Funcionó. La noche del martes, tarde, todo cambió. De los catorce estados de las primarias del Supermartes, Sanders ganó en California, Colorado, Utah y Vermont. Biden se llevó Alabama, Arkansas, Maine, Massachusetts, Minnesota, Carolina del Norte, Oklahoma, Tennessee, Texas y Virginia. En votos totales, Biden aventaja hoy a Sanders en proporción de cinco a cuatro; en el recuento de delegados, su margen es semejante. Los restantes candidatos suman menos de un tercio de lo conseguido por Sanders Mientras revisaba este párrafo, Bloomberg ha abandonado la carrera, respaldando también él a Biden, lo que deja sólo a Biden, Sanders y (bastante por detrás) Elizabeth Warren [que abandonó poco después] para librar la contienda.
En el espacio de una semana, el Partido Demócrata pasó de la firme posibilidad de la designación de Sanders a la extrema probabilidad de que sea Biden quien dirija la candidatura. Ambos han salido bien parados de modo continuado en las encuestas hipotéticas sobre sus resultados contra Trump (ambos ganan por un 5 %, más o menos). El argumento en contra de Sanders es que no podría sobrevivir nunca a una tormenta de propaganda en toda regla por parte de los republicanos, que describiría su socialismo democrático como algo idéntico al apoyo al comunismo totalitario. Con Biden, la estrategia es más sencilla, pero está por probar. Trump tirará por la implicación de su hijo Hunter en la compañía de gas ucraniana Burisma Holdings. No importa que en cuestión de nepotismo, la Trump Organisation sea un caso múltiple de lo que es ver la paja en el ojo ajeno. La debilidad de Biden en este punto se asemeja a la de Hillary Clinton en 2016. La sombra del “pay-to-play” [favores a cambio de contribuciones a la campaña electoral] sobre la Fundación Clinton y su decisión de dar costosas conferencias a empresas de Wall Street atenuó el contraste con Trump. Lo mismo valdrá para Biden: además de Hunter y Ucrania, están las relaciones, a lo largo de su carrera, con el sector crediticio del estado de Delaware y su posición conservadora en batallas legislativas de envergadura sobre derechos civiles. Biden ayudó a redactar la Ley de Control del Delito Violento y de Aplicación de la Ley [Violent Crime Control and Law Enforcement Act], de 1994, cuyas consecuencias supusieron un tremendo bochorno para los Clinton. Con todo, las cifras de afroamericanos que votaron por él el Supermartes en el Sur Profundo, en Texas y en otros sitios, han acallado algunos de estos recelos.
Sanders no va abandonar. Sigue existiendo la posibilidad de que los demócratas lleven a cabo una ‘convención arreglada’. Candidatos secundarios como Buttigieg y Warren se habían colocado últimamente en la impopular postura de respaldar ese procedimiento (aunque no ha habido nada parecido desde los años 50): en una convención arreglada a un candidato con una sólida pluralidad se le puede negar la designación en la primera votación y derrotarlo luego con una coalición. Si Biden va ahora bastante por delante de Sanders, puede dejarlo ya suturado por anticipado. Por otro lado, sus meteduras de pata verbales (anunciándose como candidato al Senado, en lugar de a la presidencia, o declarando ‘soy un caucus demócrata’) y sus recuerdos falsos o inventados (una detención inexistente en Sudáfrica por manifestarse contra el encarcelamiento de Nelson Mandela) han dejado al descubierto una fragilidad cognitiva que alguna gente teme que podría condenarle al ridículo para cuando llegue noviembre.
La disputa Biden-Trump se asemejaría a la de Clinton-Trump en al menos un aspecto. Sería un ejemplo, una vez más, de cómo el ala derecha del Partido Demócrata se decide por la opción convencional en contra de la insurrecta energía del Partido. Pero la diferencia de personalidad puede tener su importancia. Aunque mucha gente (acaso la mayoría) se ha sentido en algún momento superior a Biden, es difícil que no caiga bien. ‘Tiene una cosa a su favor’, declaró una votante que había apoyado a Warren, pero se ha resignado a Biden, ‘y es que no es un hombre airado. Puede perder los nervios, pero la ira no es su fuerza de motivación central’. Eso supone un contraste con Trump, cierto.
