India está asumiendo una posición en el Sur Global y se espera que sea el segundo país más rico del mundo en 2025.
Todo indica que India se dispone a resolver sus disputas regionales para poder asumir una posición asertiva y global en la escena internacional, de acuerdo con sus nuevas dimensiones demográficas y económicas, así como con la previsión de que en 2050 será el segundo país más rico del mundo.
La civilización india es tan o más antigua que la china, aunque su desarrollo ha sido más discontinuo y menos homogéneo. Su formación se dio a lo largo del río Indo, y el proceso de «sedentarización» de sus poblaciones comenzó hacia el año 5000 a.C. Su territorio, sin embargo, fue objeto de numerosas invasiones y ocupaciones por parte de pueblos «extranjeros». Alrededor del 1500 a.C., la región fue ocupada por pueblos indoeuropeos procedentes del Mar Negro y del Mar Caspio, cuando comenzó el periodo védico. En el 520 a.C., su territorio fue invadido por Darío, rey de Persia, y permaneció bajo dominio persa durante 200 años, hasta la invasión de Alejandro Magno, que trajo consigo las huellas de la civilización griega.
Todas estas invasiones sucesivas, que continuaron en los siguientes siglos, sólo lograron establecerse de forma periférica, como almacenes militares o mercantiles de una producción local diversificada y sofisticada que había sido obra milenaria de una población cultural y lingüísticamente heterogénea, pero que seguía mayoritariamente el hinduismo, la más antigua de todas las religiones.
Hasta que en el siglo VII comenzaron las invasiones y conquistas musulmanas desde Sistán, actual Irán, que dieron origen al Imperio mogol o mogul, fundado por Babur, descendiente de Gengis Kan, y que llegó a dominar casi todo el subcontinente indio entre 1526 y 1857. Esta estructura imperial duró hasta 1720, poco después de la muerte del último gran emperador mogol, Aurangzeb. Tiempo después, en 1763, la Compañía Británica de las Indias Orientales impuso su dominio mercantil y tributario sobre la región de Bengala y, a partir de entonces, progresivamente sobre toda la India, hasta que las fuerzas del Imperio Británico derrotaron la rebelión india de 1857-58, sometiendo a la India al dominio imperial de la Corona británica desde 1858 hasta su independencia el 15 de agosto de 1948.
En 1885 se fundó el Congreso Nacional Indio, primera semilla revolucionaria de un movimiento que alcanzó su madurez en 1930, cuando Gandhi lanzó su Movimiento de Desobediencia Civil, que culminaría con la independencia de la India y la división de los territorios británicos entre Pakistán e India, y más tarde Bangladesh.
Tras su independencia, India adoptó una política exterior anticolonialista y sufrió el efecto inmediato de la coincidencia de la fecha de su independencia con el inicio de la Guerra Fría, justo antes de la victoria de la Revolución Comunista en China. Estos hechos por sí solos situaron al territorio indio en el corazón de un espacio geopolítico de gran importancia a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, durante la guerra de Vietnam y tras la caída del Sha de Irán y la invasión soviética de Afganistán en 1979. Durante este periodo, India enfrentó varias guerras fronterizas, tres con Pakistán (1948, 1965 y 1971) y una con China (1962), mantuvo una disputa abierta con Bangladesh (1979) sobre la nacionalidad de una isla en el golfo de Bengala, y desde entonces mantiene una disputa permanente con Pakistán sobre sus fronteras en la región de Jammu y Cachemira.
Limitada por la forma en que se desarrolló la lucha por su independencia, India adoptó una posición de liderazgo activo e incontestable dentro del Movimiento de Países No Alineados, nacido de la Conferencia de Bandung en 1955, apoyando el «neutralismo activo» y una defensa intransigente de la soberanía y la igualdad de todas las naciones frente a cualquier tipo de presión o injerencia de las grandes potencias en los asuntos internos de los demás Estados. Estableció una relación económica, política y militar muy estrecha con la antigua URSS, que luego mantuvo con Rusia.
A primera vista, India no tiene las características de una potencia expansiva, sino que se comporta estratégicamente como un Estado que se ha visto obligado a armarse para proteger y garantizar su seguridad en una región altamente inestable. Además, desarrolla y controla tecnología militar de vanguardia, como su sofisticado sistema balístico y su arsenal atómico, y cuenta con uno de los ejércitos mejor entrenados de toda Asia. Pero, fue sólo tras su derrota militar ante China en 1962 y la primera explosión nuclear china en 1964, justo antes de la guerra con Pakistán en 1965, que India abandonó el «idealismo práctico» de la política exterior de Nehru y adoptó la Realpolitik del primer Ministro Bahadur Shastri, que autorizó el inicio del programa nuclear en los años sesenta. Fue entonces cuando la India alcanzó la mayoría de edad, con las explosiones nucleares de 1998 y el éxito del misil balístico Agni II en 1999. En ese momento se convirtió en una potencia atómica y definió su nueva estrategia de integración regional e internacional, con base en la afirmación simultánea de su nuevo poderío militar.
