La gran mayoría de partidos y movimientos políticos, de los economistas y de los columnistas de los grandes medios de comunicación discuten modelos económicos dentro del capitalismo. De este modo se ha generado una discusión entre los partidarios de un Estado de bienestar e intervencionista promotor del desarrollo y un Estado neoliberal; se utilizan nombres diversos pero el punto en común es que no se critica al capitalismo sino a determinadas modalidades de él. En el enfoque tradicional de los economistas neoclásicos el asunto se concibe como fallas del mercado, se asume que el mercado es un mecanismo muy eficiente de asignación de los recursos pero que tiene fallas, como la tendencia a suprimir la competencia y crear monopolios, la desigualdad del ingreso, la pobreza y miseria, las crisis o el insuficiente crecimiento económico.
Esta concepción predomina también entre partidos y movimientos políticos favorables a los intereses de los trabajadores, que concentran sus críticas en el modelo neoliberal y no cuestionan de fondo al capitalismo. Proponen reformas para hacerlo mejor, más humano, más justo, más decente, más digno, etc.
Desde estas perspectivas se considera que el Estado es una instancia neutra, separada del modo de producción capitalista, que responde a las orientaciones de los partidos que lleguen al poder. Esto tiene una parte de verdad, pero oculta los límites de lo posible. Esta es una discusión antigua. Antes de escribir el Manifiesto del Partido Comunista Marx pasó por una etapa en la cual, bajo la influencia de Hegel, consideraba que el Estado era la encarnación de la razón y el representante de los intereses generales de la sociedad que eran prioritarios frente a los intereses particulares. Políticamente se manifestaba en favor de una democracia radical que debía llevar al gobierno del pueblo.
Al verse obligado a estudiar asuntos económicos concretos y políticas estatales se dio cuenta de que en la práctica el Estado actuaba al servicio de los intereses particulares. Esto lo observó al escribir sobre un proyecto de ley que penalizaba el robo de leña en Alemania. Igualmente, bajo la influencia de escritores socialistas y comunistas que sostenían que la emancipación política no era suficiente, como lo había realizado la revolución francesa, sino que era necesario abordar la emancipación económica, fue cambiando su posición, hasta llegar a considerar que el Estado capitalista es parte integral del modo de producción capitalista, y no una institución aparte situada por encima de los intereses particulares como un árbitro imparcial.
Las funciones del Estado capitalista
El Estado capitalista es una estructura del modo de producción capitalista que tiene como función general garantizar el funcionamiento del capitalismo. Su razón de ser fundamental es crear las condiciones para que la clase capitalista en su conjunto pueda extraer continuamente plusvalor creado por los trabajadores asalariados y valor de los trabajadores por cuenta propia.
Para cumplir con esta función general el Estado capitalista realiza un conjunto de funciones específicas: a) regular la relación básica entre el capital y el trabajo asalariado, tanto en términos normativos como prácticos; b) ofrecer condiciones materiales (infraestructura vial, energía, puertos, etc.) y financieras para la operación de las distintas actividades productivas capitalistas; c) garantizar condiciones para que la fuerza de trabajo esté disponible para ser contratada por los capitalistas; d) administrar los grandes agregados económicos mediante la política monetaria, la política fiscal, la política de comercio internacional y de cambios con el fin de promover cierta estabilidad y minimizar las crisis y desequilibrios; e) promover la legitimidad del sistema capitalista y desorganizar a los trabajadores con el fin de prevenir su rebeldía; f) controlar y reprimir a los trabajadores cuando protesten o se rebelen contra el sistema. El Estado capitalista se encarga también de desarrollar funciones colectivas, que por diversas razones no pueden ser cumplidas por empresas capitalistas con ánimo de lucro.
El Estado colombiano se apropia de parte del plusvalor generado por los trabajadores mediante impuestos diversos, siendo los más relevantes el impuesto a la renta, el impuesto al valor agregado, el impuesto a las importaciones, el impuesto predial, y el impuesto de industria y comercio, los cuales se distribuyen entre los distintos niveles de gobierno (nación, departamento, municipios). Los impuestos recaen sobre las empresas capitalistas, sobre los capitalistas como personas naturales y sobre los trabajadores asalariados y por cuenta propia. Considerando que el plusvalor total (el excedente bruto de explotación del DANE) proviene todo del valor creado por los trabajadores, realmente todos los ingresos del Estado provienen de los trabajadores. En otros términos, todos los impuestos los pagan los trabajadores: el Estado se financia del trabajo excedente y no pagado de los trabajadores.
El Estado colombiano, en todos sus niveles de gobierno, recauda ingresos que corresponden aproximadamente al 15% del Producto Interno Bruto en 2020; el presupuesto de gastos se estimó en $271 billones, que representa el 18%. Se trata de una cifra enorme que indica el peso que tiene en el conjunto de la economía capitalista; sin embargo, en términos comparativos con otros países capitalistas, la participación del Estado capitalista en Colombia es baja, lo cual refleja principalmente la resistencia de los capitalistas más ricos a pagar impuestos altos.
