Cuando los medios registraron la fuga de alias Matamba, en esta columna se habló de una extracción y no de una fuga. Bueno, meses después y de acuerdo con lo expresado por Castañeda, el entonces criminal no se fugó, sino que su salida de la cárcel La Picota en marzo de este año que termina, se dio gracias a una decisión política de alto nivel, cuyo objetivo final era extraerlo para luego asesinarlo, fingiendo que su deceso se produjo en medio de un operativo con el que se buscaba su recaptura.
Los hechos que están saliendo a luz pública confirman que efectivamente hay un ethos mafioso enquistado en las lógicas y estructuras operativas del Estado, lo que da vida a la existencia de un “doble Estado” en Colombia, lo que haría casi imposible poner fin a la corrupción política por cuanto esta está conectada a decisiones que, con ese mismo carácter, adoptan funcionarios públicos que cumplen órdenes de políticos profesionales corruptos, de presidentes de partidos políticos o que están al servicio de agencias americanas como la DEA.
La constatación de la existencia de ese “doble Estado” sugiere, por supuesto, que la legitimidad y la gobernabilidad, en tanto condiciones, se garantizan de manera forzada, gracias a la tradición y al poder de esas mafias respaldadas en buena medida por poderosos políticos, incluso, de presidentes en ejercicio y de expresidentes de la República.
De la mano de ese “doble Estado” caminan jueces y la propia Fiscalía, lo que permite cerrar el complejo círculo mafioso y criminal con el que funcionan varias instituciones del Estado colombiano, señaladas de ser madrigueras en donde se esconden los corruptos.
Habrá que esperar el desenlace de los hechos que Castañeda está exponiendo. Mientras se establecen responsabilidades, el “doble Estado” seguirá operando en Colombia con todo el riesgo que ello supone. El Estado colombiano da miedo.
Germán Ayala Osorio
Foto tomada de: El Tiempo
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