¿Podría Sanders encontrar un segundo impulso? Todavía tiene que explicar con la paciencia requerida que entiende por socialismo democrático, y los medios de comunicación le han caricaturizado de un modo tan implacable que puede que sea de rigor un segundo discurso sólo para explicarle a la gente quién es. Hagan el viaje a Vermont y se encontrarán con que nadie tiene nada malo que decir de Bernie. El afecto no tiene nada que ver con la política. En el tablón de anuncios de una tienda de comestibles vi en 2016 este aviso: ‘el senador Sanders tomará parte en el desfile anual de vacas’. Una vez le detuvieron – no se lo tuvo que imaginar – en una protesta por los derechos civiles. Y participó en la Marcha a Washington de Martin Luther King en 1963.
Esto no se parece en nada a la imagen que uno saca de los sonrientes presentadores de la CNN y sus expertos, o del Comité Nacional Demócrata (CND), tan incapaz. El CND descartó un debate aparte sobre cambio climático, la cuestión que más mueve por sí sola a las personas que piensan a considerar la presidencia de Trump como una catástrofe. De modo parecido, excluyeron a Fox News de que tuviera papel alguno en los debates. Pero, ¿por qué? Fox iba informar de todos de los debates. ¿Por qué no darle al público el contexto completo? Ha habido actos de colusión infames, como es el caso del siguiente diálogo del debate de Iowa un moderador y dos candidatos:
Moderador: En 2018, [senador Sanders], le dijo usted[a la senadora Warren] que no creía que una mujer pudiera ganar las elecciones. ¿Por qué dijo usted eso?
Sanders: Bueno, en realidad, yo no lo dije…
Moderador: Entonces, senador Sanders, quiero dejar esto claro. Está usted diciendo que nunca le dijo a la senadora Warren que una mujer no podía ganar las elecciones.
Sanders: Así es.
Moderador: Senadora Warren, ¿qué pensó usted cuando el senador Sanders le dijo que una mujer no podía ganar las elecciones?
La dieta política de los debates se ha limitado en buena medida hasta ahora a los pros y (principalmente) los contras de Medicare para Todos, a la amenaza de Vladimir Putin, y las actitudes generales hacia las mujeres y las personas de color. En su contenido ha habido muy pocas preguntas sobre las guerras de Norteamérica en el Gran Oriente Medio, casi nada sobre cambio climático, y nada (fuera del magro recorrido del ‘impeachment’) acerca de la corrupción por parte de Trump de los departamentos y agencias federales. Tanto para el Partido como para los medios, el tratamiento de la política norteamericana se ha encauzado hacia una ‘tematización’ cultural familiar de raza y género. La Guía del Supermartes de la National Public Radio trataba enteramente de recordatorios demográficos del estilo de ‘El comodín [en California] son los votantes negros’ o ‘Maine es el estado más blanco de los que votan el Supermartes’. Los demócratas y sus medios de comunicación tratan a los latinos, afroamericanos y blancos como naciones separadas. Las mujeres también son una nación, diseccionada (allí donde resulta útil) como latina, afroamericana o blanca.
De modo que la respuesta al “divide y vencerás” de Trump llega en forma de estas categorías de tenor universitario de “dividíos entre vosotros y rendíos”. La única otra arma digna de mención ha sido el intento de resurrección de la Guerra Fría. El 23 de febrero, el New York Times abrió brecha con dos críticas feroces contra Sanders, tirando contra él lo mismo como destructor del Partido Demócrata que como posible agente ruso. El periódico ha llegado a llamarle incluso el ‘candidato Teflon’, epíteto originalmente aplicado a Ronald Reagan. Pero los medios principales y su partido cautivo, el Partido y sus medios cautivos, no muestran signo alguno de aminorar su presión. Una filtración reciente de un fragmento malinterpretado del Director de Inteligencia Nacional se convirtió en un Terror Rojo que duró un par de días. ¿Andaba Putin preparándose para hurtar las elecciones? ¿Era cómplice o le habían embaucado simplemente? Todo esto mientras arde el planeta.
La verdad es que medios de comunicación empresariales-liberales se encuentran cómodos con la presidencia de Trump. Han prosperado de un modo maravilloso con su valor como entretenimiento, aunque hayan apostado por la superioridad moral en la ‘resistencia’ anti-Trump. Será difícil negar lo plausible de la acusación que es probable que salga enseguida de la campaña de Sanders, a saber, que ‘está listo el amaño’; y que una vez más se le niega al pueblo su verdadera voz– al principio a través de una campaña organizada de propaganda que se introduce en los debates, y al final mediante la coordinación pública por parte del “establishment” del Partido para guiar a los denócratas hasta la única casilla aceptable.
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