Haris Golemis (HG), miembro del comité editorial del periódico griego Epoch, entrevistó en diciembre de 2020 al destacado ecologista marxista y editor de Monthly Review Press, John Bellamy Foster (JBF). La entrevista se publicó en noviembre de 2021 en esta revista. Una de las preguntas que HG le hizo a JBF fue: “El nuevo virus se originó en China, que es tanto la segunda superpotencia mundial como el mayor contaminador del planeta. ¿Podemos esperar que el gobernante Partido Comunista de China haya aprendido las lecciones de la pandemia y cambie sus políticas en el futuro?” JBF centra su respuesta en el tema de la contaminación:
“Decir que China es el mayor contaminador del planeta es verdadero en un aspecto, pero desorientador en otros. China es el mayor emisor de CO₂, pero está muy por debajo de EU y de otros países ricos en sus emisiones por persona. Aún más, en términos del CO₂ acumulado en el ambiente como resultado de las emisiones históricas (la cifra verdaderamente importante), el grueso ha venido de Europa y Norteamérica. Finalmente, una gran proporción de las emisiones de China está asociada con producción para las grandes corporaciones multinacionales del centro del sistema capitalista, que importan esos productos a sus propios países. Esencialmente, producción que habría ocurrido en el centro capitalista está ocurriendo ahora en la periferia, pero todavía para el centro capitalista… En términos de las respuestas ecológicas globales, China, si bien es un epicentro de la destrucción ecológica, es también un epicentro del ecomodernismo y la reforma ambiental. Ha convertido la ‘civilización ecológica’ en propósito oficial, a diferencia de los países de occidente. Cómo entendamos esto es importante. Hay indicaciones que China está dando pasos ambientales decisivos (aunque todavía no la revolución ecológica requerida). China es ahora el puntero mundial en tecnología energética limpia. Acabo de leer un libro muy interesante de Barbara Finamore (BF), publicado por Polity, titulado Will China Save the Planet? (2018). Tenemos muchas razones para ser escépticos. Sin embargo, dado todo lo que China está actualmente haciendo para enfrentar seriamente su crisis ecológica y la del mundo, la pregunta se sostiene… China, con todas sus contradicciones, puede aún tener un potencial escondido para moverse en la dirección de propósito oficial de una civilización ecológica.”
Compré y devoré el libro de Barbara Finamore (BF) cuyo título en español adopté para mi columna de hoy. Es un libro pequeño de 145 páginas. BF es la directora para Asia de la ONG internacional Natural Resources Defense Council (NDRC) y ha trabajado en materia energética y ambiental sobre China, donde ha vivido también, por 30 años. Escribe con pleno conocimiento de causa. La introducción se titula China, ¿La portadora de la antorcha del Nuevo Ambiente?
