Los presidentes de México, Brasil y Colombia, aunque saben la verdad, se limitan a exigir al gobierno que se publiquen las “actas”. Por un lado, dicen no querer entrometerse en asuntos internos de ese país (como hace la OEA y EE.UU.), pero, ante todo, quieren mantener un canal de conversación y de posible negociación “entre las partes”. No quieren darle la oportunidad a Maduro de romper relaciones con sus gobiernos y “cerrarse a la banda”. María Corina Machado, líder de la oposición, está de acuerdo con esa estrategia, pero la represión generalizada y el cinismo demostrado por la cúpula gubernamental, van acortando los tiempos y acabando con esa especie de tolerancia.
Diferente es la posición y reacción de los militantes de izquierda de América Latina. La primera reacción fue de incredulidad debido a que los medios de comunicación que son de sus afectos son los de Cuba, Nicaragua y Venezuela como Telesur, RT, Rebelión y Aporrea. En esos medios la noticia de que “volvió a ganar Maduro” era la esperada. Todas las encuestas que anunciaban que “el candidato de María Corina Machado” (Edmundo González) tenía la preferencia del electorado, eran desechadas como parte de la “guerra mediática” del imperio estadounidense. Según esa militancia, es el libreto usado por las “derechas fascistas” para justificar, una vez perdieran, las guarimbas y protestas contra el gobierno. Un intento de “revolución de color”.
Además, se afirma que el sistema electoral de Venezuela es seguro y creíble desde el punto de vista tecnológico y es imposible que pueda haber fraude. Pero, también, para una izquierda que defiende y respalda incondicionalmente la revolución cubana y nicaragüense (así se hayan “desviado” o desnaturalizado), es imposible siquiera imaginar que “el pueblo” pueda en algún momento “abandonar la revolución”. Eso es inconcebible. Y, si llegare a pasar, sería fruto de un complot o manipulación a lo que hay que responder con “medidas excepcionales”. Es decir, aunque no lo dicen abiertamente, entre dientes sale su verdad que es una fórmula para todo: “¡Ante la acción imperialista y fascista, todo vale!”.
Cuando se plantean preguntas de por qué hay tantos millones de migrantes venezolanos regados por el mundo, la respuesta, que incluso se refuerza con opiniones de esos migrantes, es que es consecuencia de las sanciones impuestas por el gobierno de los EE.UU. (“bloqueo”) o porque son opositores, “gusanos”, “malandros”, etc. Y, además, no creen que sean “tantos”. No se acepta la más mínima responsabilidad del gobierno bolivariano que “resiste al lado del pueblo”.
Hay más argumentos de por qué, a pesar de algunas fallas o errores que se puedan haber cometido en esos procesos, hay que defender a los gobiernos de Cuba, a Daniel Ortega y a Nicolás Maduro. “Son gobiernos que representan la dignidad y la soberanía de los pueblos frente a las imposiciones e injerencias del imperio estadounidense”, y aún con las dificultades propias de esas luchas, “se está en el camino de construir el socialismo”. “No podemos ser débiles ni complacientes frente a los ‘yanquis’ y a las oligarquías entreguistas que históricamente han sido antipatria”, se afirma con convicción cuasi-religiosa.
Para los militantes de esas izquierdas, por lo general, mayores de 60 años, y algunos jóvenes “formados” dentro de esa escuela de pensamiento, hacer preguntas incómodas sobre una serie de hechos que se han acumulado a lo largo del tiempo, es “un pecado”. Se lo toman como una agresión a la memoria de nuestros luchadores por la emancipación social, sin imaginar que esos luchadores seguramente no estarían de acuerdo con el nivel de corrupción y de cinismo en que han caído dirigentes como Ortega y Maduro. Ahora, ambos presidentes se han vuelto “cristianos” para tener a su lado a las gentes más atrasadas de sus países. Se creen “ungidos y enviados por dios”. Y, con base en esas “verdades” y narrativas se justifican toda clase de acciones y métodos usados en la lucha política.
Es parte de una mirada particular. Dicen estos supuestos izquierdistas: “Estamos del lado correcto de la historia”; “representamos la justicia social y el interés colectivo”, se dice con fuerza. Las derechas, al contrario, son despreciables porque son la manifestación de la inequidad y el individualismo. Y así, cuando obtenemos triunfos, estos son frutos de la honestidad y la transparencia, mientras que lo logrado por las derechas es resultado de la manipulación y la trampa. Y cuando cometemos errores, no es nuestra culpa: “La corrupción ha permeado a todos los gobiernos progresistas” dice Petro.
Decía sobre estos temas el conocido pensador colombiano Estanislao Zuleta que “acostumbramos a medir nuestras acciones en su relación con nuestras intenciones, y las acciones de los contrarios los medimos por lo resultados”. Y remataba:
“Pero lo que ocurre cuando sobreviene la gran des-idealización no es generalmente que se aprenda a valorar positivamente lo que tan alegremente se han desechado o estimado sólo negativamente; lo que se produce entonces, casi siempre, es una verdadera ola de pesimismo, escepticismo y realismo cínico. Se olvida entonces que una crítica a una sociedad injusta, basada en la explotación y la dominación de clase, era fundamentalmente correcta y que el combate por una organización social racional e igualitaria sigue siendo necesario y urgente. A la des-idealización sucede el arribismo individualista que además piensa que ha superado toda moral por el solo hecho de que ha abandonado toda esperanza de una vida cualitativamente superior” (Zuleta, 1980)
Estos hechos y formas de pensar me han traído a la memoria la historia de un funcionario de una ONG que en los años 80s del siglo XX “luchaba” contra el régimen de Pinochet. Su madre que vivía en la zona rural de Valparaíso fue a visitarlo en una ocasión a Santiago. Le sorprendió que cuando fue a recibirla al terminal de transportes, llegó en un lujoso vehículo. Y lo mismo, cuando conoció la residencia y el nivel de vida que se daba su hijo, se sorprendía aún más. A cada pregunta que la madre le hacía sobre cómo había conseguido esos bienes tan caros y exclusivos, el hijo le respondía: “Madre, luchando contra la dictadura”.
Cuando fue a llevar a su madre el terminal para hacer el viaje de vuelta, ella le dijo con un tono entre ingenuo y sarcástico: – “¡Hijo mío, en todo caso espero que, por tu bien, Pinochet nunca caiga!”. Su hijo sorprendido le respondió: – ¿Por qué dices eso, madre? Y ella le dijo: – “¿No ves que, si él cae, todo ese mundo maravilloso que has construido para ti y tu familia, se vendría abajo?”.
Ya tendremos tiempo para reflexionar sobre las causas de todo lo que han realizado algunas izquierdas y progresismos en los gobiernos de América Latina. No tiene nada de raro que hayan surgido las “derechas extremas” y que se hayan ganado la confianza entre muchos sectores populares, especialmente aquellos que quieren trabajar y vivir dignamente. Y que, por tanto, cuestionan las políticas extremadamente asistencialistas que impulsan algunas izquierdas, que por el camino se convirtieron en “nuevas formas de clientelismo”.
Fernando Dorado
Foto tomada de: CNN en español
Tiberio Gutiérrez says
Qué forma de criticar a los gobiernos progresistas desde la derecha más recalcitrante.. En el mundo estamos, y seguramente vendrán posiciones políticas más atorrantes.
Tiberio Gutiérrez says
Por favor lean el artículo de Bonaventura de Sousa Santos, “Una reflexión sobre Venezuela”, en esta misma edición, para que vean y comparen con un análisis serio y objetivo de la geopolítica mundial.