Se diferencian en la forma de gestionar el modo de producción capitalista; algunos abogan por favorecer especialmente a los capitalistas, principalmente a los más grandes, monopólicos y oligopólicos; otros consideran que la mejor manera de tener un capitalismo fuerte y creciente es mejorando condiciones de vida de los trabajadores, ofreciendo una explotación más humana. En el centro, otros plantean un camino intermedio. Tienen en común mantener la esclavitud asalariada, pero se diferencian en el trato a los esclavos.
En la práctica en Colombia existe un único partido: el partido del capitalismo. Aparentemente los partidos políticos son débiles, están fragmentados, se han convertido en empresas electorales cuyo propósito principal es beneficiarse de los recursos públicos y no gozan de la confianza ni del respaldo de la gran mayoría de posibles votantes. Pero los partidos en Colombia tienen un programa común, con diferencias de matices y han demostrado una fortaleza extraordinaria y una gran capacidad para obtener los resultados buscados.
Los partidos favorables al capitalismo han ganado siempre y por goleada las elecciones, tanto nacionales como territoriales, para presidentes, gobernadores y alcaldes como para representantes a las corporaciones públicas, y desde el poder político han estado al servicio de los capitalistas y gestionado el aparato público para garantizar que el sistema capitalista siga funcionando.
La escala que va de izquierda a derecha es una escala dentro del capitalismo. En el panorama electoral ninguna coalición, ni partido, ni movimiento político propone suprimir el capitalismo en favor de una sociedad cooperativa y no competitiva, en la cual no haya seres humanos obligados a venderse como una mercancía. Se dice que la democracia es un conjunto de reglas ciertas con resultados inciertos. Pero en este caso, el resultado es cierto, gana quien gane, el próximo será un gobierno defensor del capitalismo.
El centro-esperanza: más de lo mismo
El centro-esperanza hasta el momento simplemente propone, en su discurso explícito, puros lugares comunes. Dice Ingrid Betancourt que “le estamos dando a Colombia y a los colombianos por primera vez en la historia del país una oportunidad de elegir un candidato presidencial sin maquinarias, sin clientelas, es decir que rompa este secuestro de la corrupción.” Claramente Ingrid miente, ya ha habido en el pasado candidatos presidenciales sin maquinarias y sin clientelas y mucho menos sin estar secuestrados por la corrupción; se me ocurre por ejemplo Carlos Gaviria o Gustavo Petro.
Sin sonrojarse dice a continuación que “aquí lo que se prepara es una revolución tranquila, pacífica, un cambio muy de fondo y no es un proyecto caudillista.” El manoseo de la palabra revolución es claro; ya Cesar Gaviria había llamado a su plan de desarrollo “la revolución pacífica”.[1] Los vientos de cambio del centro-esperanza no son muy prometedores. Néstor Humberto Martínez en columna de El Tiempo[2], con mucha sorna caracterizó adecuadamente el alcance renovador de esta coalición: “El milagro alcanzó niveles de delirio cuando la vocera dijo que su Coalición era “el inicio de una generación de líderes que va a cambiar la historia del país”. ¡Así como se oye! Cómo olvidar que De la Calle ha transitado por toda la historia política de los últimos 35 años. Juan Fernando Cristo es un manzanillo profesional que representa, como pocos, la vieja política nacional. Los años de rectoría de Alejandro Gaviria no borran su actividad pública en los dos gobiernos que precedieron el de Duque. Los Galán son herederos de una marca política que surgió en los años ochenta. Y Fajardo lleva dando lata en la vida pública desde hace 20 años, con los mismos ‘blue jeans’.”
No solo no tiene nada de renovador el centro-esperanza sino que se caracteriza por la insustancialidad, basta ver su decálogo lleno de lugares comunes. Pero en lo fundamental están plenamente de acuerdo con sus competidores de la izquierda y la derecha.
Sus ideólogos tratan de convencernos de que las bondades del capitalismo justifican su defensa. Hernando Gómez Buendía afirma en columna de El Espectador[3]: “El capitalismo es el sistema que hizo posible esa gran prosperidad, el motor del aumento del ingreso, el mayor generador de riqueza que ha existido en los milenios de existencia de la especie Homo sapiens. El capitalismo es uno de los grandes inventos de la humanidad y destruirlo sería una estupidez monumental.” Efectivamente el modo de producción capitalista es la forma de organización social que ha incrementado en mayor medida la riqueza material, en comparación con formas de organización social anterior, pero su propósito no es mejorar la situación de los trabajadores sino obtener ganancias.
Parecería que a alguien se le ocurrió este gran invento (Gómez Buendía no nos informa quién fue el inventor y mucho menos si patentó el invento) y logró que se pusiera en funcionamiento, aparentemente con el loable objetivo de hacer más rica a la humanidad. Pero se le olvida a Gómez Buendía contarnos cómo es que funciona el capitalismo, en qué forma se crea la riqueza, cómo se distribuyen las personas en la producción de dicha riqueza y, como consecuencia, cómo se la reparten. No hay que ser seguidor de Marx para darse cuenta de que la gran riqueza está acompañada de una extraordinaria pobreza, que miles de millones de seres humanos subsisten con el equivalente de menos de 2 dólares al día, y que 21 millones de colombianos no alcanzan a comprar la canasta básica, al tiempo que unos cuantos multimillonarios se dan la gran vida. Esto lo dicen las estadísticas oficiales y OXFAM, a quien nadie puede acusar de neocomunista.
Quizá el inventor del capitalismo si sabía para que era dicho invento, por lo cual le están muy agradecidos los capitalistas, especialmente los muy grandes. Sutilmente Gómez Buendía nos dice estúpidos a quienes creemos que hay que superar el capitalismo, pero a pesar de ser el director de una revista que lleva por título Razón Pública, no da razones para justificar dicho invento que trata de manera inhumana a la gran mayoría de terrícolas. Parecería que más que la razón pública, lo anima el espíritu de la razón privada.
Gómez Buendía es, claramente, partidario de la moderna esclavitud, de la esclavitud asalariada. Su posición es una posición común y generalizada entre los miembros de los partidos políticos y en la academia. Hace ya más de 100 años escribía Lenin: “De un modo o de otro, toda la ciencia oficial y liberal defiende la esclavitud asalariada, mientras que el marxismo ha declarado una guerra implacable a esa esclavitud.”
Este es el asunto de fondo. Álvaro Uribe, como la gran mayoría de líderes de extrema derecha, identifica claramente al adversario: los partidarios de superar el capitalismo, de eliminar la relación social basada en el trabajo asalariado. Incluso aunque no haya en el escenario político ningún movimiento comunista o anticapitalista con fuerza, los partidos políticos favorables al capitalismo saben que es conveniente combatir cualquier atisbo de comunismo. En esto son muy coherentes. Donde no hay tanta coherencia es en los más de 10 millones de trabajadores asalariados y otro tanto de trabajadores por cuenta propia, que adoptan la interpretación del mundo de los capitalistas y de Hernando Gómez Buendía.
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[1] https://noticias.caracoltv.com/politica/elecciones-colombia/hubo-acuerdo-de-la-coalicion-de-la-esperanza-cambia-de-nombre-y-tendra-6-precandidatos
[2] https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/nestor-humberto-martinez/el-regreso-del-espiritu-santo-columna-de-nestor-humberto-martinez-636994
[3] https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/hernando-gomez-buendia/la-gran-equivocacion/
Alberto Maldonado Copello
Foto tomada de: Semana.com
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