y el epílogo, China en el asiento del piloto
. Tiene 5 capítulos: 1. La diplomacia ambiental de China; 2. Destronando al viejo Rey Carbón. 3. Catalizando la revolución de la energía limpia. 4. Salto inicial de la industria de vehículos eléctricos. 5. Volviendo verde el sistema financiero de China. En la introducción señala: “Hace pocos años China parecía el menos probable portador de la antorcha de la acción climática. Después de décadas de crecimiento rápido, el país sostuvo la distinción de ser responsable de más de una cuarta parte de todas las emisiones de carbono, más que Estados Unidos y la Unión Europea juntos… Pero las dramáticas medidas adoptadas por China en años recientes para reducir las emisiones, reducir su dependencia del carbón ( coal en inglés, que se podría traducir como hulla) e invertir en energías renovables le ha dado la vuelta a esta visión… Ahora parece que China, si bien aún líder del consumo de hulla y emisiones de CO₂, también encabeza el camino hacia un futuro de energías limpias. ¿Cómo, se pregunta la autora, ocurrió esta evolución de país negacionista del cambio climático a defensor enérgico de la gobernanza del cambio climático?” En el epílogo la autora retoma los cálculos de un experto chino y señala: “Para que China cumpla su parte en mantener el aumento de la temperatura bien por debajo de 2 °C tiene que impulsar e intensificar sus esfuerzos de descarbonización. El consumo de hulla debe permanecer debajo de su pico de 2013, representando 16.7 por ciento de su mezcla energética. El consumo de petróleo y de energía fósil total deben llegar a sus puntos máximos en 2030 y 2040, respectivamente. Estas estimaciones suponen que China llegue a un estado posindustrial en 2020, y que para 2050 su tasa de crecimiento del PIB haya bajado a 2.6 por ciento; la eficiencia energética haya mejorado en 300 por ciento respecto a 2015, y que el país ponga en marcha fuertes medidas de protección ambiental y de reducción de contaminación del aire. Las buenas noticias, continúa BF, es que China está profundamente comprometida a lograr su transición a bajo CO₂ y ha alcanzado ya progresos mayores. Como resultado, a pesar de que China es todavía el más grande emisor de GEI (gases de efecto invernadero), se puede sostener que está haciendo hoy más que cualquier otro país para reducir sus emisiones de CO₂. Pero China no puede salvar el planeta por sí misma”. Habiendo dado respuesta así a la pregunta que titula su libro, lo concluye señalando: Hay espacio (y necesidad) de sobra para que todos los países aceleren sus esfuerzos en la lucha contra el cambio climático. Estados, provincias, ciudades, negocios, inversionistas e individuos en todo el mundo están también intensificando sus esfuerzos para alcanzar nuestros objetivos compartidos. Los retos por delante no requieren nada menos
.
El papel puntero de China también ha sido destacado, como vimos arriba, por John Bellamy Foster. Por su parte, Jeremy Rifkin señala: China ha entrado al campo de la energía renovable y hoy encabeza el mundo en la manufactura e instalación de tecnologías solares y eólicas. En 2017, China llevó a cabo 45 por ciento de la inversión global en energías renovables
( The Green New Deal, p.65). “Los gobiernos están estableciendo estándares de economía de combustibles más estrictos y al mismo tiempo están extendiendo generosos incentivos para la compra de automóviles eléctricos. China usó este enfoque de zanahoria y garrote exitosamente, asegurando 21 por ciento de todas las ventas globales de vehículos eléctricos en 2017 en sólo seis ciudades chinas” (Ibid. p.81). Naomi Klein dice que sólo unos pocos países (sobre todo Alemania y China) han hecho suficientes inversiones en el sector renovable para ver un despliegue a una velocidad como la requerida
( On fire. The Burning Case for a Green New Deal, 2019, p. 37). Citando al Center on Global Energy Policy de la Universidad de Columbia, Klein señala que China es ahora el puntero mundial en energías solar, eólica e hidráulica. Cierro volviendo con Barbara Finamore, quien relata que, para la energía solar China formuló un plan especial de 5 años (2011-2015) que establece una estrategia detallada para fortalecer la industria fotovoltaica (FV), reducir los costos, mejorar la calidad, promover la innovación tecnológica y expandir los mercados solares externos. Los resultados, dice, han sido extraordinarios, después de revisar las metas de 2 a 10 y a 35 gigawatts (GW), China rebasó todas y llegó a 43GW en 2015. Dio otro salto en 2016 y llegó a 77GW aportando más de 50 por ciento del aumento en la capacidad FV global en ese año. En 2017 instaló 53GW adicionales, cifra mayor (en un año) a la total, acumulada de ningún otro país hasta finales de 2016. Cada hora, China instala una turbina eólica e instala suficientes paneles solares para cubrir un campo de futbol. (pp. 67-69). China no salvará sola al planeta, pero vaya que está haciendo mucho y rápido.
Julio Boltvinik
Fuente: https://www.jornada.com.mx/2021/12/03/opinion/024o1eco
Foto tomada de: Insuerte.org
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