En este siglo XXI, nuevos movimientos populistas de ultraderecha se impusieron en un lado y otro lado del mundo. Los más conocidos los liderados por Trump, Orbán, Putin, Erdogan, Modi, Bolsonaro, los Talibanes, la lista es más extensa y de distintos matices, pero la cierra Álvaro Uribe y su partido el ultra “Centro Democrático”.
Estos populismos también se conocen como neofascismo, o regímenes con políticas, estrategias y tácticas fascistas que no caben necesariamente en la imagen estricta del fascismo hitleriano.
Implementar políticas o tácticas ultra es tan peligroso como si se tratara de un pleno estado neofascista, pues al final los efectos son los mismos porque las palabras, gestos y estrategias son de ese tipo a través de la propaganda (mano firme corazón grande), el antiintelectualismo (nunca se ha escucha de ÉL un discurso sobre el desarrollo, la sociedad, el mundo y la humanidad, jamás un conversatorio o una construcción con pensadores, sólo la voz de José Obdulio detrás de ÉL), la irrealidad (enemigos inexistentes – castrochavismo – o magnificación de los crímenes de la guerrilla para desviar la atención de los desmanes del gobierno, justificar la represión y vandalizar a la nación, pero silencio sobre los carteles del narcotráfico y los paramilitares), la jerarquía (Uribe, ÉL único), el victimismo (dirigentes y empresarios amenazados aunque nada sobre el despojo de tierras a sangre y fuego, o las gabelas tributarias a las grandes empresas sin retorno a la sociedad, a la economía y al Estado), el orden público (uso de instrumentos inconstitucionales, caso de Duque para reprimir la protesta pacífica, o la directiva del exministro Camilo Ospina para darle marco legal a la estrategia macabra de los falsos positivos determinada por ÉL), la ansiedad sexual (ÉL violador de Claudia Morales), el llamamiento al espíritu de la nación (seguridad democrática igual a represión, confianza inversionista igual a un débil Estado regulador al servicio de un desenfrenado capitalismo de mercado funcional al narcotráfico, a la corrupción, al ventajismo tributario que explican el atraso productivo y de la innovación por la ausencia de políticas correctas y sostenidas), y cohesión social igual a pensamiento único en torno a la inequidad). Asimismo, desmantelamiento del Estado del bienestar a través de un neoliberalismo radical, e invocación a la unidad nacional para ello asamblea constitucional con el fin de cambiar la constitución y volver trizas el acuerdo de paz.
Se deshumanizan ciertos segmentos de la población (pobres de las ciudades, campesinos, negros, indígenas, social demócratas y de izquierda) y desdibuja la empatía de otros ciudadanos (pacifistas, social demócratas y socialistas que en Colombia no hay) y justifica su tratamiento inhumano (todas las prácticas de violencia posible: encarcelamiento, tortura, desaparición, asesinato, masacres que al final configuran genocidios que son la máxima expresión de los crímenes de lesa humanidad), incluso los desborda, como los falsos positivos, que en Colombia han tenido la máxima expresión de sevicia porque fueron operaciones de maldad ilimitada: se planificaron a cientos de kilómetros, se buscaron de manera selectiva a los humildes jóvenes, los encontraron y engañaron, los transportaron de día y de noche, escogieron el lugar para asesinarlos por la espalda y en la oscuridad, ya muertos les pusieron uniformes de guerrilleros para simular combates, y luego cobrar las recompensas, por eso los falsos positivos no son considerados crímenes de guerra, porque fue la maldad ilimitada que el general Montoya pedía en canecas de sangre), y ÉL lo sabe todo porque todo pasó por su cabeza de ahí que ahora pide amnistía general para cerrar la segunda guerra y antes de iniciar la tercera.
Su estrategia predilecta es la división, es decir, la polarización, para demarcar el campo entre los “otros” que son los “malos” y “nosotros” que somos los “buenos”. El recurso, mucha propaganda y poco intelectualismo, atacando a las universidades y a las ONG que cuestionan sus ideas y sus prácticas, creando un estado de irrealidad. Los que escribieron libros sobre ÉL o sobre las violencias de la guerra son “terroristas comunistas”. Los estudiantes fueron a la calle a través de la MANE (movimiento amplio nacional estudiantil) una vez se fue Uribe, y ahora los estudiantes volvieron por sus derechos y por los de sus padres, hermanos y amigos, pero los reprimieron a sangre y fuego usando todas las tácticas posibles para deslegitimar la protesta, recurriendo a un vandalismo que se alimenta en las múltiples organizaciones que hay detrás de múltiples violencias de Colombia: milicias, microtráfico, bandas organizadas, delincuencia común, sicariato, guerrilla, carteles de la droga y agentes de las fuerzas del Estado. Lo lograron, porque los infiltraron y en pocas semanas cambiaron la imagen de la Primera Línea: a jóvenes con escudos, gafas protectoras, guantes y cascos de construcción, y otras estrategias de defensa contra los ataques del ESMAD, los convirtieron en “armas terroristas” y en “agentes del terrorismo”. Los muchachos se replegaron y sus madres y hermanos lloran a los hijos asesinados y desaparecidos.
