No obstante este éxito en la convocatoria, también fue notoria la reaparición de las denominados vándalos, expresión que se viene imponiendo mediáticamente para señalar algunas personas que provocan enfrentamientos con la fuerza pública y que sutilmente se asocian en los medios de comunicación con la protesta social, aunque se insinúa que son hechos aislados y menores, terminan ganando todo el espacio noticioso y la mayoría de pronunciamientos de las autoridades civiles y policiales se refirieren a los actos vandálicos y no a los objetivos de la movilización
Esta forma en que la denominación “vándalos” va ganando protagonismo obliga a las organizaciones sociales a profundizar el análisis de este fenómeno, identificando su origen, protagonistas, accionar y sobre todo sus efectos políticos, se trata de analizar si esta expresión está asociada con la protesta social o más bien como en nuestra tesis, se trata de una nueva estrategia desprestigio al movimiento popular y al derecho a la protesta legítima del pueblo frente a las impopulares políticas del gobierno.
Las estrategias de deslegitimación de la rebeldía han sido múltiples y cada vez más sofisticadas. Inicialmente a comienzos del siglo XX los ideólogos del capitalismo-conservadurismo se valieron de la idea utilizar la iglesia para señalar cualquier intento de organización a los trabajadores y la exigencia de sus derechos, como una estrategia del demonio, que a través del comunismo trataba de derrotar a Dios, durante muchos años entonces se mostró a los comunistas como monstruos que “hasta niños comían”. Posteriormente y en la etapa de la guerra fría y las últimas décadas del siglo XX se acudió asociar las organizaciones y la protesta social con las guerrillas, por supuesto construyendo la idea de que la guerrilla era un instrumento de destrucción y desestabilización del país.
Pero fue con el siglo XXI donde las estrategias de desprestigio de la lucha social y el derecho a la rebelión se sofistican, especialmente posterior a los ataques a las torres gemelas (septiembre de 2001) en los Estados Unidos, el gobierno de ese país, inició una cruzada ideológica mundial, para señalar toda protesta y rebeldía, como sinónimo de terrorismo, así, los gobiernos afines al imperialismo reprodujeron, adecuaron y se sumaron a esta nueva cruzada del capital contra los pueblos y en cada país se señaló a las organizaciones no afines con su política, como patrocinadores del terrorismo y cada acción del movimiento social y popular como un acto terrorista y este lenguaje se extendió a partir grandes medios de comunicación y se difundió ampliamente a través de las nacientes redes sociales.
Sin embargo el discurso del terrorismo se fue desgastando y no ajustaba a las circunstancias de repudio masivo de los pueblos ante la crisis del capitalismo, la corrupción, los problemas del medio ambiente o la crisis de empleo y pobreza, acentuada por el criminal abuso del neoliberalismo, luego entonces los ideólogos del capital necesitaban una categoría para atacar la protesta, con expresiones mucho más cercana al sentir y a las vivencias de la gente común. Así, el término “vándalo” se aproxima mejor a la cotidianidad de la ciudadanía y su impacto al repudio de este tipo de hechos es mucho más fácil, de esta manera, con unas cuantas personas infiltradas en las movilizaciones, encargadas-pagadas para generar hechos violentos, hurtos e incluso hechos de violencia inusitada contra las autoridades, facilita la labor de desprestigiar cualquier tipo de movilización, y al mismo tiempo crear y mantener cuerpos “especializados” de las autoridades para contenerlas.
El vandalismo tal y como lo define el diccionario, es la “actitud o inclinación a cometer acciones destructivas contra la propiedad pública sin consideración alguna hacia las demás además de poner en peligro la convivencia de los ciudadanos”. Quizá por esta razón, conviene pensar que la insistente recurrencia de los medios de comunicación al uso del término “vandalismo” a propósito de las recientes movilizaciones del 21 de noviembre del 2019 y el 21 de enero del 2020 no son referencias casuales, sino más bien, el desarrollo de una clara estrategia de connotación política, para el tiempo que hablan de permitir la protesta, llenarse de argumentos a partir de hechos aislados, provocados por algunos vándalos para desprestigiar la misma, y reprimirla ferozmente, a través de cuerpos especializados como el ESMAD.
