- El origen del conflicto armado en Colombia está en los años 40 del siglo XX cuando la oligarquía liberal –conservadora decidió contener el ascenso del pueblo gaitanista hacia el poder; la acción violenta desde arriba se inició desde el gobierno de Alfonso López Pumarejo en 1943, la animó el designado Alberto Lleras Camargo y se tornó generalizada desde el gobierno de Mariano Ospina Pérez en adelante.
- El asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, el 9 de abril de 1948, es parte de esa determinación desde sectores bipartidistas, de evitar la derrota política y la llegada al poder del movimiento popular antioligárquico. Esa preocupación fue compartida en su momento por los gobiernos de Estados Unidos y Reino Unido que apoyaron a López, Lleras y al mismo Ospina en el diseño de estrategias de inteligencia y en la conformación de grupos de policía secreta antes del 9 de abril. Los documentos aportados por la familia de JEG dan cuenta del papel activo de Scotland Yard en la conformación de aparatos de policía especial y de grupos armados encargados de la persecución y asesinato de gaitanistas.
- La Unión Nacional apoyada por el lopismo promovió la presidencia de Ospina Pérez para mantener el poder de la oligarquía, oponerse a lo que el embajador de EE UU llamó proyecto estatista comunista de Gaitán y defender la inversión petrolera. Por esto Gloria Gaitán lo llama “Mariano el petrolero”.
- La lucha por la tierra no es el origen del conflicto armado en Colombia que en realidad fue un conflicto por el poder político asociado a los intereses de la oligarquía liberal- conservadora y a los designios de los Estados Unidos en la posguerra. Los problemas de la tierra, la pobreza y la exclusión se encadenan con la dinámica política del poder pero lo determinante es una lucha de clase de la oligarquía en contra de un gigantesco movimiento popular.
- Lo que ocurrió desde el segundo gobierno de López Pumarejo fue la persecución violenta contra el pueblo gaitanista que se transformó en genocidio con la acción violenta sistemática, centralmente dirigida y generalizada ordenada por la Unión Nacional y la dictadura de Laureano Gómez, que contaron con cuerpos armados de policía secreta y de los llamados chulavitas para sembrar el terror y el homicidio generalizado.
- La definición como Violencia con mayúscula de ese periodo de mitad de lo años cuarenta a los inicios del Frente Nacional, es una maniobra de ocultamiento de la realidad del genocidio y de sus responsables; eso se acompaña de la idea de violencia fratricida liberal conservadora que exime de responsabilidad a la oligarquía y traslada la responsabilidad al propio pueblo que decide matarse entre si y porque si. A esta falsificación histórica se prestó Monseñor Germán Guzmán y su libro La Violencia y se siguen prestando académicos que le hacen juego al encubrimiento.
Estas y otras tesis entregó Gloria Gaitán solicitando a la CEV su consideración y anunciando la próxima publicación de un extenso y documentado libro que está trabajando en estrecha colaboración con su hija María Valencia Gaitán. En la cuidadosa investigación se anuncian documentos y elaboraciones inéditas y novedosas sobre esos años cuarenta y cincuenta que marcan el inicio del largo ciclo histórico de guerras, conflictos armados y diversas violencias en Colombia. Sin duda puedo decir que tuve la fortuna de estar presente hoy 9 de abril en este acto de entrega del informe sobre el origen del genocidio del movimiento gaitanista como génesis y principio del conflicto armado en Colombia.