En un régimen fascista la figura del líder equivale a la del padre en la familia patriarcal tradicional (la favorabilidad casi absoluta que llegó a tener Uribe en sus gobiernos y después antes de caer en desgracia en los últimos años) porque la fuerza es el principal valor autoritario. La más reciente expresión de esta fuerza, fue la conversación del presidente de la Comisión de la Verdad, padre Francisco de Roux, con ÉL. Éste se puso detrás de una mesa con un mantel blanco con estampado de flores, en una silla más alta, como altar de una iglesia, mientras a De Roux le dieron una silla bajita como los feligreses en una iglesia. Participaron sus hijos, que nada tenían que hacer ahí: patanes, arrogantes, furiosos e invisibles, porque se escucharon a través de parlantes pues sabían que de carne y hueso no podían estar ahí.
El futuro siguiente: las elecciones del 2022
Demasiados años ha durado el proyecto de ultraderecha. Sin embargo, ni ÉL es el mismo, ni Colombia tampoco, el mundo de hoy es muy distinto al mundo de ayer, el del auge del uribismo ya no existe, solo el narcotráfico. Ganó las elecciones del 2018 por la propaganda a favor de Duque y la propaganda en contra de Petro. Aplicaron a la perfección la estrategia de los malos y de los buenos. Pero como ÉL no es eterno, es mortal, sus ideas también se están apagando, así conserve un poder amparado por tanto personaje con rabo de paja que se han escudado detrás de ÉL y favorecido a través de ÉL. Como ocurre con todo proyecto ultra, hay una figura, los demás son subalternos inferiores, y la dirigencia delegó en ÉL solucionar los problemas del país. Sin embargo, Uribe ya no puede ir a las urnas, lo hará a través de un tercero, Oscar Iván Zuluaga, que si bien ha recibido un alivio de la fiscalía por el caso del hacker en la campaña del 2014, el expediente aún no está cerrado, y quien sabe si los siete millones de votos de hace siete años aún los conserva, seguramente no, dada la estruendosa caída de la imagen de ÉL, de Duque y de sus congresitas, que sin ÉL solo son gritos en la oscuridad.
El partido de ÉL irá a las elecciones para el Congreso con lista cerrada, porque así ya no pueda ser candidato, es la imagen única. Esto sin saber en qué etapa estará el proceso por falsos testigos y fraude procesal. En caso de que la jueza no precluya a su favor, el caso volverá a la Fiscalía para que esta lo acuse, entonces, los tiempos seguramente los manejará la fiscalía de su bolsillo, de manera que ÉL continúe en condición de imputado mientras pasan las elecciones. Con Uribe acusado y llevado a juicio, su partido morirá, y no le quedará nada más que negociar con otros de igual talante y sumarse al candidato que ellos digan, tal vez el nada querido Vargas LLeras. En cualquier circunstancia, no solo por ÉL la ultradercha está en problemas. La prisión a uno del clan Aguilar, la tumbada de los 70.000 millones del minsterio de las TIC con gente de los Char, y la suma de tantos problemas por corrupción y narcotráfico en su entorno y en el entorno de su presidente, pasarán factura, así dupliquen, tripliquen y quintupliquen el valor del voto.
Las máquinas de la corrupción y del narcotráfico trabajarán a tope, Duque les dará lo que pidan, el triunfo que les garantiza el software amigo de la Registraduría, y aprobarán algunas leyes derivadas de la protesta para ganar “limpiamente” algunos electores. No obstante, esa monstruosa maquinaria electoral esta vez no les alcanzará si el centro y la izquierda no hacen pendejadas.
El uribismo y sus aliados tienen en algunos de sus contrincantes sus mejores amigos, porque el centro y la izquierda están enfrascados en las peleas de los egos y en la trampa divisionista que la derecha le ha tendido, por eso están más fraccionados que nunca, con la Alianza Verde convertida en el problema mayor porque “la pareja de muñecas” le apuestan a coquetear a los privilegiados, otros a la Coalición de la Esperanza, unos más al Pacto Histórico, y algún desconcertado a Peñalosa. Los errores de la oposición puede derivar en la prolongación de una ultraderecha premoderna dirigida desde las haciendas de ÉL.
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[1] Este artículo se basa en el libro del Jason Stanley. 2018. Cómo funciona el fascismo. Blackie Books.
Jaime Acosta Puertas
Foto tomada de: coffeesp
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