Hoy por hoy, la tendencia de los pueblos a manifestarse en contra de los abusos del capitalismo, que agobia y explota a los pueblos del mundo es cada vez más creciente, ello se explica con las cada vez más contundentes y masivas reacciones de los pueblos que enfrentan las imposiciones del capital y los vicios del capitalismo. Así, hemos visto como en Francia y en otras capitales europeas, pero particularmente en América Latina en países como Argentina, Chile, Ecuador Perú y Brasil las manifestaciones de repudio a las medidas económicas impuestas por los gobernantes neoliberales, son gigantescas, movilizaciones en las que la ciudadanía ha estallado en “rabias” y oleadas de indignación contra el abuso del poder y de autoridad y contra la corrupción y la impunidad.
Esta tendencia de gigantescas movilizaciones y a la protesta también se ha expresado en Colombia, El rechazo a los constantes abusos de las élites gobernantes y las cada vez más descaradas acciones de esta para trasladar a los trabajadores, la crisis económica que les provoca, entre otras la guerra comercial entre estados unidos y China. De esta manera las élites sienten que las movilizaciones no sólo son justificadas, sino que temen que van a seguir incrementándose tanto en número de manifestaciones, como en cantidad de manifestantes.
En el caso particular de Colombia, las movilizaciones tienen consideraciones adicionales a las antes mencionadas, la grave situación de violación de los derechos humanos, expresada en el asesinato sistemático de líderes sociales, las constantes amenazas contra las organizaciones y líderes, el accionar impune de los paramilitares, los continuos escándalos de interceptación ilegal de comunicaciones por parte de las fuerzas militares y policiales, la descarada corrupción, los falsos positivos y un comportamiento desbordado abusivo y extralimitado de la fuerza pública cuando de enfrentar a las comunidades que acuden a su legítimo derecho a la protesta, en ejercicio de reclamo a los derechos fundamentales desatendidos por el Estado, ha provocado que el carácter de las movilizaciones, no se quede sólo en las reivindicaciones de carácter económico, sino que adquiera claros ribetes políticos, que están asociados con la exigencia a la renuncia del gobierno, que no representa los intereses de la ciudadanía y una clara exigencia en las movilizaciones a que se garantice el cumplimiento de acuerdos establecidos por el gobierno y muchas comunidades y particularmente la exigencia al cumplimiento del acuerdo de paz firmado por el Estado colombiano con la guerrilla de las FARC en el año de 2016.
Por ello, y en Clara intención de salir del paso a esta realidad de indignación de la ciudadanía, las élites apelan al diseño de una estrategia de “vandalismo, miedo y ESMAD, asociándola con las movilizaciones de la ciudadanía, con el claro propósito de deslegitimar la protesta, generar división entre la ciudadanía en torno a la justificación de las mismas y en todo caso justificar el uso de la fuerza pública como tabla de salvación frente al accionar desbordado y delincuencial de los convenientemente denominados vándalos.
Ahora bien conviene indagar quiénes son estos “VÁNDALOS”?, cuál es su procedencia y “modus operandi”? entre otros interrogantes. En el caso de Bogotá, desde hace años hemos visto como en algunas manifestaciones especialmente las del 1º de mayo, pequeños grupos de “marchantes” encapuchados, se ubican en ciertos lugares de la movilización, y en determinado momento y muy coordinados con la fuerza pública, desatan una acción de caos contra el comercio, las entidades bancarias, instituciones públicas e infraestructura del transporte y aún contra los propios policías, ante lo cual la fuerza pública reacciona, dispersando la manifestación y desata una persecución contra los manifestantes que culminan en la captura de personas que están en la marcha y no necesariamente de los encapuchados que promovieron los actos vandálicos. Estas prácticas se han venido sofisticando cada vez, incluso en muchas ocasiones se ha logrado identificar como estos “manifestantes violentos” tienen conversación con personas de la fuerza pública, momentos antes de las ataques, muchos de ellos usan prendas militares, y más aún, con múltiples formas de ser identificados no son perseguidos por la policía, no se ejerce sobre ellos ninguna acción de inteligencia policial y nunca logran ser capturados.
