. El proyecto progresista no es el culpable del desorden que vive Colombia. Sin embargo, debe hacer el mejor gobierno, perfeccionar las ideas progresistas y pensar en el 2026 y más allá.
Jaime Acosta Puertas
Foto tomada de: Diario Cesar
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