Desde esa conciencia que da frutos, abonada por las historias que han conformado las reflexiones de este diplomado, podemos terminar el recorrido con unas notas de salida, que como una puerta grande, indican el camino que se abre después de lo que vimos y vivimos; y nos invitan a decir en grupo:
Transformemos, desde nuestras entrañas, la geografía del dolor para que sea geografía de esperanza; descubramos el valor de la sonrisa y la llama vital de la alegría del trabajo por una humanidad feliz por estar viva, para inundar las vidas de quienes toquen la nuestra con la fuerza de un futuro construido por todos para vivir mejor y para superar las dificultades que acechan y no amainan.
Desterremos el odio de nuestras vidas y ayudemos a convertir el amor a la vida en la llama de nuestras existencias.
Vibremos con la sonrisa de nuestros hijos y hagamos de su música el estandarte de nuestras luchas cotidianas. Dejemos que ellos impongan el ritmo de nuestros corazones, unidos por la esperanza y por la certeza que nos ofrecen los sueños compartidos.
Sembremos las semillas de la fuerza para defender la vida, como estrategia para enraizar nuestros sueños en la tierra que abonamos con la sangre y las lágrimas que se convierten en flores del presente y en bosques de futuro.
Hagamos de la restitución el amanecer de una humanidad dormida, que vuelve al encuentro de los sabios de cada rincón de estas tierras amazónicas, a la dulzura de sus aguas, al arrullo de sus vientos de montaña que cobijan con sus brazos de ternura a todos nuestros compañeros en la aventura de la vida: al comandante bosque con su familia de pájaros y peces, de grandes animales y minúsculas criaturas, de hombres y mujeres de campo que se entregan sin reservas a los rituales del amor a todo, y que cada día se aseguran de que el único odio que nos quede sea el odio al odio, porque carcome en silencio nuestros cuerpos y derrota nuestro espíritu.
Gracias al mayor Yule, trovador del viento ancestral que renueva la vida; gracias Jaqueline, fuerza arrolladora y cálida de los guanes para dejar abiertos todos los caminos; gracias a cada uno de los que hacen posible que podamos reunirnos para hablar de amor y vida; gracias a estas mujeres que nos enseñan con su vida, con su apuesta de luz para derrotar todas las oscuridades que no nos dejan ver el sol de un nuevo día para nuestra gente. Gracias por su compañía festiva, aun en medio de esta dura lucha por vivir.
Gerardo Ardila
Foto tomada de: Conexión Putumayo
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