Aquí se trata en todo caso de establecer más preguntas, porque como queda cada vez más claro, el actuar de estos “grupos de vándalos” pareciera ser una acción muy coordinada, bien organizada y como lo evidencian muchos de los registros de las cámaras, gente que va con el claro propósito de generar estos hechos, en muchas ocasiones, también hay que decirlo la fuerza pública, permite que estos grupos desbordan su accionar. Cabe entonces la pregunta. Cómo son reclutados? acaso son convocados desde los barrios populares a cambio de ofrecerles algún pago y dar franquicia para que se apropien de lo que se hurten en los establecimientos que logran asaltar? Acaso se trata tal vez de personas que estando detenidas en las URI son dejados en libertad, con la condición de que se vinculen a estas acciones delincuenciales, cuántos ciudadanos extranjeros aprovechando la crisis económica, son “reclutados” para estos fines, O quizá, estos vándalos hacen parte de los grupos paramilitares que actúan en Bogotá, y salen a hacer de las suyas, siguiendo instrucciones de “águilas negras” o “comandos urbanos” o de sectores políticos interesados en generar este caos y luego desprestigiar las marchas?
Este “vandalismo”, es parte de la misma estrategia que se utilizó en los días previos a la movilización del 21 de noviembre y en los días posteriores, a través de la cual miembros de la fuerza pública advertían en muchos conjuntos residenciales que la gente tenía que cuidarse porque llegarían los vándalos a robar y a saquear sus residencias?
Cuál es el papel del ESMAD en este asunto?. Desde su creación hace 20 años (1999) este aparato represivo ha provocado el asesinato de por lo menos 34 manifestantes y se ha convertido en una fuerza sin control, que claramente ejerce un uso desmedido de su fuerza y se extralimita en sus funciones. Tal es la situación que el desmonte de este aparato criminal, se ha convertido en una de las reivindicaciones más importantes de los manifestantes. Sin embargo es bueno tener en cuenta que este cuerpo especializado de contención de la protesta, es parte de las necesidades que las élites tienen para salirle al paso, a lo que como hemos señalado, es una ola creciente de protestas a lo largo y ancho del país. Pero también es bueno recordar que detrás del ESMAD existen intereses de todo tipo, principalmente para la Policía, baste recordar qué este el cuerpo especialidad hoy cuenta con 23 grupos ubicados en 19 ciudades del país, cerca de 34.000 policiales que lo integran y un presupuesto superior a los 31.000 millones de pesos para armas y elementos de dotación, lo cual significa un presupuesto no despreciable para la policía y por supuesto un componente que hay que defender desde la institucionalidad. Por esta razón, el debate sobre la continuidad del ESMAD debe fortalecerse. Pero sobre todo y como lo han señalado diferentes dirigentes políticos, lo que se debe replantear es cuál es el esquema de formación que se utiliza para este aparato especializado, porque sí ha de seguir siendo el que se ha usado para formar nuestras fuerzas militares, bajo la lógica del “enemigo interno” y un esquema “contrainsurgente” cualquier cuerpo que se utilice para disuadir las manifestaciones, terminara convertido en un aparato criminal.
En fin las preguntas son muchas y las respuestas pocas, pero en todo caso, el llamado de atención para que desde las organizaciones sociales, populares, el movimiento estudiantil y las centrales obreras, se eleve la vigilancia y se establezcan claros objetivos a la hora de salir a las movilizaciones, controlando a las personas que se vinculan en los bloques de movilización, para no permitir que se infiltren al interior de ella provocadores, que intentan con esa acción desnaturalizar la protesta y facilitar el proceso de identificación y captura de las personas que organizan las jornadas de movilización.
Son épocas difíciles y es necesario estar preparados para que este equipo estrategias de desprestigio de la protesta social, no sea lo que termine imponiéndose, en el momento justo en el que el país asiste a una oleada creciente de movilizaciones justificadas no sólo por el mal gobierno sino y sobre todo por una necesidad de las comunidades a expresar su rechazo a un conjunto de situaciones que no están permitiendo concretar ni la construcción de la paz, ni el mejoramiento de su situación social y económica.
Por lo pronto la tarea es clara, seguir desarrollando acciones de pedagogía, para hacer que las comunidades comprendan de mejor manera las razones que justifican la realización de las movilizaciones y la protesta y preparar una gigantesca y poderosa jornada de PARO NACIONAL que desde el comando nacional de paro y otras organizaciones sociales, sindicales, como sectores alternativos están preparando para el primer semestre del 2020.
Alfonso Castillo, Defensor de los Derechos Humanos.
Foto tomada de: Noticias Caracol
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