Con estos recursos se financia una masa de trabajadores públicos de cerca de un millón de personas, funcionarios que se sitúan por encima de las clases trabajadoras y contribuyen en gran medida a su explotación; alrededor de 400.000 son militares y policías, más que el número total de maestros oficiales. Para cumplir con sus funciones el Estado dispone de un conjunto de entidades en todos los niveles de gobierno: ministerios, departamentos administrativos, establecimientos públicos, empresas industriales y comerciales del Estado, etc.
Dentro de estas entidades se encuentran algunas de carácter productivo que contratan trabajadores asalariados que crean un valor agregado y generan plusvalor para el Estado; por ejemplo, ECOPETROL, empresa estatal que genera grandes utilidades. Sin embargo, la gran mayoría de entidades se encargan de cumplir funciones y prestar servicios sin la finalidad de obtener excedente alguno. Por ejemplo, la producción de servicios educativos, que consiste en la elaboración de valores de uso, servicios útiles que satisfacen necesidades de la población, por medio de trabajadores asalariados, los maestros, sin producir una ganancia monetaria.
Los recursos del Estado se distribuyen entre las distintas entidades y funcionarios con el fin de cumplir con las funciones a su cargo.
- La parte más grande del presupuesto de gasto se destina a garantizar la disponibilidad de la fuerza de trabajo mediante la provisión de servicios sociales a los trabajadores: educación, salud, pensiones, bienestar familiar, cultura, vivienda, etc. En 2020 este gasto se presupuestó en $120 billones y representaba aproximadamente 60% del gasto total.
- Una segunda parte muy grande está destinada a la función de control y represión (ejército, policía, seguridad, fiscalía); en su conjunto suman $44 billones, equivalente a poco más del 20% del gasto.
- Otra porción importante, $18 billones, aunque con menor participación relativa, se destina a recursos para promoción de actividades productivas, tanto de los grandes capitalistas como de pequeños productores e incluso campesinos
- Finalmente, el presupuesto incluye una partida enorme, de cerca de $40 billones destinada al pago del servicio de la deuda, lo cual incluye el pago de intereses a capitalistas nacionales y extranjeros que compran bonos del Estado.
El Estado ofrece servicios subsidiados de educación y de salud, o asigna transferencias a mujeres, jóvenes y ancianos que les permiten complementar sus ingresos. Aunque se trate de servicios de deficiente calidad o de transferencias miserables, efectivamente ofrecen una ayuda a sectores de la clase trabajadora, lo cual se presenta como un rasgo de un Estado que busca garantizar derechos a sus ciudadanos. Este gasto social es realizado no solamente por gobiernos de izquierda o sensibles a la situación de los trabajadores, sino también por gobiernos de derecha, como ocurre actualmente con el partido Centro Democrático que ganó las elecciones presidenciales de 2018.
Se trata de unas funciones contradictorias del Estado capitalista. La fuente del plusvalor directo o indirecto, son los trabajadores asalariados y los trabajadores por cuenta propia. Como hemos señalado el capitalismo colombiano genera siempre, en mayor o menor proporción, una población sobrante: desempleados, subempleados, ocupados en actividades precarias de baja productividad, delincuencia, prostitución forzada y mendicidad. Además, los capitalistas en su conjunto no garantizan un salario mínimo que permita satisfacer sus necesidades básicas. Por tanto, es una necesidad del sistema complementar los ingresos de la clase trabajadora para que puedan adquirir bienes y servicios, como la educación o la salud; se trata de garantizar que la población trabajadora esté en condiciones de cumplir con sus funciones laborales y esté disponible para los capitalistas cuando según el ciclo necesiten una mayor cantidad de trabajadores. Adicionalmente es necesario paliar las situaciones más extremas de miseria, como un medio para garantizar cierta lealtad de dichas masas de trabajadores y tratar de evitar su rebeldía.
El mismo Estado por un lado se encarga de apoyar a los capitalistas en mantener el salario mínimo en el nivel más bajo posible y por el otro cumple la tarea de complementar sus ingresos. Se trata en este segundo caso de una función necesaria para el capitalismo que obviamente es objeto de oposición por sectores capitalistas que consideran excesivo el gasto que destina el Estado a estas tareas.
Cuando los trabajadores se rebelan y protestan, mediante diversos mecanismos, el Estado cumple la función de control y represión. Esta función se expresa en la existencia del ejército y la policía, de organismos de seguridad y de inteligencia, de la fiscalía general de la nación y del sistema penitenciario, complementados en ciertas circunstancias por fuerzas paramilitares. Estos aparatos se encargan de garantizar la existencia y funcionamiento del modo de producción capitalista y su actividad cotidiana está al servicio de las necesidades de los capitalistas; es una fuerza de seguridad de una clase que se encarga de reprimir a las clases trabajadoras. Evidentemente, estos órganos cumplen también unas funciones colectivas generales; por ejemplo, la policía desempeña tareas en materia de convivencia ciudadana (riñas, conflictos barriales, delincuencia, etc.). Pero la razón fundamental de esta función general es contar con cuerpos armados que se sitúan por encima del pueblo que, aunque estén conformados por numerosos individuos provenientes de dichas clases trabajadoras, realizan tareas en contra de ellas.
