Lo que si sorprendió, no a muchos claro está, es el decrecimiento registrado en el sector Agricultura, ganadería, caza, silvicultura y pesca, el cual fue de -1.9%, cuando desde el 2009 venía con resultados positivos, aún en tiempos de pandemia. No fue el 2022 un año sencillo, se presentaron todos los fenómenos adversos posibles: lluvias desbordadas, alza de precios en los agroinsumos, devaluación y un exagerado aumento de las importaciones, todo esto ha ido menguando la producción agropecuaria nacional.
Frente a las importaciones, estas crecieron el 25.6%, llegando a 11.307 millones de dólares. Los productos que más contribuyeron a este resultado fueron los cereales y las preparaciones con cereales; Café, té, cacao, especias y sus preparados (paradójicamente en las exportaciones este rubro no solo fue el que más aportó sino que representa el 59.1% de las exportaciones del sector); Pienso para animales (excepto cereales sin moler); Legumbres y frutas. Estos bienes explican el 68.6% del incremento. En volumen el crecimiento fue de 9%, el país importó 5.775.669 toneladas de alimentos. De éstas el 32.7% destinadas al consumo de los hogares. En Colombia se estima que están disponibles 28.7 millones de toneladas de alimentos, así que el país importa el 20% de su alimentación. Este indicador en los Estados Unidos es del 15% y para la Unión Europea es del 9%.
El tema de los agroinsumos adquiere matices dramáticos, en particular porque el país depende 100% de las importaciones de estos bienes, con la afectación que sobre esto tiene no solo la devaluación sino las dificultades en la logística internacional. Ahora bien, cerca del 42% de este mercado está siendo provisto por Monómeros, empresa venezolana que ha tenido que padecer desde las pugnas políticas entre Colombia y Venezuela, hasta los intentos subrepticios del Gobierno anterior, para ser marchitada o absorbida por otras empresas transnacionales. Ninguno de estos intentos trascendió, pero sí dejó a la empresa en condiciones técnicas y financieras difíciles, que hoy se intentan superar. El Gobierno Colombiano ha ofrecido volver a tener la participación que en su momento fue vendida en el Gobierno de Uribe al Gobierno de Chávez. Operación que de darse podría significar no solo un aliento a la empresa sino poder tener una política pública sobre los agroinsumos.
Las necesidades estructurales de la producción agropecuaria se hacen cada día más evidentes: escasa productividad y por ende competitividad, un conflicto que ha incidido sobre la tenencia de la tierra, problemas de títulos, dificultades para acceder a créditos e innovaciones financieras, problemas infraestructurales, que pasan por vías, riego, incluso tecnología, una muy baja conectividad lo que impide la utilización de TICs, en fin, unas brechas socioproductivas frente al desarrollo urbano que hacen compleja no solo la producción y la comercialización sino la vida misma en los campos.
En este gobierno, que ya ha pasado los seis meses, estos fenómenos son claros, incluso se definió que no se requieren reformas, las leyes existentes permiten avanzar en eso que el país, en particular la ruralidad, demanda: la reforma rural integral.
Pero esto no es fácil, en especial cuando a pesar de las voluntades en el Gobierno, aun están enquistadas las prácticas que niegan al campo como una necesidad y una posibilidad para el crecimiento y el desarrollo del país. Los anuncios realizados han venido perdiendo vigor, se han chocado frente a las realidades de la institucionalidad. El mismo sector privado se pierde ante los anuncios de compras de tierras (que ya van a empezar, se dice), de subsidios a los agroinsumos (20% a 60.000 pequeños productores registrados), entre otras medidas como siempre débiles por sí mismas y mucho más ante las urgencias y las magnitudes del campo colombiano
Cada día se profundiza el marchitamiento agropecuario, la brecha estructural y las diferencias en el crecimiento frente al promedio de la economía, cada vez rezagan más a un sector que debe convertirse en la base para garantizar eso que desde el Plan Nacional de Desarrollo se promulga como Derecho Humano a la Alimentación. La reindustrialización del país ya tiene una carta de navegación, la reruralización del campo a través de la reforma rural integral está planteada desde tiempo atrás; el gobierno pasado no quiso avanzar, y al actual gobierno ya le corren los tiempos. Ya hay que pasar de los anuncios, ni el sector agropecuario ni el hambre dan más espera.
Jaime Alberto Rendón Acevedo, Director Centro de Estudios e Investigaciones Rurales (CEIR), Universidad de La Salle
Foto tomada de: Periódico El Campesino
A. Rivas says
Muy oportuno el artículo, gracias Sr. Rendon
maribel says
Muy buen diagnóstico, urgen las acciones en este campo. vergonzoso que importemos tantos alimentos cuando estamos en capacidad de producirlos