“Yo no he corrompido a nadie, ellos ya eran corruptos cuando los conocí”.
Marcelo Odebrecht
El principal fin del Estado en Colombia es la corrupción: el truquito y la maroma. Porque en este país resulta más efectivo lo que se calla que lo que está escrito, y la Constitución Política es ley de burlas. Así, cuando se niega algo con ahínco es porque es cierto: Los falsos positivos, el cohecho del articulito de la reelección, la parapolítica, el negociado de Reficar, los sobornos de Odebrecht… No en vano la principal industria del país es el robo de dineros públicos, porque esos cincuenta millones de dólares del soborno de la multinacional brasilera se pagan de nuestros impuestos, menoscabando derechos. Años atrás, se calculaba en 50 billones anuales el producto de tales latrocinios, ninguna otra empresa produce esa rentabilidad, sin inversión, y sin riesgos.
No hay riesgos porque la arquitectura del Estado, en todas sus ramas, está diseñada para mantener la impunidad, garantizar que el negocio de alzarse los recursos públicos se reproduzca. Eso se puede deducir de los audios que, “misteriosamente”, la Revista Semana publicó audios de una conversación grabada al excandidato emblema del uribismo, Oscar Iván Zuluaga, hechos por otro uribista pura sangre, Daniel García Arizabaleta. Allí, Zuluaga afirma lo que llevaba años negando: la financiación de su campaña de 2014 por la multinacional Odebrecht. Revela cómo han engañado al país, y muestra cómo la complicidad es el cemento que aglutina al partido Centro Democrático, que de la mafia siciliana tomó en préstamo el código de la omertá, la ley del silencio.
En premio al cumplimiento de la omertá, testigos de ilícitos devienen en directores de entes de control, custodios del silencio: Alexander Vega, pasa de presidir el Consejo Nacional Electoral a ser nombrado Registrador Nacional, mientras que Carlos Camargo va a dirigir la Defensoría del Pueblo, el nominador fue otro protagonista del caso Odebrecht, Iván Duque, quien también puso de funcionario a cuanto recomendado presentaba García Arizabaleta. Al estilo de los paramilitares que exigían para ellos la designación del personero, en los municipios que dominaban. La corrupción se encubre desde puestos directivos de organismos de control, como se ha venido haciendo en la Fiscalía General de la Nación.
Tal diseño institucional ha funcionado. Desde las reuniones de los hijos de Uribe, ¡otra vez ellos!, con Marcelo Odebrecht, en Panamá, siguió la adjudicación de los tramos uno y dos de la Ruta del Sol a esa multinacional brasileña; luego estuvo alias Uribito, el delincuente Andrés Felipe Arias, a sueldo de esa empresa, y de precandidato uribista; siguió Santos uno, candidato de Uribe, también financiado por la misma empresa, quien les adjudicó el tramo tres de la Ruta del Sol; después Zuluaga, abanderado del uribismo, estuvo cerca de ser presidente, con el patrocinio de Odebrecht, pero un copartidario suyo, Iván Duque, logra la presidencia para el Centro Democrático con la financiación de otro socio de Odebrecht en Colombia, Sarmiento Angulo, más otras financiaciones. Ya Duque presidente pone a los colombianos a pagar la platica que se perdió en algo más de una década de movidas chuecas con esa multinacional. Odebrecht es el segundo apellido del Centro Democrático.
A mal de muchos, consuelo de colombianos. Casi toda América estuvo involucrada en la corrupción de la multinacional brasileña, y cayeron presidentes presos, alguno se suicidó, pero en Colombia no pasó de recitar el coro uribista: “Yo soy honorable”, que pone a fiscales y jueces a mirar para otro lado: ¡Y no pasó nada!