Por otra parte, desde su independencia, India ha venido adoptando una estrategia económica de corte fuertemente nacionalista, y hoy es el país con mayor crecimiento económico del sistema mundial. A pesar de su sesgo cada vez más asiático, la política exterior india mantiene una pragmática equidistancia respecto a Estados Unidos, Europa y China, y en un momento estuvo a punto de convertirse en un aliado atómico de los estadounidenses. Más recientemente, volvió a distanciarse de los Estados Unidos y de su proyecto de construir un cerco nuclear a China, con la posibilidad de ampliar la zona de operaciones de la OTAN a la región Indo-Pacífica.
Muy recientemente, a mediados de 2024, se produjo un acercamiento entre India y China, las naciones más pobladas del planeta que juntas suman tres mil millones de habitantes y ya son la primera y tercera economías más grandes del mundo, respectivamente, por paridad de poder adquisitivo. Este acercamiento evidencia el deseo de resolver sus disputas fronterizas en Cachemira y Arunachal Pradesh, que se remontan a décadas atrás y ya han provocado enfrentamientos armados con China, con quien comparten una frontera de 3.379 kilómetros.
Lo mismo ha ocurrido con Pakistán y, en ambos casos, el nuevo gobierno indio parece decidido a tranquilizar y estabilizar su zona de influencia en el sur de Asia. Además, India se ha resistido a participar en el «Diálogo Cuadrilateral de Seguridad» promovido por Estados Unidos, el QUAD, en el que también participan Australia y Japón; mantiene estrechas relaciones comerciales y estratégicas con Rusia; formó parte de la creación conjunta de los BRICS; y es miembro de la Organización de Cooperación de Shanghái.
Todo indica que India está dispuesta a resolver sus disputas regionales para asumir una posición asertiva y global en la escena internacional, acorde con sus nuevas dimensiones demográficas y económicas y con la previsión de que en 2050 será el segundo país más rico del mundo.
Si sumamos todos estos hechos y factores, parece claro que India ya adoptó una postura a largo plazo, junto con sus vecinos asiáticos, en contra del proyecto QUAD y, más aún, en contra de la idea de crear una OTAN en la región Indo-Pacífica. Además, India ha venido señalando su deseo de alejarse progresivamente del sistema monetario-financiero basado en el dólar, especialmente tras la congelación de las reservas rusas depositadas en bancos estadounidenses y europeos. Es una postura que gana cada vez más adeptos dentro y fuera de Asia, especialmente en la región que se alimenta del efecto expansivo de las economías china e india.
Este verdadero giro en la política exterior india explica, en parte, la iniciativa totalmente insólita y el movimiento sorprendente del primer ministro Narendra, quien, tras viajar a Moscú en julio, visitó Ucrania y Polonia en agosto, ofreciéndose a mediar en una negociación de paz fuera de Asia, en plena Europa, involucrando, como una de sus partes clave, a Gran Bretaña, su antigua potencia colonial.
De este modo, India está asumiendo una posición dentro del Sur Global similar a la que ocupó en la Conferencia de Bandung de 1955 y en la formación del Movimiento de Países No Alineados, que durante la Guerra Fría se opusieron a lo que consideraban las nuevas formas de colonialismo y neocolonialismo de las Grandes Potencias de aquel periodo. Pero, este nuevo/viejo camino para la política exterior de India no será fácil, como demuestra la represalia casi inmediata que sufrió con el golpe de Estado que derrocó a su aliada, la primera ministra de Bangladesh, Shikh Hasina, el pasado 4 de agosto, con el apoyo/intervención de Estados Unidos. Un cambio de gobierno forzado, que siguió el nuevo patrón de intervenciones estadounidenses desde el golpe de 2014 en Ucrania, y que podría convertir en cualquier momento a Bangladesh en un nuevo foco de fricción militar entre India y China. En cualquier caso, habrá que seguir los próximos acontecimientos para evaluar el comportamiento de esta nueva India que se propone entrar en el «juego de las Grandes Potencias».
(Publicado por Sul 21 el 16/09/2024) Disponible en: https://terapiapolitica.com.br/o-caminho-da-india/
Traducido del portugués por Andrés Santana Bonilla.
José Luis Fiori
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