Eso que estaba fuera de la mesa, o hasta alejado de ella, está ahora encima de la mesa.
Los historiadores reconocerán el mérito de la campaña presidencial de 2016 de Bernie Sanders por haber abierto esta ventana de oportunidad, igual que reconocen el mérito de la campaña de 1964 de Barry Goldwater por haber inyectado ideas de derechas en el discurso nacional. A buen seguro, atribuirán al derrumbe financiero de 2008 y a su larga y desigual recuperación el que millones de norteamericanos, sobre todo de la generación “millennial”, se hayan desplazado a la izquierda, como atribuyen al crac de 1929 y la Gran Depresión consiguiente la creación de la dinámica y potente izquierda de los años 30.
Conforme progresistas y demócratas consideran el campo emergente de las presidenciales para los demócratas, me parece a mí que el criterio más importante (además de la elegibilidad) por el que juzgar a los candidatos estriba sencillamente en si son parte o no de esta dinámica. ¿Captan la necesidad de frenar a nuestra plutocracia, lo cual requiere no sólo reformas políticas sino impuestos severos a la riqueza, como los que han propuesto Elizabeth Warren y Alexandria Ocasio-Cortez? ¿Comprenden el desastre que el capitalismo de accionistas ha supuesto para nuestras clases medias y trabajadoras, y tratan de otorgar a los trabajadores mucho más poder de negociación y orientación en sus empresas? ¿Se dan cuenta de la necesidad de desmembrar los grandes bancos de Wall Street y establecer toda una serie de alternativas de banca pública? ¿Entienden que crear una Norteamérica más sana requiere pasar a un Medicare para Todos (algo que puede lograrse de múltiples maneras)? ¿Caen en la cuenta de que la inminente amenaza del cambio climático requiere algo como el Nuevo Acuerdo Verde?
Algunos de los actuales candidatos a la presidencia (Warren) y algunos de los que es probable que sean candidatos presidenciales (Sanders) han marcado la mayoría, si no todas estas casillas; hay otros (Sherrod Brown) que han marcado muchas de ellas; y otros (Kamala Harris), sólo algunas. Y todavía hay otros —Amy Klobuchar, Beto O’Rourke— que están en buena medida desaparecidos en combate en estas cuestiones, lo cual parece un modo seguro de deprimir la participación de los demócratas en noviembre de 2020. Sin embargo, todavía es pronto.
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