En mi libro Memorias de verdad en clave de paz (INDEPAZ, 2016), incluyo el ensayo Los nombres de la guerra en la memoria histórica que tiene algunas ideas que coinciden mucho con las tesis de Gloria Gaitán y que seguramente han sido resultado de su influencia en las reflexiones que se hicieron en el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación entre 2008 y 2016 cuando fui su director. Mi texto agrega pocas ideas en esta materia pero en todo caso subrayo algunas de ellas en el siguiente aparte en el cual se invita a remirar el origen del largo ciclo de violencias que incluyen situaciones de guerra y conflictos armados internos con intervención extranjera. La respuesta al gaitanismo y al levantamiento que siguió al 9 de abril de 1948 no fue La Violencia y menos la guerra fratricida sino la imposición de un régimen dictatorial que tomó la forma de dictadura policial primero, dictadura militar después y dictadura cívico militar de Estado de Sitio durante el Frente Nacional hasta principios de los años noventa. Luego vendría la dictadura del terror y el régimen de la parapolítica.
La Violencia de Monseñor Guzmán: sin guerra civil ni conflicto armado interno[1]
La academia ha producido números trabajos de interpretación histórica sobre aspectos de la violencia y el conflicto, entre los cuales se destacan algunos por ofrecer una visión de largo plazo.
Entre estos se pueden mencionar la obra reciente de Marco Palacio, Violencia Pública en Colombia 1958 – 2010 y Las Guerras en Colombia de Rafael Pardo. Son decenas los libros sobre temas parciales y centenares los ensayos, como por ejemplo los libros de Daniel Pécaut Orden y Conflicto, Las Farc: guerrilla sin fin; el de James Henderson, Globalización y narcotráfico en el conflicto en Colombia; Paramilitares 1985 – 2005 de Mauricio Romero.
En este subtítulo se comenta el libro La Violencia en Colombia publicado por editorial Tercer Mundo, bajo el auspicio de Belisario Betancur y el Grupo Corona en 1962 y 1964.
Sorprende la relectura del estudio publicado en 1962 por la actualidad que tienen muchas de sus observaciones y contenidos. “Colombia ha llegado en su devenir histórico a tal encrucijada que necesita que se le diga la verdad, así sea ella dolorosa, y aunque produzca serios inconvenientes a aquellos que se atreven a decirla”.[2]
Para no entrar a la hermenéutica del mencionado estudio, vamos directamente a subrayar cuestiones que pueden ser relevantes en la perspectiva actual de la memoria y la verdad histórica.
Como se advierte desde el prologo del libro, en su análisis multicausal “no se logró determinar exactamente la medida en que intervienen los distintos ingredientes”, pero de manera reiterada se vuelve a la tesis de que el detonante estuvo en el Estado y los partidos, en “la lucha política por el goce hegemónico del poder … y de las ventajas económicas” (Guzmán, 1962, pág 409).
Como anota Marco Palacio, el enfoque sociológico de interpretación se centra en “la revolución social frustrada; pero el análisis del conflicto social y de la violencia, deja muchos asuntos por resolver y llama la atención sobre esa denominación genérica y su utilidad para leer el conjunto de la historia de Colombia desde mediados del siglo XX”[3].
Según Fals Borda, la visión ofrecida por Monseñor Guzmán no cabe ni en la definición de guerra o conflicto bélico, ni en la de conflicto social, pues en la imagen utilizada de la bola de nieve, si bien se origina en la lucha de poder en el centro del Estado, en la medida en que rueda y se agiganta pasa a un estadio irracional de conflicto pleno informe, de aniquilamiento del contrario y comportamiento criminal. La “quiebra de las instituciones fundamentales” y de los valores, estaría en la base del desencadenamiento de la ciega violencia interpartidista.
Pero en el libro de la Violencia no solo se evita hablar de guerra o de guerra civil, excepto por palabras citadas de Alberto Lleras que habla de “guerra irregular”, (Guzmán, 1962, pág. 413), sino que tampoco se habla del régimen como dictadura. Esto resulta extraño si se retoman los discursos de la época propios de las guerrillas del llano o de otros insurrectos que hablaron de la “tiranía” o de la “dictadura conservadora”.