El problema de fondo no es el neoliberalismo
La gran mayoría de trabajadores, asalariados y por cuenta propia, así como sus organizaciones sociales y políticas, incluyendo las de izquierda, no cuestiona de fondo al capitalismo. Critican las consecuencias y efectos observables -pobreza, miseria, desempleo, desigualdad- pero no la causa, la operación del modo de producción capitalista. Asumen explícita o implícitamente la interpretación teórica de la economía neoclásica que consiste en señalar que el mercado es un mecanismo eficiente de asignación de recursos.
Consideran que la pobreza, la miseria, el desempleo y la desigualdad son fallas del mercado, son problemas, son imperfecciones, no inherentes al sistema sino debidas a múltiples factores, muchos de ellos externos. Plantean que la solución de dichas fallas o imperfecciones le corresponde al Estado, que la razón de ser del Estado capitalista es precisamente corregir dichas anomalías. El Estado debe intervenir para controlar y restringir los monopolios, para controlar la contaminación ambiental, para reducir la extrema desigualdad, para combatir la pobreza y la miseria, para generar empleo, para estimular crecimiento económico y para prevenir y atender las crisis.
El desempleo no es un problema para el capitalismo; es una tragedia para los trabajadores que caen en el desempleo, pero una consecuencia normal de su funcionamiento, que además contribuye a que el mercado laboral esté siempre a favor de los capitalistas.
La pobreza y la miseria son un drama para millones de seres humanos, pero es otro resultado inherente del funcionamiento del capitalismo. La gran pobreza de las masas es el fundamento de la gran riqueza de un puñado de capitalistas.
La desigualdad de ingresos y de riqueza no es un problema para el capitalismo. Es un indicador de éxito, es la evidencia de que se ha logrado el objetivo de extraer de los trabajadores la mayor cantidad posible de plusvalor y de riqueza.
Sutilmente los defensores del capitalismo invierten la causalidad. La causa de la desigualdad, por ejemplo, es un Estado que no impone tributos progresivos y redistribuye el ingreso. La causa de la pobreza y las precarias condiciones de vida es un Estado que no ofrece servicios de educación, salud, cuidado de niños y ancianos, alimentación y nutrición, etc. La causa del desempleo es un Estado que no promueve el desarrollo y la industrialización y que no estimula la creación de empleo formal. Lo anterior se debe a sesgos del Estado en favor de los ricos, a la corrupción de los funcionarios estatales, a la negligencia e ineficiencia.
El capitalismo no se cuestiona. Los capitalistas, de este modo, no aparecen en la escena como responsables de la grave situación de los trabajadores; incluso, muchos de ellos agazapados, critican también al Estado por no resolver dichos problemas. Todo lo anterior se sintetiza en la crítica al neoliberalismo. Se genera el mito de épocas pasadas en las cuales el Estado resolvía dichos problemas, como si la pobreza, la miseria, el desempleo y la desigualdad no hubieran existido antes de la implantación de las políticas neoliberales en Colombia.
La crítica al neoliberalismo tiene, evidentemente, un elemento de verdad. Las conquistas alcanzadas por los trabajadores en materia de garantía de derechos laborales, o de provisión de bienes y servicios por parte del Estado, se han perdido en muchos casos. Las políticas neoliberales en el mundo y Colombia han tenido como objetivo aumentar el plusvalor de los capitalistas y concentrar la riqueza y el ingreso. Y en este objetivo han sido bastante exitosas. Es apenas natural la reacción de los trabajadores y sus organizaciones sociales y políticas.
Pero las políticas neoliberales son solo una parte de la historia. No son la causa de fondo. Las acciones en favor de los trabajadores por parte del Estado capitalista no suprimen ni cuestionan la relación asalariada, no modifican la base de la explotación. Y además se muestran impotentes o con muchas limitaciones para resolver ciertos problemas. Por ejemplo, el desempleo. Por el Ministerio de Hacienda, el Departamento Nacional de Planeación y el Ministerio del Trabajo han pasado los “mejores economistas” del país (Juan Carlos Echeverry, Mauricio Cárdenas, Alejandro Gaviria, entre otros), algunos de ellos pertenecientes a la social democracia y comprometidos con el mejoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores (José Antonio Ocampo, Cecilia López); otros, provenientes incluso de organizaciones sindicales. Ninguno de ellos ha encontrado la fórmula para cumplir con el mandato constitucional de garantizar el derecho al trabajo digno para todos. No es un asunto de voluntad política del Estado y de compromiso de sus funcionarios. Se trata de la existencia de límites derivados de la lógica del capitalismo.
La causa de fondo de la pobreza, la miseria, el desempleo y la desigualdad no es el neoliberalismo, es el capitalismo.
Alberto Maldonado Copello
Foto tomada de: BBC
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