Hasta ahora, que como en la campaña del No del Plebiscito por la paz, campaña hecha a punta de mentiras, y financiada por los mismos que hoy se oponen a las reformas del cambio, se supo porque alguno que no fue bien tratado en el uribismo faltó a la omertá, y reveló la artimaña. En el escándalo actual fue García Arizabaleta que, ante la insinuación del abogado de Zuluaga, también de Odebrecht reveló Uribe, de mandarlo a prisión a él, rompió la ley del silencio, y se aseguró de tener pruebas para que fuera otro el que pagara cárcel, u otros, porque se trata ya de Oscar Iván Zuluaga y de su hijo. Tan es la institucionalidad colombiana diseñada para la corrupción, que sin temor los padres meten a sus hijos en emprendimientos delincuenciales, empezando por Uribe. Así resultó Pablo Escobar, quien procuró que sus hijos no ingresaran al mundo de la mafia, con una moral superior a la de la extrema derecha colombiana, que lleva a sus hijos a delinquir.
La complicidad es un equilibrio difícil de mantener, y la verdad se filtra de a pocos hasta volverse torrente. Álvaro Uribe es un ser de grandes habilidades políticas, pero muy frágil ante la adulación, y vive rodeado de lambones, pero, en todo adulón, sacamicas, zalamero, hay un traidor. Hoy tiene el equipo de gobierno con más funcionarios enjuiciados, condenados, y prófugos de la historia nacional.
Así como los tres mosqueteros eran cuatro, los tres “huevitos” de Uribe, como él llamó a su legado, son cuatro, pues, al lado de la Seguridad democrática, la Confianza inversionista, y la Integración social, va escondido el huevito de la impunidad, que han empollado sus prohijados, el que hoy se ha roto.
El uribismo implosiona por su corrupción, pero eso no lo hace inofensivo: la desesperación incrementa su peligrosidad. Propicia una temporada de accidentes aéreos, tomas de cianuro, y demás. Y si bien no ha de salir bien librado en las elecciones regionales, su último frente de batalla puede ser extrainstitucional, más cuando combina sin pudor lo legal y lo ilegal. Nerón incendiando Roma, Hitler ordenando dinamitar a Alemania derrotada, o Pablo de Antioquia destruyendo a Medellín a bombazos, son horizontes a considerar, si pierden lo que han diseñado: Un país para el latrocinio. Sin olvidar que Pablo Escobar tenía mayor sentido de la ética.
“Nunca acorrales a tu enemigo contra un río, porque nunca se sabe lo que un ejército desesperado es capaz de hacer” Sun Tzu
José Darío Castrillón Orozco
Hernan Pizarro says
Muy buen artículo que muestra la rentabilidad de la corrupción que significa ingresos sin riesgos de procesos de producción ni de comercialización.
Saben que pagan poca cárcel y quedan saneados para el próximo periodo electoral así sea en cabeza de otros.
Carlos Mario Ramírez says
Excelente artículo qué devela la crisis de la institucionalidad colombiana… Solo queda divulgarlo para desintoxicar de los medios de incomunicación a los ciudadanos de a pie.
Wilson Montoya says
La JEP debe, inmediatamente, compulsar copias sobre los falsos positivos a la Corte Penal Internacional, para que investigue, juzgue y castigue al innombrable, al autor, participe, instigador y determinador, de estos execrables crímenes atroces de lesa humanidad. Ordenar su captura inmediata e impedir así, que siga postulando candidatos afines a su bastarda y miserable ideología.
José Gutiérrez says
Será entonces que el actual gobierno de izquierda que ve enredadas todas sus propuestas de cambio por la oposición, caerá en la misma vía de corrupción y malversación de fondos públicos . Si es por lo que dicen los que perdieron el poder, será peor. Que desgracia para Colombia. Y si los políticos de derecha no han hecho nada en todo este período de vida republicana, y el de izquierda que tenemos en 4 tampoco inicia al.memos el sendero de la equidad y la justicia social bajo el respeto de la diversidad ideológica, Colombia entonces no tiene futuro.