Hace casi 50 años, en 1972, se presentó el primer informe al Club de Roma[1]. De manera profética allí se advertía sobre los límites del crecimiento. Este mensaje de corte malthusiano, todavía no se ha asimilado. La tecnología actual no ha logrado las reducciones de carbono que se consideran necesarias para garantizar la sostenibilidad ambiental. Todo lo contrario. Los anuncios sobre el calentamiento global son cada vez más pesimistas.
Los gobiernos colombianos han reconocido la necesidad de modificar la matriz energética, pero no toman las decisiones que son necesarias. Al entrar a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde), Colombia se compromete con los objetivos de la organización. La Ocde define así el crecimiento verde:
“Crecimiento verde significa fomentar el crecimiento y el desarrollo económicos y al mismo tiempo asegurar que los bienes naturales continúen proporcionando los recursos y los servicios ambientales de los cuales depende nuestro bienestar. Para lograrlo, debe catalizar inversión e innovación que apuntalen el crecimiento sostenido y abran paso a nuevas oportunidades económicas” (Ocde 2011[2], p. 4, énfasis añadido).
Así que el crecimiento y el desarrollo económico deben ser compatibles con la conservación de los bienes naturales. En la lógica de la Ocde es posible proteger el ambiente y mantener niveles altos de inversión y empleo. Ambos propósitos son compatibles.
El crecimiento verde puede ir a la par con una economía verde generadora de empleo y de inversión. La sostenibilidad ambiental no va en contravía de la dinámica económica.
La economía verde puede lograr tres propósitos: crecimiento, sostenibilidad ambiental y reducción de la pobreza. Pero para alcanzar estas metas es necesario modificar de manera sustantiva el patrón de crecimiento, y la tecnología actual. Esta dinámica es compleja y toma tiempo. Otra vez la Ocde:
“Cambiar los patrones actuales de crecimiento, los hábitos de consumo, la tecnología y la infraestructura es un proyecto a largo plazo y tendremos que vivir durante algún tiempo con las consecuencias de las decisiones tomadas en el pasado. La “dependencia del camino recorrido” probablemente intensificará los riesgos ambientales sistémicos incluso si se obtienen los entornos de política en forma correcta con relativa rapidez” (Ocde 2011, op. cit., p. 8).
El reto es enorme. Y en el país todavía no se asume con seriedad. Peor aún, el gobierno ha dicho que la recuperación posterior a la pandemia tiene que estar anclada en la economía extractiva. Y se insiste en el fracking, sin que en este camino se observe alguna propuesta seria que permita avanzar en el cambio de la matriz energética.
Aunque la Ocde no explica el significado del “largo plazo”, es claro que las transformaciones ambientales requieren tiempo. Y, de todas maneras, es necesario actuar con urgencia.
La Ocde observa tres hechos. Primero, numerosos sectores industriales tienen un impacto marginal relativamente pequeño en las emisiones de carbono y, no obstante, generan bastante empleo. Este mensaje es optimista. Segundo, el sector minero energético contamina mucho y crea poco empleo. Y tercero, las interacciones tecnológicas son complejas y, por tanto, el cambio de la matriz energética no es una tarea sencilla.
Es lógico que la principal transformación tenga que hacerse en las industrias que contaminan más y que, además, son la base de gran parte de las otras actividades industriales. Las complejidades inherentes a la matriz insumo/producto, ponen en evidencia la relevancia de la minería y de los hidrocarburos, como insumos necesarios para los demás procesos. Por tanto, no basta con que un sector haga esfuerzos por producir con una tecnología más sostenible. Se requiere que haya transformaciones en el conjunto de la cadena. Y, sobre todo, un re-ordenamiento institucional.
“Las sociedades se vuelven dependientes de las instituciones y las tecnologías con las cuales están familiarizadas. La inercia social y económica puede ser tan fuerte que incluso un cambio que podría producir un gran beneficio no modificará la conducta. La innovación desempeña un papel crucial en el crecimiento verde rompiendo la dependencia de las pautas de actuación establecidas y ayudando a desacoplar el crecimiento del agotamiento del capital natural” (Ocde 2011, op. cit., p. 10, énfasis añadido).
Para cambiar las costumbres y los modos de comportamiento actuales, es necesario que haya innovación. La búsqueda de caminos alternativos requiere investigación en ciencia y tecnología (CyT). Y, de nuevo, el gobierno ha mostrado su poca disposición para estimular la investigación. El presupuesto del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación apenas se acerca al medio billón de pesos.
Finalmente, la Ocde también establece una relación directa entre sostenibilidad y equidad:
“Es necesario también que las estrategias de crecimiento verde presten atención específica a muchos de los temas sociales y preocupaciones relacionadas con la equidad que puedan presentarse como un resultado directo del avance hacia una economía verde, tanto en el nivel nacional como en el internacional” (Ocde 2011, op. cit., p. 5).
En esta lógica, la equidad es uno de los resultados de la estrategia de crecimiento verde. En otros documentos de la Ocde la afirmación es más contundente, y siguiendo la perspectiva de Naciones Unidas, la equidad es condición necesaria para consolidar la economía verde.
El crecimiento verde, tal y como lo propone la Ocde, es una revolución. No hay que descubrir el camino. Los lineamientos básicos son claros. Y el primer paso es reconocer, con el Club de Roma, que el crecimiento tiene límites.
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[1] MEADOWS Donella., MEADOWS Dennis., RANDERS Jørgen., BEHRENS III William., 1972. Los Límites del Crecimiento, Fondo de Cultura Económica, México.
[2] ORGANIZACION PARA LA COOPERACION Y EL DESARROLLO ECONOMICOS, Ocde., 2011. Hacia el Crecimiento Verde. Un Resumen para los Diseñadores de Políticas, Ocde, Paris.
Jorge Iván González
Foto tomada de: https://www.elespectador.com/
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