Utilizando una figura metafórica con la película “El Aprendiz de Brujo”, y guardando las debidas proporciones y respeto por el séptimo arte, lo que nos ocurre en este enlodado platanal es la antítesis a esa realización cinematográfica: “Dave Stutler es un joven normal, hasta que el experimentado mago Balthazar Blake ve en él un talento oculto para la hechicería. Dave se convierte en el protegido renuente de Balthazar y recibe un curso intenso en el arte de la magia; pero mientras él se prepara para ayudar a su maestro a defender Manhattan de un poderoso adversario, Dave se pregunta si sobrevivirá a su entrenamiento, salvará la ciudad y encontrará a su amor verdadero.” Para nuestro caso, Iván es un mancebo corriente, hasta que el curtido nigromante Álvaro ve en él una habilidad subrepticia para el maleficio. Iván se convierte en el preferido remiso de Álvaro y recibe un curso intenso en la arte del engaño; pero mientras él se prepara para ayudar a su preceptor a defender a polombia de la valiente lucha social, Iván se pregunta si superará su entrenamiento, salvará el neoliberalismo y reeditará a los EEUU su amor verdadero.
En la horma sin igual del régimen, se ha venido perfeccionando el prototipo de sus representantes y voceros, para que asuman beligerantemente el papel de abogados del diablo sin reparos, culpas o tapujos. Dentro de los prospectos de la ultraderecha criolla, se perfilaba un alfil regordete que con sus piruetas circenses y habilidades para la magia barata, se iba a convertir en el primer mandatario del país. Muy pocas personas identificaron, por lo menos en el escenario público, a un ambicioso calculador para usufructuar los beneficios del primer cargo gubernamental; una estrategia delineada con la combinación del fraude electoral, un discurso demagógico pero sostenido, sonrisa hipócrita pero permanente, bonachona integración con los más pobres para la foto, aparente hoja de vida limpia de las mañas y corruptela tradicional, le permitía caminar hacia los más altos peldaños del poder, para satisfacer intereses corporativos, asegurar ganancias propias y servir de pieza funcional al establecimiento.
Muchos de los colombianos hipnotizados por el hechicero Álvaro, otros por conveniente acomodamiento a las circunstancias o por pura ignorancia, deslindaban al aprendiz Iván de su mentor, otorgándole el beneficio de la duda y aspiraban a que el condiscípulo del innombrable le hiciera algún favor a la patria en los asuntos de los derechos constitucionales; unos se apuraban a concederle la buena fe de un buen muchacho que reflexionaría y se marginaría de su venenoso entorno. Como parte de la historia de suspenso, grandes medios de comunicación (incluyendo algunos alternativos) y voceros del poder nacional, acolchonaban la inexperiencia y desatinos del sub-presidente, induciendo opiniones de favorabilidad con el argumento de la oportunidad de enseñanza, que Iván iba a tener en la administración de lo público desde la Casa de Nariño. Y con un gran bloque de apoyo público, los devotos de la CD (secta “democrática”) y sus aliados de gobierno (partidos tradicionales y emergentes defensores del corrupto establecimiento), entregaron al aprendiz la banda tricolor, a sabiendas que era el maléfico Álvaro el detentador de la estructura política.
Con el correr del tiempo, las piezas se fueron colocando en su debido lugar y se fue descubriendo que el principiante no era tan ingenuo como su apariencia insinuaba; aunque era previsible el incumplimiento de las promesas, las consignas de campaña electoral rápidamente se fueron diluyendo como gotas en el agua: no subirían los impuestos para los pobres, salud y educación con cubrimiento total, defensa del ambiente y protección de la naturaleza, cuidado de niños y ancianos, trabajo para todos, vivienda digna, castigo a los corruptos y lucha contra el narcotráfico, etc., etc., etc., serían las “bondades” del gobierno de ultraderecha. Atendiendo a la lógica y el sentido común, de una u otra forma todos, gobiernistas y opositores sabíamos que ese era el natural desarrollo de una situación que por décadas se ha repetido en su generalidad; tal vez, lo que no tenía suficiente dimensión para el ciudadano de a pie de lo putrefacto del régimen, era el minucioso, consumado y elaborado sistema que concierta los nexos de la mafia con el poder político.
En un nuevo contexto de lo que es la experta mercadería de compra de votos en Colombia, se ha venido detallando el vicioso entramado que involucra a políticos, carteles, periodistas, ramas del poder público, militares, empresarios, policías, entre otros; a la vista de todos, sigue quedando al descubierto quienes son los profesionales de la mentira, para este caso fruto del impecable trabajo de valerosos investigadores y sendas declaraciones de algunos dislocados penitentes. Ahora está reconfirmado que el mago Álvaro (desde mucho antes) y el aprendiz Iván (en especialización), son una obscura pareja de demonios en la escuela de la malevolencia institucional. El principiante logró graduarse con lujo de detalles, y tal vez sea la hora de rectificar las nominaciones que le adjudicábamos las gentes del común, opinadores y connotados analistas políticos: tonto, títere, inepto, bobo, incompetente eran los calificativos; con las pruebas recogidas, los hallazgos y las denuncias públicas sobre la cualificada empresa criminal dirigida por el mañoso matarife y sus protegidos, no pueden quedar dudas de la perversidad, perfidia, deshonestidad, artificio, que todos ellos replican sin temores o sonrojos, para garantizar la perpetuación de sus privados e infernales dominios.
Oscar Amaury Ardila Guevara
Foto tomada de: Eltiempo.com/
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