En eso basó su discurso. En el cambio para transformar el sistema de oprobio y exclusión. En una cita de García Márquez, así como en alusiones a las viejas luchas de reivindicación popular, el grito del ¡Sí se pudo! emergía victorioso en medio de las cien mil personas que atiborraron las plazas, así como de los voceros de las delegaciones diplomáticas acreditadas.
Esencial resultó el diálogo social para eliminar la matanza entre colombianos, como tristemente ha venido ocurriendo en los dos siglos de vida republicana. La paz total, una paz estructural y ligada a grandes reformas incluyentes parece ser la forma de conquistarla. Invitó a un profundo diálogo reflexivo con los violentos para avanzar en este sentido. Los avances con el ELN y otros grupos armados van en esa dirección.
Se destaca el análisis muy serio en retrospectiva que hizo del fenómeno de las drogas, que ha fracasado en los últimos cuatro decenios. Petro sabe que debería ser una política internacional y por ello reclama a la comunidad internacional un eje de trabajo al respecto. El enorme precio que Colombia ha pagado por el narcotráfico debe detenerse para avanzar en la construcción de un país próspero y pujante.
Petro enfatizó en la igualdad, tema crucial por la injusticia amoral que reina. Para ello la creación de riqueza debe estar acompañada de una justa distribución de la misma, sobre lo cual los trabajos de Piketty y Mazucato son valiosos, entre otros. La economía basada en la producción, el trabajo y el conocimiento, son elementos centrales de un modelo que coloca por encima al trabajador frente al capital. Para ello plantea como tarea central una reforma tributaria que impacte en los más altos capitales, como es lo justo. Para ello enarbola el principio de la solidaridad social para con los más vulnerables. Se trata de superar la competencia y reemplazarla por la solidaridad.
Enfatizó en las reformas a la salud, educación, agua potable, caminos vecinales y distritos de riego.
Instó a dar ejemplo en la transparencia en el gasto, para rechazar la corrupción que ha carcomido la legitimidad del sistema.
La construcción de una sociedad del conocimiento será base de sus políticas públicas. Para ello se centrará en la educación pública.
La soberanía alimentaria tuvo especial énfasis, en momentos en que la población sufre escasez de ingesta de alimentos por la inflación galopante y los tratados de libre comercio. El derecho a no tener hambre –en términos de Sen- surge como una línea fuerte de trabajo. Aquí el concepto de Estado Social de Derecho cobra especial importancia en su materialización.
Insistió en una de sus propuestas más fuertes, cual es el equilibrio con la naturaleza y la lucha contra el cambio climático. La reciente aprobación en una cámara del Tratado de Escazú demuestra que sí hay interés en esta materia. Son muchos los líderes ambientales caídos por las balas asesinas de los depredadores ambientales. En esta reflexión surge como imperativo salvar la selva amazónica, pulmón del mundo.
En materias de integración Latinoamericana, fue enfático en llamar a la unidad de los países hermanos frente a numerosos temas de gran calado, como lo fue el manejo insular de la adquisición de vacunas para contrarrestar el Covid.
Frente a la exclusión racista, abogó por la defensa de los vulnerables y vulnerados, que va a ser un énfasis de su política social.
Se comprometió a respetar el Acuerdo de Paz con las FARC y las recomendaciones de la Comisión de la Verdad, lo cual es un plus fundamental frente a la grave oposición de su antecesor a estos ejes axiales.
Anunció la creación del Ministerio de la Igualdad, donde la Vicepresidenta Francia Márquez jugará un papel formidable.
La lucha contra la deforestación de los bosques resulta trascendental, máxime cuando en los territorios abandonados por FARC se ha venido deforestando para sembrar coca y ganadería extensiva.
El llamado a la unidad del pueblo colombiano para avanzar en la superación de los conflictos y la violencia, fue pieza estelar de la intervención.
En síntesis, el vibrante y coyuntural discurso de Petro en la posesión presidencial, coloca nuevos actores de la política nacional que se integran a intervenir en la vida política, ahora sí con la confianza de la esperanza.
El 6 de agosto también el Presidente se posesionó simbólicamente ante los representantes de los movimientos sociales y expresó en su alocución que va a respetar –no cooptar- el movimiento popular organizado, que por la vía del artículo 103 de la Constitución impone la obligación al Estado de apoyar las organizaciones comunitarias.
El pueblo recibe con alborozo y esperanza estas palabras de parte del nuevo Jefe de Estado que ingresa al solio de Bolívar para desbloquear el régimen de exclusión y muerte que el neoliberalismo y los actores tradicionales impusieron. La cultura de la vida se enfrenta a la necropolítica. Esperamos triunfe la primera.
Luis Bernardo Díaz Gamboa, Editor Revista Derecho y Realidad
Foto tomada de: Pagina 12
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