Llama aún más la atención el enfoque del Libro, si se recuerda que en el pacto de Sitges, Laureano Gómez y Alberto Lleras Camargo, en su condición de jefes de sus colectividades, se refieren al gobierno del Teniente General Gustavo Rojas Pinilla en sus ejecutorias después de 1954, como “tiranía y dictadura”. Parte de ese pacto era la derrota de Rojas y restablecer el control del Estado por los dos partidos tradicionales y por ello se incluyó el silencio sobre las características del ejercicio del poder entre 1947 y 1954. Esas dictaduras no tuvieron nombre ni en el lenguaje del Frente Nacional ni en la narrativa de los primeros violentólogos.
La Violencia en Colombia es un informe escrito en caliente, sobre lo actual. Monseñor Germán Guzmán en la periodización que ordena su monografía sobre la violencia en Colombia habla de los años 1958 a 1962 como los de la segunda tregua y la Junta Militar que creó la Comisión Investigadora de las causas actuales de la violencia, suponía que en 1957 ella no se había superado aún: no es extraño entonces que el mandato se refiera a las “causas actuales”.
El periodo que aborda el estudio comprende desde 1944 a 1962 y distingue las siguientes etapas o fases: primera ola de la violencia 1944 – 1954; primera tregua 13 de junio de 1954 a julio de 1955; segunda ola de la violencia, 1955 – 1957; segunda tregua y reducción de la violencia 1958 a 1962. No es explicito el criterio de esa periodización pero se advierte que en el hilo general que ubica esa violencia como un proceso de confrontaciones armadas fratricidas y partidistas, en una fase domina el sectarismo y en la otra la retaliación.
En este enfoque, las dimensiones económicas y sociales son consecuencias de los procesos violentos interpartidistas y primarios, pero no motivaciones expresas o determinantes. La violencia se desencadena con eventos del orden nacional pero en este relato se convierte en una ola de acontecimientos cuya dinámica y razón de ser se ubica en lo local o regional.
Esa visión de lo ocurrido en el periodo de La Violencia, como lucha fratricida o “violencia liberal – conservadora”, ha sido criticada por parcial, por ser parte del discurso oficial de ocultamiento promovido por el Frente Nacional para eximir de responsabilidad histórica a los gobiernos, jefaturas de las fracciones partidistas y demás usufructuarios del poder.
El calificativo de “violencia partidaria” ha estado acompañado del esfuerzo por mostrar que se trató de procesos locales de odios sectarios y retaliaciones en cadena en los campos y en todo caso lejos de la cerrada oligarquía que enfrentó el gaitanismo. Se borra así el papel de las dictaduras y las complicidades de las cúpulas políticas y económicas que las propiciaron o toleraron. ¿Quién responde por los 200.000 muertos de esa Violencia atroz? ¿No son en buena parte un resultado del ejercicio sistemático de la violencia política y social desde el poder local y nacional?
…
Es curiosa la resistencia a denominar como guerra civil los enfrentamientos armados que siguieron al 9 de abril de 1948 cuando el levantamiento popular gaitanista fue respondido con la guerra de arrasamiento desde gobiernos dictatoriales apoyados por fracciones políticas, poderes económicos, terratenientes y grupos armados de civiles autodefinidos como conservadores y organizados en milicias, contraguerrillas y paramilitares. La confrontación armada estuvo globalmente definida por la acción represiva y de asesinatos indiscriminados del Estado en regiones enteras consideradas bastiones gaitanistas o liberales radicales. Las guerrillas liberales se organizaron en resistencia a la dictadura y la tiranía y en muchas regiones se denominaron “la revolución”.
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Camilo González Posso: Presidente de INDEPAZ
Foto obtenida de: El Espectador
[1] González C, 2016. Aparte del ensayo Los nombres de la guerra, ver en http://www.indepaz.org.co/los-nombres-de-la-guerra-en-la-memoria-historica/
[2] Guzmán, Germán (1962), La Violencia en Colombia, Bogotá, Editorial Tercer Mundo, página
[3] Palacio Marco, Violencia Pública, Bogotá 2012, Editorial Fondo de Cultura Económica. Ciudad de México.
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